Joe Biden en ChileJoe Biden in Chile

01 Abril 2009


Puede que haya sido un viaje corto de poco más de 48 horas, pero la visita del vicepresidente de Estados Unidos, Joseph Biden, a Chile a fines de marzo fue profundamente significativa pese a su brevísima duración.

Tal como los funcionarios de los Gobiernos de Chile y Estados Unidos se empeñaban en destacar, fue la primera visita de un representante de la Casa Blanca a América Latina desde la investidura del presidente Barack Obama. Y, antes de la Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, pareció marcar el comienzo simbólico de una nueva era en las relaciones del hemisferio, tras ocho años de lo que muchos latinoamericanos han considerado como el abandono del gobierno anterior.

La idea de un nuevo comienzo fue algo que el vicepresidente Biden subrayó durante su participación en la Cumbre de Líderes Progresistas celebrada en Viña del Mar y su posterior visita oficial en Santiago. “La verdadera buena noticia es que estamos dispuestos y queremos colaborar”, dijo en la Cumbre de Líderes, “la mala noticia es que… uno no tiene al último gobierno como una excusa para no actuar”.

Los temas en la Cumbre, por cierto, fueron dominados por la crisis económica o -siendo más precisos- por cómo salir de ella. El vicepresidente Biden delineó la estrategia del Gobierno de Obama, con sus planes de estímulo fiscal y rescate financiero. No obstante, añadió que no estaba sugiriendo que ésta también fuera necesariamente la estrategia correcta para otras naciones: “Las circunstancias de cada país son diferentes”.

Así como su grado de responsabilidad, destacado el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva; América Latina recién estaba comenzando a cosechar los beneficios de un período de crecimiento sostenido, para ser golpeada por la crisis, señaló.

Los Gobiernos de América Latina representados en la Cumbre –Argentina y Uruguay además de Brasil y Chile- también tenían un mensaje para el vicepresidente Biden. El proteccionismo -ya sea en la forma de aranceles, subsidios estatales para industrias en problemas o bancos que se retiran a sus países de origen- sólo agudizará la crisis.

No obstante, como destacó la presidenta de Chile, Michelle Bachelet, la vasta mayoría de los países miembro del Grupo de las 20 naciones desarrolladas y en desarrollo -G20- han reaccionado con medidas proteccionistas. “El proteccionismo es como una droga; produce euforia primero, y depresión después”, insistió el presidente Lula.

La ronda de negociaciones de comercio de Doha, y el aporte que podría hacer a la recuperación internacional su finalización, surgió una y otra vez en la reunión. Y, tal como subrayaron distintos oradores, su futuro depende en gran medida de Estados Unidos e India.

Los riesgos que la crisis presenta para América Latina fueron otro tema recurrente. Después de las crisis anteriores, sus mercados de empleo fueron particularmente lentos en recuperarse y la agitación social no es algo que pueda descartarse, advirtió José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos.

En ese contexto, se solicitó más dinero para el Fondo Monetario Internacional y el Banco Interamericano de Desarrollo de manera que pueden ser más eficientes en apuntalar a los países más pobres. Pero también hubo un cambio; además de pedir medidas de ayuda, los líderes de la región -con la confianza que les da su inocencia respecto de las causas de la actual crisis- también presionaron para que su opinión tuviera más peso respecto de cómo el mundo la soluciona; ya sea a través de una mejorada regulación financiera internacional, mayor control de la especulación en los contratos a futuro sobre los bienes básicos o una reforma de los organismos multilaterales.

Y esa nueva voz es promisoria para las relaciones de América Latina con Estados Unidos. Por supuesto, habrán desacuerdos -tal como los hubo en la Cumbre-, pero a eso es exactamente a lo que se refería el vicepresidente Biden cuando dijo a la región que Estados Unidos ya no tenía una excusa para no actuar.

It may have been a brief trip - little more than 48 hours - but the visit of U.S. Vice-President Joseph Biden to Chile in late March was as long on meaning as it was short in duration.

As Chilean and U.S. officials were keen to point out, it was the first White House visit to Latin America since the inauguration of President Barack Obama. And, ahead of the Summit of the Americas in Trinidad and Tobago, it seemed to mark the symbolic start of a new era in hemispheric relations, after eight years of what many Latin Americans considered neglect by the previous administration.

The idea of a fresh start was one that Vice-President Biden underscored during both his participation in the Progressive Leaders’ Summit in Viña del Mar and his subsequent official visit in Santiago. “The very good news is that we’re willing to and want to collaborate,” he told the Leaders’ Summit, “the bad news is that you… don’t have the last administration as an excuse for non-action.”

The Summit was, of course, dominated by the economic crisis or - more precisely - how to get out of it. Vice-President Biden outlined the Obama administration’s strategy, with its financial rescue and fiscal stimulus plans. But, he added, he was not suggesting that it was necessarily also the right strategy for others - “every country’s circumstances are different.”

So is their degree of responsibility, noted Brazil’s President Luiz Inácio Lula da Silva. Latin America was just beginning to reap the benefits of a period of sustained growth, he pointed out, only to be hit by the crisis.

The Latin American governments represented at the Summit - Argentina and Uruguay as well as Brazil and Chile - also had a message for Vice-President Biden. Protectionism - whether in the form of tariffs, state subsidies for troubled industries or banks retreating into their own countries - would only deepen the crisis.

Yet, as Chile’s President Michelle Bachelet pointed out, the vast majority of G20 countries have responded with protectionist measures. “Protectionism is like a drug; it produces euphoria first, then depression,” insisted President Lula.

The Doha round of trade talks, and the contribution that its completion could make to international recovery, came up again and again at the meeting. And, as different speakers pointed out, its future rests largely with the U.S. and India.

The risks that the crisis poses for Latin America was another recurrent issue. After previous crises, its labor markets were particularly slow to recover and social unrest cannot be ruled out, warned José Miguel Insulza, secretary general of the Organization of American States.

In that context, there were calls for more money for the International Monetary Fund and the Inter-American Development Bank so they can be more effective in shoring up poorer countries. But there was also a change; as well as asking for relief, the region’s leaders - with a confidence born of its innocence in the causes of the crisis - were also pressing for a greater say in how the world fixes it, whether through improved international financial regulation, greater control of speculation in commodity futures or reform of multilateral organizations.

And that new voice promises well for Latin America’s relations with the U.S. There will, of course, be disagreements - as there were at the Summit - but it is exactly what Vice-President Biden meant when he told the region it no longer has an excuse for inaction.
Compartir