Los Nuevos Hotspots de ChileChile’s New Hotspots

01 Marzo 2005


El uso de Wi-Fi de acceso público se está expandiendo rápidamente en Chile. ¿Es éste un buen negocio para los proveedores o para los restaurantes, hoteles y otros establecimientos que ponen esta tecnología a disposición de sus clientes?

La Hacienda Santa Martina es un club social tan exclusivo que no tiene teléfonos públicos, porque su clientela simplemente no los utilizaría. Sin embargo, desde la piscina, la cancha de golf, las canchas de tenis, los restaurantes o cualquier otro lugar del club -de 900 hectáreas de extensión y ubicado en el sector de La Dehesa, en Santiago-, cualquiera puede revisar su correo electrónico, navegar por la red, y utilizar programas de mensajes instantáneos, sin que haya cable alguno a la vista.

Todo eso gracias al acceso inalámbrico a Internet, conocido más comúnmente como Wi-Fi -abreviación inglesa de wireless fidelity o fidelidad inalámbrica-, que permite a los usuarios acceder a Internet desde un computador portátil o cualquier aparato portátil, que se encuentre a no más de 100 metros de distancia de un punto de conexión inalámbrica o “hotspot”, en espacios abiertos y de unos 45 metros, en espacios cerrados.

A pesar de que los hotspots de acceso público son todavía relativamente nuevos en Chile, Wi-Fi en sí no lo es. Durante los dos últimos años, la demanda por esta tecnología ha ido aumentando por parte de los clientes residenciales, los que, al combinar Wi-Fi con su conexión de banda ancha a Internet, pueden navegar en más de un computador a la vez o usar el computador portátil en el jardín.

Esto ha generado la familiaridad con el concepto de Wi-Fi, al menos en los grupos de altos ingresos. Y de acuerdo con Ricardo Dorado, gerente de productos comerciales de banda ancha de Telefónica CTC Chile, el usuario típico de hotspots de acceso público es varón, de entre 25 a 40 años, de clase socioeconómica y nivel educacional altos, y se conecta durante hasta 30 minutos, para revisar sus correos electrónicos y visitar sitios de empresas en Internet.

El perfil del usuario determina el lugar donde los proveedores ubican sus hotspots, y son muy cuidadosos de que tales ubicaciones cumplan con sus criterios. “La pregunta que hay que formularse es ¿dónde necesitan conectarse las personas para tener acceso a los datos?” señala Dorado.

Por lo tanto, lugares clásicos del circuito de negocios de Santiago, como el World Trade Center y el centro de convenciones CasaPiedra, están “iluminados” con hotspots, como también, lo están los principales hoteles y el aeropuerto de Santiago. Pero como el concepto de Wi-Fi consiste en ofrecer acceso al cliente, cualquiera sea el lugar donde se encuentre, “es necesario seguir al cliente” afirma Pedro Assael, gerente de Internet de la compañía de telecomunicaciones VTR.

VTR ha iluminado gran parte del grupo de bares y restaurantes del barrio de negocios de El Bosque Norte e Isidora Goyenechea, en el sector oriente de Santiago. Éste es, después de todo, el lugar donde es probable que las personas de negocios tomen un descanso durante el día y revisen sus correos electrónicos además de los últimos acontecimientos ocurridos, antes de ingresar a la próxima reunión.

Etapas iniciales

No obstante, no sólo personas de negocios demandan Wi-Fi. De hecho, el hotspot al aire libre más grande de Latinoamérica se ubica en Santiago, en el barrio universitario República, sector donde los estudiantes se conectan sin tener que ingresar a la sala de computación de la universidad.

Algunas estaciones de servicio, ubicadas a lo largo de todo el país, también ofrecen acceso a Wi-Fi, proporcionando así un complemento muy apropiado a las modernas carreteras de alta velocidad, que hay en Chile actualmente. Ese es el caso de ArcoPrime -empresa propietaria de 60 restaurantes y mini-mercados Pronto, en las estaciones de servicio Copec- la cual abrirá otros diez locales Pronto este año.

“Nuestro negocio es uno de conveniencia”, afirma Leonardo Ljubetic, gerente general de ArcoPrime. “El concepto detrás de la industria de acceso inalámbrico a Internet, también es uno de conveniencia, por lo tanto, hacemos la pareja perfecta”.

Al igual que la competencia, Pronto quiere que sus clientes asocien su marca con tecnologías de conveniencia y vanguardia, meta que -en esta etapa de baja demanda de un negocio incipiente- es compartida por los mismos proveedores de servicios de Internet. “Estamos en la etapa de creación de imagen e inversión”, sostiene Rafael Corvalán, director de desarrollo de la compañía de telecomunicaciones Entel. “Es más bien una apuesta a futuro… aún queda un largo camino por recorrer, antes de que Wi-Fi se transforme en un negocio rentable”.

Mario Subiabre, gerente de desarrollo comercial de Manquehue Net, otro proveedor de servicios de Internet, coincide con la aseveración anterior. “La compañía para la que trabajo no considera al Wi-Fi desde el punto de vista del ingreso que genera, sino más bien que desde la perspectiva del posicionamiento del nombre de la marca y del servicio al cliente… obviamente nos preocupan las utilidades, pero no son el único indicador”, subraya.

