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El pensamiento crítico, la colaboración, la comunicación y la creatividad se han perfilado como las habilidades necesarias para moverse en esta nueva era. ¿Cómo responde el sistema de educación básica y media a estos desafíos? hay iniciativas públicas y privadas en marcha, pero se advierte la necesidad de una estrategia global más claramente definida.
Por Constanza Garín
Al entrar en la sala de computación del Liceo Rosa Ester Alessandri Rodríguez, en la comuna de Independencia, se puede ver a varias niñas de cuarto básico frente al computador. Pero lo que parece un simple juego de memoria, es más que eso: forma parte de una aplicación de inteligencia artificial (IA) llamada Smartick, que enseña matemáticas a través de juegos de memoria, razonamiento, atención y flexibilidad.
Pero además de estas niñas, son más de “nueve mil alumnos de más de 82 países” los que tienen la posibilidad de mejorar sus calificaciones de matemáticas, dice la empresa tecnológica española en su página web, además de mejorar su comprensión de lectura, desarrollar un pensamiento crítico y aumentar sus habilidades para resolver problemas, gracias a este nuevo método de estudio.
La iniciativa responde a un movimiento global que apunta hacia nuevos modelos educativos incorporando los avances tecnológicos. Lo que pretende, precisamente, el Plan Nacional de Lenguas Digitales del Ministerio de Educación (Mineduc), anunciado hace poco más de un año, y que, enfocado en colegios públicos y subvencionados, busca apoyar la formación de docentes que quieran llevar los “lenguajes digitales” a sus aulas, como lo está haciendo el Liceo Rosa Ester Alessandri Rodríguez a través de Smartick.
Aún no se han analizado los impactos de la incorporación de este plan, pero el coordinador del Centro de Innovación del Mineduc, Sebastián Marambio, comenta que “de aquí a 2022 habremos capacitado a 15 mil profesores, con la meta de tener tres mil establecimientos a lo largo de Chile entregando conocimientos a los estudiantes”.
Algo similar está haciendo la Fundación Educacional Arauco, que entrega programas de mejoramiento escolar, fomentando culturas de aprendizaje, a profesores de Maule, Biobío, Ñuble y Los Ríos, donde Arauco tiene presencia. Al respecto, la gerente de la Fundación, Isidora Recart, explica que las habilidades que se requerían en el pasado ya no son las mismas que necesita el nuevo mundo laboral y social, por lo que en la Fundación “se están implementando programas con foco en el trabajo colaborativo, tanto desde el nivel directivo como a partir del trabajo de los docentes. Son programas que potencian el trabajo en red de distintos actores”.
El Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés) estima que para el año 2030, el 65% de los jóvenes que hoy están en la educación primaria trabajará en funciones que aún no existen, por lo que justamente surge la necesidad de avanzar hacia una educación que prepare a los niños, desde temprana edad, para afrontar los desafíos de la revolución digital.
Y en ese sentido, la enseñanza basada en el pensamiento crítico, el trabajo colaborativo, el desarrollo de nuevas lógicas y la comunicación, las llamadas “habilidades del siglo XXI”, son piezas claves.
“Los retos de nuestra era, como el calentamiento global, la sobrepoblación, la escasez de agua y la transformación del mercado del trabajo, obligan a replantear qué estamos enseñando y cómo lo estamos haciendo”, advierte la directora de Mejoramiento Escolar de Fundación Chile (FCh), Andrea Osorio.
El punto está en que el nuevo escenario de alguna manera obliga a dejar atrás el enfoque “excesivamente contenidista” de la educación actual, concentrado en memorización de nombres, fechas y problemas conocidos. Hoy, la educación para nativos digitales, debe incluir nuevas formas de abordar los procesos de enseñanza-aprendizaje, pensando en actividades que contemplen un rol activo por parte de los estudiantes, dice Osorio.
“No se puede enseñar colaboración leyendo un libro sobre el tema”, ejemplifica. Por eso es que la tecnología, que aporta una lógica de pensamiento diferente, necesaria para enfrentar la Cuarta Revolución Industrial, juega un rol crucial en los nuevos procesos formativos.
En ese sentido, el director ejecutivo del Centro de Estudios del Futuro de la Universidad de Santiago de Chile (Usach), Juan Luis Núñez, plantea que los colegios deberían ser una fuente constante de creación e innovación utilizando IA, Internet de las Cosas (IoT) y Big Data, sugiriendo que una eventual legislación podría incluir materias que apunten al pensamiento computacional y programación.
“Una de las políticas más transformadoras para nuestro país sería la inclusión de asignaturas que vayan en ese sentido, considerando la opinión de los estudiantes, sus necesidades y sus requerimientos de aprendizaje”, acota.
Cultivar nuevas habilidades
En general, las iniciativas en marcha, muchas de las cuales forman parte de programas piloto que buscan ganarse un espacio dentro del currículum de enseñanza básica y media, apuntan al trabajo en equipo y a fomentar la creatividad y el liderazgo.
