Para un par de emprendedores de Wisconsin cerca de los 25 años, la oferta de US$ 40.000 para arrancarse por seis meses al soleado Chile sonaba casi demasiado buena para ser cierta. Pero eso fue exactamente lo que trajo a Nathan Lustig y Jesse Davis a Chile el año pasado como parte del proyecto piloto del programa Start Up Chile.
Administrado por la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO) de Chile, Start Up Chile aspira a convertir a Chile en un centro de innovación y emprendimiento para la región -el Singapur de América Latina– al importar emprendedores como Lustig y Davis, y pagar sus cuentas.
Sin nada que los detenga, una visa de un año y un “kit de aterrizaje blando” incluidos eventos de networking con emprendedores como ellos, es “el negocio de la vida”, señala el director ejecutivo del programa, Jean Boudeguer.
Y Lustig no podría estar más de acuerdo. Es sincero sobre lo que lo atrajo de Chile después de leer sobre Start Up Chile en la revista TechCrunch: el “dinero gratis”, la posibilidad de conocer personas nuevas y la oportunidad de vivir fuera de Estados Unidos en un clima cálido.
Él y Davis postularon al programa con su empresa emergente Entrustet, un sitio web que permite a los clientes decidir quien hereda sus activos digitales después de que han fallecido. Fueron aceptados en septiembre y el programa superó con creces sus expectativas.
“Conocimos más gente de lo que pensamos e hicimos más en términos de negocios y personales”, afirma Lustig.
La cobertura en la prensa global también ayudó. Entrustet expandió su cartera de clientes, que ahora incluye a clientes chilenos, señala Lustig, quien regresó a Wisconsin en mayo para formar más negocios B2B, pero Chile aún está muy presente en su mente. Ello porque invirtió parte de sus ahorros personales en una empresa emergente chilena fundada por George Cadena, otro emprendedor del programa Start Up.
Nacido en California, Cadena fue seleccionado por su empresa Aeterna Sol, que diseña paneles solares que siguen el movimiento del sol a medida que este va cambiando de posición. Cadena está desarrollando un proyecto piloto en el desierto de Atacama con Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (FCAB), pero la tecnología aún se encuentra en una etapa muy inicial, afirma.
En tanto, el emprendedor de 29 años está concentrado en otro proyecto: Studio Snaps. “A los chilenos les encantan las fotos y les encanta Facebook de modo que quise combinarlos”, indica.
Studio Snaps provee cabinas fotográficas al aire libre a empresas, instituciones y personas para eventos sociales y de marketing. Las cabinas, que son operadas por el usuario a través de una pantalla sensible al tacto, toma fotografías que pueden subirse a Facebook o imprimirse en bandas laminadas con el logo de una empresa.
“Es como un recuerdo con la marca del evento que la gente se puede llevar”, señala Cadena. Las cabinas se lanzaron en una gala de Start Up Chile en enero y fueron un gran éxito en la carpa VIP de Lacoste en Lollapalooza en abril. Otros clientes incluyen al reality show chileno “40 o 20”.
Las cabinas son una herramienta de marketing mucho más efectiva que repartir volantes o dar tragos gratis en una fiesta debido a que la gente interactúa con ellas y se etiqueta en fotos en Facebook, explica Cadena.
Los datos recopilados también se pueden analizar utilizando software de marketing especial que está siendo desarrollado por el “geek” de la pandilla de Studio Snaps, Daniel Wilhelm, amigo de Cadena y doctorado de Caltech.
No obstante, Cadena también necesitaba a alguien que conociera el mercado local. A través de un amigo, conoció a Juan Pablo Salas, alumno chileno del programa de marketing en la Universidad del Desarrollo. Salas ahora es socio de Studio Snaps y su gerente de ventas con otros dos vendedores chilenos.
Las cabinas de fotos son comunes en eventos al aire libre en Estados Unidos, pero no en Chile. “Estas cabinas son una novedad y mi desafío es explicar cómo funcionan”, señala.
