[:es]La Ruta de la Conservación en Chile[:]

18 Abril 2018
[:es]La reciente creación de los parques marinos en Juan Fernández y Cabo de Hornos, junto con el acuerdo para la creación de la Red de Parques Nacionales de la Patagonia, posicionan a Chile como un país que está dando importantes pasos en el ámbito de la sustentabilidad. Además, lo convierte en un referente en el mundo, por los esfuerzos para impulsar el desarroll o a partir de la conservación, según la visión de varias organizaciones nacionales e internacionales.

Por AIRAM FERNÁNDEZ

A 60 metros de profundidad bajo el mar, un equipo de buzos en plena exploración descubre, casi por azar, algo extraordinario. Antes de descender, no saben qué encontrarán en esas aguas oscuras, prístinas e inexploradas que rodean las islas Diego Ramírez, cerca del Cabo de Hornos. Casi en el fondo, la sorpresa: miles y miles de centollas, centollones y cangrejos posados sobre algas, en una zona de 500 metros cuadrados (m2), trepando y tropezando unos con otros, protagonizan una de las escenas más increíbles que el equipo de National Geographic Pristine Seas presenció en ese mar, antes de que fuera declarado como área marina protegida.

“Jamás en mi vida había visto algo así, en ningún lugar del mundo”, señala Enric Sala, el experimentado biólogo marino español que encabeza este proyecto, ante las cámaras del documental “Los mares del fin del mundo”.

Esta y otras áreas marinas y terrestres han sido objeto del compromiso del Estado chileno para preservarlas, basándose en evidencia científica y en el trabajo realizado por autoridades, organizaciones no gubernamentales, ciudadanía y la academia. Así, a finales de febrero de este año, se sumaron nuevos hitos a los ocho parques marinos que según Sernapesca hay en Chile, con la apertura de uno de más de 144.000 kilómetros cuadrados (km2) en las islas Diego Ramírez-Paso Drake, la zona más austral del continente americano. Junto a la creación, a principios de año, de los parques de Juan Fernández y de Cabo de Hornos, más del 44% de la superficie marina del país quedó protegida.

Asimismo, otro paso crucial que dio Chile para conservar su tesoro verde fue con la Red de Parques en la Patagonia, concretada también a fines de enero, tras la propuesta de Tompkins Conservation de donar más de 404.000 hectáreas (hás) de sus tierras preservadas y restauradas, a cambio de que el gobierno se comprometiera a añadir tierras adicionales para este fin. El resultado: la Red completó 4,5 millones de hás, superficie superior al territorio de Suiza (que alcanza los 4,2 millones).

Pasos que, además de ser un aporte inédito en conservación y una muestra del liderazgo que ha tomado el país en temas de cambio climático, son hitos que contribuirán también a su desarrollo económico.


Desde el año 2012, Chile cuenta con una Estrategia Nacional de Turismo cuyo principal objetivo es que en 2020 el país sea reconocido como un destino turístico de clase mundial, con una oferta atractiva, variada, sustentable y de alta calidad. Según estadísticas del Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), el 65% de los visitantes lo elige por la naturaleza, lo cual confirma que la ruta trazada con la creación de parques y protección de áreas, es la correcta.

“Cada vez más los turistas se están fijando en si los destinos que desean visitar son sustentables o no, y sobre esa base adoptan la decisión de a dónde ir”, ratifica el presidente de la Federación de Empresas de Turismo de Chile (Fedetur), Ricardo Margulis. La red de Parques de la Patagonia encaja perfectamente en este patrón.

Y es algo que también menciona el director ejecutivo de la organización norteamericana Marisla Foundation, Herbert Bedolfe, quien ejemplifica el punto con el Parque Nacional Yosemite, en California, que anualmente recibe más de tres millones de visitantes y que el año pasado generó beneficios económicos por más de US$ 686 millones, según los reportes del Servicio Nacional de Parques de EE.UU. “Eso les puede dar una idea de lo que va a significar la nueva Red de Parques de la Patagonia”, puntualiza el ejecutivo, añadiendo que hoy sí es posible desarrollar estrategias de conservación que potencien la continuidad productiva. Lo han logrado en California, al demostrar cómo ese estado representa la sexta economía del mundo, y aun así protege el aire, sus costas, pesquerías, bosques y naturaleza en general.

