Al turismo en Chile le está yendo bien. Según la Organización Mundial del Turismo de Naciones Unidas, la cantidad de visitantes que llegan a Chile creció en un 12% el año pasado, rondando los cerca de 2,5 millones de turistas, duplicando así la tasa mundial de crecimiento promedio de un 6%.
Esta expansión no corresponde a un auge del día a la noche. "El año pasado, fue el séptimo de crecimiento de dos dígitos”, destaca Sebastián Iglesias, titular de desarrollo del Servicio Nacional de Turismo (SERNATUR).
Según Iglesias, el continuo aumento de la cantidad de visitantes a Chile desde el comienzo de la década refleja una decisión estratégica para diversificarse hacia mercados más distantes. Esto surgió tras los problemas económicos de zonas más cercanas al país que llevaron a un fuerte descenso en la cantidad de visitantes, especialmente desde la vecina Argentina.
Argentina aún corresponde a poco más de un tercio de los turistas que ingresan al país y su reciente recuperación económica ha llevado a un incremento en la cantidad de visitantes de la zona oeste de ese país, llenando los balnearios de la zona central de Chile. Sin embargo, en lo que constituye un cambio determinante, visitantes de Europa y América del Norte ahora representan casi la mitad de los arribos al país.
Estos visitantes de lugares más distantes, principalmente de Estados Unidos, Alemania, España y Francia, son un negocio altamente atractivo, sostiene Iglesias. No sólo porque tienden a quedarse más tiempo, sino porque también gastan más (hasta cuatro veces más por día que los visitantes de Argentina, Perú o Bolivia) y visitan el país durante todo el año, no sólo en los meses de verano de enero y febrero. Los visitantes de zonas más distantes también tienden a viajar más, recorriendo el desierto del norte, los viñedos del Valle Central y los fiordos del sur; mientras que la mayoría de los sudamericanos -incluidos los propios chilenos- prefieren ir a la playa. De hecho, la gama de paisajes naturales de Chile es un importante atractivo para los visitantes de países lejanos, señala Pablo Moll, gerente general de TurismoChile, la organización que promueve a Chile como destino turístico a nivel internacional.
Igualmente importante para el atractivo de Chile es la ausencia de agitación civil o de los secuestros endémicos que han afligido a otros países de la región. En el Índice Global de Paz, publicado recientemente por la Unidad de Inteligencia de The Economist, Chile ocupó el lugar 16 entre 121 países colocándose no sólo adelante de todas las demás naciones latinoamericanas, sino también de muchos países europeos y de Estados Unidos.
Esto ha ayudado a convertir a Santiago en el segundo mayor centro de conferencias importantes en Sudamérica (después de Río de Janeiro) y a convencer a los organizadores del Rally Dakar, asustados ante un rebrote de la violencia en el continente africano, para realizar la carrera de este año en Chile y Argentina. Moll califica al Dakar como "una importante competencia que hará que los medios de comunicaciones del mundo y los turistas se concentren en Chile este año”.
Y, si bien el reciente fortalecimiento del peso frente al dólar ha afectado la rentabilidad de la industria, esto no ha afectado a la cantidad de visitantes, señala Iglesias de SERNATUR. "Hubo cierta desaceleración desde Estados Unidos”, admite, “pero eso se ha compensado con creces por la cantidad de visitantes de Europa y Brasil, que subió un 28% el año pasado".
El Rol del Gobierno
El año pasado, el turismo generó US$1.700 millones en ganancias externas, colocándolo por delante del vino, probablemente el producto mejor conocido del país en el extranjero. Y, dado que el efecto del Rally Dakar y las recientes campañas internacionales de publicidad aún deben reflejarse en la cantidad de visitantes, Moll confía en que el auge del turismo en Chile no está por terminar en el futuro cercano.
"Si seguimos creciendo a esta tasa, fácilmente superaremos nuestra meta de tres millones de visitantes para el 2010", señala. Eso será bueno para el empleo, dados los cientos de miles de puesto de trabajo que se necesitan para hacer camas, servir comidas o vender adornos, muchos de ellos en áreas remotas del país.
Pero ¿está Chile listo para su creciente influjo de turistas? "Diría que tenemos la capacidad, pero no diría que será del tipo adecuado", reconoce Iglesias.
De hecho, hay cuellos de botella evidentes. Este verano, por ejemplo, han habido quejas de los visitantes de cruceros que llegan a Valparaíso, uno de los principales puertos de Chile, en cuanto a que el terminal simplemente no está a la altura de las circunstancias para manejar los arribos.
Se está construyendo infraestructura. Una serie de casinos con hoteles de alta calidad asociados se están edificado en las principales ciudades a lo largo del país, pero la mayor parte de los turistas que llegan a Chile no andan tras Las Vegas.
Y si bien los centros turísticos costeros de Chile ostentan una amplia capacidad de camas -gran parte de las cuales permanece vacía cuando no es verano- no son necesariamente de la calidad ni de los emplazamientos requeridos por los mercados de los países a los que la industria está apuntando.
Algunos inversionistas están tratando de cambiar eso. Hace poco, los dueños del Hotel Portillo, el centro de esquí más antiguo de Sudamérica, terminaron en alianza con otros socios chilenos para su segundo hotel -Tierra Atacama-, en San Pedro de Atacama, un popular centro turístico en el desierto.
Si bien la localidad ya ostenta una serie de centros de lujo, la gerente de marketing de Tierra Atacama -Constanza Moya- sostiene que los dueños vieron un significativo potencial en el área, principalmente de los mismos visitantes extranjeros que visitan Portillo.
