En segundo lugar, es hoy en día un imperativo de desarrollo y de la globalización. Aunque suene redundante, el que los que tienen mejores condiciones de desarrollo ayuden a los que no han tenido iguales oportunidades, es no sólo signo de desarrollo, sino que el mejor camino para asegurar el éxito propio.
Es también un imperativo de la globalización. Ya no sólo son las leyes locales, sino las internacionales las que imponen el cumplimiento de parámetros medioambientales, de sanidad o laborales que aseguren que el producto ha sido fabricado tomando en cuenta estos factores. Hoy en día, las empresas no sólo deben ser eficientes y generar riquezas, deben hacerlo contribuyendo también a mejorar la calidad de vida del medio donde se desarrollan.
La conciencia de la responsabilidad social empresarial se ha extendido, al punto que es, por último, el consumidor final quien “premia” o “castiga” un determinado producto, según sea su evaluación del comportamiento de la empresa, más allá de la relación precio-calidad del producto. No olvidemos que las empresas en Chile compiten con las de países mas desarrollados y competitivos y en mercados que le dan gran importancia al aporte social de las mismas.
Pero hay más. A riesgo de que suene “frío”, un dato no menor para “embarcarse” en un compromiso de largo plazo con programas efectivos de responsabilidad social es que a las empresas que muestran una conducta de RSE consistente, les va mejor.
Así de claro. Y hay muchos estudios que avalan esa premisa. Afortunadamente, en Chile y Estados Unidos contamos con muchísimos ejemplos dignos de imitar, muchos de los cuáles podrá conocer en esta publicación. Nos enorgullece que ellos sean miembros de AmCham.
Por cierto que la solidaridad social no es nueva en Chile. Prueba de ello es la innumerable cantidad de fundaciones preocupadas de promover la ayuda social en el país. Pero el concepto “responsabilidad social empresarial” aparece como algo bastante nuevo en nuestro medio. De la práctica anónima y espontánea se ha pasado también ha enseñarla en las universidades no sólo como una práctica deseable y éticamente correcta, sino también como un aspecto “obligatorio” de aquellos que se forman como los empresarios del futuro.
Contamos, además, con instituciones y organizaciones dedicadas específicamente a este tema, colaborando a que las empresas puedan optimizar sus programas y presupuestos, de acuerdo a las características de la comunidad en la que están insertas.
Y no obstante que se pueden perfeccionar aspectos legales para permitir una mayor efectividad en el uso de los recursos, contamos con todos los instrumentos para ser líderes en esta materia.
En AmCham nos enorgullece estar entre los “pioneros “ en esta materia. Para nosotros el mayor éxito tras el interés por participar en la convocatoria el Premio Buen Ciudadano Empresarial, está en que más y más empresarios adopten esta conducta.
Uno de los objetivos que perseguimos con la instauración del Premio al Buen Ciudadano Empresarial es que la difusión de los programas induzca a su replicabilidad.
Eso es lo que buscamos también con la publicación que tiene en sus manos: que el conocimiento (sucinto, por cierto) de algunos proyectos, sirva para que su empresa implemente programas de Responsabilidad Social Empresarial vinculados a la comunidad en la que están insertos o mejore los que ya tienen.
Es un imperativo ético y de la globalización. Es, además, un buen negocio.
Ser un empresario socialmente responsable es, en definitiva, un plus.
Michael Grasty
Presidente de AmCham
2005-2007