Mares que mueven la economía

En el caso de Juan Fernández, donde más del 90% de los peces que nadan es sus aguas es único en el mundo, involucrar a la comunidad local fue clave para avanzar en la creación de este parque marino de 262 mil km2, explica el director para América Latina de National Geographic Pristine Seas, Alex Muñoz, quien ha trabajado por más de 10 años en ese archipiélago.

Aquí, la pesca de langosta es la más sustentable de todo Chile desde hace 120 años y en 2015 alcanzó la certificación internacional del Marine Stewardship Council (MSC), el estándar más alto para la cadena de custodia y trazabilidad de productos pesqueros. Por esa razón, al parque se le sumó un Área Marina Costera Protegida de Múltiples Usos (AMPC) de 24 mil km2, totalizando una protección oficial de 286 mil km2, que habilita la continuidad de la pesca artesanal.

Con una industria pesquera en crisis, resalta Muñoz, la creación de parques de este tipo se convierte en la manera “más efectiva” de recuperar, en el menor tiempo posible, los recursos marinos de los que dependen los trabajadores del mar. Además, los estudios han comprobado que con estas estrategias, la abundancia de peces se multiplica en más de 500%.

El director ejecutivo de Marisla Foundation valora este ejemplo de cooperación entre gobierno y sociedad civil como el propulsor de una buena ola económica que vendrá para la comunidad local de ese conjunto de islas, por una simple razón: si las áreas de langosta permanecen saludables, el beneficio continuará por mucho tiempo más y se extenderá a todo el sector pesquero en general.

El parque marino Diego Ramírez-Paso Drake también obedece a una estrategia de preservación que lleva casi 20 años y a una medida que resulta “natural” del proceso impulsado desde la Reserva de la Biósfera Cabo de Hornos, señala Ricardo Rozzi, presidente del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y director del Programa de Conservación Biocultural Subantártica de la Universidad de Magallanes.


En este mar del fin del mundo, donde se conservan insectos que se han extinguido en otros lugares y que funcionan como verdaderos termómetros del calentamiento global, existe la particularidad de haber conciliado los intereses de la protección con los de áreas económicas no sólo de la pesca artesanal, sino también de la industrial. En este caso, explica Rozzi, la pesca industrial se afectó en un porcentaje acotado, para restringirla en relación a una prioridad de conservación específica: conservar el talud y las islas. En las áreas que no se requería, se mantuvo junto a las actividades de la pesca artesanal.

Para The Lucile & The Packard Foundation, la consolidación de estas estrategias posiciona a Chile como un ejemplo no sólo en Latinoamérica, sino a nivel mundial, por establecer más del 40% de su territorio marino bajo algún esquema de protección y más del 20% como parques marinos completamente protegidos, así como por los importantes pasos que se han tomado para establecer medidas de manejo pesquero y acuícola más sostenibles.

Además, pone al país como un modelo sobre lo que se puede lograr al compatibilizar la protección del medio ambiente con el desarrollo y bienestar. De hecho, Chile está entre las prioridades de esta organización en investigación y manejo sensato de mares, junto con Estados Unidos, México, Indonesia, Japón y China, señala el responsable del Programa de Conservación y Ciencia de la fundación, Richard Cudney.

Preservar la tierra

Hasta hace pocos años, Chile tenía sólo 5% del mar y tierra protegidos, recuerda el presidente de la Cámara Chilena Norteamericana de Comercio (AmCham Chile), Guillermo Carey. Como todos, celebra la creación de la Red de Parques de la Patagonia, una iniciativa que posibilita que los parques nacionales aumenten su superficie en 38,5% y alcancen un 81,1% del total de áreas protegidas en el país.

Sin embargo, observa que el reto inmediato está en mirar cómo se hará la mantención, lo que implicará “el surgimiento de nuevas inversiones que probablemente se enfocarán en el ámbito de los servicios y en propuestas turísticas que sean atractivas y armónicas con el entorno”.

