Reconectando a Chile después del Terremoto

06 Mayo 2010

En las primeras horas del 27 de febrero, el cielo nocturno sobre Santiago estaba inusualmente brillante: las estrellas titilaban y la luna resplandecía. Bajo él, una ciudad de 6 millones de personas se encontraba en completa oscuridad producto de uno de los mayores terremotos de la historia.


Pero para el amanecer, las primeras luces brillaban de nuevo en los hogares a lo largo de la ciudad y en las horas y días posteriores, se fueron uniendo más hasta que en definitiva la vasta mayoría de los chilenos, incluso en los pueblos y ciudades más afectados cerca del epicentro del terremoto, tuvieron electricidad.


Para comienzos de marzo, el 93% de la población del Gran Santiago tenía electricidad. No obstante, más cerca del epicentro, las calles estaban más oscuras. En Chillán, la cobertura era del 85%, en Talca del 66%, pero en las ciudades más afectadas de Constitución, Concepción y Talcahuano sólo era del 40%. Pero, desde entonces la situación ha mejorado y el sistema de electricidad, si bien aún está frágil, está prestando servicios prácticamente a la totalidad del área afectada por el terremoto.


“El sistema superó la situación excepcionalmente bien”, señaló el ministro de Energía de Chile, Ricardo Raineri, en un seminario organizado por el panel de políticas públicas Escenarios Energéticos Chile 2030 en Santiago durante abril. “Tener al 95% del país con electricidad a los pocos días de un terremoto de esa magnitud es bastante exitoso”.


No obstante, el terremoto expuso algunas debilidades en la principal red eléctrica de Chile, el Sistema Interconectado Central (SIC), que presta servicios al 90% de la población. “Estaremos analizando la seguridad del sistema para ver si, con un poco de inversión adicional y más equipamiento, podemos hacer aún mejor las cosas”, sostuvo Raineri.


Las generadoras eléctricas en gran parte no registraron daños. Entre Santiago y Temuco, el área más afectada por el terremoto, hay cerca de 50 centrales eléctricas, casi la mitad de las cuales termoeléctricas y la otra mitad es hidroeléctrica. Muchas centrales termoeléctricas están en la costa cerca de puertos y, por lo tanto, fueron vulnerables no sólo al terremoto, sino también al posterior maremoto.


Sin embargo, sólo una planta –la central a carbón Bocamina I que Endesa Chile tiene cerca de la ciudad de Coronel, en la Región del Bío Bío- sufrió serios daños. La española Endesa, la mayor empresa de generación eléctrica de Chile, sostiene que la central estará fuera de operaciones por varios meses. Sin embargo, la estación tiene sólo 128 megawatts (MW) de capacidad o un 2,5% de la capacidad instalada de Endesa en Chile, de manera que su baja temporal difícilmente se sentirá.


En otras partes, la segunda mayor generadora de Chile -Colbún- sufrió daños en la conexión entre su central hidroeléctrica Chiburgo y una subestación cercana, mientras que AES Gener -la tercera mayor generadora del país- tuvo que paralizar brevemente la generación en varias centrales para inspeccionar los daños.


En total, la consultora de energía con sede en Santiago Systep estima que el terremoto despojó al SIC de 693 MW de capacidad, lo que representa apenas el 6% de la capacidad instalada total de la red.


La historia fue diferente para la principal empresa de transmisión del país, Transelec, que registró daños en casi la totalidad de sus 20 subestaciones entre Santiago y Temuco.


“En algunas la situación fue catastrófica”, recuerda Eduardo Andrade, el vicepresidente de operaciones de Transelec. “Llegamos a las subestaciones y todo estaba roto”.


Aún así, Transelec pudo reparar los daños rápidamente. “Dentro de 36 horas, nuestros sistemas estaban trabajando casi al 100%”, señala Andrade.


La empresa, que tiene un virtual monopolio sobre la transmisión de electricidad de alto voltaje en Chile, estima que el terremoto le costó US$ 6.500 millones, la mitad de los cuales está cubierta por seguros. “Pero cuando se considera que tenemos US$ 2.000 millones en activos, no es una cifra enorme”, sostiene Andrade.


Chile Unplugged


Las empresas eléctricas que se vieron más afectadas por el terremoto fueron las distribuidoras, compañías como Chilectra, CGE y Chilquinta que entregan electricidad a millones de hogares e industrias a lo largo del país.


Sus ingenieros tuvieron que luchar con pilas de escombros para llegar a las casas afectadas y reconectarlas al sistema. El maremoto arrancó del suelo torres de alta tensión y arruinó los transformadores.