Por ejemplo, Educación 2020 -organización no gubernamental dedicada a impulsar una educación de calidad, equitativa e inclusiva- está llevando el Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) a 657 estudiantes de cinco colegios. Este método, traído desde Estados Unidos, busca que los niños y jóvenes participen activamente en su aprendizaje al pedirles que investiguen la respuesta a alguna pregunta o problema del mundo, para luego crear una solución concreta.
La ONG envió a sus especialistas a capacitarse a High Tech High en San Diego, California, instituto pionero en este modelo educativo desde el año 2000. “Hemos sido afortunados al tener el apoyo del equipo de EE.UU., que va más adelante en la innovación educativa vía ABP”, acota la directora ejecutiva de Educación 2020, Alejandra Arratia.
El Mineduc también está impulsado esta metodología a través de su Plan Lenguas Digitales, pues el modelo “permite integrar distintas asignaturas a la vez y generar una propuesta muy interesante para los estudiantes al tiempo que desarrollan habilidades claves para el futuro, como el pensamiento crítico, la colaboración, el liderazgo y la creatividad”, dice Marambio, detallando que uno de los establecimientos que aplica este modelo es el Liceo América de Los Andes, que busca convertirse en el primer liceo experimental en este tipo de aprendizaje a nivel nacional.
Otra de las iniciativas que se está implementando parte de la premisa de que un buen aprendizaje se da cuando coincide el interés de quien aprende, con la capacidad de quien enseña. Bajo este marco, los profesores preparan a sus estudiantes en temas que los propios alumnos eligen y ellos, a su vez, enseñan a otros compañeros. Se trata de la Red de Tutorías, metodología que Fundación Educación 2020 está incorporando en 27 escuelas municipales de las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Metropolitana, impactando a mil estudiantes. Destacada por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Universidad de Harvard, la iniciativa está siendo evaluada por el Centro para la Transformación Educativa (Centre) de la Universidad Católica.
Desde el punto de vista de mejorar los resultados académicos, una medida exitosa ha sido el programa Conecta Ideas, implementado en 24 escuelas de las comunas de San Bernardo, Maipú, La Pintana y Quinta Normal, y que ha cambiado el desempeño en el área de las matemáticas, una de las más débiles de acuerdo con el Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la OCDE, que evalúa hasta qué punto los alumnos cercanos al final de la educación obligatoria han adquirido algunos de los conocimientos y habilidades necesarios para la participación plena en la sociedad del saber.
Según la evaluación de 2015, Chile se ubicó en el puesto 49 de 70 países medidos, en un contexto donde los alumnos de educación básica pasan 1.039 horas anuales al interior de aula, 240 horas más que el promedio de países de la OCDE.
Conecta Ideas, impulsado por Roberto Araya del Centro de Investigación Avanzada en Educación de la Universidad de Chile, es un sistema donde los estudiantes hacen ejercicios matemáticos en la sala de computación -dos veces por semana, 90 minutos cada vez-, con otras dos sesiones “tradicionales” en la sala de clases. La diferencia con otras plataformas digitales está en que los alumnos compiten con otros de cursos paralelos de otras escuelas, además de entregar puntos y premios para incentivar el estudio.
El método ha sido bien evaluado por el International Development Research Center y por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el que en su página web sostiene que “los chicos que participaron en el programa cerraron brechas con escuelas de barrios más ricos y tuvieron resultados equivalentes a medio año de estudios adicionales. Para la enseñanza en matemáticas, esto es un logro inimaginable hace décadas”. Es más, al demostrar ser una plataforma de educación exitosa y valorada a nivel internacional, “el gobierno está viendo la manera de expandirla a nivel nacional”, dicen desde el BID.
Hacia un aprendizaje Steam
Hace ya algunos años que empresas del sector privado se vienen involucrando en el área, aportando insights basados en las necesidades que se van detectando en el mercado.
En ese sentido, muchas están impulsando iniciativas relacionadas con la metología Steam, el acrónimo en inglés para Ciencia, Tecnología, Ingeniería, Artes y Matemáticas, que apunta a la formación integrada, de manera teórica y práctica, de estas cinco disciplinas tradicionalmente enseñadas por separado, y cuya demanda “es necesaria para generar oportunidades sociales y laborales para el siglo XXI”, sostiene el socio líder en Consultoría de Negocios y Tecnología de EY, Eduardo Valente.
Al respecto 3M y United Way -organización sin fines de lucro que busca unir esfuerzos de organismos públicos y privados para aportar al desarrollo de comunidades vulnerables- están trabajando con alumnos de sexto básico a cuarto medio de un colegio de La Pincoya, en Huechuraba, buscando interiorizarlos en la metodología Steam.
“En el área de ciencias, la educación tradicional deriva mucho en el fracaso y la frustración, por lo que invitamos a los estudiantes a ver esta disciplina desde otro enfoque, buscando que a través del programa Steam, puedan lograr sus objetivos”, explica Denise Baden, líder de Brand and Communications Cono Sur de 3M, compañía que en EE.UU. desarrolla un programa llamado “3M Young Scientist Challenge”, una competencia de ciencia dirigida a estudiantes de secundaria, etapa en la que, aseguran, se da un desinterés generalizado por la ciencia.
