[:es]Liberando el comercio a través del Pacífico[:en]Freeing Trade across the Pacific[:]

11 Diciembre 2015
[:es]Un nuevo acuerdo comercial, el acuerdo transpacífico de libre comercio (TPP), sellado en octubre, reducirá no solamente barreras arancelarias, sino, mucho más importante aún, las barreras no arancelarias que gravan de manera particularmente onerosa al comercio en los servicios. Aclamado como un cambio de juego para el comercio mundial, ahora enfrenta la prueba de su ratificación por los doce países miembros.

Por Ruth Bradley

La idea de libre comercio a través del Pacífico dista mucho de ser nueva. Fue propuesta por primera vez a fines de los años sesenta, cuando se creó la Conferencia de Comercio y Desarrollo para el Pacífico (PAFTAD, en su sigla en inglés), seguida 20 años después por el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC, en su sigla en inglés). Pero, si bien se han logrado progresos significativos en materia de reducción de aranceles, 2010, la fecha establecida como meta por la APEC para lograr una completa liberalización del comercio por parte de sus miembros industrializados, llegó y se fue.

Ahora bien, una vertiente de esa visión podría convertirse en realidad. Aunque queda corta respecto de su objetivo final; es decir, establecer un Área de Libre Comercio Asia-Pacífico (FTAAP, en su sigla en inglés), el Acuerdo Transpacífico de Libre comercio (TPP, en su sigla en inglés), cuyo acuerdo fue logrado en Atlanta el pasado mes de octubre luego de más de cinco años de negociaciones, reunirá a 12 países de Asia y de las Américas (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam), representando alrededor de 40% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial y cerca de 30% del comercio del orbe.

Se trata del mayor pacto comercial en 20 años y constituye un acuerdo integral de alto nivel. “A falta de avances desde la Organización Mundial de Comercio, este acuerdo le da un impulso global al comercio de la siguiente generación”, dice Kathleen Barclay, presidenta de la Cámara Chileno Norteamericana de Comercio, AmCham Chile.

Al igual que acuerdos más antiguos, éste también reduciría aranceles, incluyendo algunos en el típicamente muy protegido sector agrícola, pero lo que es aún más importante, introduciría nuevas regulaciones para esquivar barreras no arancelarias, tales como los engorrosos procedimientos aduaneros y políticas de compras públicas que pueden, en estos días de tarifas más bajas, constituir una barrera mucho más seria para el comercio. El TPP también servirá -esperan sus miembros- como un nuevo referente para el desarrollo del comercio y de las inversiones alrededor del mundo.

Muchas expectativas están cifradas en su impacto en la liberalización del comercio de servicios. Sectores como finanzas y telecomunicaciones representan un enorme porcentaje del PIB, particularmente en los países desarrollados; pero, no obstante los avances de las tecnologías de la información y las comunicaciones, todavía representan una pequeña fracción del comercio mundial. Y lo anterior es parcialmente atribuible a las barreras no arancelarias. Un estudio realizado el año 2012 por el Instituto Peterson para la Economía Internacional con sede en Washington, llegó a la conclusión que en México, por ejemplo, dichas barreras no arancelarias equivalían a un arancel de 44%, mientras que en Canadá y Japón correspondían a un arancel de 15%, en tanto en Estados Unidos representaba sólo 6%.

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Calcular los beneficios potenciales de un acuerdo comercial del alcance del TPP es complejo. Después de todo, éstos dependerán parcialmente de cuán astutos sean los países miembros en aprovechar las nuevas oportunidades. Sin embargo, el Instituto Peterson estima que hacia el año 2025, dicho acuerdo podría impulsar el comercio mundial en unos US$ 305.000 millones; es decir, 1,1% más de lo que hubiera sido sin este acuerdo.

Algunos críticos han denigrado esto como un pequeño cambio. Sin embargo, los partidarios del TPP señalan que una integración de cadenas de suministro, quizás la clave más importante para potenciar sus beneficios, es un proceso necesariamente lento, particularmente, en un acuerdo que reúne a países tan diferentes como, por ejemplo, Estados Unidos y Vietnam.

El trozo de la torta que le toca a Chile

En el caso de las economías impulsadas por sus exportaciones, como Chile, Asia es crucial. Y lo es no solamente por el apetito chino por recursos naturales. El Fondo Monetario Internacional (FMI) estima que cerca de la mitad del crecimiento mundial de los próximos cinco años ocurrirá en Asia y sus clases medias en rápida expansión significan que su demanda por importaciones se está diversificando hacia productos con mayor valor agregado.

