¿Qué tienen en común jardines para pre-escolares, nueva tecnología para administrar supermercados y un plan para cultivar limones en el desierto de Atacama? No mucho a primera vista, pero todos son beneficiarios del emergente sector de capital de riesgo de Chile.
La industria apenas y existía a comienzos del siglo, pero gracias a un activo respaldo estatal y a una red de talentosos emprendedores, administradores e inversionistas, el capital de riesgo está mostrando un vigoroso crecimiento.
“El desarrollo del sector en los últimos cinco años ha sido explosivo”, afirma Gonzalo Miranda, gerente general de Austral Capital Partners, uno de los fondos de la nueva generación de fondos de capital de riesgo de Chile.
El capital de riesgo, en teoría, siempre ha existido: detrás de cada gran innovación ha habido inversionistas dispuestos a arriesgar su dinero para respaldarlas. Cristóbal Colón nunca habría descubierto América sin el respaldo financiero de la monarquía española.
No obstante, el capital de riesgo moderno se inventó en el Estados Unidos de la posguerra y generó su mayor rendimiento en la revolución de las tecnologías de la información en las décadas de los 80 y 90.
Apple, Oracle y Google son sólo algunas de las firmas que se han visto beneficiadas por el capital de riesgo.
A diferencia de tipos más convencionales de inversionistas, quienes invierten en capital de riesgo, ya sean inversionistas directos o administradores de fondos como Miranda, usualmente tienen una participación activa en sus empresas, ajustando el plan de negocios, identificando mercados prometedores y también analizando cómo salir de la inversión con una ganancia saludable.
“Estamos tratando de conectar mundos: aquel del talento con el mundo del capital y los mercados”, explica Miranda.
Sin alguien dispuesto a arriesgar su dinero en las etapas iniciales, las invenciones podrían demorar décadas en conseguir aceptación.
A cambio del mayor riesgo que implica respaldar a una empresa incipiente que promueve un modelo de negocios o una tecnología no probada, los inversionistas esperan grandes ganancias si tienen éxito. En Chile, eso significa retornos de a lo menos un 20% o un 30% anual.
Fondos de Innovación de CORFO
Como en la mayoría de los países, incluido Estados Unidos, Reino Unido e Israel, el sector de capital de riesgo de Chile se ha beneficiado de la intervención del Estado.
Tras detectar una brecha en el sector financiero del país, la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) de Chile comenzó a desarrollar una serie de fondos diseñados para alentar proyectos innovadores.
En virtud de este mecanismo, CORFO duplica o triplica la inversión original del fondo y, cuando llega el momento de liquidar el fondo, las ganancias se pagan de manera inversamente proporcional de manera que los inversionistas privados se van con la mayor parte de las ganancias.
Esto reduce significativamente el riesgo para los inversionistas e incrementa sus ganancias potenciales, señala Patricio Reyes, subgerente comercial y de desarrollo de la Gerencia de Intermediación Financiera de CORFO.
Hasta ahora se han lanzado 30 de esos fondos amparados por CORFO, los que suman un total de US$ 570 millones. Hasta fines del 2009, los fondos habían invertido en 86 empresas y aún tienen cerca de US$ 300 millones para invertir en nuevos proyectos.
Las inversiones fluctúan en tamaños que van de US$ 1 millón a US$ 5 millones. Y el rango de las empresas que se respaldan a través de este esquema es igualmente impresionante.
Austral Capital se especializa en nuevas tecnologías y biotecnologías, como la producción de biocombustibles a partir de microalgas o el uso de computadores para ayudar a los supermercados a hacer un seguimiento del comportamiento de los clientes.
Otros tienen metas más modestas, como aplicar técnicas modernas de gestión para administrar un kindergarten o plantar nuevas variedades de frutas o granos.
No obstante, muchas de las inversiones respaldadas por CORFO no son lo que se consideraría capital de riesgo en Estados Unidos o Europa, donde las empresas emergentes tienen que ofrecer una innovación significativa para obtener capital.
De los 30 fondos que han recibido financiamiento de CORFO, sólo dos o tres son genuinos fondos de capital de riesgo, señala Alan Farcas, director ejecutivo de Endeavor Chile, una organización sin fines de lucro que promueve el emprendimiento.
Austral es una; Fundación Copec-UC, una alianza entre la Pontificia Universidad Católica de Chile y uno de los mayores conglomerados industriales del país, es otra.