“Uno de los ganadores del año pasado creó un método que utiliza IA para ayudar a localizar con precisión el páncreas durante la radioterapia MRI y hacer que el tratamiento del cáncer sea más efectivo. Ese nivel de interés por la ciencia es el que incentivamos a través de este programa”, comenta Baden.
En Pfizer coinciden en la importancia de potenciar el conocimiento científico y “gestionarlo” de manera tal que contribuya al pensamiento crítico, preparando a los estudiantes para el desarrollo de proyectos que sean aplicables a problemas concretos. “Chile ha evolucionado hacia una economía de valor agregado que genera conocimiento y el futuro está en estimular a las nuevas generaciones en una visión Steam”, dicen desde la farmacéutica que se alió con Bioclass, entidad cuyo objetivo es entregar conocimiento y técnicas de biología molecular e ingeniería genéticaa estudiantes y profesores de enseñanza media.
“Son experiencias que los exponen a vivir situaciones desafiantes y a ser perseverantes en lograr sus objetivos. En ciencia hay que intentarlo mil veces, por lo que este tipo de iniciativas les muestra la importancia de no frustrarse frente a los fracasos, pues desde ellos nacen los mayores adelantos”, acota la country manager de Pfizer Chile, Marta Diez.
Mayor definición
El sector se está moviendo, de la mano de iniciativas del sector privado y público que tienen un punto en común: impulsar una educación moderna, más acorde a los requerimientos del siglo XXI. Y aunque los especialistas en el área aplauden el Plan Nacional de Lenguas Digitales del gobierno, observan que llegó un tanto “desfasado”, considerando que los primeros nativos digitales ya ocupan un puesto de trabajo, y en circunstancias que el WEF pronosticó que para 2025, que está a la vuelta de la esquina, las máquinas podrían realizar gran parte de las tareas de trabajo actuales.
Además, visualizan este plan más bien como un piloto que debiera escalar a todos los establecimientos del país, públicos y privados, ya que “todos los niños tienen derecho a oportunidades de aprendizaje pertinentes para su desarrollo integral”, sostiene Alejandra Arratia, de Educación 2020.
Y aunque es cierto que hay diversas iniciativas con estrategias concretas, los expertos advierten la necesidad de que exista un orden y lineamiento en esta materia, que permita definir qué es lo que se necesita, cómo abordarlo y cuáles son los caminos y los vehículos que nos permitan avanzar.
“Este es un tema que requiere de una estructura más dinámica para ir adaptándose a los cambios que van surgiendo, porque sabemos lo que pasa hoy, pero no lo que va a suceder en cinco años. Cuando te pones de acuerdo y defines las prioridades, puedes avanzar más estratégicamente”, argumenta la directora ejecutiva de Educación 2020.
El debate sobre las pruebas de medición
El sistema nacional de evaluación de resultados de aprendizaje se fundó en 1988 para institucionalizar diversas iniciativas que venían desarrollándose desde los años ‘60. Durante este período, se buscó aportar información para el proceso de desarrollo curricular, disponer de parámetros para mejorar la asignación de recursos, contribuir a mejorar la calidad educativa, y entregar una señal al sistema sobre los objetivos de aprendizaje considerados fundamentales por el Mineduc.
En 1988, con el Simce, se instaló una evaluación externa a fin de contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre los logros de aprendizaje en matemáticas, lenguaje, ciencias naturales, historia y ciencias sociales e inglés. Desde 2012, Simce pasó a ser el sistema que la Agencia de Calidad de la Educación usa para evaluar los resultados de aprendizaje de los establecimientos. En el Mineduc consideran que es una prueba “fundamental” para conocer el rendimiento de los estudiantes en términos de aprendizaje, y también porque les permite obtener datos para poder decisiones pedagógicas. Sin embargo, Soledad Cortés, Oficial de Educación de Unicef, advierte que al dejar fuera asignaturas, no se miden esas otras capacidades. Algo que a juicio de Andrea Osorio, de Fundación Chile, se puede solucionar implementando procesos evaluativos complementarios, “donde los estudiantes apliquen conocimientos y habilidades adquiridos en tareas que inciden en el mundo real, yendo más allá de la nota”.
Según Alejandra Arratia, de Educación 2020, el Simce ejerce una presión mayor, generando consecuencias extremas como estigmatizaciones, incertidumbre e incluso cierres. El resultado “debe ser un insumo para fortalecer mecanismos de apoyo para los establecimientos, sobre todo para los que están en la categoría de desempeño insuficiente”, acota. Algo similar pasa con la Prueba de Selección Universitaria (PSU), pues los colegios “se concentran mucho en ella y los alumnos llegan a la universidad con déficits en ciencia, tecnología básica, expresión oral o escrita”, dice Carlos Jerez, decano de la facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez (UAI).[:]