“Para las distribuidoras, el daño fue inmenso”, señala Rodrigo Castillo, director ejecutivo de Empresas Eléctricas A.G., asociación que agrupa a 29 empresas de distribución y transmisión.


Reconectar a los clientes al sistema era, y sigue siendo, una labor lenta y ardua. Antes de que la electricidad pueda volver a darse, cada edificio tiene que ser revisado para verificar que no haya fugas de gas, ni daños estructurales. De lo contrario, conectarlos puede ser peligroso.


En total, más de 5.000 ingenieros fueron enviados para hacer que los clientes volvieran a estar conectados al sistema, a menudo en condiciones difíciles.


“En los primeros días, cualquier vehículo que salía a las calles en Concepción con combustible en él o con cualquier cosa que pudiera ser robada, era atacado”, afirma Castillo. “Teníamos que salir con resguardo militar”.


Por lejos la distribuidora de electricidad más afectada fue CGE, que opera en el área afectada por el terremoto entre la VI y la IX Región, y en el área metropolitana del Gran Santiago. Las distribuidoras más pequeñas, como Frontel, Emelectric y Saesa también sufrieron serios daños.


Algunos clientes están solicitando compensaciones por los cortes eléctricos, pero en la mayoría de los casos las distribuidoras podrán declarar fuerza mayor. “No se me ocurre nada que calce mejor con el concepto de fuerza mayor que esto”, comenta Castillo.


El daño a la infraestructura se vio agravado por una caída del 10,3% en la demanda de electricidad en marzo frente al mismo mes de un año antes, el mayor descenso en décadas encabezado por una baja del 33,4% interanual en el sector industrial.


Analistas esperan que la demanda repunte nuevamente en los próximos meses a medida que las industrias afectadas por el terremoto en las regiones del Maule y del Bío Bío se recuperan. Sin embargo, la corredora local Banchile estima que el terremoto reducirá la demanda de electricidad entre un 2% y un 4% en el 2010 respecto del 2009, año que ya se había visto afectado por la crisis económica mundial.


Continúan los Apagones


A pesar de la rápida respuesta del sector eléctrico ante el terremoto, un apagón en la noche del 14 de marzo que dejó a oscuras a prácticamente todo el país por más de dos horas muestra que el sistema es aún vulnerable.


Según María Isabel González, gerente general de la consultora de energía con sede en Santiago Energética y ex titular de la Comisión Nacional de Energía (CNE), Transelec entregó “una respuesta inicial fantástica” al terremoto, pero el apagón podría haberse evitado.


Transelec estaba tratando de transmitir 1.150 MW a través de su subestación Charrúa en la región del Bío Bío, lo que en circunstancias normales podría haber logrado, pero -debilitada como estaba por el terremoto- no pudo conseguir.


“¿Por qué estaban tratando de pasar tanta electricidad por ahí?”, pregunta González. “Dado que estaban operando apenas días después de un tremendo terremoto y en vista de lo cerca que está la subestación del epicentro, deberían haber sido más cuidadosos”.


En retrospectiva, Transelec podría haberlo hecho mejor compensando la escasez de energía con electricidad generada más al norte, pero en su defensa, la empresa estaba tratando de mantener bajos los costos para los consumidores chilenos.


El sistema de Chile favorece a los consumidores al despachar a las generadoras en función de los mayores costos, lo que significa que la energía hidroeléctrica del sur se prefiere a la energía termoeléctrica más costosa de más al norte.


No obstante, el costo de este sistema puede ser más apagones si la red de transmisión no puede manejar la demanda, advierte González.


Más allá del Terremoto


Ahora que la tarea inmediata de restaurar la energía del sistema está terminada, las empresas eléctricas de Chile enfrentan una nueva serie de desafíos.


Dado su historial de terremotos, Chile tiene regulaciones más estrictas que otros países respecto a los equipos que se pueden instalar. Eso significa que muchas piezas tienen que fabricarse especialmente para las especificaciones chilenas, lo que es costoso y toma tiempo. Las piezas de repuesto deben ordenarse a Europa o Estados Unidos con semanas, si no meses, de anticipación.


Transelec señala que gastó cerca de US$ 2 millones en piezas de repuesto para las reparaciones y que aún está esperando que lleguen suministros. Hasta que lo hagan, el sistema se mantendrá más vulnerable que antes del terremoto.


Para las distribuidoras, un desafío inmediato es cómo proveer electricidad a miles de chilenos que pasarán este invierno habitando viviendas de emergencia. Las empresas están en negociaciones con el Gobierno sobre cómo conectar las mediaguas al sistema.


