Lecciones Bancarias AprendidasBanking Lessons Learned

01 Diciembre 2008
Al parecer hay pocas anclas en la tormenta financiera global de la actualidad. Bear Stearns y Lehman Brothers quebraron e incluso algunos nombres familiares de las banca minorista -Citigroup, sólo por nombrar al más reciente- han necesitado un salvavidas fiscal para mantenerse a flote.


Sin embargo, los bancos de Chile parecen bastante seguros. No han seguido precisamente como de costumbre -eso habría sido esperar demasiado- pero no ha habido necesidad de paquetes de rescate de emergencia ni tampoco ningún banco ha estado cerca de la quiebra


“La crisis bancaria aquí es completamente distinta a la de otras partes del mundo, porque el sistema está muy bien capitalizado y es muy solvente”, señala Alejandro Alarcón, gerente general de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (ABIF). “La industria está bien preparada y en una posición relativamente sólida para superar esta crisis”.


Eso no significa que ha sido un viaje sin turbulencias. A principios de octubre, luego que el Congreso de Estados Unidos rechazara inicialmente un paquete de rescate de US$ 700.000 millones para los bancos de su país, los bancos de Chile vieron restringidas sus líneas de crédito internacional y comenzaron a depender de su efectivo, llevando al país a su propia mini crisis de liquidez.


Pero el Banco Central y el Ministerio de Hacienda intervinieron, mientras este último trajo US$ 1.000 millones de sus ahorros en el extranjero y los depositó en cuatro bancos locales, la autoridad monetaria abandonó un programa de intervención del mercado de divisas en virtud del cual planeaba añadir US$ 8.000 millones a sus reservas internacionales. Además, el Banco Central lanzó una serie de subastas semanales de canjes de dólares por pesos como una fuente adicional de liquidez para el sistema bancario.


Sin embargo, hubo poco interés en los canjes. Son demasiado caros, se quejan los banqueros, pero si hubieran estado realmente contra la pared, los habrían comprado de todos modos. La falta de interés es un testimonio de la inherente fortaleza del sector, afirma Alarcón.


Hasta septiembre, los bancos de Chile tenían una cartera crediticia avaluada en cerca de US$ 120.000 millones y capital y reservas por poco menos de US$ 12.000 millones. Eso les daba un tasa de adecuación de capital según el índice Basilea de un 12,2% que, si bien era levemente menor que el de agosto, era muy superior al estándar referencial de un 8%.


Más aún, los bancos de Chile han seguido siendo rentables pese a la agitación financiera. De hecho, Santander Chile y Banco de Chile, los dos bancos más grandes del país, ocuparon los lugares 19 y 20, respectivamente, en la lista de bancos con mayores ganancias del mundo en el tercer trimestre, según un estudio de Economatica, empresa consultora con sede en Nueva York.


Lecciones Difíciles


Según el Informe Global de Competitividad 2008-2009 del Foro Económico Mundial, el sistema bancario de Chile se ubica en la 18a posición a nivel mundial, por delante de España y de otros países latinoamericanos, con una puntuación de 6,5 de 7, donde 7 corresponde a un estado “en general saludable con sólidos balances” y 1 corresponde a una situación que “podría requerir un rescate del Gobierno”.


Pero los bancos chilenos no siempre han estado en una posición tan saludable. Hace justo 25 años, Chile estaba en medio de su propia crisis financiera cuando una combinación de recesión global, el colapso de la tasa de cambio del país y el otorgamiento imprudente de algunos préstamos de los dueños de los bancos a sus propias empresas no financieras pusieron al sistema de rodillas.


Esta crisis fue, de hecho, el tema de un artículo distribuido por el servicio de investigación del Congreso de Estados Unidos en septiembre al tiempo que la nación norteamericana luchaba por encontrar formas para enfrentar sus propios problemas. El artículo concluyó que, en términos relativos, el costo de la crisis chilena era “comparable en tamaño con el que quizás enfrentaba Estados Unidos en la actualidad”.