Uno de los frentes en que, precisamente, trabaja Tompkins Conservation, fundación creada por el fallecido empresario Douglas Tompkins y su esposa, Kristine McDivitt, para posicionar el sector y potenciar el turismo como consecuencia de la conservación.


Con un trabajo enfocado entre Puerto Montt y Cabo de Hornos, sector que representa un tercio de Chile, la ruta permite conectar una red de 17 parques nacionales, de los 36 que ya existen en todo el país, y que incluye los parques Pumalín y Patagonia, proyectos emblemáticos de Tompkins.

La directora ejecutiva de la fundación, Carolina Morgado, proyecta los logros que en el futuro Chile alcanzará ostentando esta red de parques, partiendo de la experiencia que han tenido con Pumalín, desde hace 25 años.

Tras una década de trabajo, dice Morgado, el aumento fue de 0 a 3 con respecto a las noches que la gente se quedaba: “En aquella época pasaba un par de miles de personas por Chaitén para recorrer la ruta austral. En el último año fueron 120 mil personas porque convertimos este parque en un atractivo, desarrollando toda su infraestructura”.

La fórmula de Tompkins Conservation gira en torno a una infraestructura limitada. Por ejemplo, en Pumalín hay sólo nueve cabañas para alojamiento pues la idea es que los servicios contratados estén en las áreas aledañas, para beneficiar a las comunidades, explica Morgado.

Ahora, lo que viene para la red de parques dependerá de un plan de manejo cuyo desarrollo corresponde a la Corporación Nacional Forestal (Conaf), y del que la fundación espera ser parte para repetir la experiencia del Parque Nacional Corcovado, en 2005, que también nació tras una donación de tierras de Douglas Tompkins y The Conservation Land Trust.

Para eso realizarán estudios de factibilidad económica en los próximos meses, con ayuda de consultoras internacionales, pero siempre con Latinoamérica como referencia, para evaluar cuál es la mejor manera de desarrollar esta ruta, a qué comunidades podría beneficiar y de qué manera, y cómo lo han hecho otros países de la región con proyectos similares.

En la Embajada de Estados Unidos en Chile también tienen la mirada puesta en el desarrollo de éste y otros sectores, confirma el encargado de Asuntos Económicos, Andrew Griffin, quien dice que en el caso de los parques nacionales terrestres, “estamos explorando las mejores prácticas y la incorporación de nuevas tecnologías para el manejo de las concesiones turísticas al interior de esos recintos”.

El desafío del turismo sustentable

El director de conservación de World Wildlife Fund (WWF) Chile, Rodrigo Catalán, aplaude la protección de áreas terrestres y la creación de nuevos parques, como la Red de la Patagonia, por tratarse de un gran aporte en la reducción de los efectos del cambio climático.

Esta red, que va desde las regiones de Los Lagos hasta la de Magallanes, representa uno de los lugares más prístinos del mundo: bosques poblados por alerces milenarios, rodeados de las aguas más puras y habitados por especies endémicas en peligro de extinción, con condiciones habilitantes para el desarrollo en la zona.

Su interés turístico es indudable y ya el New York Times la ubicó en el sexto puesto de un listado de 52 lugares para visitar en 2018. “Esto ayudará a cimentar una imagen de país verde que se beneficiará del turismo de naturaleza y bajo impacto”, afirma Catalán.


Acá pueden desarrollarse nuevos e innovadores emprendimientos turísticos que generen nuevas oportunidades de trabajo y favorezcan un ciclo productivo y beneficioso para esas localidades, asegura Margulis, “como ya está ocurriendo en muchos lugares, con verdaderos nodos de desarrollo turístico”.

Pero es necesario potenciarlo, sobre todo mirando experiencias exitosas fuera de Chile. Y para eso, las alianzas y conversaciones reales, son la clave.

