La Nueva Clase Gobernante del MundoPor Ruth Bradley

01 Junio 2008

¿Quién gobierna al mundo? Ésa es la pregunta analizada por el consultor de negocios y experto en política David Rothkopf en su nuevo libro, Superclass: The Global Power Elite and the World They Are Making.


La pregunta en sí –frecuente en el terreno de quienes teorizan sobre las conspiraciones- es tan antigua como el mundo mismo, pero Rothkopf (conocido de los miembros de AmCham Chile por su participación en la conferencia Business Future of the Americas Conference celebrada el año pasado en Santiago) tiene una nueva respuesta, la que en muchos aspectos resulta inquietante. Tal como las naciones del pasado generaron elites nacionales del mismo modo, afirma, la globalización ha producido una nueva elite mundial o superclase, formada por personas de distintas esferas sociales -financistas, funcionarios de bancos centrales, líderes de negocios, jefes de Estado, jefes militares, barones de los medios de comunicación, líderes religiosos, artistas- para quienes el mundo está a sus pies. Las comunicaciones globales ayudan tal como los jets privados Gulfstream, que son parte del equipamiento básico de la nueva elite y uno de sus símbolos más visibles. Ser rico es útil -muchos miembros de la nueva elite son más ricos que cualquier elite de la historia, destaca Rothkopf-, pero lo central es el poder, el poder para tener un efecto sobre la vida de las personas a escala mundial.


¿Quiénes son los miembros de esta nueva superclase y cuántos son?


Terminé con un grupo medular de entre 6.000 y 7.000 personas, en otras palabras, una en un millón. En cuanto a quiénes son, el 94% son hombres y el 60% proviene de Estados Unidos o Europa, si bien el segmento asiático es el que ha crecido con mayor rapidez.


¿A dónde debo ir si quiero reunirme con ellos? ¿Davos?


Muchas de las personas que conforman la superclase sí asisten a la reunión del Foro Económico Mundial en Davos. Gulfstream, por ejemplo, estima que el 10% de sus 1.500 aviones están detenidos en el aeropuerto durante dicha reunión. Pero el hecho de ir a Davos no significa necesariamente que seas de la superclase. Los miembros de la superclase tienden a haber asistido a las mismas universidades -Harvard, Oxford y Cambridge, la Sorbonne y la Universidad de Tokio, por ejemplo- y a menudo pertenecen a los mismos clubes como el Council on Foreign Relations de Nueva York.


Las elites siempre han existido; ¿qué es lo novedoso de ésta?


Más que nunca antes, ésta afecta de manera regular las vidas de millones de personas a través de las fronteras porque, si se les compara con las elites del pasado, tiene una cantidad muy grande de miembros que operan a escala global. Y, en parte debido a las comunicaciones globales, tienen más en común entre ellos que con otra gente en su propio país. La nueva superclase también está más estrechamente asociada al sector de lo privado, en lugar al de lo público, y hay una enorme concentración de poder y riqueza. Recuerde que las 100 empresas más grandes del mundo son más grandes que una serie de Estados. Desde el techo del mundo, el planeta puede verse muy pequeño.


Eso es preocupante…


El poder de los Gobiernos nacionales está disminuyendo en muchas partes del mundo. Los Gobiernos por su propia naturaleza están confinados a las fronteras, mientras que los miembros de la nueva superclase operan a una escala global. Los Gobiernos son particularmente débiles cuando se trata de abordar temas transnacionales. En ese sentido, el sistema de Westfalia necesita cierto afinamiento o, quizás, una revisión radical porque es incapaz de abordar temas como el cambio climático o la regulación de los mercados financieros internacionales. La superclase llena el vacío en esta estructura. Puede intervenir para resolver una crisis -digamos, una crisis financiera- de manera rápida y eficiente, pero si un grupo de sus miembros actúa en conjunto, pueden hacer avanzar sus propios intereses. Las elites en el pasado se excedieron, pero ahora no hay mecanismos nacionales para contrapesar el poder de la superclase. Tiene muchísimo más poder que cualquier otro grupo en el planeta.


Entonces, ¿es la nueva superclase una mala noticia?


Realmente no puedo afirmarlo. Algunos de sus miembros hacen el bien, como Bill Gates, y otros son completamente malos. Lo que puedo decir es que vivimos en un mundo de excesos sin parangón en el que la igualdad se está deteriorando. El 10% más rico ahora controla el 85% de toda la riqueza del mundo. Eso es realmente inquietante y quienes tienen poder tienen que responder por él. Chile, por ejemplo, lo ha hecho bien, pero la inequidad es un problema ahí.


¿Y dónde deja eso a la democracia?