Las medidas tomadas en ese entonces por el Banco Central de Chile incluyeron la compra de los créditos no redituables o, como se conocen ahora, “activos tóxicos”. Pero, evitando el denominado peligro moral -o, en otras palabras, los incentivos para que siga habiendo un mal comportamiento- se exigió a los bancos usar sus futuras ganancias como provisión contra estos préstamos y no se les permitió distribuir ganancias hasta que se hubiera pagado totalmente al Banco Central.


Eso restauró la confianza y, junto con fusiones y cambios de propiedad, ayudó a que el sistema se recuperara. Sin embargo, fue un ejercicio costoso y el siguiente paso fue tratar de asegurar que aquello no volviera a ocurrir.


El resultado fue una reforma de amplio alcance a la legislación bancaria del país en 1986, que introdujo los controles estrictos de regulación y fiscalización que sólo comenzaron a flexibilizarse a partir de mediados de la década de los 90. Se dispusieron restricciones más fuertes al riesgo crediticio y se aumentaron los requisitos de capital.


“Los bancos están mejor preparados, regulados y fiscalizados como resultado de las reformas posteriores a la crisis”, sostiene Francisco Garcés, asesor del directorio del Banco de Chile. “Hoy en día, el sector es uno de los más eficientes y modernos de la economía de Chile”.


Además, no se emitió ninguna nueva licencia bancaria hasta una década y media después de la crisis. Puede que eso haya sido prudente, pero -según Jorge Quiroz de la consultora santiaguina Quiroz & Asociados- este cierre virtual del sector tenía como objetivo impulsar las ganancias de los bancos y permitirles pagar sus deudas con el Banco Central más rápidamente.


La autonomía dada al Banco Central a fines de la década de los 80 también contribuyó a la estabilidad financiera. Hoy en día, cuenta con una credibilidad que falta en otros países de América Latina, destaca Garcés.


Factores Macroeconómicos


En el sondeo del Foro Económico Mundial, Chile ocupó el 14o lugar a nivel mundial en cuanto a estabilidad macroeconómica y, según Quiroz, esta es una de las principales razones de la solvencia de sus bancos. “La principal fortaleza (del sistema bancario) proviene de factores macroeconómicos; Estados Unidos ha vivido durante 10 años con un gasto excesivo, tanto público como privado, mientras que Chile no”.


Fue el exceso de liquidez y la presión sobre los bancos de Estados Unidos por hacer crecer sus ganancias lo que los alentó a usar una “ingeniería financiera creativa” para vender nuevos productos tales como las hipotecas subprime (o de alto riesgo) sin conocer cabalmente los riesgos, subraya Garcés. Es cierto que los bancos chilenos han estado protegidos de la crisis en parte debido a que son “menos sofisticados” que los bancos estadounidenses en términos de los productos que ofrecen, pero también están mejor regulados, añade.


Si bien las hipotecas son una parte importante del negocio bancario en Chile -los créditos para la vivienda sumaron un monto cercano a los US$ 29.000 millones en septiembre o poco menos de un cuarto del total de créditos otorgados- los bancos chilenos son considerablemente más cautos al aprobar préstamos que sus pares en Estados Unidos, asevera Boris Buvinic, gerente general de Banco Itaú en Chile.


Más aún, en el caso del incumplimiento en el pago de las hipotecas, los bancos chilenos están más protegidos que sus símiles estadounidenses. En Estados Unidos, un deudor puede simplemente devolver la vivienda, cualquiera sea el precio del mercado y no tiene más obligaciones, mientras que en Chile, los bancos pueden demandar al deudor por cualquier diferencia entre lo que resta de la hipoteca y el precio de venta de la casa al momento en que la recupera.


Y, en cualquier caso, condiciones más estrictas para el otorgamiento de créditos implican que es extraño que haya morosos. De hecho, el porcentaje de préstamos pendientes, que se disparó en Estados Unidos cuando estalló la burbuja de la vivienda, casi no ha cambiado de cerca del 0,7%, indica Alarcón.


Por supuesto, no todo han sido buenas noticias y América Latina no está aislada de los efectos de la crisis. “La complicada situación de los bancos en Estados Unidos implicará menos créditos en dólares para los bancos chilenos, o menos renovaciones de las líneas de crédito, lo que hará más caros y restringidos los créditos para los exportadores”, destaca Quiroz.