Muchos han actuado más como fondos de capital privado, asumiendo participaciones en empresas que no cotizan en bolsa para financiar una expansión importante o la mejora de la situación de una empresa. Como resultado, de los US$ 570 millones administrados por los fondos, menos de US$ 100 millones se destinarán a empresas emergentes.
“Los fondos se están desaprovechando: legalmente no están haciendo nada malo, pero no está dentro del espíritu de la ley”, afirma Farcas.
En CORFO, Reyes reconoce que no todo el dinero se ha destinado a empresas nuevas, pero sostiene que se han hecho cambios al modelo original para garantizar que los fondos ahora estén más concentrados en el futuro.
Por ejemplo, la línea de crédito F3 -lanzada en 2005- añade incentivos para asegurar que una mayor parte del dinero se destine a industrias o empresas innovadoras y el nuevo programa F4 se dirigirá en un 100% a proyectos innovadores.
Y, pese a su inicial falta de enfoque, es posible que CORFO continúe desempeñando un papel importante en el capital de riesgo por a lo menos cuatro o cinco años, señala Reyes, después de lo cual el sector debiera ser lo suficientemente sólido para crecer por su cuenta.
Se Buscan Emprendedores
El respaldo de CORFO ya ha ayudado a Chile a saltar a la vanguardia del capital de riesgo en América Latina. Por tres años consecutivos, Chile ha encabezado el ranking regional de la Latin American Venture Capital Association, entidad con sede en Nueva York, y muchos gobiernos están tratando de replicar el modelo de CORFO.
Pero no se trata sólo de un sólido respaldo del Estado.
La estabilidad financiera de Chile, sus claras normas de rendición de cuentas y la estabilidad social del país, todas cualidades ampliamente apreciadas por las empresas multinacionales que invierten en el país, también convierten a la nación sudamericana en un buen lugar para comenzar un nuevo negocio.
Y hay muchas personas ricas dispuestas a arriesgar su dinero en nuevos negocios. No obstante, a algunos les preocupa la falta de oportunidades atractivas.
“No hay tantos proyectos buenos como quisiéramos tener, lo que es un problema estructural”, comenta Farcas.
La mala calidad de la educación reduce de manera significativa la cantidad de emprendedores potenciales. Farcas estima que no más del 10% de la población tiene las capacidades y contactos necesarios para desarrollar un negocio. Si bien los emprendedores de alto impacto de Chile en total no suman más de un ciento, Israel -un país mucho más pequeño- puede contar con casi 2.000.
Y cuando sueñan con un negocio, los emprendedores chilenos raramente consideran su potencial más allá de los estrechos límites de las montañas de los Andes y el océano Pacífico.
“Como país, tendemos a pensar en pequeño”, sostiene Farcas.
Sin embrago, eso está comenzando a cambiar. Las incubadoras de negocios de Chile son una importante fuente de empresas innovadoras maduras para inversión, afirma Reyes.
Gracias a CORFO, existen 19 de este tipo de organizaciones, las que con frecuencia tienen sede en importantes universidades y han respaldado 500 proyectos en los últimos cuatro años. La rama de promoción de la innovación de CORFO, InnovaChile, también ha entregado capital semilla para 650 empresas emergentes en etapas iniciales durante el mismo período.
Pero hay un largo camino por recorrer entre proyectos en esta etapa de desarrollo, con inversiones que normalmente fluctúan en un rango de US$ 10.000 a US$ 50.000, y el punto en que están listos para ser aceptados por un fondo de capital de riesgo, los que rara vez invierten menos de US$ 1 millón en una empresa.
Juntando a Emprendedores con Inversionistas
Para zanjar esta brecha, se han formado una serie de redes ángeles, las que apuntan a reunir proyectos prometedores con inversionistas interesados.
Tales redes desempeñan un rol crucial al buscar y seleccionar potenciales oportunidades de inversión, al tiempo que crean confianza entre los inversionistas dado que sólo se pueden unir mediante la recomendación de otro miembro existente.
Estos ángeles en la tierra a menudo son personas de mucho dinero, tradicionalmente ejecutivos o emprendedores que se acercan al final de sus carreras formales. Tan importante como su dinero, sin embargo, es la experiencia en los negocios y los contactos que pueden compartir con sus protegidos.
“Ellos permiten que los negocios crezcan de manera mucho más rápida de lo que de otra forma se podría”, señala María de los Ángeles Romo, gerente de inversiones de Southern Angels, la mayor y más antigua red de inversionistas ángeles de Chile.