El TPP, en efecto, tiene sus raíces en el Acuerdo de Comercio P4 que Chile firmó con Brunei, Nueva Zelanda y Singapur el año 2005. Sin embargo, se han vertido ciertas expresiones un tanto escépticas en cuanto a sus ventajas para Chile, el único país miembro del TPP que ya tiene acuerdos de libre comercio con todos los demás miembros.

Andrés Rebolledo, director general de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, señala que el TPP es un avance en relación a los acuerdos de libre comercio que tiene el país al incluir algunos productos, principalmente del sector agrícola, que éstos excluyen. Particularmente en los mercados japoneses, canadienses, malayos y vietnamitas, señala, algunas exportaciones chilenas experimentarán una reducción arancelaria o un aumento de sus cuotas de importación.

Anticipando la publicación de un estudio gubernamental sobre las implicancias del referido acuerdo para Chile, Rebolledo sugiere que la industria alimentaria será una de las más beneficiadas con un mejor acceso para algunos productos que incluyen vacuno, cerdo y salmón. Para la industria forestal, agrega, habrá mejoras de acceso para productos manufacturados.

Por otra parte, Kathleen Barclay de AmCham, destaca que la acumulación de normas de origen del TPP también representa una oportunidad clave para Chile. Al permitir a productores chilenos utilizar insumos de otros países miembros, sin por ello perder ventajas arancelarias, éstos se podrían convertir en la base para el desarrollo de cadenas de suministro que, con innovación, fomentarían la diversificación de las exportaciones, algo que durante mucho tiempo ha sido identificado como uno de los desafíos pendientes del país.

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Aquello podría ser tan simple como envasar fruta tropical de Perú para ser exportada a alguno de los países asiáticos miembros. O bien, tal vez, comprar madera de algún otro país, utilizando diseños y manufactura chilena para fabricar muebles para ser exportados a Estados Unidos.

Según el Instituto Peterson, el acuerdo podría, hacia el año 2025, estar sumando unos US$ 2.500 millones anuales al PIB de Chile, equivalente a 0,9 puntos porcentuales de crecimiento adicional. Eso es más de lo que le representaría para Estados Unidos, país que experimentaría 0,4 puntos porcentuales de crecimiento y México, cuya ganancia sería de 0,5 puntos porcentuales, aunque algo menos de los 1,2 puntos porcentuales de Perú.

Pero, agrega Rebolledo, hay otra ganancia subyacente que es crucial para Chile. “Para un país pequeño e integrado, las reglas comerciales son fundamentales… y éste es el acuerdo más importante en materia de creación de nuevas normas en 20 años”. Por otra parte, señala él, los estándares que Chile ha cumplido por espacio de una década bajo el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos significa que, a diferencia de algunos otros socios del TPP, los costos de implementación serían muy bajos para Chile.

El comercio en América del Sur

Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la Organización de Naciones Unidas, las exportaciones de América del Sur se contraerán por tercer año consecutivo en 2015, profundizándose su caída desde 1,6% en
2013 y 7,3% en 2014 hasta 21% este año. Lo anterior es mayormente atribuible a la caída de los precios de los commodities, pero también refleja un bajo nivel de comercio intrarregional –muy inferior, por ejemplo, a lo que ocurre en gran parte de Asia-, el que, además, ha estado disminuyendo más rápidamente que el comercio con otras regiones.

En ese sentido, América del Sur se ha estado desempeñando peor que América Central, cuyas exportaciones intrarregionales están creciendo, aunque lentamente, siguiendo una tendencia en parte atribuida a la integración y desarrollo de su cadena de suministros impulsada por acuerdos comerciales de América Central con Estados Unidos, la Unión Europea y México. En contraste, América del Sur aparece claramente dividida en dos grupos -en el Pacífico y en el Atlántico-; división que se ha sugerido que el TPP podría acentuar.

Si bien Colombia no es un país miembro del TPP –principalmente por no ser miembro de APEC-, ha expresado su interés en asociarse a dicho acuerdo. Sin embargo, el enfoque comercial de, por ejemplo, Argentina y Brasil, es actualmente bastante diferente de los estándares propuestos en el TPP.