Generalmente, es un proveedor de servicios de Internet el que pone los US$5.000 habitualmente necesarios para instalar un hotspot. Sólo en el caso de que un locatario (o punto de red) esté particularmente interesado en contar con un hotspot y no se espera una gran cantidad de tráfico, el proveedor compartiría los costos de la inversión con el locatario.

En algunos casos, se entrega un hotspot en concesión a un locatario, el cual paga al proveedor una tarifa y no cobra al usuario final. Sin embargo, generalmente, el cliente es quien paga por el uso del servicio, ya sea cancelando al proveedor una tarifa mensual fija o adquiriendo una de sus tarjetas prepagadas.

Perspectivas de crecimiento

Pero, como parte del esfuerzo que realiza actualmente esta industria, en materia de publicidad y promoción, a fin de familiarizar a los clientes con el Wi-Fi y las posibilidades que éste ofrece, es relativamente fácil encontrar acceso gratuito. Entel, por ejemplo, no está cobrando por el servicio, mientras que otros proveedores todavía están distribuyendo tarjetas de prepago gratis para despertar interés.

Si se mantiene, este uso gratuito podría traducirse en que el cliente no aprecie el valor del servicio, advierte Subiabre de Manquehue Net. No obstante, es un primer paso necesario para establecer el punto de soporte de la industria. Ricardo Dorado afirma que además es un primer paso exitoso, puesto que el número de clientes de Telefónica que usa los lugares de conexión o hotspots públicos está creciendo a una tasa de 20% al mes.

La seguridad ya no representa un problema, como sucedía antes, tal vez porque hoy en día las personas están acostumbradas a Internet y han presenciado demostraciones de acceso Wi-Fi. “No se reciben con mucha frecuencia comentarios sobre tales temores (de parte de los clientes) y yo diría que el nivel de seguridad es el mismo que con la conexión alámbrica a Internet”, destaca Corvalán de Entel.

Reconoce que existía la tendencia a creer que como la conexión viaja a través del aire, la señal podía ser intervenida y decodificada. “Pero si yo tuviera la tecnología para hacerlo, lo podría hacer tanto a través del acceso alámbrico como inalámbrico”, señala.

Sin lugar a dudas, la demanda continuará creciendo rápidamente. A medida que el precio de la tecnología disminuya, los computadores y otros aparatos portátiles serán cada día más accesibles, lo que se traducirá en un número creciente de potenciales usuarios. Corvalán indica que el hecho de que una persona tenga un aparato equipado para Wi-Fi, no significa necesariamente que usará el servicio.

El hábito y los incentivos para conectarse también son importantes. Corvalán estima que a pesar de las campañas de publicidad, actualmente hay sólo entre 50 a 100 usuarios, potenciales por hotspot en Chile, comparado con los 400 ó 500 que existen en Estados Unidos o Europa. La razón de esta diferencia es, en parte, la “falta de aplicaciones con contenido que generen la necesidad de estar conectados permanentemente”, sostiene Subiabre.

En una industria que cambia e innova tan rápidamente como la de las telecomunicaciones, es improbable que esta falta de aplicaciones dure mucho más. A fines de este año, “tendremos un espectro mucho más amplio de aplicaciones”, predice Ricardo Dorado, al tiempo que detalla las posibilidades de cómo ofrecerles, a los usuarios de hotspots, la capacidad de controlar en forma remota el computador de su hogar.

Las compañías aspiran, a lo menos, a duplicar el número de hotspots este año, lo que es fundamental en una industria en la que el número de puntos de salidas tiene directa relación con el uso del servicio. Un hito posible -aunque todavía se ve algo lejano- sería llegar a un contrato de roaming, que permita a los clientes de una compañía usar los hotspots de otra empresa, aumentando así, exponencialmente, el valor del servicio y contribuyendo a un efecto de bola de nieve, que, a su vez, podría traducirse en un fuerte ascenso de las tasas de crecimiento de los clientes.

Use of public-access Wi-Fi is expanding rapidly in Chile. But is it good business for service providers or, indeed, for the restaurants, hotels and other establishments that make it available to their customers?

The Hacienda Santa Martina is a social club so exclusive that it has no public telephones because its clientele simply wouldn’t use them. But from the swimming pool, golf course, tennis courts, restaurants or anywhere else on the 900-hectare club in Santiago’s La Dehesa neighborhood, anyone can check their e-mail, surf the web or use instant messaging. And there isn’t a single cable in sight.

That’s thanks to wireless Internet access. More commonly known as Wi-Fi -short for “wireless fidelity”- this allows users to access the Internet from a laptop or handheld device within a range of some 100 meters around a connection point or “hotspot”.

Although public-access hotspots are still relatively new in Chile, Wi-Fi itself is not. For the past two years, the technology has been in increasing demand from residential clients who, by combining Wi-Fi with their existing broadband Internet connection, can surf on more than one computer at the same time, or use a laptop in the garden.