Vinculada a la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez, los 65 miembros de la red han invertido en total US$ 5,7 millones en 18 empresas desde su creación hace cuatro años, con contribuciones individuales que fluctúan entre los US$ 50.000 y los US$ 500.000.
A su paso, se han creado cinco redes más a menudo bajo el auspicio de organizaciones más grandes, incluidas otras universidades.
Si bien las redes reciben financiamiento de CORFO, no hay respaldo estatal para la inversión ángel en sí misma como existe en otros países.
En Escocia, un fondo de desarrollo automáticamente iguala las inversiones en empresas emergentes además de los créditos fiscales que ofrece el Gobierno británico.
“Con este tipo de incentivo, un inversionista no se demora tanto en decidir hacer la inversión”, afirma Romo.
Una versión privada del esquema escocés es administrada por Santander, el mayor banco de Chile, la que genera un significativo interés entre emprendedores e inversionistas.
Otra barrera que impide que haya más inversión ángel es la falta de experiencia en negocios que tienen los emprendedores, de manera que las redes pasan mucho de su tiempo haciéndoles coaching sobre cómo lanzar su idea y negociar con los inversionistas interesados.
“Cuando llegan a nosotros, a menudo no pueden responder incluso las preguntas más básicas que un inversionista haría, tales como el flujo previsto de efectivo o un plan de negocios adecuado”, afirma Nils Galdo, gerente general del grupo de inversión GlobalChile Angels.
Encontrar proyectos en la etapa correcta de desarrollo es otra dificultad. Los proyectos prometedores con frecuencia pasan tres años en incubadoras de negocios, lapso de tiempo en el que ya están muy viejos, o son demasiados conocidos, como para ser de interés.
En cambio, las incubadoras debieran ser más selectivas y decidir de manera más rápida qué ideas fracasarán y cuáles lo conseguirán, y encontrando luego inversionistas para ayudarles a crecer, sugiere Galdo.
Pensando Globalmente
Dada la juventud y falta de experiencia de la industria de capital de riesgo de Chile, la educación y una perspectiva internacional son vitales para su éxito.
Un nuevo curso organizado por la Universidad Adolfo Ibáñez y CORFO sobre inversión de capital de riesgo debiera ayudar a aumentar el conocimiento y lo que a Chile le falta en capital, ideas o demanda, lo puede encontrar en otra parte.
Por supuesto, Estados Unidos es una importante fuente tanto de ideas como de inversionistas. Austral, que tiene una oficina en Santiago y otra en Silicon Valley, ha sido capaz de divisar empresas con potencial, “ya sean innovaciones chilenas para el mercado estadounidense o viceversa”, comenta Miranda.
Austral además trabaja de manera estrecha con inversionistas estadounidenses, quienes pueden entregar el conocimiento y los contactos para ayudar a un proyecto prometedor a seguir adelante.
Si los emprendedores no son muchos en Chile, el país podría importar emprendedores talentosos y ayudarlos a crear nuevos negocios aquí.
Las leyes de inmigración debieran modificarse para facilitar que emprendedores como el empresario de Internet Wenceslao Caceres, quien proviene de Argentina pero opera algunas de sus empresas desde Santiago, establezcan sus negocios en Chile, sugiere Farcas.
No obstante, el pequeño tamaño del mercado de Chile reviste poco interés para los inversionistas que buscan maximizar sus retornos. Miranda pasa mucho de su tiempo entre Estados Unidos y Brasil donde Austral ha relocalizado algunos proyectos, apuntando a la mayor demanda potencial en estos mercados mucho más grandes.
Aún así, Austral ha realizado nueve inversiones en Chile en los dos años transcurridos desde su lanzamiento, lo que sugiere que las oportunidades sí existen.
Un enfoque internacional también ayudará cuando los fondos de capital de riesgo traten de materializar las ganancias obtenidas en su inversión original.
La pequeña y altamente concentrada economía de Chile podría dificultar el vender una empresa a un precio competitivo y el mercado bursátil, dominado por grandes empresas e inversionistas institucionales, no es un lugar que dé la bienvenida a empresas emergentes de alto riesgo.
Si bien el Gobierno y las instituciones financieras hablan esperanzadoramente de la creación de un mercado emergente en Santiago, tras varios intentos fallidos Miranda no espera que ello ocurra.
En cambio, los inversionistas debieran mirar al extranjero en busca de estrategias de salida.