En este sentido, Guillermo Carey considera “relevante” sumar esfuerzos entre el sector público, autoridades, empresarios y emprendedores de Estados Unidos, un país con amplia experiencia en estos temas. Al mismo tiempo, hay que fomentar el diálogo público-privado y seguir involucrando a la academia, lo cual se ha hecho muy bien, a juicio de Herbert Bedolfe, de Marisla Foundation: “Chile ha sido muy diligente al confiar en la ciencia. Eso es crucial”. Y Carey explica por qué: “Es esencial contar con buena ciencia e incorporar expertos que puedan aportar la mayor cantidad de información, desde una perspectiva científica con datos y análisis, para una correcta toma de decisiones”.

Así como Chile ha desarrollado estrategias para posicionar otros parques nacionales –como Torres del Paine– en el lente turístico global, Richard Cudney, de The Lucile & The Packard Foundation, no ve razón alguna por la que no se podría hacer lo mismo con todas las áreas marinas protegidas, sobre todo en el caso del archipiélago Juan Fernández, que está cargado de un estigma muy injusto debido a los desastres naturales que lo han afectado en el pasado.

Mientras tanto, la comunidad articulada sigue avanzando en ese conjunto de islas, luego de constituir a principios de abril el comité del Acuerdo de Producción Limpia que busca convertir a la isla Robinson Crusoe en un destino turístico sustentable de intereses especiales.

En esa línea, lo que más preocupa a Rodrigo Guijón, coordinador del programa de conservación marina de Wildlife Conservation Society (WCS) Chile, y cuyo trabajo está centrado en la Patagonia y Tierra del Fuego, es que todo se reduzca a unos “parques de papel”, o que sólo se quede en el decreto. “Ahora viene todo un trabajo colectivo de qué hacer con esas áreas protegidas para darles un manejo verdaderamente efectivo”, aclara.

Álex Muñoz, de National Geographic, está seguro de que la creación del parque es una noticia positiva “para que este conjunto de islas sea conocido de una manera mucho más constructiva y justa por lo que es”, esperando que esto pueda atraer a más turistas.

Lo mismo esperaría Ricardo Rozzi, del IEB, para el último confín de América en Cabo de Hornos, ese conjunto de islas de aguas oscuras que muchos comparan con una fábrica de viento mundial. Un lugar donde los científicos de National Geographic se encontraron con aquella incalculable agregación de centollas y centollones, una experiencia única en el mundo.

Los mayores desafíos

Por ley, los parques marinos quedan bajo la tuición del Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura (Sernapesca), que junto a la Armada de Chile, se encarga del monitoreo y fiscalización. Pero fiscalizar el mar no es tarea fácil, advierten los expertos. En el caso del archipiélago Juan Fernández, la vigilancia es uno de los grandes desafíos y por eso la Armada de Chile está aumentando progresivamente su presupuesto para tener mayor presencia de barcos y aviones y vigilar estas áreas, señala Álex Muñoz, de National Geographic Pristine Seas. En esta materia, adquirir un sistema de vigilancia satelital es la tarea más próxima para el gobierno, además de un análisis de inteligencia para saber dónde hay más riesgo de que barcos ilegales puedan entrar a pescar a las aguas chilenas, comenta.

La Embajada de EE.UU. en Chile está compartiendo su experiencia en torno a lo que se conoce como planificación espacial marina (Marine Spatial Planning), una herramienta que se utiliza para reunir a todas las partes interesadas –gobierno, ONG, empresas extractivas, operadores turísticos y sociedad civil– para coordinar estrategias y lograr un manejo sustentable de las áreas protegidas. La herramienta se aplicó en el Santuario Nacional Marino Flower Garden Banks, en EE.UU., donde se logró un acuerdo que permitió mantener algunas actividades económicas, así como la colaboración público-privada en favor de la conservación, dice Andrew Griffin, encargado de Asuntos Económicos de la Embajada de EE.UU.

El tema pasa por hacerse cargo del monitoreo, evaluación y seguimiento para saber cómo está comportándose la biodiversidad una vez creado el parque, dice Rodrigo Guijón, de WCS Chile, para quien también es clave las capacidades del personal dedicado al manejo de conservación.[:]
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