Banco de Chile respondió a la crisis usando sus líneas de crédito existentes y solicitando más préstamos de otros bancos de Estados Unidos., Europa y China, señala Garcés. “Estamos bien posicionados hoy en día, pero tenemos que seguir trabajando para mantener la liquidez a futuro”.


No obstante, a medida que el crecimiento económico se desacelere, la demanda de créditos de consumo, hipotecas y otros productos financieros inevitablemente se verá afectada. “La prueba de fuego será el próximo año cuando los efectos de la crisis financiera se transferirán a la economía real”, señala Alarcón.


Pero el impacto debiera ser un menor crecimiento del mercado más que una contracción, predice, lo que significa que los bancos de Chile estarán mejor que en muchos otros países.


Competencia y Consolidación


Una de las razones para la estabilidad del sector bancario de Chile es que mantiene atractivos márgenes en tiempos de auge y caída, sostiene Quiroz, pero eso también tiene un lado negativo. “El hecho de que sus resultados no sean muy pro-cíclicos si se le compara con otros sectores bancarios del mundo refleja una relativa falta de competencia”


Cierto, Banco Santander y Banco de Chile juntos corresponden a cerca del 40% del mercado, pero desde mediados de los años 90, han ingresado al sistema nuevos actores. Bancos como el canadiense Scotiabank y el brasileño Itaú han tenido éxito en Chile al competir codo a codo con los grandes bancos.


Itaú, que llegó a Chile a comienzos del 2007 y que también tiene filiales en Argentina y Uruguay, está creciendo con fuerza, afirma Buvinic. Y, a su juicio, la industria es “altamente competitiva como muestran sus bajas comisiones por servicio, innovación de productos y una rentabilidad sobre los activos que es comparable a la de otros países”.


Los mayores costos y la menor liquidez, por cierto, podrían gatillar una consolidación como ha ocurrido en otros países. En Brasil, Itaú y Unibanco anunciaron en noviembre que se fusionarán para formar el banco más grande de América Latina y uno de los 20 más importantes del mundo, con activos avaluados en cerca de US $260.000 millones.


Sin embargo, según Quiroz, es improbable que Chile experimente medidas similares en el corto plazo, excepto como un efecto colateral de fusiones fuera del país como la del acuerdo entre Itaú y Unibanco o adquisiciones producto de la venta de filiales de bancos extranjeros a fin de recaudar capital.


Entretanto, los bancos se preparan para un difícil 2009 a medida que el crecimiento económico de Chile se desacelera y la demanda de productos financieros cae en parte como resultado de las altas tasas de interés. Un recorte de la tasa referencial de interés del Banco Central posiblemente encabece la lista de regalos que pedirán los bancos esta Navidad, pero aún si el Viejito Pascuero no la trae, todavía tendrán mucho por qué agradecer.


"¿Podemos capear la crisis? Yo creo que sí, o si ustedes prefieren ‘Yes we can’", señaló recientemente el ministro de Hacienda de Chile, Andrés Velasco, aludiendo a la frase hecha famosa por el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, en su discurso al ganar la elección.


Pero, quizás, es Estados Unidos -e, igualmente, algunos países de Europa- el que debiera estar aludiendo a los logros de Chile. Al gastar con sabiduría y regular el riesgo crediticio después de la crisis de los años 80, las autoridades han impedido que los bancos otorguen préstamos más allá de sus medios, dando una clase maestra de manejo de crisis.


“Las crisis nos enseñan lecciones y Chile ha aprendido de sus crisis pasadas”, señala Garcés. Por el bien de los bancos de Chile y sus clientes, eso es algo muy bueno.


Julian Dowling trabaja como periodista freelance y contribuye de manera regular con bUSiness CHILE.



Although the Chilean economy will certainly be hit by the international downturn, it has at least the anchor of a solid banking system.

There seem to be few anchors in today’s global financial storm. Bear Stearns and Lehman Brothers went under and even some of the household names of retail banking - Citigroup, to name just the latest - have needed a fiscal lifebelt to keep them afloat.

But Chile’s banks look pretty safe. It hasn’t quite been business as usual - that would have been too much to expect - but there has been no need for emergency rescue packages nor any near bankruptcies.