Austral ya ha registrado acciones de una de sus inversiones en el mercado bursátil NASDAQ, mientras que quienes respaldan a la cadena de jardines infantiles Vitamina suscribieron un acuerdo para vender la empresa a uno de los mayores proveedores de educación preescolar de Estados Unidos una vez que hagan crecer el negocio a un tamaño aceptable.
“Si no podemos hacerlo en Chile, lo haremos en otro lado”, explica Miranda.
Ángeles en Nuestros Hombros
La nueva confianza en el sector de capital de riesgo de Chile está atrayendo interés del extranjero, pero esto aún tiene que traducirse en inversión.
Farcas de Endeavor se reúne de manera regular con inversionistas estadounidenses de capital de riesgo en busca de oportunidades, si bien ninguno ha hecho un compromiso firme. “Hay muchos circulando, pero ninguno ha aterrizado”, afirma.
Pronto esto podría cambiar. La firma con sede en San Francisco Burrill & Company está cerca de cerrar un acuerdo con Austral Capital y CORFO para crear un nuevo fondo empresarial en Chile, señala el gerente general de la empresa, Steven Burrill.
Con inversiones por un total cercano a los US$ 1.000 millones en más de 90 empresas de biotecnología en todo el mundo, Burrill traería una nueva escala y sabor internacional a la naciente escena de capital de riesgo de Chile.
Además de invertir en innovaciones chilenas, la firma está interesada en traer tecnología que ha sido detectada por su red global de oficinas y que podría encontrar nuevas aplicaciones desde vacunas para los cultivos de salmón hasta formas más eficientes para producir celulosa o extraer cobre.
“Queremos traer tecnología que podría ser transformadora para la economía local (…) y ayudar a las empresas chilenas a ser más competitivas a nivel global”, comenta Burrill.
No obstante, atraer más fondos como el de Burrill será difícil a menos que se les ofrezcan más incentivos, sostiene Miranda.
En Canadá, Brasil y algunos estados de Estados Unidos, los fondos extranjeros están exentos del pago de impuestos, pero en Chile deben pagar un impuesto a las ganancias de capital de al menos el 5%.
“Para ser competitivos, necesitamos reformar el sistema tributario: hoy en día somos demasiado caros”, afirma Miranda.
Con un incentivo de este tipo en curso, podría haber un par de docenas de fondos esperando lanzarse en lugar de apenas un puñado de ellos. Y mientras más ángeles vengan a la tierra, más innovadora y sólida será la economía de Chile.
Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago
What do a chain of pre-school nurseries, new technology to manage supermarkets and a plan to grow lemons in the Atacama Desert have in common? Not much at first glance, but they are all beneficiaries of Chile’s surging venture capital sector.
The industry barely existed at the turn of the century but thanks to aggressive state support and a network of talented entrepreneurs, administrators and investors, venture capital is showing vigorous growth.
“The development of the sector in the last five years has been explosive,” says Gonzalo Miranda, CEO of Austral Capital Partners, one of Chile’s new breed of venture capital funds.
Venture capital has, in theory, always existed: behind every great innovation have been investors willing to risk their money to support it. Christopher Columbus would never have discovered America without the financial backing of the Spanish monarchy.
But modern venture capital was invented in post-war United States, coming into its own in the information technology revolution of the 1980s and 90s.
Apple, Oracle and Google are just some of the firms that benefited from venture capital.
Unlike more conventional sorts of investors, venture capitalists, whether direct investors or fund managers like Miranda, usually take a more hands-on approach to their companies, tweaking the business plan, identifying promising markets and also looking how to exit the investment with a healthy profit.
“We are trying to connect worlds: that of talent with the world of capital and markets,” explains Miranda.
Without someone willing to stump the money early on, inventions could take decades winning acceptance.
In exchange for the increased risk of supporting a fledgling company pushing an untried technology or business model, investors expect big profits if they succeed. In Chile, that means returns of at least 20%-30% per annum.
CORFO Innovation Funds
As in most countries, including the United States, the United Kingdom and Israel, Chile’s venture capital sector has benefited from state intervention.
Spotting a gap in the country’s financial sector, the Chilean Economic Development Agency, CORFO, began to develop a series of funds designed to encourage innovative projects.
Under this mechanism, CORFO doubles or triples the original investment in the fund and, when it comes to liquidating the fund, the winnings are paid back inversely so that the private investors walk away with the bulk of the profits.
This significantly reduces the risk for investors and increases their potential profits, says Patricio Reyes, CORFO‘s head of financial intermediation.
So far 30 such funds have been launched under CORFO totaling US$ 570 million. Through the end of 2009, the funds had invested in 86 companies and still have around US$300 million to invest in new projects.
Investments range in size between US$ 1 and US$ 5 million. And the range of businesses supported through the scheme is equally impressive.
Austral Capital specializes in new technologies and biotechnologies, such as producing bio-fuels from microalgae or using computers to help supermarkets monitor customer behavior.
Others have more modest goals, like applying modern management techniques to running a kindergarten or planting new fruit or grain varieties.
But many of the investments supported by CORFO are not what would count as venture capital in the United States or Europe where start-ups need to offer a significant innovation to obtain capital.
Of the 30 funds which have received funding from CORFO, only two or three are genuine venture capital funds, says Alan Farcas, CEO of Endeavor Chile, an NGO that promotes entrepreneurship.
Austral is one; Fundación Copec-UC – a partnership between Santiago’s Catholic University and one of the country’s largest industrial conglomerates - is another.
Many have acted more like private equity funds, taking stakes in privately-held companies to fund a major expansion or turn-around of the business. As a result, of the US$ 570 million managed by the funds, less than US$100 million will go to start-up businesses.
“The funds are being misused: legally they are doing nothing wrong but it’s not within the spirit of the law,” Farcas argues.
At CORFO, Reyes concedes not all the money has gone into new companies but says changes have been made to the original model to ensure that funds are more focused in the future.
For example, the F3 line of credit, launched in 2005, added incentives to ensure more of the money goes to innovative companies or industries and the new F4 program will be directed 100% at innovative projects.
And, despite its initial lack of focus, CORFO is likely to continue to play a major role in venture capital for at least another four to five years, says Reyes, after which the sector should be strong enough to grow on its own.
Entrepreneurs Wanted
Already CORFO’s support has helped Chile leapfrog to the vanguard of venture capital in Latin America. For three straight years Chile has topped the regional ranking by the New York-based Latin American Venture Capital Association and many governments are looking to replicate the CORFO model.
But it is not just a question of strong state support.
Chile’s financial stability, clear accounting rules and social stability, all qualities long appreciated by multinationals investing in the country, also make it a good place to start a new business.
And there are plenty of rich individuals willing to risk their money in new businesses. But some fret there is a lack of attractive opportunities.
“There are not as many good projects as we would like to have – that’s a structural problem,” said Farcas.
The poor quality of education significantly reduces the number of potential entrepreneurs. Farcas estimates that no more than 10% of the population has the skills and contacts necessary to develop a business. While Chile’s high-impact entrepreneurs total no more than a hundred, Israel, a much smaller country, can call on almost 2,000.
And when they do dream up a business, entrepreneurs rarely consider its potential beyond the narrow confines of the Andes Mountains and the Pacific Ocean.
“As a country, we tend to think small,” said Farcas.
But that is starting to change. Chile’s business incubators are an important source of innovative companies ripe for investment, says Reyes.
Thanks to CORFO, 19 such organizations exist, often based at major universities, which have supported 500 projects in the last four years. CORFO’s innovation promotion arm, InnovaChile, has also provided seed capital for 650 early stage start-ups over the same period.
But there is a long way from projects at this stage of development, with investments normally in the US$ 10,000-US$50,000 range, to the point where they ready to be taken on by a venture capital fund, which rarely invest less than US$1 million in a business.
Matching Entrepreneurs with Investors
To bridge this gap, a number of business angel networks have been formed, which seek to bring together promising projects with interested investors.
Such networks play a crucial role by searching for and vetting potential investment opportunities, while building trust between investors since one can only join on recommendation from an existing member.
These earthly angels are often high net-worth individuals, typically executives or entrepreneurs nearing the end of their formal careers. Just as important as their money, however, is the business experience and contacts they can share with their protégés.
“They allow the business to grow much more rapidly than would otherwise be possible,” says María de los Angeles Romo, investment manager with Southern Angels, Chile’s largest and long-running business angel network.
Linked to Adolfo Ibáñez University’s business school, the network’s 65 members have invested a total US$5.7 million in 18 businesses since its creation four years ago, with individual contributions ranging in size between US$ 50,000 and US$ 500,000.
In its wake, five more networks have been created often under the auspices of larger organizations, including other universities.
