La Industria Cinematográfica de Chile: ¿La Nueva Nueva Zelanda? Chile’s Film Industry: The New New Zealand?

02 Octubre 2013

El 13 de octubre del 2010, mil millones de personas de todo el mundo vieron expectantes en sus televisores cuando 33 mineros llenos de polvo y sepultados bajo tierra por más de dos meses finalmente llegaban a la superficie. Tres años después del increíble rescate, Jennifer López y Antonio Banderas, entre otros miembros del elenco, volarán hacia el sur hasta la localidad minera de Copiapó en el norte de Chile para filmar Los 33, película basada en estos hechos.

“Esto mostrará a Chile desde una muy buena perspectiva. Es como cuando los chinos tuvieron los Juegos Olímpicos”, dice el veterano productor de Los 33 Mike Medavoy con arrogante optimismo. La reputación de Medavoy incluye más de 300 películas, 17 nominaciones al Oscar y siete ganadoras del premio, incluidas El Cisne Negroy La Isla Sieniestra.

Con nombres tan afamados delante y detrás de cámara, la industria cinematográfica chilena apunta a un mega éxito. Un film épico podría poner un foco permanente sobre el largo país como terreno de primer nivel para la industria cinematográfica.

Las ventajas de filmar en Chile son muchas. Está la variedad y proximidad de una geografía extrema. Los ejecutivos cinematográficos pueden contar con un gobierno estable. El talento local y la infraestructura se están desarrollando. Pero dadas las costosas más de 10 horas de vuelo que se necesitan para llegar a Chile desde Los Angeles, el costo del país como locación podría ser la clave para hacer que la nación tenga o no éxito.

“Comparado con otros países, resulta ser más alto [el costo de] filmar en Chile”, sostiene Medavoy. “Hay gente [en la industria fílmica] tratando de llegar a Chile, pero no tiene sentido hacerlo si no hay ningún incentivo tributario”.

Como cualquier otro exportador en Chile, los cineastas pueden recibir un reembolso del impuesto al valor agregado (IVA) del 19%. Este se aplica a cualquier cosa que se compre en Chile desde madera enchapada hasta máquinas de humo.

Sin embargo, la mayoría de los países del mundo que están compitiendo por la atención de Hollywood penden de un rango de incentivos desde subsidios hasta créditos tributarios. Brasil, por ejemplo, ofrece una rebaja tributaria del 70% para el desarrollo de producciones locales o coproducciones.

El gobierno de Nueva Zelanda introdujo un subsidio dirigido a largometrajes y televisión luego que finalizara El Señor de los Anillos. Devuelve a los cineastas 15 centavos por cada dólar gastado en Nueva Zelanda, lo que ha ayudado a atraer más producciones.

Hacer que Chile Sea Más Pro Cine

Atraer producciones cinematográficas a Chile es un gran negocio -cerca del 30% del presupuesto multimillonario de Los 33 se quedará en Chile-, razón por la cual el Gobierno creó la Comisión Fílmica de Chile en el 2011. La entidad promueve a Chile como un destino para filmaciones y entrega una fuente única para manejar la logística de registrar reservar locaciones, coordinar visas y conectar a los cineastas con talento local.

Hasta ahora, Chile cuenta a Spy Kids, Quantum of Solace y a la nominada al Oscar del año pasado No entre sus más recientes éxitos. Si bien No fue una producción chilena dirigida por Pablo Larraín, ayudó a atraer la atención hacia Chile como una locación fílmica, señala Joyce Zylberberg, directora general de la Comisión Fílmica de Chile.

Sin embargo, Zylberberg presiona para que haya leyes más amigables con el cine a fin de tentar a los cineastas.

“Tenemos que idear leyes que incentiven a la gente a filmar acá, crear algo para atraer a estas firmas de mega-producciones, impulsar la imagen de nuestro país de una manera impresionante y atraer nueva inversión”.

La población de Chile con cerca de 16 millones de personas puede ser cuatro veces mayor que la de Nueva Zelanda, pero el vecino del pacífico sur de Chile es un modelo a seguir. La industria fílmica de Nueva Zelanda está avaluada en US$3.290 millones al año.

Si bien la industria de Chile ha crecido 15% anual en los últimos siete años, gana solo entre US$29 millones y US$35 millones al año, según la Comisión Fílmica de Chile.

El gasto de cine extranjero va más allá de emplear a trabajadores chilenos, arrendar equipos y pagar por el privilegio de usar el paisaje chileno. Financia a la industria de servicios, arquitectos, catering, transporte, restaurantes, hoteles y más. Desarrolla talento local, allanando el camino para futuras producciones.

Los éxitos de taquilla además traen consigo a más turistas.