This has bred familiarity with the concept of Wi-Fi, at least in higher income groups. And, according to Ricardo Dorado, broadband business product manager at Telefónica CTC Chile, the typical user of public-access hotspots is a 25-40 year-old male of a high socioeconomic and educational background, who connects for up to 30 minutes to check e-mails and visit corporate websites.

This user profile dictates where service providers locate their hotspots, and they are very careful that a location meets their criteria. “The question you have to ask is where do people need to connect to access data?” Dorado points out.

Classic sites on the Santiago business circuit, such as the World Trade Center and the CasaPiedra convention center, are therefore “illuminated” with hotspots, as are Santiago’s principal hotels and the airport. But, as the concept of Wi-Fi is to offer the client access wherever he or she may be, “you have to follow the client,” says Pedro Assael, Internet manager at the VTR telecommunications company.

It is VTR that has illuminated a large part of the bar and restaurant cluster of the El Bosque Norte-Isidora Goyenechea business district of eastern Santiago. This is, after all, where businesspeople are likely to make pauses during the day, checking e-mails and the latest developments before going into the next meeting.

Early stages

But demand for Wi-Fi does not come only from businesspeople. In fact, Latin America’s largest outdoor hotspot is to be found in Santiago in the downtown República university neighborhood, where it allows students to connect without having to take a seat in the university computer room.

And service stations the length of the country also offer Wi-Fi access, providing a fitting complement to Chile’s modern high-speed roads. Such is the case of ArcoPrime, which owns the 60 Pronto restaurant and convenience stores at Copec service stations, and will open a further ten Pronto locations this year.

“Our business is one of convenience,” says ArcoPrime CEO, Leonardo Ljubetic. “The concept behind the industry of wireless Internet access is one of convenience, so there is a perfect match.”

Like other hosts, Pronto wants its clients to associate its brand with convenience and vanguard technologies which, at this low-demand stage of an incipient business, is a goal shared by the Internet service providers themselves. “We’re in a stage of image creation and investment,” says Rafael Corvalán, development director at the Entel telecommunications company. “It is rather a bet on the future…there’s still a long way to go before it constitutes a business.”

Mario Subiabre, commercial development manager at Manquehue Net, another Internet service provider, echoes the point. His company “does not look at Wi-Fi from the point of view of the revenue it generates, it’s more about brand-name positioning and customer service...we’re obviously concerned about revenues, but they’re not the only indicator,” he notes.

It is generally the Internet service provider that puts up the US$5,000 typically required to install a hotspot. Only in the event that a business is particularly keen to host a hotspot and not much traffic is anticipated would the provider and the host split investment costs.

In some cases, a hotspot is concessioned to the host, which pays the provider a fee and does not charge the end-user. However, generally it is the client that pays to use the service, either by paying the provider a flat monthly fee or acquiring one of its pre-paid cards.

Growth prospects

But as part of the industry-wide advertising and promotional drive to familiarize clients with Wi-Fi and the possibilities it offers, free access is relatively easy to find. Entel, for one, is not charging for the service, while other providers are still distributing free pre-paid cards to generate interest.

If maintained, this free use could end up with the client not recognizing the value of the service, warns Manquehue Net’s Subiabre. But it is a necessary first step in establishing the industry’s foothold. It’s also a successful first step, as Ricardo Dorado illustrates by pointing out that the number of Telefónica clients using public hotspots is growing at a rate of 20% a month.

Security is not the issue it once was, perhaps because people are now used to the Internet and have seen demonstrations of Wi-Fi access. “[Consumer] comments regarding such fears are not heard much any more and I’d say the level of security is the same as wired Internet,” says Entel’s Corvalán.

There was, he recognizes, a tendency to believe that as the connection goes through the air, the signal could be intervened and decoded. “But if I had the technology to do that, I could do it both through wired and unwired [access],” he adds.

By all accounts, demand growth will continue to boom. As the price of technology falls, laptops and handheld devices will become more accessible, contributing to a greater number of potential users. But possessing a Wi-Fi equipped device does not necessarily mean that a person will use the service, points out Corvalán.

Habit -and incentives to connect- are also important. Despite advertising campaigns, there are, at present, only 50-100 potential users per hotspot in Chile, estimates Corvalán, as compared to 400-500 in the United States or Europe. And part of the reason for this lower number is “the lack of content applications that generate the necessity to be permanently connected,” says Subiabre.

In an industry that changes and innovates as fast as telecommunications, this lack of applications is not likely to last long. By the end of this year, “we’ll be looking at a much wider spectrum” of applications, predicts Ricardo Dorado, detailing possibilities such as offering hotspot users the ability to control their home computer remotely.

At the very least, companies plan to double the number of hotspots this year, which is crucial in an industry where the number of outlets has a direct bearing on the use of the service. A possible, if still distant, industry milestone would be to reach a roaming agreement allowing the clients of one company to use the hotspots of another, increasing exponentially the value of the service and contributing to a snowball effect that could see client growth rates soar.
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