“The banking crisis is completely different here from other parts of the world because the system is very well capitalized and solvent,” says Alejandro Alarcón, general manager of the Association of Banks and Financial Institutions (ABIF). “The industry is well prepared and in a relatively strong position to ride out this crisis.”

That’s not to say it’s been all plain sailing. In early October, after the U.S. Congress initially rejected a US$700 billion rescue package for its country’s banks, Chile’s banks saw their international credit lines seize up and began to hold on to their cash, plunging the country into its own mini-liquidity crunch.

But the Central Bank and the Finance Ministry chipped in - the latter by bringing in US$1 billion of its savings from abroad and depositing them in four local banks, and the former by abandoning a program of currency market intervention under which it had planned to add US$8 billion to its international reserves. In addition, the Central Bank launched a series of weekly dollar-peso swap auctions as an additional source of liquidity for the banking system.

There was, however, little interest in the swaps. They’re too expensive, moaned bankers, but had they been in a really tight corner, they would have bought them anyway. The lack of interest is a testament to the sector’s inherent strength, says Alarcón.

As of September, Chile’s banks had a loan portfolio worth some US$120 billion and capital and reserves for just under US$12 billion. That gave it a Basel capital adequacy ratio of 12.2% which, although slightly lower than August, was well above the standard 8% benchmark.

Moreover, Chile’s banks have remained profitable despite the financial turmoil. Indeed, Santander Chile and Banco de Chile, the two largest banks, were 19th and 20th, respectively, in the list of the top-earning banks in the world in the third quarter, according to a study by Economatica, a New York-based consultancy company.


Hard lessons

According to the 2008-09 World Economic Forum's Global Competitiveness Report, Chile’s banking system ranked 18th in the world, ahead of Spain and all other Latin American countries, with a score of 6.5 out of 7, where 7 is “generally healthy with sound balance sheets” and 1 is “may require a government bailout”.

But Chilean banks have not always been in such a healthy position. Just a quarter of a century ago, Chile was in the throes of its own financial crisis when a combination of a global recession, the collapse of the country’s fixed exchange rate and some incautious lending by bank owners to their own non-financial companies brought the system to its knees.

This crisis was, in fact, the subject of a paper distributed by the Research Service of the U.S. Congress in September as the U.S. grappled for ways to address its own brewing troubles. The paper concluded that, in relative terms, the cost of the Chilean crisis was “comparable in size to that perhaps facing the U.S. today”.

The measures taken then by the Chilean Central Bank included the purchasing of non-performing loans or, as they are known today, “toxic assets”. But, avoiding so-called moral hazard - or, in other words, incentives for further bad behavior - the banks were required to use future income to provision against these loans and were not allowed to distribute profits until full repayment had been made to the Central Bank.

That restored confidence and, together with mergers and changes of ownership, helped to get the system back on its feet. But it was a costly exercise and the next step was to try to ensure it couldn’t happen again.

The result was a far-reaching reform of the country’s banking legislation in 1986, introducing the strict regulatory and supervisory controls that only began to be relaxed as from the mid-1990s. Tighter restrictions on credit risk were put in place and capital requirements were raised.

“The banks are better prepared, regulated and supervised as a result of the reforms that followed the crisis,” says Francisco Garcés, advisor to the board of Banco de Chile. “Today, the sector is one of the most efficient and modern of Chile’s economy.”

In addition, no new bank licenses were issued until a decade and a half after the crisis. That may have been prudential but, according to Jorge Quiroz of Santiago-based consulting firm Quiroz & Asociados, this virtual closure of the sector was intended to boost bank profits and allow them to pay off their debts to the Central Bank more quickly.

The autonomy granted to the Central Bank in the late 1980s has also contributed to financial stability. Today, it has a credibility that is lacking in some other Latin American countries, notes Garcés.

Macroeconomic factors

In the World Economic Forum's survey, Chile ranked 14th in the world on macroeconomic stability and, according to Quiroz, this is one of the main reasons for the solvency of its banks. “The main strength [of the banking system] comes from macroeconomic factors; the U.S. has been living for ten years with excessive spending, public and private, while Chile has not.”

