Por Michael Grasty, Presidente AmchamBy Michael Grasty, Presidente de AmCham

01 Marzo 2006


A estas alturas, todos estamos de acuerdo que el efecto más significativo de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos no proviene exclusivamente de los aranceles más bajos ni del mayor intercambio comercial, sino de la ventana de oportunidad que Chile ha abierto para lograr el reconocimiento, a nivel mundial, como nación comercial de primera categoría.

Recientemente celebramos el primer aniversario de vida como participantes en las ligas mayores del comercio hemisférico, y los resultados preliminares han superado las predicciones más optimistas: el comercio entre Chile y Estados Unidos creció más de 30%, y al mismo tiempo, el PIB de Chile se incrementó en 6,1%. Por lo tanto, parecería que el resultado es muy satisfactorio y que deberíamos continuar por la misma senda.

Si está funcionando bien, ¿para qué hacer cambios?

Desgraciadamente, no es tan simple. Por una parte, si analizamos cuidadosamente las cifras del comercio bilateral, nos damos cuenta que éstas son afectadas, en forma significativa, por el mayor precio de los metales, específicamente, del cobre. Más aún, estas cifras indican que el país ha continuado desarrollando su identidad, como economía enfocada hacia las exportaciones. Eso está muy bien, pero las exportaciones están constituidas principalmente por materias primas y productos básicos o commodities, por lo que aún queda mucho espacio para la diversificación.

También está claro que, en este momento, Chile tiene que aprovechar esta ventana de oportunidad -en la que somos uno de los pocos países que ha logrado un estatus comercial especial con Estados Unidos- y pavimentar el camino hacia el desarrollo de largo plazo futuro de Chile. En un evento que se realizó para celebrar el primer aniversario del TLC entre Chile y Estados Unidos, Karen Poniachik, vicepresidenta ejecutiva del Comité de Inversiones Extranjeras, afirmo que “Chile considera prioritario atraer a las industrias proveedoras de servicios, dado el potencial del país para convertirse en un polo regional en la provisión servicios”. Yo creo que tiene razón. Sin dejar de lado el desarrollo permanente de las materias primas y los productos básicos, es necesario que nos reinventemos para desarrollar nuestra capacidad de proveer servicios a la región y al mundo.

Es evidente que es más fácil decirlo que hacerlo y que la pregunta de “¿Cómo hacerlo?” inmediatamente se nos viene a la mente. La razón obvia es (al igual que al intentar comernos un elefante) “de a una mordida a la vez”, y juntos. Pero la oportunidad y el momento de hacerlo van de la mano. Ese es el motivo por el cual el desafío de desarrollar las condiciones para ser exitosos como un “país plataforma” tiene un componente adicional: debe ser abordado en forma pronta y decidida.

En AmCham ya hemos dado el primer paso en esa dirección, al iniciar un proyecto en conjunto con Hernán Somerville y la Confederación de la Producción y del Comercio, para analizar los problemas que enfrentan los inversionistas extranjeros que quieren establecer sus negocios regionales en Chile. Ya se han hecho algunos hallazgos iniciales, los cuales indican que es necesario trabajar en problemas complejos del país, como lo son la estructura tributaria, la legislación laboral, el funcionamiento de aduanas, el manejo del inglés y la protección de la propiedad intelectual.

Por lo tanto, ya está clara nuestra misión en AmCham, para los próximos dos años. Para promover el comercio entre los dos países, debemos continuar trabajando a fin de identificar las oportunidades comerciales que surgen del TLC, en una forma similar a la que lo hicimos el año pasado con nuestro estudio relacionado al mercado de la carne bovina. Y para promover las inversiones, desarrollaremos nuestros talentos y trabajaremos para crear la infraestructura que permita a Chile orientarse más hacia la provisión de servicios. Estoy seguro que los socios de la Cámara y los grupos de trabajo harán un gran aporte en estas áreas.

Por supuesto, que no nos olvidaremos de que otro de los objetivos de AmCham es pasar un buen rato y promover la amistad y buena voluntad entre ambos países. Espero poder concretar todo lo anteriormente dicho, con la ayuda de ustedes.

At this point, we are all in agreement that the most significant effect of signing a Free Trade Agreement (FTA) with the United States does not come exclusively from lower tariffs and increased trade, but from the window of opportunity we have obtained towards achieving international recognition as a world-class trading nation. We recently celebrated our first anniversary of life playing in the major leagues of hemispheric trade, and the preliminary results have surpassed the most optimistic predictions: commerce between Chile and the U.S. grew more than 30% while, at the same time, Chile’s GDP expanded by 6.1%.


So, bottom line, it looks like we are doing great and should just continue doing more of the same. If it ain't broke, why fix it?Unfortunately, it is not that simple. To start with, if we look more closely at bilateral trade figures, we see that they are significantly affected by the increased prices of metals and, specifically, copper. Furthermore, these numbers show that we have continued to develop our identity as an economy driven by exports. That is good, but these exports are mainly raw materials and commodities, and there is still much room for diversification. It is now also clear that we need to take advantage of this window of opportunity in which we are one of few to have obtained special trading status with the U.S. and to pave the road for the future long-term development of Chile.

Speaking at a recent event to celebrate the first anniversary of the FTA, Karen Poniachik, executive vice president of the Foreign Investment Committee, stated that, “Chile sees attracting service-related industries as a priority given the country’s potential to become a regional pole for services.” I think she’s right. Without leaving aside the permanent development of our raw materials and commodity products, we also need to reinvent ourselves in order to develop our capacity to provide services to the region and to the world. This, of course, is easier said than done and the question of “how?” immediately comes to mind. The obvious answer is (like when trying to eat an elephant) “a bite at a time”, and together. But opportunity and time go hand-in-hand. And for this reason, the challenge of developing the conditions to succeed as a “platform country” has an additional component: it should be approached decisively and now.

At AmCham, we have already taken the first step in this direction by initiating a project, in conjunction with Hernán Somerville and the Confederation of Industry and Trade (CPC), to analyze the problems that foreign investors have when looking to establish their regional business in Chile. Some of the initial findings are already out and indicate that we need to work on complex issues that include our tax structure, labor legislation, customs operations, English language skills, and intellectual property protection. So, our mission at AmCham for the next couple of years becomes clear. In order to promote trade between our two countries, we will continue working to identify business opportunities arising from the FTA, much as we did last year with our study related to the beef market. And, in order to promote investment, we will develop our “out of the box” talents and work towards creating the infrastructure that will allow Chile to become more oriented towards services. I am certain that AmCham’s members and working groups will make a great contribution in these areas. And, of course, we won’t forget that AmCham is also about having fun and promoting goodwill and friendship between our countries. I look forward to doing all of the above with all of you.

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