Tras seis meses, Studio Snaps está alcanzando el punto de equilibrio sólo con publicidad boca a boca y planea expandirse en Sudamérica, para después abrir oficinas en Londres y Estados Unidos, sostiene Cadena.
“Chile es la puerta perfecta para Sudamérica y un terreno de prueba para ideas jóvenes sin mucho apoyo”, destaca.
Pero la empresa necesita capital para crecer, que es donde Start Up Chile puede ayudar. El programa originalmente se limitaba a extranjeros o chilenos residentes en otros países, pero las normas cambiaron este año permitiendo que postulen residentes de Chile. Según Salas, esta es una muy buena noticia debido a que los emprendedores chilenos también podrán usar la ayuda. “También somos buenos”, asevera.
Si todo sale como está planeado, Studio Snaps recibirá US$ 40.000 este año para cubrir sus gastos operativos en Chile y Estados Unidos por algunos meses más.
“El mayor incentivo para que los emprendedores lleguen a Chile es que sea gratis y, si son reales emprendedores, harán cosas buenas”, sostiene Cadena. Programas similares en otros países exigen que los emprendedores entreguen parte de sus derechos, pero a su juicio estos están condenados al fracaso: “No se puede enjaular a un pájaro”.
El riesgo, por supuesto, es que el pájaro se vaya. Sólo un tercio de las 24 empresas emergentes que formaron parte del programa piloto se han quedado. Estas incluyen a Piehole, que entrega servicios de locución, y AI Merchant, que permite que clientes vendan productos que no poseen en E-bay y luego se los compran en otro lado a un precio menor para que obtengan una ganancia.
Pero parece improbable que alguna de estas se convierta en el próximo Facebook y algunas de las empresas emergentes más prometedoras como Entrustet y Cruisewise, un sistema online de registro de cruceros cofundado por el israelí Amit Aharoni, han regresado a Estados Unidos.
De todos modos, Cruisewise está evaluando localizar su centro de operaciones en Chile lo que crearía puestos de trabajo, afirma Jean Boudeguer. Y quienes se van, como Lustig, tienen una conexión emocional con Chile que podría traer como resultado futuras inversiones, añade.
No todas las empresas emergentes tendrán éxito, pero al lanzar una red lo suficientemente grande Boudeguer espera atrapar algunos peces grandes. Desde su lanzamiento, el programa ha seleccionado un total de 112 empresas emergentes de 28 países y pretende seleccionar a otras 200 para fines de este año. Al abrir el programa a chilenos, también está impulsando el talento local.
“Start Up Chile es en sí misma una empresa emergente, necesita tiempo para crecer”, destaca Cadena.
No hay una fórmula para replicar el éxito de Silicon Valley, pero dar a emprendedores brillantes la oportunidad de arrancar en Chile y conectarse con socios chilenos podría rendir frutos más adelante. Sólo el tiempo dirá si la apuesta vale la pena, pero es un buen inicio.
Julian Dowling es el editor de bUSiness CHILE
For a couple of entrepreneurs from Wisconsin in their mid-twenties, the offer of US$40,000 to bootstrap for six months in sunny Chile sounded almost too good to be true. But this was exactly what brought Nathan Lustig and Jesse Davis to Chile last year as part of the pilot project of the Start Up Chile program.
Run by Chile’s economic development agency, CORFO, Start Up Chile aims to make Chile into a center of innovation and entrepreneurship for the region - the Singapore of Latin America – by importing entrepreneurs like Lustig and Davis and paying their bills.
With no strings attached, a one-year visa and a “soft landing kit” including networking events with fellow entrepreneurs, it is “the deal of a lifetime”, says the program’s executive director, Jean Boudeguer.
And Lustig couldn’t agree more. He is honest about what first drew him to Chile after reading about Start Up Chile in the magazine TechCrunch: the “free money”, the chance to meet new people and the opportunity to live outside the US in a warm climate.
He and Davis applied to the program with their start-up Entrustet, a website that lets customers decide who inherits their digital assets after they’re gone. They were accepted in September and the program far exceeded their expectations.
“We met more people than we thought we would and did more businesswise and personally,” says Lustig.