Según Jeffrey Schott, un senior fellow del Instituto Peterson y un ex negociador comercial de Estados Unidos, el TPP podría profundizar la grieta dentro de América del Sur. Señala que potencialmente habría un impacto en los flujos de inversión en la medida que aquellos países que incorporen sus estándares sean cada vez más atractivos para los inversionistas extranjeros,
en comparación con aquéllos que no sean miembros. Pero -aclara- esto es un síntoma del problema, no su causa.

Andrés Rebolledo tiene una visión más optimista: “el impacto sistémico del TPP, en términos de normas será, me parece, lo suficientemente importante como para que otros países lo evalúen a futuro”.

Y agrega, que hay espacio suficiente para que la Alianza del Pacífico –integrada por Chile, Colombia, Perú y México- y el bloque comercial del Mercosur, negocien acuerdos en temas específicos tales como facilitación del comercio, para cuyo objetivo ya se han reunido en dos ocasiones. Y no hay razón para que el TPP afecte aquello, enfatiza.

Entretanto, la Alianza del Pacífico también planea seguir desarrollando su propia agenda. Esto incluye algunas áreas no incluidas en el TPP, tales como los movimientos de personas, indica Rebolledo.

¿Un cambio de juego del comercio mundial?

En años recientes, el crecimiento del volumen del comercio mundial se ha desacelerado significativamente, cayendo por debajo de la producción mundial, la que en el pasado a veces duplicó. Esto es mayormente atribuible al prolongado bajón cíclico europeo, pero es también un reflejo de cambios estructurales, como la tendencia de China de fabricar una creciente cantidad de productos con valor agregado.

Sin embargo, no ayuda que los avances en materia de liberalización comercial han sido lentos. Si bien la Organización Mundial de Comercio (OMC) llegó a un acuerdo de facilitación comercial en 2013, principalmente orientado a reducir la burocracia aduanera, los resultados entregados por la ronda de negociaciones de Doha han sido muy modestos.

El resultado ha sido una mezcla de acuerdos regionales y bilaterales con normas a menudo incompatibles, pero el
TPP podría ser justo una señal de que la consolidación está comenzando.

El año 2013, Estados Unidos y la Unión Europea iniciaron negociaciones sobre la propuesta Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, en su sigla en inglés), la que debido a que los aranceles para productos comercializados a través del Atlántico ya están cercanos a cero, se enfocará, por lo tanto, en las regulaciones y otras barreras no arancelarias. O bien, dicho de otra manera, en armonizar o al menos reconocer los estándares de los otros en materias como pruebas de inocuidad alimentaria y seguridad de los automóviles.

Sin embargo, el progreso ha sido lento. Según algunos, esto se debe a que la atención de Estados Unidos ha sido absorbida por el TPP –el “pivote al Asia” del Presidente Barack Obama-, pero también hay una importante oposición pública en Europa hacia este acuerdo. Sin embargo, según John Murphy, vicepresidente senior de política internacional de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, los beneficios serían potencialmente mayores que aquéllos del TPP, tan sólo porque los flujos transatlánticos son tan grandes.

Del mismo modo, en Asia, ya comenzaron las negociaciones para la Asociación Económica Regional Integral (RCEP, en su sigla en inglés), que reúne a los diez miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, en su sigla en inglés) con otros seis países: Japón, China, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda e India. O bien, dicho en otras palabras, algunos de los mismos países que están en el TPP.

El punto es que ni el RCEP, ni el TPP, incluyen tanto a China como a Estados Unidos. Aun así, es posible que al menos uno de estos acuerdos sirva de trampolín para lograr la largamente soñada Área de Libre Comercio Asia-Pacífico (FTAAP, en su sigla en inglés).

“Un FTAAP parecía excesivamente ambicioso en el pasado, pero se está transformando en algo más real”, dice Jeffrey Schott del Instituto Peterson.

Mucho dependerá, naturalmente, de China. Pero, según Schott, no es inconcebible que antes del fin de esta década dicho país quisiera unirse al TPP. Recientemente de regreso de una visita a China, él reconoce que no será fácil superar las desconfianzas políticas mutuas entre Washington y Beijing. “Sin embargo, los líderes económicos chinos están observando lo que el TPP exigiría en términos de reformas… y la lista de líneas rojas, en términos económicos, no es tan larga”, señala.