“El cine nos ayuda a promover a Chile. Abre un canal de comunicaciones y hace que el país sea más visible”, dice Zylberberg. “Es por eso que todo el mundo quiere que la gente venga y filme”.

Zylberberg ha trabajado con frenesí para promover a Chile como locación. En junio envió por correo 1.500 copias de Shoot in Chile [Filmado en Chile] -un libro lleno de imágenes en alta resolución de espectaculares paisajes chilenos- a productores, gerentes de locación, agencias de publicidad y televisión.

Como Nueva Zelanda, la proximidad con locaciones extremas es una de las ventajas más grandes de Chile. Un equipo puede llegar al aeropuerto de Santiago con acceso inmediato a rascacielos y modernos paisajes citadinos. Puede subir una hora a la cordillera de Los Andes y encontrar un escenario cubierto de nieve, o manejar una hora y media en la otra dirección para llegar a un balneario.

El clima en Chile también es ideal para el ciclo de publicidad. Una compañía estadounidense puede venir a filmar abrigos de lana en julio y agosto. Pero los comerciales a menudo entran y salen del país, y dejan poco dinero tras ellos. Las películas podrían corresponder a un pedazo más grande de la torta si Chile reduce costos, desarrolla su oferta de trabajadores técnicos y abre estudios.

Cuando James Bond recorrió el desierto de Atacama en Chile, el lugar más seco del mundo, vino con su equipo internacional intacto. Pero la cantidad de trabajadores técnicos ha aumentado desde queQuantum of Solacese terminó en el 2008.

Los empleados y técnicos de Los 33 serán todos chilenos, salvo los jefes de departamento, según Zylberberg.

“En Chile, hoy en día hay profesionales técnicos para hacer lo que sea que necesites. En el caso de las películas extranjeras, cada vez traen menos gente de afuera”, sostiene.

Los Desafíos de Chile

No importa cuán atractiva pueda ser la geografía de Chile, trasladar a un equipo de profesionales fílmicos hasta aquí puede costar un dineral.

Chile debería considerar los beneficios de largo plazo del reconocimiento de la pantalla grande e implementar por consiguiente regulaciones específicas para la industria, asevera Zylberberg.

“Chile aún necesita establecer leyes que naveguen estos proyectos. Necesita dar instrucciones a aduanas sobre cómo manejar los equipos de filmación, otorgar visas especiales, ser una locación amigable para las películas”, indica. “Creo que esto puede ocurrir en unos cinco años”.

Los costos laborales locales son otro tema. Según el Sindicato Nacional Interempresa de Profesionales y Técnicos del Cine y Audiovisual de Chile (Sinteci), las compañías cinematográficas pagan hasta el 39% del salario de un trabajador en impuestos y beneficios, lo que incluye las contribuciones de pensión, salud y seguro de desempleo además de aranceles sindicales. Esto hace que filmar en Chile sea más caro que en otras locaciones, dice Medavoy.

El productor recomendó, sobre todo, que Chile ofrezca incentivos tributarios, menores costos de vuelo y descuentos en las tarifas hoteleras.

Pero no todos concuerdan sobre la mejor forma de desarrollar la industria fílmica de Chile.

Gisella Carr es presidenta ejecutiva de Film New Zealand, la oficina nacional de locaciones fílmicas del país. Carr señala que a veces los incentivos tributarios van demasiado lejos. Apunta a estados como Alaska, que tiene un crédito tributario transferible de entre un 30% y un 44% calculado sobre los gastos de producción.

“Aquí no se trata de una solución única para todos. Lo crucial es que -dado que los contribuyentes están pagando por esto- cualquier forma en que se haga tiene que beneficiar a su economía así como a los cineastas individuales”, explica.

El secreto del éxito de Nueva Zelanda no fue crear la locación más barata. Sería difícil competir dada su distancia de Los Angeles. El país se distinguió por aprovechar sus recursos y mano de obra calificada. Carr sugiere que Chile haga lo mismo.

“Prestar atención al lado creativo e invertir en el talento fílmico es crucial, y ayudar a los cineastas locales y asegurar que la organización de los recursos a nivel del gobierno local y central se haga bien”, afirma.

Por ejemplo, el gobierno puede conectar a la industria cinematográfica extranjera con aerolíneas u hoteles para aunar relaciones simbióticas.

Cuando The Hobbit comenzó su filmación, las aerolíneas y la agencia de turismo de Nueva Zelanda trabajaron en conjunto con los cineastas para reducir los costos de producción y de los vuelos. El film aumentó las cifras de turismo de Nueva Zelanda, de modo que la relación terminó siendo mutuamente beneficiosa, indica Carr.

