Sin embargo, los bancos de Chile parecen bastante seguros. No han seguido precisamente como de costumbre -eso habría sido esperar demasiado- pero no ha habido necesidad de paquetes de rescate de emergencia ni tampoco ningún banco ha estado cerca de la quiebra
“La crisis bancaria aquí es completamente distinta a la de otras partes del mundo, porque el sistema está muy bien capitalizado y es muy solvente”, señala Alejandro Alarcón, gerente general de la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (ABIF). “La industria está bien preparada y en una posición relativamente sólida para superar esta crisis”.
Eso no significa que ha sido un viaje sin turbulencias. A principios de octubre, luego que el Congreso de Estados Unidos rechazara inicialmente un paquete de rescate de US$ 700.000 millones para los bancos de su país, los bancos de Chile vieron restringidas sus líneas de crédito internacional y comenzaron a depender de su efectivo, llevando al país a su propia mini crisis de liquidez.
Pero el Banco Central y el Ministerio de Hacienda intervinieron, mientras este último trajo US$ 1.000 millones de sus ahorros en el extranjero y los depositó en cuatro bancos locales, la autoridad monetaria abandonó un programa de intervención del mercado de divisas en virtud del cual planeaba añadir US$ 8.000 millones a sus reservas internacionales. Además, el Banco Central lanzó una serie de subastas semanales de canjes de dólares por pesos como una fuente adicional de liquidez para el sistema bancario.
Sin embargo, hubo poco interés en los canjes. Son demasiado caros, se quejan los banqueros, pero si hubieran estado realmente contra la pared, los habrían comprado de todos modos. La falta de interés es un testimonio de la inherente fortaleza del sector, afirma Alarcón.
Hasta septiembre, los bancos de Chile tenían una cartera crediticia avaluada en cerca de US$ 120.000 millones y capital y reservas por poco menos de US$ 12.000 millones. Eso les daba un tasa de adecuación de capital según el índice Basilea de un 12,2% que, si bien era levemente menor que el de agosto, era muy superior al estándar referencial de un 8%.
Más aún, los bancos de Chile han seguido siendo rentables pese a la agitación financiera. De hecho, Santander Chile y Banco de Chile, los dos bancos más grandes del país, ocuparon los lugares 19 y 20, respectivamente, en la lista de bancos con mayores ganancias del mundo en el tercer trimestre, según un estudio de Economatica, empresa consultora con sede en Nueva York.
Lecciones Difíciles
Según el Informe Global de Competitividad 2008-2009 del Foro Económico Mundial, el sistema bancario de Chile se ubica en la 18a posición a nivel mundial, por delante de España y de otros países latinoamericanos, con una puntuación de 6,5 de 7, donde 7 corresponde a un estado “en general saludable con sólidos balances” y 1 corresponde a una situación que “podría requerir un rescate del Gobierno”.
Pero los bancos chilenos no siempre han estado en una posición tan saludable. Hace justo 25 años, Chile estaba en medio de su propia crisis financiera cuando una combinación de recesión global, el colapso de la tasa de cambio del país y el otorgamiento imprudente de algunos préstamos de los dueños de los bancos a sus propias empresas no financieras pusieron al sistema de rodillas.
Esta crisis fue, de hecho, el tema de un artículo distribuido por el servicio de investigación del Congreso de Estados Unidos en septiembre al tiempo que la nación norteamericana luchaba por encontrar formas para enfrentar sus propios problemas. El artículo concluyó que, en términos relativos, el costo de la crisis chilena era “comparable en tamaño con el que quizás enfrentaba Estados Unidos en la actualidad”.
Las medidas tomadas en ese entonces por el Banco Central de Chile incluyeron la compra de los créditos no redituables o, como se conocen ahora, “activos tóxicos”. Pero, evitando el denominado peligro moral -o, en otras palabras, los incentivos para que siga habiendo un mal comportamiento- se exigió a los bancos usar sus futuras ganancias como provisión contra estos préstamos y no se les permitió distribuir ganancias hasta que se hubiera pagado totalmente al Banco Central.
