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Hace ya algún tiempo que los flujos de capitales están cambiando su rumbo, impulsados por la visión de inversionistas de priorizar no sólo resultados financieros, sino también de gobierno corporativo, sociales y ambientales, cuya combinación garantiza la sustentabilidad de las compañías. Pero de ser inversiones más bien de nicho, hoy representan una de las tendencias más fuertes que experimenta el mundo de los negocios, Y que en Chile ya es una realidad.
Por Airam Fernández
Ntombozuko Luningo ganó una beca para ingresar a la CIDA City Campus (Johannesburgo, Sudáfrica), donde tuvo la posibilidad de inscribirse en un curso de Cisco Networking Academy para aprender sobre tecnología. Cuando eso ocurrió, recibió todo tipo de cuestionamientos. “Qué vas a hacer con un computador”. “No es algo que puedan hacer las mujeres”. “No vas a encajar”. “No cambiarás el mundo”.
Cada vez que la entrevistan, Luningo recuerda esos reproches a los que nunca prestó atención. Y con frecuencia, repite a sus alumnos algunos detalles de su valiosa historia de superación: creció en un pueblo muy pobre en la provincia de Cabo Oriental de Sudáfrica, en una pequeña casa donde sólo había una cama para una familia de seis, sin electricidad, entre paredes de adobe y bajo un techo de lata con pequeños agujeros por donde se colaba el agua cuando llovía. Ahora vive en un contexto muy distinto en Johannesburgo, donde trabaja como instructora TI en la academia que antes le abrió las puertas para estudiar y que, desde hace 20 años, ha impactado en la vida de más de nueve millones de personas en 180 países, explica Rebeca de la Vega, Corporate Social Responsibility Manager de Cisco en Latinoamérica.
Luningo dice que la tecnología le cambió la vida. Y es verdad. Pero también es cierto que detrás de eso hay una visión y un trabajo que hace que estas cosas pasen. En este caso, la de Cisco, una de las empresas que en Estados Unidos encabeza el top 10 del S&P 500 Environmental, Social and Governance Index (ESG, por sus siglas en inglés) de Standard & Poor’s, diseñado para medir el desempeño empresarial en temas ambientales, sociales y de gobierno corporativo, de los que tanto se habla últimamente en el mundo empresarial y que han despertado especial interés en los inversionistas. “Atrás quedó el tener que elegir entre sustentabilidad o retornos”, asegura Juan Luis Rivera, socio y portfolio manager de Moneda Asset Management.
Lo reafirman los números del índice MSCI Emerging Markets ESG Leaders, que contempla estos factores: en los últimos diez años ha logrado un retorno anual compuesto de 8,5%, comparado con 5,5% del índice que no mide los conceptos ESG en mercados emergentes.
Y que, en cualquier caso, no son criterios nuevos, dice el director de Estrategia de Inversiones para América Latina e Iberia de BlackRock, Axel Christensen. Aunque sí se habían mantenido relativamente como un mercado de nicho, donde eran adoptados por algunas empresas del sector TI o por inversionistas con características particulares: fundaciones, fondos de órdenes religiosas o universidades.
Sin embargo, en los últimos cuatro años han ido en aumento y ganando espacios, señala el ejecutivo, al punto que inversionistas “de mayor escala”, como fondos de pensiones o fondos soberanos, también los han adoptado impulsados, en parte, por los Principios de Inversión Responsable (PRI, por sus siglas en inglés), iniciativa de la ONU que funciona como “marco estructural” para integrar criterios ESG en los procesos de toma de decisiones o de gestión de activos, y que ya han firmado más de 1.900 instituciones en todo el mundo.
Factores que “se están transformando en el modelo de inversión imperativo que regirá en el futuro”, dice el analista ESG de Moneda Asset Management, Raimundo Alcalde, y que el Global Sustainable Investment Review (GSIR), creado hace tres años, confirma como una tendencia cada vez más presente: a principios de 2018, los activos de inversión sostenible se situaban en US$ 30,7 billones (millón de millones) en los principales mercados del mundo, con un crecimiento de 34% en los últimos dos años. Sólo en Estados Unidos, las estrategias sostenibles pasaron de US$ 8,7 billones (millón de millones) a principios de 2016 a US$ 12.0 billones (millón de millones) a inicios del ejercicio pasado. En Japón, en tanto, responden al 18% de los activos administrados profesionalmente, mientras que en Australia y Nueva Zelanda la cifra llega a 63%.
Ante esa evidencia, Christensen dice que tanto BlackRock como otras compañías de gestión de inversiones, coinciden en que se llegó a un punto de inflexión al pasar del “¿por qué ESG?” al “¿por qué no ESG?”.
