El Gobierno del presidente Sebastián Piñera está llegando a su fin. En marzo del 2014, el primer mandatario traspasará la banda presidencial a su sucesor. Cabe entonces preguntarse, ¿cómo lo ha hecho hasta ahora? En el balance, y en términos estrictamente económicos, el gobierno ha sido bastante exitoso en lograr las metas que estableció hace poco más de tres años. Sin embargo, la baja tasa de aprobación de la administración, en especial respecto de temas de mayor compromiso social, ha llamado la atención sobre los desafíos que enfrenta Chile a medida que entra en la recta final de su camino hacia el estatus de país desarrollado.
Cuando el presidente Piñera asumió el mando de la nación en el 2010, apenas días después del terremoto que azotó a Chile el 27 de febrero de ese año, dispuso un plan de ocho pilares. Los primeros dos pilares estaban relacionados estrictamente con objetivos macroeconómicos, concentrándose en el crecimiento de a economía y el empleo. En términos económicos, el Gobierno aspiraba a lograr un crecimiento anual del 6% y a la fecha casi lo ha logrado, con Chile expandiéndose en torno al 5,8% anual desde el 2010 hasta el primer trimestre de este año. En el frente laboral, el Gobierno estableció como meta la creación de 1 millón de empleos y es posible que al menos se acerque a conseguirlo con los 817.000 puestos de trabajo que ya se habían creado hasta marzo.
Además de estas metas, el Gobierno ha logrado metas subyacentes, tales como elevar la tasa de inversión (como porcentaje del PIB) a un 25% hasta el tercer trimestre del año pasado, lo que se compara con el 21% del inicio de su administración, y reducir el déficit fiscal a menos del 1% (0,6% en el 2012). El gobierno también ha disminuido el tiempo que demora iniciar una compañía de 22 días a solo uno. En el proceso ha impulsado la creación de más de 170.000 nuevas empresas, superando su meta de 100.000, con la ayuda de programas como Start-Up Chile.
Si bien ha contado con la ayuda de precios aún altos para los bienes básicos, en especial para el cobre, estos logros posiblemente fueron todavía más impresionantes dado el agitado ambiente económico externo.
En tanto, los otros seis pilares estaban relacionados principalmente con temas sociales más intangibles, incluidos seguridad, educación, salud, erradicación de la pobreza, calidad de la democracia y reconstrucción después del terremoto. Estas áreas son reconocidamente más difíciles de evaluar, pero sin lugar a dudas se han logrado mejoras notables, como muestran las bajas tasas de delincuencia, el mejor acceso a la educación, los nuevos hospitales construidos, la menor pobreza, la mejora de la eficiencia a nivel estatal, y la reconstrucción lograda a una tasa del 90% de la inversión requerida.
Por tanto, parte importante del plan de ocho pilares del Gobierno claramente se ha logrado.
Dicho esto, una parte significativa de la población de Chile no parece impresionada con estos logros. La tasa de aprobación del presidente Piñera era de apenas un 34% en abril, según la firma de encuestas Adimark. Más específicamente, el Gobierno recibió bajas tasas de aprobación en salud (31%), educación (24%), transporte público (23%) y delincuencia (16%). Incluso la economía, que avanza a toda máquina, recibió apenas una aprobación del 49%. El sector de energía no está en la lista, pero posiblemente también recibiría una baja aprobación en base a las actuales dificultades del sector.
Esta desconexión se puede explicar en parte por una diferencia estructural enfrentada por el presidente Piñera, la que está vinculada ya sea a tendencias políticas generales en Chile o a su nivel de carisma. Incluso en su punto más alto de aprobación, tras rescatar a los 33 mineros atrapados en octubre del 2010, solo logró una tasa de aprobación del 68%, muy por debajo del máximo de 81% de la ex presidenta Michelle Bachelet al dejar la casa de Gobierno.
De manera más importante, más allá de cualquier desventaja estructural, los chilenos se están volviendo cada vez más demandantes. Este fenómeno, que ha sido descrito previamente como los “dolores de crecimiento” del desarrollo, ha llevado a una mayor agitación social y a demandas de varios grupos de interés específico. El descontento no parece estar definido por líneas partidistas o institucionales, sino que más bien forma parte de un consenso amplio.
