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En la famosa canción de protesta de los años sesenta, “War”, el cantante Edwin Starr se pregunta “la guerra, ¿para qué sirve?”. Aunque estas letras estaban dedicadas a los conflictos armados, en particular a la guerra de Vietnam, también tienen relevancia ahora, cuando el mundo está enfrentando una potencial guerra comercial.
Desde los años ‘30 hay mucha evidencia empírica de que las guerras de comercio, cuyo objetivo principal es el proteccionismo, no sirven “absolutamente para nada”. El ejemplo más reciente es la administración de George W. Bush, la cual impuso aranceles al acero de entre 8% y 30% durante marzo de 2002. En esa instancia, el S&P 500 cayó 30% en los cuatro meses después del anuncio y el beneficio económico fue netamente nulo, según los cálculos de la Comisión de Comercio Internacional. Al final, por presión de Europa principalmente y la World Trade Organization (WTO), fueron cancelados en 2003. En este contexto, varios expertos han advertido sobre las consecuencias de un eventual conflicto, lo cual puede interrumpir el ritmo positivo de las economías globales y afectar la percepción hacia las bolsas mundiales.
Aunque Donald Trump comenzó su administración con mucha retórica y poca acción en el rubro de comercio, la situación se intensificó últimamente con el anuncio de aranceles de 25% para el acero y de 10% para el aluminio, aumentando el nivel de incertidumbre. Esto ha sido reflejado en los índices S&P y ACWI, los cuales han estado enfrentando más volatilidad y una tendencia a la baja.
El estilo de Trump sugiere que todo esto es una táctica para lograr cambios de tratos existentes, como lo que sucede con Canadá y México, dos países que -por el momento- están exentos de estas tarifas mientras siguen las negociaciones del NAFTA. Además, el mandatario ha mencionado desequilibrios en las condiciones de comercio entre dos socios importantes, China y Europa. Entonces, por ahora, el caso base es un escenario de negociaciones intensas, pero sin una guerra más amplia.
Sin embargo, si las negociaciones no resultan o la presión política para cumplir con las promesas de la campaña aumenta antes de las elecciones del Congreso en noviembre, hay un riesgo de escalada que puede causar aún más volatilidad en la economía global, en las bolsas mundiales y en el tipo de cambio.
En el caso particular de Chile, hasta el momento, el impacto ha sido moderado con la bolsa siguiendo los mercados de capitales globales, mientras que la economía sigue una tendencia de recuperación, con varios economistas subiendo sus expectativas de crecimiento real del PIB a 3,5% - 4,0% para este año. Sin embargo, hay claramente líneas de división en este juego. Con la firma del TPP, Chile ya está más bien en el campo de China, su principal socio comercial, lo cual trae riesgos potencialmente más altos, especialmente con respecto a la demanda por sus materias primas y la depreciación de su moneda.
Por Brian P. Chase
Portfolio Manager Head of Andean Equities Itaú Asset Management[:]