Orgullo y un gran sentido de responsabilidad, así es como Rodrigo Álvarez describe los sentimientos que lo embargaban el 18 de marzo cuando fue investido presidente de la Cámara Baja del Congreso de Chile por los próximos 12 meses. Ambos sentimientos son entendibles.
Orgullo, porque Álvarez es el primer miembro de su partido -la Unión Demócrata Independiente (UDI)- en encabezar la Cámara de Diputados y, de hecho, es el primer político de centro derecha en hacerlo desde de la década del 50, además del primer representante de Magallanes, -su región de origen y el distrito que representa como diputado desde 1998-, en cumplir esta función.
Y un sentido de responsabilidad debido a que fue elegido para su nuevo cargo no sólo por la coalición de oposición Alianza por Chile -de la cual la UDI forma parte-, sino que también por representantes de la coalición gobernante de centro-izquierda, conocida como Concertación.
Ese respaldo multipartidario es una señal del amplio respeto que genera Álvarez, abogado de 42 años, sin embargo también enfrenta una dura prueba. Será la cabeza de la Cámara durante los que prometen ser meses particularmente tensos y competitivos en la carrera simultánea para las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciembre.
“Trataré de demostrar que un presidente con ideas diferentes puede conducir la Cámara de manera apropiada”, sostuvo. “En mi rol institucional, mi tarea será garantizar los derechos de ambas partes y contribuir, si bien sólo en menor medida, a mejorar la imagen de la Cámara y sus miembros”.
¿Cuánto poder tiene realmente el presidente de la Cámara Baja?
Además de ser responsable por la administración de la Cámara, implica una importante influencia en decisiones como el orden en que los proyectos se debaten.
Eso es mucho poder en un año electoral…
Sí, pero esas decisiones tienen que ser coordinadas con el Gobierno y los líderes de los distintos partidos políticos representados en la Cámara.
Pero, ¿usted podría boicotear los proyectos de ley del Gobierno?
Esa no es mi intención. Tengo que entregar garantías a las dos partes que me han elegido. Lo que sí espero es que no veamos proyectos electorales populistas.
Se ha sugerido que la elección de un presidente de oposición para la Cámara baja es un signo de la consolidación de la democracia de Chile…
Ciertamente es una buena señal para la democracia chilena. Como dije en el discurso tras mi investidura, entiendo que fue difícil para los representantes del Gobierno votar por mí como presidente de la Cámara Baja, pero podemos trabajar perfectamente bien juntos, y eso es bueno para la democracia de Chile.
Cuáles son los principales ítems en la agenda legislativa de este año?
Bueno, probablemente habrá un grupo de proyectos que tendrán que ver con la crisis económica. Posiblemente enfrentaremos algunos problemas sociales aquí en Chile y creo que tendremos más paquetes de medidas (de estímulo económico). El cambio es brutal. En agosto, tuvimos una sesión especial de la Cámara Baja para debatir la situación económica de Chile, y ¿sabe cuáles eran los problemas clave en ese entonces? La solidez del peso, la alta inflación, los altos precios del petróleo y qué hacer con los excedentes del cobre. Mire la diferencia ahora, apenas poco más de seis meses después.
En segundo lugar, este es el último año del actual Gobierno e intentará completar proyectos en, por ejemplo, educación, la implementación de la reforma de pensiones, la creación de los ministerios de Seguridad Pública y Medio Ambiente, y la inscripción automática en los registros electorales, si bien es difícil que este último entre en vigencia para diciembre.
Usted ha hablado mucho sobre la mala imagen del Congreso…
Sí, de la mala imagen de los políticos en general y de los miembros del Congreso, en particular. Desafortunadamente, nos hemos ganado parte de esa imagen. Es el resultado de muchos factores; hay un amplio desencanto con los políticos, pero –como miembros del Congreso- también hemos cometido errores. Por ejemplo, somos percibidos como muy distantes de los votantes -no saben qué hacemos y para qué nos pagan- y se estima que nos demoramos demasiado en muchos proyectos.
¿Qué va a hacer usted al respecto?
Mi objetivo es aumentar la agilidad de nuestro debate y acelerar el proceso legislativo en general. Algunos de los temas son muy técnicos, pero otros son bastante simples como los discursos en el pleno de la Cámara, que se extienden por -digamos-una hora y media. Eso es demasiado largo y debiera haber límites. Algunos proyectos son revisados tres veces por las comisiones y no creo que eso sea necesario.
Pero, con sólo un año en el cargo, no tiene mucho tiempo…
Esa es una de mis críticas a la Concertación. No hay ninguna razón por la que los presidentes de la Cámara Baja deban limitarse a un año, aunque -en mi caso- es inevitable porque habrá una nueva composición en la Cámara el próximo año. Una de las razones por las que el Senado ha tenido un mejor desempeño es porque ha tenido presidentes por períodos más largos. Los presidentes de la Cámara Baja tienen que administrar su presupuesto y a varios cientos de empleados. ¿Qué empresa o incluso institución sensata cambia a su líder anualmente?
Usted está planeando dejar el distrito de Magallanes tras 12 años para competir por el distrito de Providencia y Ñuñoa en Santiago, ¿pero cómo es Magallanes?
Los últimos 15 años han sido complicados; Magallanes tiene una serie de problemas. Una de las mayores inversiones extranjeras en Chile -la planta de producción de metanol de la canadiense Methanex, cerca de Punta Arenas- tiene problemas con el suministro de gas desde Argentina. Sin embargo, la región está posicionada para la recuperación de algunos sectores, incluidos los hidrocarburos, si bien eso dependerá en parte de la crisis internacional. También tiene un potencial espectacular en áreas como la producción orgánica de carne y turismo.
Y, en ese contexto, debo mencionar la reserva Karukinka en Tierra del Fuego. Dado que mi familia tiene tierras adyacentes a la reserva, he tenido la suerte de familiarizarme con el proyecto desde el comienzo y de hablar de él con gente como Kathleen Barclay y el ex embajador de Estados Unidos en Chile, John O’Leary. Para mí, es un proyecto notable como modelo de gestión ambiental y también como desarrollo turístico. Uno de los atractivos turísticos más famosos de Chile es el Parque Nacional Torres del Paine y Karukinka marca el camino para un segundo polo de desarrollo turístico en Magallanes.
Ruth Bradley es la editora general de bUSiness CHILE y además se desempeña como corresponsal en Santiago de The Economist.