“El público usualmente no sabe dónde se realiza una película. Pero muchos sabían que El Señor de los Anillos se filmó en Nueva Zelanda, lo que trajo como resultado un incremento en la cantidad de gente de vacaciones. Del mismo modo, muchos sabrán que Los 33 se graba en Chile”, sostiene.

Gran parte de Los 33 se filmará en Chile, pero los interiores y los efectos especiales -como el estruendoso colapso de la mina- se grabarán en otra parte.

Películas independientes y de menor presupuesto se filman en Chile sin complicaciones, pero Medavoy dice que la falta de estudios de calidad de Chile impone un obstáculo para “películas nivel A”. Los estudios serían más propensos a incorporar a Chile si hubiera mayores incentivos financieros por venir, añade.

“En general, hay un signo de pregunta sobre cuán eficaces serían los efectos especiales si los hiciéramos en Chile”, dice Medavoy.

Sin embargo, el ascenso de la industria cinematográfica de Chile para ponerse al día con Nueva Zelanda acaba de comenzar.

“Ellos [Nueva Zelanda] se han concentrado en estas políticas pro cine durante 30 años. Nosotros lo hemos hecho por dos, pero creo que Chile tiene todo el potencial para convertirse en la nueva Nueva Zelanda”, señala Zylberberg.

Los dos países comparten temporadas y geografía, pero la ventaja inherente es su población de habla inglesa. De todos modos, Carr cree que si Los 33 captan la atención del mundo como hicieron los mineros hace tres años, la adolescente industria fílmica de Chile podría pegarse un estirón.

“Una película grande puede ser un gran tarjeta de visita para ustedes, eso e importante”, asevera Carr. “Tiene que se un gran film, por supuesto”.

Katie Manning trabaja como periodista freelance en Santiago

On October 13, 2010, a billion people across the world stared at their televisions as 33 soot-stained miners, sealed underground for over two months, finally breached the surface. Three years after the incredible rescue, Jennifer Lopez and Antonio Banderas, amongst other cast members, are jetting down to the northern mining town of Copiapó to shoot The 33, a film based on these events.

“This will show Chile in a great light. It’s like the Chinese having the Olympics,” said the veteran producer of The 33 Mike Medavoy with swaggering optimism. Medavoy’s credits include over 300 feature movies
— 17 Oscar nominations and seven winners
— including The Black Swan and Shutter Island.

With such famous names in front of and behind the camera, the Chilean film industry is gunning for a mega-hit. An epic film could shine a permanent spotlight down the long country as prime real estate for filming.

The advantages of shooting in Chile are many. There’s the variety and proximity of extreme geography. Film executives can count on a stable government. The local talent and infrastructure is developing. But given Chile’s pricey 10-hour-plus flight time from Los Angeles, the country’s cost as a location could make or break its success.

“Compared with other countries, it pencils out to be higher to shoot in Chile,” said Medavoy. “There are people (in the film industry) looking to get to Chile, but it makes no sense to do that if there are no tax incentives.”

Like any other exporter in Chile, filmmakers are eligible to receive a refund of the 19% sales tax, called the VAT. This applies to anything bought in Chile from plywood to smoke machines.

But most countries around the world vying for Hollywood’s attention dangle a range of incentives from grants to tax credits. Brazil, for example, offers a 70% tax rebate for the development of domestic productions or co-productions.

The government of New Zealand introduced a grant targeted at feature films and television after The Lord of the Rings wrapped up. It hands filmmakers 15 cents back for every dollar spent in New Zealand, which has helped lure more productions.

Making Chile movie friendly

Attracting film productions to Chile is big business – about 30% of the multimillion-dollar budget for The 33 will stay in Chile – which is why the government created the Chilean Film Commission in 2011. It promotes Chile as a film destination and provides a one-stop shop to manage the logistics of booking locations, coordinating visas and connecting filmmakers with local talent.

So far, Chile counts Spy Kids, Quantum of Solace, and last year’s Oscar contender No among its recent successes. Although No was a Chilean production directed by Pablo Larraín, it helped draw attention to Chile as a film location, says Joyce Zylberberg, head of the Chilean Film Commission.

But she pushes for more film-friendly laws to bait filmmakers.

“We have to figure out laws to incentivize people to film here, create something to entice these mega-production houses, boost our country’s image in an impressive way, and bring new investment.”

Chile’s population of around 16 million may be four times larger than New Zealand’s, but Chile’s South Pacific neighbor acts as a role model. New Zealand’s film industry is worth US$3.29 billion a year.

Although Chile’s industry has grown 15% annually for the past seven years, it nets only US$29 million to US$35 million a year, according to the Film Commission.