De todas formas ya se discute otra idea respecto de cómo destrabar más los enormes potenciales beneficios del libre comercio a través de la región del Asia-Pacífico. Si los aspectos políticos de ampliar el TPP resultan demasiado difíciles, se podría negociar un acuerdo paraguas que complemente el RCEP y el TPP; el que, imponiendo elevados estándares y promoviendo la liberalización comercial a través de la región, tendría reglas diferenciadas de acuerdo al nivel de desarrollo de los países.

¿Podría el mundo hacer todavía más para aprovechar los beneficios del comercio? Ciertamente, porque sólo la liberalización multilateral asegura la inclusión de países pobres; precisamente los que más se podrían beneficiar. Sin embargo, de no ocurrir así, acuerdos amplios y de altos estándares como el TPP serían un gran paso hacia adelante.

¿Qué es lo que viene?

La firma del TPP ha sido agendada para el próximo año, probablemente en Nueva Zelanda en febrero. Pero ese hito será sólo el punto de partida de un largo camino de ratificación por los 12 países miembros, quienes dispondrán de dos años para su suscripción. Y ahí es donde Estados Unidos será clave. 

La reacción del congreso al texto del referido acuerdo ha sido variada, según John Murphy de la Cámara de Comercio de Estados Unidos, particularmente entre los republicanos, quienes generalmente apoyan los acuerdos de libre comercio. En este caso, sin embargo, algunos han expresado su preocupación o, al menos, no se han manifestado claramente a favor del acuerdo. Una razón para eso es la decepción de ver rebajado el período de protección para la información relativa a productos farmacéuticos nuevos a 5 años, de los 12 años solicitados originalmente por Estados Unidos.

El período en el cual esto está ocurriendo es también difícil para Estados Unidos. Por ley, un estudio del impacto del TPP en la economía estadounidense debe ser preparado antes de que el proyecto sea presentado al congreso, y es posible que no esté listo hasta mediados de mayo próximo, dejando así solo un par de meses antes del receso de verano del congreso. Luego, una vez que reanude sus sesiones estará en medio de la campaña electoral. En consecuencia, es bastante probable que no sea este congreso, sino el próximo -cuya composición aún se desconoce-, el que deberá decidir el futuro del TPP.[:en]A new trade agreement, the Trans-Pacific Partnership, sealed in October, would not only reduce tariffs barriers but, far more importantly, the non-tariff that weigh particularly heavily on trade in services. Hailed as a game-changer for global trade, it now faces the test of ratification by the 12 member countries.

By Ruth Bradley

The idea of free trade across the Pacific is far from new. It was first mooted in the late 1960s when the Pacific Trade and Development Forum (PAFTAD) was created, to be followed 20 years later by Asia-Pacific Economic Cooperation (APEC). But, although significant progress has been achieved in reducing tariffs, APEC's 2010 target date for full liberalization of trade by its industrialized members came and went.

Now, one strand of that vision is poised to become reality. Although still short of the ultimate objective -a Free Trade Area of the Asia-Pacific (FTAAP)- the  Trans-Pacific Partnership (TPP), on which agreement was reached in Atlanta in October after over five years of negotiations, would bring together 12 countries from Asia and the Americas -Australia, Brunei, Canada, Chile, Japan, Malaysia, Mexico, New Zealand, Peru, Singapore, the United States and Vietnam- that account for some 40% of global GDP and close to 30% of world trade.

The biggest trade deal in 20 years, it is a comprehensive, high-standard agreement. "In the absence of advances on the part of the World Trade Organization, it provides a global impetus to next-generation trade," states Kathleen Barclay, president of AmCham Chile.

Like older trade agreements, it would reduce tariffs, including some on the typically heavily protected agricultural sector but, more importantly, it would also introduce new rules to cut through the non-tariff barriers -such as cumbersome customs procedures and public procurement policies- that can, in these days of lower tariffs, be a much more serious barrier to trade. The TPP will, its members hope, also serve as a new benchmark for the conduct of trade and investment around the world.

Much hope is pinned on its impact in freeing trade in services. Sectors like finance and telecommunications account for a huge share of GDP, particularly in developed countries, but, despite advances in information and communications technologies, still only a small fraction of global trade. And that is partly because of non-tariff barriers. A study by the Washington-based Peterson Institute for International Economics in 2012 found that, in Mexico, for example, they were equivalent to a 44% tariff and, in Canada and Japan, around 15%, although only 6% in the United States.