It was excess liquidity and the pressure on U.S. banks to grow their profits that encouraged them to use “creative financial engineering” to sell new products such as subprime mortgages without fully knowing the risks, points out Garcés. It is true that Chilean banks have been protected from the crisis partly because they are “less sophisticated” than U.S. banks in terms of the products they offer, but they are also better regulated, he adds.

While mortgages are an important part of the banking business in Chile - housing loans totaled around US$29 billion in September or just under a quarter of total lending - Chilean banks are considerably more cautious in lending than U.S. banks, says Boris Buvinic, CEO of Banco Itaú in Chile.

Moreover, in the case of mortgage default, Chilean banks have more protection than their U.S. equivalents. In the U.S., a debtor can simply return the house, whatever its market price, and has no further liability whereas, in Chile, banks can sue the debtor for any difference between the balance of the mortgage and the house’s sale price at the time of repossession.

And, in any case, stricter lending conditions mean defaulters are rare. In fact, the percentage of outstanding loans, which soared in the U.S. when the housing bubble burst, has hardly changed from around 0.7%, says Alarcón.

Of course, it’s not been all good news and Latin America is not isolated from the effects of the crisis. “The complicated situation of the banks in the U.S. will mean less credit in dollars for Chilean banks, or less renewal of credit lines, which will make loans for exporters more expensive and restrictive,” points out Quiroz.

Banco de Chile has responded to the crunch by using its existing credit lines more and seeking loans from other banks in the U.S., Europe and China, says Garcés. “We are well positioned today but we have to keep working to maintain liquidity going forward.”

But as economic growth slows, demand for consumer loans, mortgages and other financial products will inevitably suffer. “The acid test will be next year when the effects of the financial crisis will be transferred to the real economy,” says Alarcón.

But the impact should be lower market growth rather than a contraction, he predicts, which means Chile’s banks will be better off than in many other countries.

Competition and consolidation

One of the reasons for the stability of Chile’s banking sector is that it maintains attractive margins in times of boom and bust, says Quiroz, but that also has a downside. “The fact that its results are not very pro-cyclical compared with other banking industries in the world reflects a relative lack of competition.”

True, Banco Santander and Banco de Chile together account for around 40% of the market but, since the mid-1990s, new players have entered. Banks like Canada’s Scotiabank and Brazil’s Itaú have been successful in Chile by competing head to head with the big banks.

Itaú, which arrived in Chile in early 2007 and also has subsidiaries in Argentina and Uruguay, is growing strongly, says Buvinic. And, in his view, the industry is “highly competitive as shown by its low service fees, product innovation and a return on assets that is comparable to other countries”.

Rising costs and tighter liquidity could, of course, trigger consolidation as has occurred in other countries. In Brazil, Itaú and Unibanco announced in November that they will merge to form the largest bank in Latin America and one of the top 20 in the world, with assets worth some US$260 billion.

However, according to Quiroz, Chile is unlikely to see similar moves in the short term, except as a side effect of mergers outside the country such as the Itaú-Unibanco deal, or acquisitions as a result of the sale of subsidiaries by overseas banks in order to raise capital.

In the meantime, the banks are bracing for a tough 2009 as Chile’s economic growth slows and demand for financial products falls partly as a result of high interest rates. A cut in the Central Bank’s benchmark interest rate would likely top the wish-lists of banks this Christmas, but even if Santa doesn’t come through, they will still have a lot to be thankful for.

“Can we deal with this crisis? I think so, or if you prefer, ‘Yes we can’,” said Finance Minister Andrés Velasco recently, alluding to the phrase made famous by U.S. president-elect, Barack Obama, in his election victory speech.

But it is, perhaps, the U.S. - and, for that matter, some European countries - that should be alluding to Chile’s achievements. By spending wisely and regulating credit risk after the crisis of the 1980s, the authorities have kept banks from lending beyond their means, giving a master class in crisis management.

“Crises teach us lessons and Chile has learned from its past crises,” says Garcés. For the sake of Chile’s banks, and their clients, that is a very good thing.

Julian Dowling is a freelance journalist and contributes regularly to bUSiness CHILE.
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