Es, justamente, lo que el CEO de BlackRock, Larry Fink, planteó en A sense of purpose, una carta pública que dirigió a fines del año pasado a sus colegas de todo el mundo. En ella asegura, entre otras cosas, que las empresas sin un propósito social último no pueden desarrollar de manera plena su potencial, y que es necesario plantearse algunas interrogantes respecto al papel que juegan en sus comunidades, cómo gestionan su impacto ambiental, cuáles son las estrategias -si es que existen- para crear plantillas diversas, si se están adaptando o no al cambio tecnológico, o si existe algún aporte para que los trabajadores desarrollen capacidades que les permitan encajar en un mundo cada vez más automatizado. Como las habilidades que Luningo quería desarrollar en Sudáfrica.
Factores que impulsan la corriente
Cambios climáticos y demográficos, inequidad social, presión ciudadana y movimientos sociales son algunos de los factores que el mercado identifica como impulsores de los movimientos relevantes en los flujos de capital y que trascienden el concepto de responsabilidad social empresarial.
Para Juan Luis Rivera, de Moneda Asset Management –primer gestor de inversiones chileno en adherirse al PRI de la ONU–, la toma de conciencia respecto al cambio climático y la inequidad social es lo principal, mientras que observa que la exigencia de los ciudadanos para que sus inversiones, y pensiones incluso, sean manejadas “de forma responsable y sustentable”, es otra razón de peso.
A su juicio, la “magnitud y recurrencia” de accidentes ambientales, los casos de corrupción institucional y movimientos sociales emergentes en todo el mundo, han sido también catalizadores que han alertado a los inversionistas de que ya no basta con el análisis “puramente financiero” a la hora de tomar decisiones.
Los cambios demográficos, en un ecosistema donde van ganando espacio los millennials y las mujeres, manifestando otros intereses e intenciones de dirigir sus ahorros hacia un “sentido de propósito”, también están influyendo, añade Christensen, en tanto que para el gerente de Inversiones de AFP Cuprum, Gustavo Price, el driver en el análisis y construcción de cartera ha sido el control de riesgos.
Una visión que comparte María Ignacia García, Sales Institutional de LarrainVial Asset Management, apuntando que no tener estos elementos en cuenta en el sector de gestión de activos representaría “una negligencia” respecto del deber fiduciario. “Si al mirar la tasa de accidentes laborales de una empresa de una industria extractiva vemos que ha tenido un alza considerable en los últimos tres o cinco años, se encienden las alarmas sobre los riesgos futuros: costos operacionales al tener que suspender faenas, costos de imagen que podrían afectar la capacidad de la empresa de reclutar el mejor capital humano disponible e, incluso, la imposibilidad de prevenir un accidente de gran magnitud que pueda poner en duda su continuidad”, ejemplifica el analista ESG de Moneda Asset Management Raimundo Alcalde.
En su opinión, mirar estos factores permite detectar oportunidades no vistas anteriormente, como nuevos productos con foco social o ambiental que pueden generar nuevas fuentes de ingresos, o empresas preocupadas de retener y desarrollar a sus trabajadores, lo que a su vez se traducirá en la disminución de gastos asociados a la rotación de personal, logrando captar futuros empleados de mejor calidad y así fortaleciendo la sostenibilidad del negocio a largo plazo.
Compañías que marcan la pauta
La gerente de Relaciones Corporativas de la Bolsa de Comercio de Santiago, Lucy Pamboukdjian, dice que, efectivamente, las empresas están mostrando “una visión más integral de sus negocios”, impulsadas por políticas públicas que “han comenzado a exigir a los inversionistas que ejerzan sus derechos y responsabilidades como propietarios de sus inversiones”, junto a la presión de los competidores que buscan diferenciarse a través de la práctica de una inversión responsable y sostenible, y motivaciones éticas por parte de los inversionistas, clientes y beneficiarios.
En el caso de Cisco, lo que han hecho es mirar cuáles son los problemas globales “más apremiantes” que la tecnología y su expertise pueden ayudar a resolver, explica Rebeca de la Vega. Y además del programa estrella de su estrategia de responsabilidad social corporativa, otra manera de lograr ese objetivo ha sido a través de inversiones en emprendimientos u organizaciones en etapa temprana, que busquen resolver problemas en el mundo a través de la tecnología. “Lo hacemos para que puedan escalar sus soluciones y multiplicar el impacto”, detalla.
La elaboración de reportes de sostenibilidad con base en la innovación va en creciente aumento como otra manera de mostrar avances en la incorporación de este tipo de políticas, señala Pamboukdjian. Lo observan también los ejecutivos de Moneda Asset Management, acotando que una vez que las empresas empezaron a entender la importancia de estos factores, surgió una tendencia por combinar la clásica memoria institucional con el reporte de sostenibilidad en una especie de “informe integrado”, que entrelaza la información financiera con aquella más relacionada a lo social y ambiental.