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Calculating the potential benefits of a trade agreement of the scope of the TPP is complex. They will, after all, depend partly on how smart the member countries are in taking advantage of the new opportunities. However, the Peterson Institute estimates that, by 2025, it could boost global trade by US$305 billion, making it 1.1% higher than it would otherwise have been.

Critics have decried this as small change. But the TPP's advocates point out that supply-chain integration, perhaps the single most important key to unlocking its benefits, is necessarily a slow process, particularly in an agreement that brings together countries as different as, say, the United States and Vietnam.

Chile's slice of the pie

For export-driven economies like Chile, Asia is crucial. And not only because of China's hunger for natural resources. The IMF estimates that nearly half the world's growth over the next five years will be in Asia and its fast-expanding middle classes mean that demand for imports is diversifying into products with ever more value added.

The TPP, in fact, has its roots in the P4 trade agreement that Chile signed with Brunei, New Zealand and Singapore in 2005. Yet, some skepticism has been expressed about the gains for Chile, the only TPP member that already has Free Trade Agreements (FTAs) with all the other partners.

Andrés Rebolledo, director general of international economic relations at the Foreign Ministry, points out that the TPP builds on Chile's FTAs by including some products, principally in the agricultural sector, that they exclude.  Particularly in the Japanese, Canadian, Malaysian and Vietnamese markets, he says, some Chilean exports would see a reduction in tariffs or an increase in import quotas.

Ahead of publication of a government study of the agreement's implications for Chile, he suggests that the food industry would be one of the most benefited, with improved access for products that include beef, pork and salmon. For the forestry industry, he adds, there would be gains in access for manufactured products.

The TPP's cumulative rules of origin also represent a key opportunity for Chile, points out AmCham's Kathleen Barclay. By allowing Chilean producers to use inputs from other member countries without losing tariff advantages, they could become the foundation for the development of the supply chains that, with innovation, would foster the diversification of exports that has long been identified as one of the country's pending challenges.

That could be something as simple as canning tropical fruit from Peru for export to one of the Asian partners. Or, perhaps, buying wood from another country and using Chilean design and workmanship to make furniture for export to the United States.

According to the Peterson Institute, the deal could, by 2025, be adding US$2.5 billion per year to Chile's GDP, equivalent to an extra 0.9 percentage points of growth. That is more than for the United States, which would see an increase of 0.4 percentage points, and Mexico, where the gain would reach 0.5 points, but slightly less than Peru's 1.2 points. 

But, adds Rebolledo, there's another crucial, underlying gain for Chile. "For a small, integrated country, trade rules are fundamental... and this is the most important agreement on the creation of new norms in 20 years." Moreover, he points out that the standards with which Chile has complied for a decade now under its FTA with the United States mean that, in contrast to some of other TPP partners, implementation costs would be very low for Chile.

Trade in South America

According to the UN Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC), South America's exports will shrink for the third consecutive year in 2015, with the drop deepening from 1.6% in 2013 and 7.3% in 2014 to 21.0% this year. That is largely the result of plunging commodity prices but also reflects a low level on intra-regional trade -much lower than in, for example, much of Asia- which has, moreover, been dropping more quickly than trade with other regions.

On that score, South America has, indeed, been performing worse than Central America where intra-regional exports are growing, albeit slowly, in a trend attributed partly to the integration and supply-chain development promoted by Central American countries' trade agreements with the United States, the European Union and Mexico. By contrast, South America is clearly divided into two groups of countries -on the Pacific and the Atlantic- a divide that it has been suggested the TPP could accentuate.

Although Colombia is not a TPP partner -largely because it is not a member of APEC- it has expressed interest in joining. But the approach to trade of, say, Argentina and Brazil is at present quite different from the standards proposed under the TPP.

According to Jeffrey Schott, a senior fellow at the Peterson Institute and a former US trade negotiator, the TPP could deepen the fissure within South America. There would, he argues, potentially be an impact on investment flows as countries that implement its standards become increasingly attractive to foreign investors as compared to the non-members. But it is, he clarifies, a symptom of the problem, not its cause.

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Andrés Rebolledo takes a more optimistic view. "The TPP's systemic effects in terms of norms will, I think, be sufficiently important...for other countries to evaluate them in the future," he says.

