Creo que es un poco más que complicado ser gracioso cuando se trata de la muerte, aunque otros con mucho más talento han tenido éxito. Woody Allen siempre ha dicho que se opone a la muerte por principio…
Mientras escribía estas columnas a lo largo de los años tuve la buena fortuna, y espero que ustedes también, de conocer los dibujos de Luis Goyenechea Saavedra, más conocido como Goy, quien recientemente falleció afectado por un cáncer. Goy era una caricaturista brillante. Admiré enormemente su trabajo, pero nunca nos conocimos; ¡nunca siquiera hablamos! Siento que fuimos socios en el humor, pero yo tenía la tarea más sencilla.
Siempre he tenido la libertad de escribir sobre lo que sea que me interese o me divierta. Algunas veces cumplo con el plazo, a veces no y en ocasiones sorprendo al editor enviando un artículo incluso antes de que me lo pidan. Escribir es ya sea “inspiración” o bien “transpiración” y admito libremente que he pasado por las dos.
Goy, por otra parte, era un genio. En un plazo muy ajustado, leería las divagaciones de este idiota eninglésy luegousaría su extraordinaria imaginación para traer a la vida mis trabajosos esfuerzos. Y cada una de las veces lo hizo con éxito.
Voy a extrañar a Goy enormemente y le deseo un viaje seguro hacia la paz y la plenitud. También espero que continúe usando su gran talento para hacer que los que están más allá sonrían y se rían.
Como escribió Benjamin Franklin: “En este mundo no hay nada seguro, salvo la muerte y los impuestos”. Bueno, a menos Goy no pagará más impuestos.
Cuando abro el diario en la mañana, voy derecho a la página de los obituarios. Si mi nombre no está ahí, me levanto sintiéndome bastante reconfortado y enfrento el día con un mesurado entusiasmo. En realidad, eso no es cierto: trato de enfrentar el día con una enorme cantidad de entusiasmo, porque cuando abra el diario al día siguiente mi nombre podría estar ahí. En verdad, mi entusiasmo por la vida puede durar un día entero, pero más seguido es reducido por algún conductor tratando de poner fin a mi existencia por la más inocente de las razones: el semáforo cambió a luz verde y en un nanosegundo no avancé tres metros…
Entonces, ¿cómo seré recordado? ¿Voy siquiera a ser recordado? ¡No tengo ni la menor idea! En búsqueda del humor escribí mi propio obituario hace algunos años, pero el editor se negó a publicarlo sobre la base de que estaba bastante vivo. Pobre excusa pensé. (Nota del editor: Se sugirió que el artículo saliera a la luz pública si el autor se planificaba para estar fallecido al momento de la publicación).
También tengo sentimientos sobre mi funeral: quiero estar ahí. Bueno, voy a estarahí–por supuesto–, pero quiero estar ahí como estaría “vivo”. Nada fácil. Pero, ¿por qué debería perderme la única ocasión en que todos van a decir cosas agradables de mí? No necesariamente ciertas, pero ¡agradables! Supongo que podría fingir mi muerte y entonces asistir al funeral. Pensándolo bien, la conversación fuera de la iglesia podría no ser tan amable…
Cuando Alfred Nobel, el inventor suizo de la dinamita, leyó por error su propio obituario (en realidad era su hermano el que había fallecido), el impacto de leer un artículo mayoritariamente negativo sobre su vida le permitió “cambiar de rumbo” y crear el Premio Nobel. Dudo que ustedes o yo tengamos esa posibilidad y, por tanto, de aquí en adelante a hacer lo mejor que podamos y dar lo mejor de nosotros.
Goy, te saludo y me pregunto que habrías dibujado para esta mezcla de elogio, sátira, irreverencia y moderado humor. Sé que habría sido maravilloso.
Sigo triste, pero enormemente agradecido,
Santiago Eneldo
I find it more than a touch tricky to be humorous about death, although others with far greater talent have been successful. Woody Allen has always commented that he is against death on principle…
As I have written these columns over the years it has been my, and I hope your, good fortune to know the drawings of Luis Goyenechea Saavedra, better known as Goy, who recently died of cancer. He was a brilliant caricaturist. I admired his work enormously but we never met; we never even spoke! I feel we were partners in humor, but I had the easier task.
I have always had the freedom to write about whatever interests or amuses me.
Sometimes I make the deadline, sometimes I do not and then sometimes I surprise the Editor by sending in a “piece”, as it is known in the trade, before it is even asked for. Writing is either “inspiration” or “perspiration” and I freely acknowledge both.
Goy, on the other hand, was a genius. On a very tight deadline, he would read the ramblings of this halfwitin Englishand then use his extraordinary imagination to bring my somewhat labored efforts to life. He succeeded every time.
I will miss Goy enormously and I wish him a safe journey onwards to peace and fulfillment. I also hope that he will continue to use his great talent to make those above and beyond smile and laugh.
As Benjamin Franklin wrote: “In this world nothing can be said to be certain, except death and taxes”. Well, at least Goy will not be paying any more taxes.
When I open the newspaper in the morning, I go straight to the Obits page. If my name is not there I get up feeling quite reassured and approach the day with measured enthusiasm. Actually, that is untrue: I try to approach the day with a massive amount of enthusiasm because when I open the paper the next day my name could be there. In truth, my enthusiasm for life can last a full day but is more often curtailed early on by some driver attempting to end my existence for the most benign of reasons: the traffic light has turned green and in a nanosecond I have failed to advance three meters…
So how will I be remembered? Will I even be remembered? I have absolutely no idea! In pursuit of humor I wrote my own obituary a few years ago, but the Editor refused to publish it on the grounds that I was still very much alive. Very poor excuse I thought. (Ed’s note: It was suggested the piece could run if the author arranged to be deceased at time of publication)
I also have feelings about my funeral: I want to be there. Well, I will bethere– of course – but I want to be there as in “alive”. Not easy. But, why should I miss the one and only occasion when everyone will say nice things about me? Not necessarily true but all nice! I suppose I could stage my passing and then attend the funeral. On second thoughts, the conversation outside the church may not be so kind…
When Alfred Nobel, the Swiss inventor of dynamite, just happened to read his own obituary (it was actually his brother who had died), the impact of reading a largely negative review of his life allowed him to “change course” and create the Nobel Prize. I doubt you or I will be given that chance and so it is onward, doing the best we can and giving the best of us.
Goy, I salute you and wonder what you would have drawn for this mix of praise, satire, irreverence and mild humor. I know it would have been wonderful.
I remain saddened but hugely grateful,
Santiago Eneldo