The global press coverage didn’t hurt either. Entrustet has expanded its client base, which now includes Chilean clients, says Lustig. He returned to Wisconsin in May to drum up more B2B business, but Chile is still very much on his mind. That’s because he invested some of his personal savings in a Chilean start-up founded by George Cadena, another entrepreneur in the Start Up program.
A California native, Cadena was selected for his start-up Aeterna Sol, which designs solar panels that track the sun as it moves across the sky. He is developing a pilot project in the Atacama Desert with Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia (FCAB), but the technology is still at an early stage, he says.
Meanwhile, the 29-year old is focused on another project: Studio Snaps. “Chileans love photos and they love Facebook so I wanted to combine these,” he says.
Studio Snaps provides open air photo booths to companies, institutions and individuals for marketing and social events. The booths, which are operated by the user through a touch screen, take photos that can be uploaded to Facebook or printed out on laminated strips with a company logo.
“It’s like a branded memory of the event that people can take with them,” says Cadena. The booths were launched at the Start Up Chile gala in January and were a big hit at Lacoste’s VIP tent at Lollapalooza in April. Other clients include the Chilean reality TV show “40 or 20”.
The booths are a much more effective marketing tool than handing out flyers or giving out free drinks at a party since people interact with them and tag themselves in photos on Facebook, explains Cadena.
The data collected can also be analyzed using special marketing software being developed by the “geek” of the Studio Snaps gang, Daniel Wilhelm, a friend of Cadena’s and a PhD graduate from Caltech.
But Cadena also needed someone who knows the local market. Through a friend, he met Juan Pablo Salas, a Chilean student in the marketing program at the Universidad del Desarollo. Salas is now a partner in Studio Snaps and its sales manager with two other Chilean salespeople.
Photo booths are common in outdoor events in the US, but not in Chile. “These booths are a novelty here and my challenge is to explain how they work,” he says.
After six months, Studio Snaps is breaking even on word of mouth alone and it plans to expand in South America, later opening offices in London and the US, says Cadena.
“Chile is the perfect gateway to South America and a proving ground for young ideas without a lot of traction,” he notes.
But the company needs capital to grow, which is where Start Up Chile can help. The program was originally limited to foreigners or Chileans resident in foreign countries, but the rules have changed this year allowing residents of Chile to apply. According to Salas, this is welcome news because Chilean entrepreneurs could also use the leg up. “We’re good too,” he says.
If all goes to plan, Studio Snaps will receive US$ 40,000 this year to cover its operating expenses in Chile and the US for a few more months.
“The biggest pull to get entrepreneurs to Chile is making it free and, if they are real entrepreneurs, they will do good things,” says Cadena. Similar programs in other countries require entrepreneurs to give up part of their equity but he says these are doomed to failure: “You can’t cage the bird.”
The risk, of course, is that the bird will fly away. Only a third of the 24 start-ups that took part in the pilot program have stayed. These include Piehole, which provides voiceover services, and AI Merchant, which lets clients sell products they don’t own on E-bay and then buy them elsewhere at a lower price to make a profit.
But none of these look likely to become the next Facebook and some of the most promising start-ups like Entrustet and Cruisewise, an online cruise booking system co-founded by the Israeli Amit Aharoni, have gone back to the US.
Still, Cruisewise is considering locating its operations center in Chile which would create jobs, says Jean Boudeguer. And those who leave, like Lustig, have an emotional connection to Chile that could result in future investments, he adds.
Not every start-up will succeed but by throwing a wide enough net Boudeguer is hoping to snare a few big fish. Since its launch, the program has selected a total 112 start-ups from 28 countries and it plans to select another 200 by the end of this year. By opening up the program to Chileans, it is also fostering local talent.
“Start Up Chile is a start-up itself, it needs time to grow,” notes Cadena.
There is no formula for replicating Silicon Valley’s success but giving bright entrepreneurs the opportunity to bootstrap in Chile and connect with Chilean partners could pay off down the road. Only time will tell if the gamble is worth it, but it’s a good start.
Julian Dowling is editor of bUSiness CHILE