Eso restauró la confianza y, junto con fusiones y cambios de propiedad, ayudó a que el sistema se recuperara. Sin embargo, fue un ejercicio costoso y el siguiente paso fue tratar de asegurar que aquello no volviera a ocurrir.
El resultado fue una reforma de amplio alcance a la legislación bancaria del país en 1986, que introdujo los controles estrictos de regulación y fiscalización que sólo comenzaron a flexibilizarse a partir de mediados de la década de los 90. Se dispusieron restricciones más fuertes al riesgo crediticio y se aumentaron los requisitos de capital.
“Los bancos están mejor preparados, regulados y fiscalizados como resultado de las reformas posteriores a la crisis”, sostiene Francisco Garcés, asesor del directorio del Banco de Chile. “Hoy en día, el sector es uno de los más eficientes y modernos de la economía de Chile”.
Además, no se emitió ninguna nueva licencia bancaria hasta una década y media después de la crisis. Puede que eso haya sido prudente, pero -según Jorge Quiroz de la consultora santiaguina Quiroz & Asociados- este cierre virtual del sector tenía como objetivo impulsar las ganancias de los bancos y permitirles pagar sus deudas con el Banco Central más rápidamente.
La autonomía dada al Banco Central a fines de la década de los 80 también contribuyó a la estabilidad financiera. Hoy en día, cuenta con una credibilidad que falta en otros países de América Latina, destaca Garcés.
Factores Macroeconómicos
En el sondeo del Foro Económico Mundial, Chile ocupó el 14o lugar a nivel mundial en cuanto a estabilidad macroeconómica y, según Quiroz, esta es una de las principales razones de la solvencia de sus bancos. “La principal fortaleza (del sistema bancario) proviene de factores macroeconómicos; Estados Unidos ha vivido durante 10 años con un gasto excesivo, tanto público como privado, mientras que Chile no”.
Fue el exceso de liquidez y la presión sobre los bancos de Estados Unidos por hacer crecer sus ganancias lo que los alentó a usar una “ingeniería financiera creativa” para vender nuevos productos tales como las hipotecas subprime (o de alto riesgo) sin conocer cabalmente los riesgos, subraya Garcés. Es cierto que los bancos chilenos han estado protegidos de la crisis en parte debido a que son “menos sofisticados” que los bancos estadounidenses en términos de los productos que ofrecen, pero también están mejor regulados, añade.
Si bien las hipotecas son una parte importante del negocio bancario en Chile -los créditos para la vivienda sumaron un monto cercano a los US$ 29.000 millones en septiembre o poco menos de un cuarto del total de créditos otorgados- los bancos chilenos son considerablemente más cautos al aprobar préstamos que sus pares en Estados Unidos, asevera Boris Buvinic, gerente general de Banco Itaú en Chile.
Más aún, en el caso del incumplimiento en el pago de las hipotecas, los bancos chilenos están más protegidos que sus símiles estadounidenses. En Estados Unidos, un deudor puede simplemente devolver la vivienda, cualquiera sea el precio del mercado y no tiene más obligaciones, mientras que en Chile, los bancos pueden demandar al deudor por cualquier diferencia entre lo que resta de la hipoteca y el precio de venta de la casa al momento en que la recupera.
Y, en cualquier caso, condiciones más estrictas para el otorgamiento de créditos implican que es extraño que haya morosos. De hecho, el porcentaje de préstamos pendientes, que se disparó en Estados Unidos cuando estalló la burbuja de la vivienda, casi no ha cambiado de cerca del 0,7%, indica Alarcón.
Por supuesto, no todo han sido buenas noticias y América Latina no está aislada de los efectos de la crisis. “La complicada situación de los bancos en Estados Unidos implicará menos créditos en dólares para los bancos chilenos, o menos renovaciones de las líneas de crédito, lo que hará más caros y restringidos los créditos para los exportadores”, destaca Quiroz.