Foreign film spending stretches beyond employing Chilean workers, renting equipment and paying for the privilege to use Chile’s landscape. It funds the service industry, architects, catering, transportation, restaurants, hotels and more. It develops local talent, paving the way for future productions.

Blockbusters also land more tourists.

“Cinema helps us a lot to promote Chile. It opens up a communication channel and makes the country more visible,” Zylberberg said. “That’s why the whole world wants people to come film.”

Zylberberg has worked furiously to promote Chile as a location. She mailed off 1,500 copies of Shoot in Chile– a book chock full of high-resolution images of striking Chilean landscapes – to producers, location managers, TV and advertising agencies in June.

Like New Zealand, the proximity of extreme locations is one of Chile’s greatest advantages. A crew can touch down at the Santiago airport with immediate access to skyscrapers and modern cityscapes. They can climb up an hour into the Andes Mountains and find a snow-capped backdrop, or drive an hour and a half in the other direction to pull into a beachside resort.

The climate in Chile is also ideal for the advertising cycle. A US company can come film wool coats in July and August. But commercials usually pop in and out of the country and leave little money behind. Films could represent a greater slice of the pie if Chile reduces costs, builds up its supply of technical workers and opens up studio space.

When James Bond stalked Chile’s Atacama Desert, the driest place in the world, he came with his international crew intact. But the pool of technical workers has filled in since Quantum of Solace wrapped in 2008.

The 33 employees and technicians will all be Chileans, excluding the department heads, according to Zylberberg.

“In Chile, these days there are technical professionals to do anything you need. In the case of foreign films, every time they bring less people from outside,” she said.

Chile’s challenges

No matter how alluring Chile’s geography may be, towing a crew of film professionals here can break the bank.

Chile should consider the long-term benefits of big-screen recognition and implement industry-specific regulations accordingly, said Zylberberg.

“Chile still needs to establish laws that navigate theses projects. It needs to give instructions to customs how to handle film crews, grant special visas, be a film-friendly location,” she said. “I think this can happen in about five years.”

Local labor costs are another issue. According to Chile’s film workers’ union (Sinteci), film companies pay up to 39% of a worker’s salary in taxes and benefits, which includes pension contributions, health and unemployment insurance, and union fees. This makes shooting in Chile more expensive than other locations, said Medavoy.

He recommended, above all, that Chile offer tax incentives, lower flight costs and discount hotel rates.

But not everyone agrees on the best route to developing Chile’s film industry.

Gisella Carr is CEO of Film New Zealand, the country’s national film locations office. Carr said that tax incentives sometimes go too far. She pointed to states like Alaska, which has a 30-44% transferrable tax credit calculated on production expenditures.

“It’s not a one size fits all here. The crucial thing is that
— given that taxpayers are paying for this
— any way you do it has to benefit your economy as well as individual filmmakers,” she said.

New Zealand’s secret to success wasn’t creating the cheapest location. It would be tough to contend given its distance from Los Angeles. The country distinguished itself by building up its resources and skilled labor. She suggested that Chile do the same.

“Paying attention to the creative side and investing in the filmmaking talent is crucial and helping local filmmakers and ensuring that the organization of resources at local and central government level is done well,” she said.

For example, the government can connect the foreign film industry with airlines or hotels to fuse symbiotic relationships.

When The Hobbit began filming, New Zealand’s airlines and tourism agency worked together with filmmakers to lower production and flight costs. The film bumped up New Zealand’s tourism numbers, so the relationship proved mutually beneficial, said Carr.

“Audiences don’t usually know where a movie is made. But many knew that The Lord of the Ringswas shot in New Zealand, which resulted in a hike in vacationers. Likewise, many will know that The 33 is shot in Chile,” she said.

Much of The 33 will be shot in Chile, but the interiors and the special effects
-- like the mine’s thundering collapse – will be filmed elsewhere.

Independent and lower budget films shoot in Chile without a hitch, but Medavoy said that Chile’s lack of quality studio space poses an obstacle for “A-level films”. Studios would be more apt to build in Chile if there were greater financial incentives to come, he added.

“In general, there’s a question mark about how effective special effects would be if we did them in Chile,” said Medavoy.

But the Chilean film industry’s climb to catch up to New Zealand just started.

“They’ve (New Zealand has) focused on these pro-cinema policies for 30 years. We have for two, but I think that Chile has all the potential to become the new New Zealand,” said Zylberberg.

The two countries share seasons and geography, but New Zealand’s inherent leg up is its English-speaking population. Still, Carr thinks that if the The 33 captures the world’s attention as the miners did three years ago, Chile’s adolescent film industry could hit a growth spurt.

“A big film can be a great calling card for you, that’s important,” said Carr. “It has to be a great film, of course.”

Katie Manning is a freelance journalist based in Santiago

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