«Nueva Ley Fintech: más competencia, mejores resultados»

Entrevistas y Opinión, Noticias Socios
15 Noviembre 2022
Autor: AmCham Chile
Columna escrita por Gonzalo Maturana, Director de Inversiones de Altafid.

Luego de su aprobación en trámite final el pasado 12 de octubre en la Cámara de Diputados, el proyecto de ley conocido como “ley fintech” está casi listo para entrar a regir en Chile. Desde mi punto de vista, uno de los aspectos más atractivos del nuevo escenario es el aumento en el grado de competitividad que veremos en la industria financiera. La competencia beneficia al consumidor, pero para que se produzca, o para que su nivel aumente, es necesario que la institucionalidad la fomente y la proteja.

En una columna anterior en este mismo medio, discutí algunos de los efectos que las asimetrías de información producen en el mercado del crédito. En términos sencillos, si un consumidor puede demostrar ante una institución que es una persona que ha cumplido con sus obligaciones en el pasado, es más probable que obtenga acceso a financiamiento o mejores condiciones de crédito. Si dicha información está en manos de un competidor, este último puede poner trabas para que el cliente presente esos datos ante otro proveedor.

La nueva ley contribuirá a aumentar la competencia no sólo quitando barreras a la entrada impuestas por la falta de información, sino que también por la vía de disminuir el incentivo a la integración vertical. Por ejemplo, una institución no bancaria podrá emitir medios de pago, como tarjetas de débito. Además, la fiscalización de las autoridades ayudará a que los consumidores confíen en los nuevos competidores, lo que incentivará su entrada y generará efectos en la industria. Las empresas fintech, dependiendo del servicio que entreguen, deberán cumplir con ciertos requerimientos que exigirá el regulador (la CMF), como obligaciones de información, gobiernos corporativos y garantías.

Volviendo a la competencia, en ambientes más competitivos los bancos tienen menor poder para controlar el precio de los productos que ofrecen, como los créditos y depósitos. Como ejemplo concreto, existe evidencia de que mayor competencia aumenta el traspaso de menores tasas de política monetaria, las que fija un banco central, hacia los consumidores (investigación de Drechsler, Savov y Schnabl, 2017). Asimismo, una mayor concentración resulta en menores volúmenes de crédito. De hecho, en Estados Unidos por estos días hemos visto cómo algunos bancos han mejorado resultados al aumentar el margen entre lo que cobran por prestar (tasas de colocación) y lo que entregan a los clientes por depositar sus ahorros en sus respectivas instituciones (tasas de captación).

Este mes hemos conocido que Bank of America reportó un crecimiento de 24% interanual en sus ingresos netos por intereses, lo que significa que está traspasando de manera más rápida las mayores tasas de interés a quienes piden préstamos que a quienes depositan sus ahorros en el banco. En un escenario ideal, nos gustaría ver que mayores tasas de política monetaria se transmitan rápidamente tanto a quienes pidan préstamos como a quienes estén ahorrando.

La entrada de nuevos actores también genera un incentivo claro para innovar y aumentar la eficiencia, lo que se traduce en un servicio de mayor calidad o de mayor valor agregado para los consumidores. En mercados altamente competitivos, muchas veces la calidad del servicio constituye una buena fuente de diferenciación para las empresas.

Además de lo anterior, se puede destacar el mayor grado de inclusión financiera. Esto significa que mayor cantidad de personas podrá acceder a financiamiento de manera formal y a costos menores, dejando de tener como única alternativa préstamos de muy corto plazo a altísimas tasas de interés o, en el peor de los casos, el mercado informal dominado por prestamistas. A su vez, estos beneficios se traducen en que los hogares previamente excluidos del sistema financiero puedan incrementar sus ingresos y ahorrar, haciéndolos menos vulnerables a los vaivenes de la economía.

Por último, hay un elemento de riesgo sistémico (es decir, la posibilidad de un colapso del sistema financiero) que es importante subrayar. Cuando existen pocos bancos y la industria financiera está concentrada en pocos actores, se generan incentivos para aumentar la exposición al riesgo. En términos más técnicos, aumenta el riesgo moral: las pocas instituciones que dominan el mercado saben que serían rescatadas por el Estado en caso de insolvencia debido a su importancia sistémica, lo que las estimula a asumir un exceso de riesgo.

En resumen, podemos esperar en el mediano y largo plazo mayor competencia, más opciones y menores costos para el consumidor, más eficiencia en la provisión de servicios, mayores grados de innovación y mejor calidad de servicio.


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