El presidente Piñera ciertamente ha hecho avanzar a Chile en la dirección correcta a nivel macroeconómico, pero también ha contribuido a la creciente brecha entre el gobierno y las expectativas de los votantes, dejando un desafiante escenario para su sucesor. Esto amenaza con afectar la competitividad, productividad e inviolabilidad del modelo económico de larga data de Chile, en momentos en que el país lucha por definir políticas transformacionales que le permitirán alcanzar el estatus de país desarrollado.
Brian P. Chase Brian P. Chase es gerente de cartera y titular de acciones andinas de Itaú Asset Management
The government of President Sebastián Piñera is winding down. In March 2014 President Piñera will hand over the presidential sash to his successor. So how has he done so far? On the balance, and strictly in economic terms, the administration has been quite successful in achieving the goals it laid out a little more than three years ago. However, the administration’s low approval rating, especially related to more socially-charged issues, has drawn attention to the challenges that Chile faces as it enters the home stretch on its path to developed country status.
When President Piñera took office in 2010, just days after the earthquake that struck Chile on February 27 that year, he laid out an eight-pillar plan. The first two pillars were strictly related to macroeconomic objectives, focusing on economic growth and employment. In terms of the economy, the government aimed to achieve 6% annual growth and has nearly accomplished that to date, with Chile growing at around 5.8% per annum from 2010 through the first quarter of this year. On the employment front, the government set a goal of creating 1 million jobs and is likely to at least come close with 817,000 jobs already created through March.
In addition to those objectives, the government has achieved underlying goals, such as raising the investment rate (as a percentage of GDP) to 25% as of the third quarter last year, up from 21% at the start of the administration, and reducing the fiscal deficit to below 1% (0.6% in 2012). The administration has also reduced the time to start a company from 22 days to just one. In the process it has fostered the creation of more than 170,000 new businesses, surpassing its goal of 100,000, with the aid of programs such as Start-Up Chile.
Although aided by still strong commodity prices, especially for copper, these accomplishments were arguably even more impressive given the turbulent external economic environment.
Meanwhile, the remaining six pillars were primarily related to more intangible social issues, including security, education, healthcare, eradicating poverty, quality of democracy and earthquake reconstruction. These areas are admittedly more difficult to assess, but notable improvements have undoubtedly been achieved, as evidenced by lower crime rates, better access to education, new hospitals built, poverty reduced, efficiency improved at the state level, and reconstruction achieved at a 90% rate of the required investment.
Therefore, a substantial part of the government’s eight-pillar plan has clearly been achieved.
That being said, a significant portion of Chile’s population seems unimpressed by these accomplishments. President Piñera’s approval rating was just 34% as of April, according to pollster Adimark. More specifically, the government received low approval ratings in healthcare (31%), education (24%), public transport (23%) and crime (16%). Even the economy, which is running at full steam, received just 49% approval. Energy is not in the list, but would also likely receive low approval based on the ongoing difficulties in the sector.
This disconnect can partially be explained by a structural gap faced by President Piñera, whether tied to general political tendencies in Chile or his level of charisma. Even at his peak of approval, after rescuing 33 trapped miners in October 2010, he only managed an approval rating of 68%, far below the 81% peak of former President Bachelet when she left office.
More importantly, beyond any structural disadvantage, Chileans are becoming increasingly more demanding. This phenomenon, which has been previously described as the “growing pains” of development, has led to greater social unrest and demands by various special interest groups. The discontent does not seem to be defined along party or institutional lines, but rather forms part of a broad consensus.
President Piñera has most certainly moved Chile in the right direction at the macroeconomic level, but he has also contributed to the growing divide between government and voters’ expectations, leaving a challenging scenario for his successor. This threatens to affect competitiveness, productivity and the sanctity of Chile’s long-standing economic model, as the country strives to define transformational policies that will allow it to reach developed country status.
Brian P. Chase is Portfolio Manager, Head of Andean Equities, at Itau Asset Management.