Banco de Chile respondió a la crisis usando sus líneas de crédito existentes y solicitando más préstamos de otros bancos de Estados Unidos., Europa y China, señala Garcés. “Estamos bien posicionados hoy en día, pero tenemos que seguir trabajando para mantener la liquidez a futuro”.
No obstante, a medida que el crecimiento económico se desacelere, la demanda de créditos de consumo, hipotecas y otros productos financieros inevitablemente se verá afectada. “La prueba de fuego será el próximo año cuando los efectos de la crisis financiera se transferirán a la economía real”, señala Alarcón.
Pero el impacto debiera ser un menor crecimiento del mercado más que una contracción, predice, lo que significa que los bancos de Chile estarán mejor que en muchos otros países.
Competencia y Consolidación
Una de las razones para la estabilidad del sector bancario de Chile es que mantiene atractivos márgenes en tiempos de auge y caída, sostiene Quiroz, pero eso también tiene un lado negativo. “El hecho de que sus resultados no sean muy pro-cíclicos si se le compara con otros sectores bancarios del mundo refleja una relativa falta de competencia”
Cierto, Banco Santander y Banco de Chile juntos corresponden a cerca del 40% del mercado, pero desde mediados de los años 90, han ingresado al sistema nuevos actores. Bancos como el canadiense Scotiabank y el brasileño Itaú han tenido éxito en Chile al competir codo a codo con los grandes bancos.
Itaú, que llegó a Chile a comienzos del 2007 y que también tiene filiales en Argentina y Uruguay, está creciendo con fuerza, afirma Buvinic. Y, a su juicio, la industria es “altamente competitiva como muestran sus bajas comisiones por servicio, innovación de productos y una rentabilidad sobre los activos que es comparable a la de otros países”.
Los mayores costos y la menor liquidez, por cierto, podrían gatillar una consolidación como ha ocurrido en otros países. En Brasil, Itaú y Unibanco anunciaron en noviembre que se fusionarán para formar el banco más grande de América Latina y uno de los 20 más importantes del mundo, con activos avaluados en cerca de US $260.000 millones.
Sin embargo, según Quiroz, es improbable que Chile experimente medidas similares en el corto plazo, excepto como un efecto colateral de fusiones fuera del país como la del acuerdo entre Itaú y Unibanco o adquisiciones producto de la venta de filiales de bancos extranjeros a fin de recaudar capital.
Entretanto, los bancos se preparan para un difícil 2009 a medida que el crecimiento económico de Chile se desacelera y la demanda de productos financieros cae en parte como resultado de las altas tasas de interés. Un recorte de la tasa referencial de interés del Banco Central posiblemente encabece la lista de regalos que pedirán los bancos esta Navidad, pero aún si el Viejito Pascuero no la trae, todavía tendrán mucho por qué agradecer.
"¿Podemos capear la crisis? Yo creo que sí, o si ustedes prefieren ‘Yes we can’", señaló recientemente el ministro de Hacienda de Chile, Andrés Velasco, aludiendo a la frase hecha famosa por el presidente electo de Estados Unidos, Barack Obama, en su discurso al ganar la elección.
Pero, quizás, es Estados Unidos -e, igualmente, algunos países de Europa- el que debiera estar aludiendo a los logros de Chile. Al gastar con sabiduría y regular el riesgo crediticio después de la crisis de los años 80, las autoridades han impedido que los bancos otorguen préstamos más allá de sus medios, dando una clase maestra de manejo de crisis.
“Las crisis nos enseñan lecciones y Chile ha aprendido de sus crisis pasadas”, señala Garcés. Por el bien de los bancos de Chile y sus clientes, eso es algo muy bueno.
Julian Dowling trabaja como periodista freelance y contribuye de manera regular con bUSiness CHILE.