Más preocupante para la seguridad energética de Chile son las potenciales demoras en los nuevos proyectos de generación. Endesa y Colbún están construyendo nuevas centrales eléctricas a carbón cerca de Coronel, Bocamina II y Santa María respectivamente, las que debían entrar en operaciones este año con una capacidad combinada de 700 MW. Sin embargo, como resultado del terremoto, estas ahora se postergarán en varios meses a medida que se realizan inspecciones y se reemplazan las partes dañadas.


“El terremoto no podría haberse producido en un peor momento para Santa María: justo cuando los ingenieros estaban ensamblando la turbina”, comenta a bUSiness CHILE una fuente de la industria cercana a Colbún. “Pero este tipo de proyectos puede demorarse por una serie de diversas razones y no es un contratiempo mayor”.


En cuanto a los nuevos proyectos que se necesitan para satisfacer las crecientes necesidades energéticas de Chile, el terremoto ha generado dudas sobre la ubicación de las centrales eléctricas a carbón en la costa.


Sin embargo, a pesar de la fuerza del terremoto y del maremoto, las generadoras costeras de Chile sobrevivieron a la catástrofe en gran parte intactas. Estas se construyeron según algunas de las especificaciones más estrictas del mundo, precisamente porque Chile es propenso a este tipo de desastres naturales. Cada vez que se construye una nueva planta, tiene que construirse a cierta distancia de la costa y a cierta altura sobre el nivel del mar, dependiendo de la ubicación.


“Las regulaciones en Chile ya son suficientemente estrictas”, sostiene Óscar Barrientos, gerente de planificación y comercial de South World, consultora con sede en Santiago que se especializa en el desarrollo de proyectos de generación a carbón. “Quizás serán más estrictas en el futuro, pero no hay nada que sugiera que el Gobierno intentará detener la construcción de más centrales en la costa”.


Además es probable que el terremoto influya sobre el debate respecto de si se desarrolla energía nuclear, pero la actividad sísmica de Chile ya era una preocupación (para ello). “No necesitábamos el terremoto de febrero para recordarnos eso”, comenta Barrientos.


Los japoneses han demostrado que es perfectamente posible construir una central nuclear que resista un terremoto. El problema es que cuestan mucho dinero y que, aún si son seguras, la gente no necesariamente lo cree. Tras sufrir un terremoto de esta magnitud, los chilenos podrían necesitar algo más de convencimiento de que la opción nuclear es una opción sensata.


Energía para la Gente


Si las futuras necesidades energéticas de Chile se satisfacen mediante energía nuclear, hidroeléctrica, a carbón o de fuentes de energía renovable, necesitarán líneas de transmisión de alto voltaje para llevar la electricidad desde lejanas generadoras hasta Santiago. El SIC ya tiene una línea de 500 kV, pero el terremoto generó la pregunta de si se necesita una línea de respaldo para tales emergencias.


“No creo que el país pueda darse ese lujo”, afirma Andrade de Transelec. “Incluso sin una segunda línea, logramos llevar electricidad a la capital dentro de 36 horas. Quizás con una segunda línea podríamos haber ganado algunas horas, pero a un costo cercano a mil millones de dólares en inversión”.


En lugar de construir una segunda línea, Transelec debería continuar fortaleciendo puntos clave a lo largo de la línea existente, por ejemplo, mediante la instalación de más transformadores de respaldo, indica Andrade.


Sin embargo, con el tiempo otra línea de alto voltaje podría necesitarse para llevar energía desde el propuesto proyecto hidroeléctrico Aysén de 2.750 MW, que están desarrollando Endesa y Colbún en el extremo sur de Chile. De ser aprobado, requerirá una línea de transmisión que conecte a las centrales con la capital de Chile.


Endesa ha destacado que la prístina región de Aysén es menos propensa a la actividad sísmica que el resto de Chile, lo que significa que las instalaciones construidas ahí estarían relativamente seguras. No obstante, el debate sobre HidroAysén y la construcción de lo que sería la línea de transmisión más larga del mundo de seguro seguirá haciendo ruido por varios años más.


Si bien Chile ha reducido su dependencia del gas natural de Argentina para la generación de electricidad al importar gas natural licuado (GNL) y promover proyectos de energía renovable, el terremoto es un recordatorio de que depender demasiado de la hidroelectricidad también es riesgoso.


“Necesitamos diversificar, tanto en términos del tipo de generación como de dónde se genera”, sostiene González.


Pero eso tomará tiempo. Por ahora, los chilenos estás agradecidos de que la luz ha vuelto, pero las linternas y velas aún se venden por montones. La próxima vez que se corte la luz, Chile estará mejor preparado.


Gideon Long se desempeña como periodista freelance en Santiago. Además trabaja para la BBC.

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