There is, he adds, room for the Pacific Alliance -formed by Chile, Colombia, Peru and Mexico- and the Mercosur trade block to negotiate agreements on specific issues such as trade facilitation on which two meetings have already taken place. And there is no reason why the TPP should affect that, he emphasizes.

In the meantime, the Pacific Alliance also plans to continue moving forward with its own agenda. This includes areas not addressed by the TPP such as the movement of people, points out Rebolledo.

Game-change in global trade? 

In recent years, growth of the volume of global trade has slowed sharply, dropping below that of world economic output which it has, in the past, sometimes doubled. That is partly because of Europe's long cyclical downturn, but it also reflects structural changes including China's tendency to make an increasing number of value-added products at home.

However, it does not help that progress on trade liberalization has been slow. Although the World Trade Organization (WTO) reached an agreement on trade facilitation in 2013, principally to reduce customs red tape, the Doha round of talks has delivered only very modest results.

The result has been a “spaghetti bowl” of regional and bilateral trade agreements, often with mutually incompatible rules. But the TPP may be just one sign that consolidation is beginning.

In 2013, the United States and the European Union began negotiations on the proposed Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) which, because tariffs on products traded across the Atlantic are already close to zero, would focus on regulatory and other non-tariff barriers. Or, in other words, on harmonizing or, at least, mutually recognizing the other's standards on matters like food testing or car safety.

Progress has, however, been slow. According to some, that is because US attention has been absorbed by the TPP -President Barack Obama's "pivot to Asia"- but there is also important public opposition to the agreement in Europe. However, according to John Murphy, senior vice-president for international policy at the U.S. Chamber of Commerce, the benefits would be potentially greater than those of the TPP, just because trade flows across the Atlantic are so large.

Similarly, in Asia, negotiations began in 2012 on the Regional Comprehensive Economic Partnership (RCEP), bringing together the ten members of the Association of Southeast Asian Nations (ASEAN) with six other countries (Japan, China, South Korea, Australia, New Zealand and India). Or, in other words, some of the same countries that are in the TPP.

The catch is that neither the RCEP nor the TPP includes both China and the US. Still, one of these agreements could just possibly serve as the stepping stone towards the long-dreamt-of Free Trade Area of the Asia-Pacific (FTAAP). "An FTAAP seemed over-ambitious in the past, but is becoming more realistic," says the Peterson Institute's Jeffrey Schott.

Much will, of course, depend on China. But, according to Schott, it is not inconceivable that, before the end of the decade, it could be wanting to join the TPP.

Recently back from a visit to China, he recognizes that overcoming political mistrust between Washington and Beijing wouldn't be easy. "But Chinese economic leaders are looking at what the TPP would demand in terms of reforms... and the list of red lines, economically, is not that long," he reports.

And, in any case, another idea for unleashing more of the potentially huge benefits of free trade across Asia-Pacific is already being discussed. If the politics of enlarging the TPP prove too intractable, an umbrella agreement might be negotiated to complement the RCEP and the TPP which, while setting high standards and fostering trade liberalization across the region, would have tiered rules for economies at different stages of development.

Could the world still do more to harness the benefits of trade? Certainly, because only multilateral liberalization ensures the inclusion of poor countries, precisely the ones that stand to gain most. But, in its absence, broad and high-standard agreements like the TPP would be a huge step forward.

What next?

The TPP is scheduled to be signed early next year, probably in New Zealand in February. But that will only be the start of the long road of ratification by all 12 partner countries for which a two-year deadline as from the signing has been set. And, there, the United States will be key.

Reaction to the text of the agreement in Congress has been mixed, reports the U.S. Chamber of Commerce's John Murphy, most importantly among Republicans who generally support trade agreements. In this case, however, some have expressed concerns or have, at least, not come out clearly in favor. One reason for that is disappointment that the minimum period for protection of information relating to new pharmaceutical products was reduced to five years, rather than the 12 years that the US had requested.

Timing is also bad for the US. By law, a study of the TPP's impact on the US economy has to be prepared before it goes to Congress and that may not be ready until mid-May, leaving just two months before the summer recess. Then, once Congress reconvenes, it will be in the throes of an election campaign. There is, therefore, a strong chance that it will not be this Congress but the next one, with its still unknown composition, that gets to decide the future of the TPP.[:]
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