Although the networks receive funding from CORFO, there is no state support for angel investment itself as exists in other countries.
In Scotland, a development fund automatically matches investments in start-up companies in addition to the tax credits offered by the British government.
“With this type of incentive an investor does not take so long to decide on making the investment,” said Romo.
A private version of the Scottish scheme is run by Santander, Chile’s largest bank, attracting significant interest among entrepreneurs and investors.
Another barrier preventing more angel investment is entrepreneurs’ lack of business experience, so networks spend a lot of their time coaching them how to pitch their idea and negotiate with interested investors.
“When they come to us, they often cannot answer even the most basic questions that an investor would ask, such as expected cash-flow or a proper business plan,” said Nils Galdo, CEO of the investment group GlobalChile Angels.
Finding projects at the right stage of development is another difficulty. Promising projects often spend up to three years in business incubators by which time they are too old, or too well-known, to be of interest.
Instead, incubators should be more selective, deciding quickly which ideas will sink and which will swim and then finding investors to help them grow, suggests Galdo.
Thinking Globally
Given the youth and lack of experience of Chile’s venture capital industry, education and an international outlook are vital to its success.
A new course organized by the Adolfo Ibanez University and CORFO on venture capital investment should help increase knowledge, and what Chile lacks in capital, ideas or demand it can find elsewhere.
Of course, the U.S. is an important source of both ideas and investors. Austral, which has an office in Santiago and another in Silicon Valley, has been able to spot businesses with potential, “whether Chilean innovations for the U.S. market or vice-versa,” said Miranda.
Austral also works closely with U.S. investors who can supply the knowledge and contacts to help a promising project get ahead.
If entrepreneurs are thin on the ground in Chile, the country could import talented entrepreneurs and help them create new businesses here.
Immigration laws should be changed to make it easier for entrepreneurs like Internet entrepreneur Wenceslao Caceres, who hails from Argentina but runs some of his businesses out of Santiago, to set up shop here, suggests Farcas.
But the small size of Chile’s market is of little interest to investors looking to maximize returns. Miranda spends much of his time between the U.S. and Brazil where Austral has relocated some projects, eyeing the greater potential demand in these much larger markets.
Still, Austral has made nine investments in Chile in the two years since it was launched, which suggests opportunities do exist.
An international focus will also help when venture capital funds look to realize the gains made on their original investment.
Chile’s small and heavily concentrated economy could make it difficult to sell a business at a competitive price and the stock market, dominated by large companies and institutional investors, is not a welcoming place for high-risk start-ups.
Although the government and financial institutions talk hopefully of creating an emerging market in Santiago, after several failed attempts Miranda is not holding his breath.
Instead, investors should look abroad for exit strategies.
Austral has already listed shares of one of its investments on the NASDAQ stock market while the backers of the Vitamina chain of kindergartens have signed an agreement to sell the business to one of the United States’ largest providers of pre-school education once they grow the business to an acceptable size.
“If we can’t do it in Chile, we’ll do it elsewhere,” Miranda explains.
Angels on our Shoulders
The new confidence of Chile’s venture capital sector is attracting interest from aboard, but this has yet to translate into investment.
Endeavor’s Farcas regularly meets with U.S. venture capitalists looking for opportunities although none has made a firm commitment. “There are many circling but none have landed,” he said.
This could soon change. San Francisco-based Burrill & Company is close to tying up a deal with Austral Capital and CORFO to create a new business fund in Chile, said the firm’s CEO Steven Burrill.
With investments totaling around US$ 1 billion in over 90 biotech businesses around the world, Burrill would bring a new scale and international flavor to Chile’s nascent venture capital scene.
As well as investing in Chilean innovations, the firm is interested in bringing technology detected by its global network of offices that could find new applications from vaccines for salmon farms to more efficient ways to produce pulp or mine copper.
“We want to bring technology that could be transformative for the local economy… and help Chilean companies be more competitive globally,” said Burrill.
But attracting more funds like Burrill will be difficult unless they are offered more incentives, says Miranda.
In Canada, Brazil and some U.S. states, foreign funds are exempt from paying taxes but in Chile they must pay a capital gains tax of at least 5%.
“To be competitive, we need to reform the tax system: today we are too expensive,” said Miranda.
With such an incentive in place, there could be a couple of dozen funds waiting to swoop rather than just a handful. And the more angels who come down to earth, the more innovative and strong Chile’s economy will become.
Tom Azzopardi is a freelance journalist based in Santiago