Sin embargo, pese a tales inversiones, la industria turística de Chile aún es dominada por pequeñas empresas, a menudo familiares, más que por empresas de tamaño considerable. Y, pese a esto -o quizás debido a ello- la industria nunca ha recibido el tipo de atención que requiere del Gobierno, si ha de competir con destinos rivales alrededor del mundo.
Un problema clave es la promoción del turismo en el extranjero. En la mayoría de los países, esta labor es realizada directamente por el Gobierno, pero en Chile, es una tarea que, junto con cierto financiamiento estatal, se transfirió a TurismoChile.
Este financiamiento ha crecido fuertemente en los últimos años de US$1,7 millones en el 2005 a US$4,5 millones el año pasado, cifra que Molls señala es igualada por aportes (a menudo en especies) de los socios privados de la organización. Esto ha permitido a TurismoChile emprender su primera campaña publicitaria internacional importante, apuntando a cinco mercados clave (Argentina, Brasil, Alemania, España y Estados Unidos).
Según Moll, TurismoChile entrega un buen valor por el dinero invertido, atrayendo a un gran número de visitantes por dólar invertido en publicidad. Pero, aún si se incluyen los aportes privados, el gasto de Chile en promoción es pequeño, afirma, comparado con la cantidad que gastan otros Gobiernos en la región; el Gobierno de Perú, por ejemplo, gasta más de US$20 millones anuales y Argentina, hasta US$32 millones.
La falta de promoción gubernamental significa que las empresas privadas "tienen que hacer gran parte del trabajo de SERNATUR", se queja Moya.
"Ni siquiera pudieron darnos un mapa de Chile", recuerda de una de las recientes ferias deportivas de invierno.
"Aún hay mucha ignorancia sobre Chile", añade, incluso entre los amantes del esquí, quienes pueden haber oído sobre la nieve polvo, pero no sobre los excelentes mariscos, pescados y viñas que se emplazan a un par de horas de las montañas. Más aún, el estatus de TurismoChile como un organismo privado respaldado con fondos estatales implica que "se pierde mucho tiempo revisando a dónde va el dinero", señala.
Regulación de la Industria
En una apuesta por remediar estas dificultades, un nuevo proyecto gubernamental convertiría a TurismoChile en el organismo oficial para promover a Chile en el exterior, dando al Gobierno mayor injerencia sobre cómo se administra y puestos en el directorio para las asociaciones oficiales del sector, en lugar de las empresas individuales que lo controlan en la actualidad. Una mayor fiscalización del Gobierno y una estructura más representativa "debieran permitir a los fondos fluir con más libertad", afirma Moya.
El proyecto también promete crear una Subsecretaría de Turismo. Responsable de elaborar las políticas y normas para el sector, la subsecretaría -que responderá ante un Consejo de Ministros- garantizará que el sector reciba más atención del Gobierno.
El nuevo organismo también podrá participar en los procesos de planificación regional, donde se decide el uso de los suelos. Esto podría hacer que el sector entre en conflicto con otros intereses económicos, intentando impedir que ríos populares por el rafting en rápidos sean dañados por proyectos hidroeléctricos y que edificios de departamento de gran altura dañen lagos pintorescos.
Además, el Gobierno está ansioso por redireccionar el turismo hacia regiones menos visitadas como Aysén, Arica y Cabo de Hornos, ampliando aún más los beneficios de la industria en lo que respecta a crear empleos y a evitar que las atracciones tradicionales como los lagos del sur y el parque nacional Torres del Paine se saturen. Se usará además dinero de un crédito por US$70 millones del Banco Interamericano de Desarrollo para mejorar la infraestructura en los parques nacionales así como también para entregar capacitación en esas áreas, explica Iglesias.
Y, de manera importante, la nueva ley facilitará la implementación de normas sobre estándares de calidad. Tras un exitoso programa piloto alrededor del Lago Llanquihue, en el sur de Chile, a partir del 2009 debiera comenzar a usarse a nivel nacional y sobre una base voluntaria un sistema de calificación largamente esperado para los alojamientos, señala Iglesias.
Los hoteles se verán incentivados a participar en este sistema al convertirlo en un requisito para poder recibir subsidios del Gobierno para capacitación y otras actividades. No obstante, un programa similar para el turismo aventura, como el rafting en rápidos y el trekking, será obligatorio debido a la importancia que tiene la seguridad.
Más que letargo del Gobierno, Moya afirma que la introducción de estas normas se ha visto retrasada por lo difícil que ha resultado que la gran cantidad de hoteles se pongan de acuerdo sobre sus condiciones. Con muchos hoteles nuevos tratando de entregar a sus huéspedes una experiencia novedosa, la idea de una lista de disposiciones (teléfono, ducha en la habitación, televisión) como base para clasificar a los hoteles es además bastante retrógrada, sugiere.
Algunos huéspedes, que intentan desconectarse de todo, en realidad podrían pagar por no tener teléfono o televisión en su habitación, destaca. Pero, aunque el programa podría ofrecer poco a establecimientos como el Hotel Portillo, con su reputación de larga data, ayudaría a los turistas a distinguir entre el gran número de hospedajes menos lujosos que se ofrecen a lo largo de Chile.
Para la industria turística de Chile, “los próximos cinco años serán de oro", promete Pablo Moll. Pero Chile sólo alcanzará realmente el oro, si quienes viajan alrededor del mundo sienten que vale la pena una segunda visita, y eso implica el largo trayecto de satisfacer a esos visitantes y no sólo de atraerlos.
Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago.