La Crianza de Ganado Wagyu en ChileBreeding Wagyu Cattle in Chile

01 Octubre 2005


Después de haber importado una raza de ganado japonesa, los productores chilenos están vendiendo la valiosa carne nuevamente a Japón, y también se está concentrando en otros mercados internacionales.

En las riberas del Lago Calafquén, al sur de Chile, hay pastando un grupo de ganado, color negro chocolate. Constituyen una vista poco atractiva, con grandes cuartos delanteros que disminuyen paulatinamente hacia pequeñas ancas huesudas. Pero esta raza japonesa, recientemente introducida en Chile, ha atraído el interés de algunos de los hombres de negocios más adinerados del país. La razón: un kilo de carne Wagyu se vende en Japón a UDS 300.

Entre quienes han invertido en ganado Wagyu están Agustín Edwards, dueño del grupo del diario El Mercurio; Sebastián Piñera, uno de los actuales candidatos presidenciales; Felipe Ibáñez, un miembro de la familia que controla el grupo de supermercados D&S y Jorge Fernández, uno de los dueños de la pesquera Camachaca, una de las principales compañías pesqueras.

Pero el principal responsable por la oleada de interés en esta raza es Fernando Hartwig, presidente de la Asociación Chilena de Ganado Wagyu. Vinculado a Japón a través de exportaciones forestales, desde finales de los ‘70s, Hartwig volcó su atención al ganado en 1999.

“He viajado mucho a Japón y lo veo como un país con grandes limitaciones para la producción de alimentos”, afirma, ya de vuelta en Chile, luego de haber realizado su visita número 40 a dicho mercado. Señala que “es un país altamente poblado y toda la parte central es montañosa”.

Viendo la oportunidad, decidió crear Wagyu Chile, una compañía que posee en la actualidad 3.500 cabezas de Ganado Wagyu, que también vende embriones y semen y agrupa a los productores para comercializar la carne en conjunto.

El primer problema para Hartwig fue adquirir los animales. Los japoneses, que protegen mucho su cultura, llegaron a clasificar al Wagyu como un tesoro nacional.

“La base genética ha salido legalmente de Japón solo dos veces” explica Hartwig. En una de ellas Shogo Takeda, uno de los principales criadores japoneses, llevó embriones a EE.UU. y, la segunda vez, cuando un australiano, Chris Walker logró exportar seis toros y 40 vacas de raza pura. Ambos vendieron a Hartwig embriones y semen congelado.

”En la actualidad tenemos 15.000 cabezas inseminadas en Chile y el próximo año exportaremos alrededor de 5.000”, manifiesta Hartwig. “Mi meta es tener 50.000 cabezas inseminadas, para el año 2007”, afirma.

Precios por las nubes... pero inversiones muy elevadas

A pesar de que este es un producto suntuario, Hartwig piensa que la demanda mundial es lo suficientemente fuerte como para soportar cualquiera caída económica futura. Y los precios chilenos están muy por debajo de los japoneses, ofreciendo márgenes tentadores.

“Cuando estuvimos en Japón con Felipe Ibáñez, durante la semana pasada, fuimos a un remate de ganado en Tokio, donde el precio promedio fue de USD 10.000 por res y una de ellas se vendió aún por US$ 25.000”. En Chile, las mismas reses se vende, al por menor, a USD 2.000.

“Los japoneses son proteccionistas y tienen derechos de importación del 38,5%, pero están muy interesados en comprarnos a nosotros”, manifiesta Hartwig, explicando que los japoneses se han visto obligados a buscar nuevas fuentes de suministro, dado que el mal de las vacas locas detuvo sus importaciones desde los Estados Unidos, hace dos años atrás.

“Japón importa anualmente aproximadamente un millón de toneladas de carne”, señala Hartwig. “La mitad de esto provenía de EE.UU., pero esto se detuvo y ahora tienen un gran problema de abastecimiento”.

La única carne de vacuno que la gente come en Japón es de Wagyu. A pesar de que también se importan carnes más baratas, éstas son utilizadas sólo para ser procesadas. Al igual que Japón, Hartwig también está observando otros mercados internacionales y ya vende algo a Corea del Sur y a Europa.

En Chile -donde el mercado es muy pequeño- la carne se vende a un precio cercano a los USD 60 por kilo, para cortes de primera; casi cinco veces el costo de una buena carne promedio. En Japón, la misma carne cuesta USD 300 el kilo y en EE.UU se vende, al por menor, a USD 200.

Hartwig tiene puestas grandes esperanzas, especialmente en desarrollar negocios en la Costa Oeste de EE.UU. “Existe una importante influencia asiática en ciudades tales como San Francisco, Los Ángeles y San Diego y ahora que Chile tiene el tratado de libre comercio con Estados Unidos, estamos en una posición muy ventajosa”, indica.

Pero aunque el negocio es potencialmente muy lucrativo, se demora tres años en obtener retornos sobre la inversión, informa Hartwig. El período de gestación para las vacas inseminadas es de diez meses. Y posteriormente, después de un año de pastoreo, el ganado es engordado durante 400 días en corrales de engorda (en inglés feedlots), donde se limita su ejercicio para promover músculos suaves y tiernos.

Y debido a que casi todo el ganado chileno se alimenta de pasto, la engorda en feedlots requiere de una considerable inversión. En la actualidad se está construyendo una cantidad de feedlots y Eduardo Gras, de la industria vinícola MontGras; Agrícola Santa Isabel, de Agustín Edwards y, Ricardo Ariztía, un ex presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), están entre quienes están llevando adelante esta iniciativa.

“Ellos están invirtiendo mucho”, dice Hartwig. “Es una revolución en el campo de la producción de ganado vacuno”. Agrega que los únicos otros países que están invirtiendo en Wagyu fuera de Japón, son EE.UU., Canadá y Australia, todo los cuales incursionaron hace casi siete años”.

Feos pero mimados

En el pasado, el ganado Wagyu -proveniente de la región de Kobe, en Japón- eran animales realmente mimados. Eran masajeados en forma regular para distribuir la grasa dentro de la carne; en los meses de verano se les daba a beber cerveza para estimular su apetito y su pelaje era frotado con sake.

A pesar de que los Wagyu chilenos no están dentro de este selecto grupo, su existencia aún es privilegiada. Su alimentación total es modificada gradualmente, a medida que incrementan su peso y jamás se les administra antibióticos o esteroides anabólicos.

Expresa Hartwig que “el precio de venta es lo suficientemente alto como para que este tipo de programa sea factible”. “Los tratamos muy bien”.

La crianza de ganado Wagyu en Chile, en una zona libre de plagas o enfermedades, es estrictamente certificada por el Servicio de Inspección Agrícola y Ganadero (SAG) chileno, para asegurar que la carne cumpla con las normas en mercados internacionales muy estrictos. Las condiciones sanitarias son controladas rigurosamente y asimismo el alimento, medicinas y el movimiento de cada uno de los animales.

Reconoce Hartwig que “un ganadero chileno les puede confirmar cuan feo es un toro Wagyu”. Sin duda alguna, con su gran caja toráxica y un pequeño cuadril, está muy distante de parecerse a los toros clásicos Hereford y Angus, que ganan todos los premios en las exposiciones agrícolas en Occidente.

Pero la raza japonesa es criada con el objetivo de producir la mayor cantidad posible de carne jugosa. Y ello no proviene del cuadril del animal, sino precisamente del área ubicada a lo largo de su espinazo y de su gran caja toráxica.

Una ventaja adicional del ganado Wangyu es su tranquilidad, lo que también hace que la carne sea tierna. Al respecto, Hartwig explica que “los animales más nerviosos se estresan cuando son transportados y su carne sufre; pasa a ser más oscura y dura”.

Y a su arribo al matadero, el Wagyou tiene una dudosa buena fortuna. Son muertos de inmediato, en vez de tener que esperar por su destino durante varios días, tal como les puede suceder a sus parientes menos valiosos.

¿Así, qué es lo que hace que esta carne sea tan deseable? Es conocida por su marmorización: las delgadas líneas blancas de grasa que corren a través de ella y de acuerdo a lo cual se la clasifica en Japón. “Es absolutamente diferente de la carne normal” expresa Hartwig. Explica que la carne que no tiene grasa, no tiene sabor.

Pero la carne de Wagyu también tiene otra ventaja. Su grasa no es saturada y, en otras palabras, es saludable.

Hartwig dice que “esta carne sólo tiene el 30% de colesterol de la carne normal”. “Es deliciosa y no va dañar la salud; lo único que le podría dañar a uno es el bolsillo”. Verdad, pero él promete llenar los bolsillos de sus productores.

After importing a Japanese breed of cattle, Chilean producers are selling the valuable meat back to Japan as well as targeting other international markets.

Grazing on the shores of southern Chile’s Lake Calafquén is a herd of dark chocolate-colored cattle. They are an unprepossessing sight, with huge forequarters that peter away to small bony rumps. But this Japanese breed, recently introduced into Chile, has attracted the interest of some of the country’s wealthiest businessmen. The reason - a kilo of Wagyu meat sells in Japan for US$300.

Among those who have invested in Wagyu cattle are Agustín Edwards, owner of the El Mercurio newspaper group, Sebastián Piñera, one of this year’s presidential candidates, Felipe Ibáñez, a member of the family that controls the D&S supermarket group, and Jorge Fernández, one of the owners of Pesquera Camanchaca, a leading fishing company.

But the man primarily responsible for the surge of interest in the breed is Fernando Hartwig, president of Chile’s Wagyu Cattle Association. Linked to Japan through forestry exports since the late 1970s, Hartwig turned his attention to beef in 1999.

"I had traveled to Japan a lot and saw it as a country with great limitations for food production," he says, just back from his 49th visit to the market. "It’s very densely populated and all the central part of the country is mountainous," he points out.

Seizing the opportunity, he decided to create Wagyu Chile, a company that now owns 3,500 head of Wagyu cattle, as well as selling embryos and semen, and groups producers together to market the meat.

Hartwig's first problem was simply acquiring the animals. The Japanese, protective of their culture, had gone so far as to classify Wagyu as a national treasure.

"Legally, the genetic base has come out of Japan only twice," explains Hartwig. Once was when Shogo Takeda, one of Japan’s biggest Wagyu breeders, took embryos to the United States and, the second time, when an Australian, Chris Walker, managed to export six bulls and 40 pure bred cows. Both sold embryos and frozen semen to Hartwig.

"We currently have 15,000 head inseminated in Chile and, this coming year, we will export around 5,000," says Hartwig. "My target is to have 50,000 inseminated by 2007,” he reports.

Sky high prices... but big investments

Although this is a luxury product, Hartwig believes that worldwide demand is sufficiently strong to withstand any future economic downturns. And Chilean prices are far below those in Japan, offering tempting margins.

"When Felipe Ibáñez and I were in Japan last week, we went to a cattle sale in Tokyo where the average price was US$10,000 a carcass and one even sold for US$25,000." In Chile, the same carcasses retail at US$2,000.

"The Japanese are protectionist and have an import tariff of 38.5%, but they are very interested in buying from us," says Hartwig, explaining that Japan has been forced to look for new sources of supply since mad cow disease halted its imports from the United States two years ago.

"Japan imports roughly one million tons of beef annually," points out Hartwig. "Half of that came from the United States, but it all stopped and now they have a big supply problem."

In Japan, the only steak that people eat is Wagyu. Although cheaper meats are also imported, they are only used for processing. As well as Japan, Hartwig is also eyeing other international markets and already sells a little to South Korea and Europe.

In Chile - where the market is tiny - the meat fetches around US$60 a kilo for premium cuts - at least five times the cost of good, regular steak. In Japan, the same meat costs US$300 a kilo, and in the United States retails at US$200.

Hartwig has particularly high hopes of developing business on the West Coast of the United States. "There is an important Asian influence in cities like San Francisco, Los Angeles and San Diego - and now that Chile has a free trade agreement with the U.S., we are in a very advantageous position," he notes.

But, although the business is potentially very lucrative, it takes three years to see a return on investment, reports Hartwig. The gestation period for inseminated cows is ten months. And then, after a year at grass, the cattle are fattened for 400 days in feedlots, where their exercise is limited to promote soft, tender muscles.

And because nearly all of Chile's beef herd lives on grass, fattening in feedlots requires considerable investment. A number of feedlots are in construction at the moment, and Eduardo Gras of the MontGras winery, Agustín Edwards' Agrícola Santa Isabel, and Ricardo Ariztia, a former president of Chile’s Confederation of Industry and Trade (CPC), are among those taking this initiative.

"They are investing a lot," says Hartwig. "It’s a revolution in the field of beef production." The only other countries investing in Wagyu outside of Japan are the United States, Canada and Australia - all having started in the last seven years, he adds.

Ugly but pampered

In the past, the Wagyu cattle from the Kobe region of Japan were truly pampered beasts. Regularly massaged to distribute the fat into the meat, in the summer months they drank beer to stimulate their appetites and their coats were rubbed with sake.

Although Chilean Wagyu are not in this league, their existence is still a privileged one. Their wholesome feed is gradually modified as their weight increases, and they are never given antibiotics or anabolic steroids.

"The sale price is high enough to make this type of program feasible," says Hartwig. "We take very good care of them."

The raising of Wagyu cattle in Chile, a disease-free zone, is strictly certified by Chile’s Agricultural Inspection Service (SAG) to ensure that the meat complies with standards in stringent international markets. Sanitary conditions are rigorously controlled as are food, medicines and the movement of every animal.

"A Chilean stockman will say how ugly a Wagyu bull is," recognizes Hartwig. Indeed, with its huge rib cage and tiny rump, it is a far cry from the shape of the classic Angus or Hereford bulls that win all the prizes at agricultural shows in the West.

But the Japanese bred with an eye on producing the largest quantities of succulent meat. And that comes not from the animal’s rump, but precisely from the area along its backbone and its deep rib cage.

A further advantage of Wagyu cattle is their tranquility, which also makes for tender meat. "More nervous animals get stressed when transported and the meat suffers - it becomes darker and tough," says Hartwig.

And on arrival at the slaughter house, the Wagyu have a dubious good fortune. They are killed immediately, rather than awaiting their fate for several days as may happen to their less valuable relatives.

So what is it that makes this meat so desirable? It is known for its marbling - the thin white lines of fat that run through it and by which it is graded in Japan. "It is absolutely different from regular steak," says Hartwig. Meat that has no fat has no taste, he explains.

But Wagyu meat also has another advantage. Its fat is unsaturated and, in other words, healthy.

"This meat has only 30% of the cholesterol of normal meat," says Hartwig. "It’s delicious and it’s not going to damage your health; the only thing it might damage is your purse." True, but it promises to swell the purses of its producers.
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