Para comenzar, claramente hay algo mal si el 94% de la superclase son hombres. Una estructura política que no es representativa es una fuente de tensión. Necesitamos mecanismos globales que reflejen la voluntad de la gente común y corriente, de lo contrario aparece el riesgo de una reacción violenta. E, incluso si los líderes empresariales fueran ángeles, no podrían actuar en beneficio del interés público, porque tienen una obligación para con sus accionistas. Además analizan los resultados trimestrales y no los de más largo plazo porque no se les paga por hacer eso y la nueva elite es más efímera que las del pasado. El tiempo del poder vitalicio e inherente ya pasó. Perteneces a la nueva superclase sólo mientras dure tu poder y eso a menudo está relacionado con tu empleo.


Una última pregunta, ¿hay algún chileno miembro de la superclase?



Considero que los latinoamericanos corresponden a entre un 10% y un 15% de la nueva elite y, por supuesto, en ese grupo hay chilenos. Colocaría entre ellos a la presidenta Bachelet, al ministro de Relaciones Exteriores Foxley y a los dueños de las empresas líderes del país.



Who rules the world? That is the question examined by business consultant and political scholar David Rothkopf in his new book, Superclass: The Global Power Elite and the World They Are Making.

The question itself - more often the territory of conspiracy theorists - is as old as the world itself but Rothkopf - familiar to AmCham Chile members from his participation in last year’s Business Future of the Americas Conference in Santiago - has a new and, in many ways, troubling answer. Just as the nation states of the past produced national elites so too, he argues, has globalization produced a new global elite or superclass, formed by people from different walks of life - financiers, central bankers, business leaders, heads of state, military chiefs, media barons, religious leaders, artists - for whom the world is their oyster.

Global communications help and so do Gulfstream private jets, which are part of the new elite’s basic equipment and one of their most visible giveaways. Being rich is useful - many members of the new elite are wealthier than any elite ever before, notes Rothkopf - but the bottom line is power, the power to affect the lives of people on a global scale.

Who are the members of this new superclass and how many of them are there?

I ended up with a core group of somewhere between 6,000 and 7,000 people or, in other words, one in a million. As to who they are, 94% are men and 60% are from the U.S. or Europe, although the Asian segment is the one that’s growing fastest.

Where do I go if I want to meet them? Davos?

A lot of superclass people do go to the World Economic Forum meeting in Davos. Gulfstream, for example, estimates that 10% of its 1,500 planes are parked at the airport during that meeting. But going to Davos doesn’t necessarily mean you’re superclass. Members of the superclass tend to have gone to the same universities - Harvard, Oxford and Cambridge, the Sorbonne and the University of Tokyo, for example - and they often belong to the same clubs like the Council on Foreign Relations in New York.

Elites have always existed; what’s new about this one?

More than ever before, it affects the lives of millions of people across borders on a regular basis because, as compared to the elites of the past, it has a very large number of members who operate on a global scale. And, partly because of global communications, they have more in common with each other than with their own country people.

The new superclass is also more closely associated with the private, rather than public, sector and there’s an enormous concentration of power and wealth. Remember that the world’s 100 largest corporations are bigger than all but a handful of states. From the top, the world can look very small.

That’s worrying…

The power of national governments is waning in many parts of the world. Governments by their very nature are confined within borders whereas the members of the new superclass operate on a global scale. Governments are particularly weak when it comes to dealing with transnational issues. In that sense, the Westphalian system needs some fine-tuning or, perhaps, radical revision because it isn’t able to address issues like climate change or the regulation of international financial markets.

The superclass fills the void in this structure. It can step in to resolve a crisis - say, a financial crisis - fast and efficiently but, if a group of its members act together, they can advance their own interests. Elites in the past have overreached themselves but now there aren’t national mechanisms to counterbalance the power of the superclass. It has vastly more power than any other group on the planet.

So the new superclass is bad news?

I really can’t say. Some of its members do good, like Bill Gates, and some are downright evil. What I can say is that we live in a world of unparalleled excess in which equality is deteriorating. The top 10% now control 85% of all the wealth in the world. That’s really troubling and those with power have to answer for it. Chile, for example, has done well but inequality is a problem there.

And where does that leave democracy?

To start with, something is clearly wrong when 94% of the superclass is male. A political structure that isn’t representative is a source of tension. We need global mechanisms that reflect the will of ordinary people otherwise there’s the risk of a backlash.

And, even if corporate leaders were angels, they couldn’t act in the public interest because their obligation is to their shareholders. They’re also looking at quarterly earnings not the longer term because they’re not paid to do that and the new elite is more transient than those of the past. The age of inherent lifelong power has passed. You only belong to the new superclass as long as your power lasts and that’s often job-related.

One last question, are there any superclass Chileans?

I estimate that Latin Americans account for around 10-15% of the new elite and, of course, there are Chileans. I’d put President Bachelet, Foreign Minister Foxley and the country’s leading business owners there.
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