IKEA es un ejemplo de ello. En el Sustainability Report FY18, la firma sueca que abrirá una primera tienda en Santiago en 2020, de la mano de Falabella, detalla entre sus aciertos del año datos como que el 60% de su gama se basó en materiales renovables y que el 10% contenía materiales reciclados. También menciona el desarrollo de nuevos productos como el MISTELN, una boquilla de agua adaptable a cualquier grifo que permite el ahorro del recurso en más de 90%.
La línea de Amazon es similar. A principios de este año, la compañía anunció la decisión de compartir públicamente su huella de carbono, así como los objetivos y programas de reducción relacionados, junto con el plan Shipment Zero, con el que espera reducir en 50% el carbono en todos los envíos al año 2030. En paralelo, el foco está en I+D: “Sólo en operaciones, tenemos más de 200 científicos, ingenieros y diseñadores de productos dedicados exclusivamente a inventar nuevas formas de aprovechar responsablemente nuestros recursos”, dice David Flores-Sanchez, vocero de la compañía en Latinoamérica.
Desafíos ante la timidez local
Aunque el impacto de los temas ESG ha sido “colosal” en el ámbito empresarial, no ha ocurrido de manera homogénea entre países y sectores, dice Axel Christensen, de BlackRock. En la región, específicamente en las industrias extractivas, el proceso ha sido más lento, por ejemplo. “Acá aún es un nicho dentro de los inversionistas, y son fundaciones o familias de alto patrimonio los que llevan la delantera”, aclara. Gustavo Price, de AFP Cuprum, coincide y comenta que pese a que varias compañías locales de gestión de activos y organizaciones se han adherido al PRI de la ONU (como AFP Cuprum), los avances en Chile son “muy tímidos”.
En mayo de 2018, sin embargo, el gobierno mostró el interés de avanzar en esa línea con la creación de la Oficina de Gestión de Proyectos Sustentables (GPS). Pese a que su fin principal es acompañar a los inversionistas en el proceso pre aprobatorio de los proyectos de inversión y agilizar trámites, también busca que los proyectos “cumplan con nuestra legislación, sean amistosos y sustentables con el medio ambiente y, al mismo tiempo, respetuosos de las comunidades que los acogen”, dijo el presidente Sebastián Piñera en la presentación oficial de esta oficina que depende del Ministerio de Economía.
Pamboukdjian también resalta el desarrollo de nuevas regulaciones, como las Normas de Carácter General 385 y 386, que la Superintendencia de Valores y Seguros (actual Comisión para el Mercado Financiero) emitió en 2015 buscando mejorar la información que entregan las empresas emisoras en materias de gobierno corporativo, responsabilidad social y desarrollo sostenible, entre otros contenidos. En esa línea, la ejecutiva también pone la lupa sobre el Dow Jones Sustainability Chile Index, la versión local del S&P 500 ESG que la Bolsa de Comercio de Santiago desarrolló junto a S&P Dow Jones y RobecoSAM como evaluador externo e independiente. Hace cuatro años, cuando el ránking presentó su primer resultado, estaba integrado por 12 empresas y en 2018 cerró su cartera con 29 compañías locales, en su mayoría del sector financiero, como Banco de Chile, Bci, Santander, Grupo Security e Itaú en el top 5.
Promover las buenas prácticas y entregar más datos, tanto a inversionistas como a emisores y empresas, es uno de los fines de este índice, explica Pamboukdjian, en un contexto donde la materialidad de la información es, precisamente, uno de los principales desafíos para que Chile suba al nivel de otros mercados internacionales. Y en esto coinciden todos.
A juicio de Price, los retos pasan por la actualización permanente respecto a temas ESG, junto al ejercicio constante de cada empresa y actor involucrado de preguntarse cómo asegurar que los objetivos de corto plazo no les impidan enfocarse y dedicar esfuerzos y recursos a los de largo plazo. Lo importante, plantea María Ignacia García, de LarrainVial, es que la reflexión “trascienda los lugares comunes” y aterrice al ámbito de acción de cada organización.
En esa línea, Rebeca de la Vega, de Cisco, sugiere a cada organización evaluar muy conscientemente su rol, sin diseñar estrategias basadas en el “hacer por hacer” porque lo clave, en su opinión, “es no perder de vista dónde se tiene mayor impacto, porque no es posible resolver todos los problemas del mundo”.
Sobre la base de su experiencia con Cisco Networking Academy, esta reflexión debiera partir por definir el propósito último de cada programa social que las empresas se planteen. “¿Hacemos por hacer? ¿Se alinean los programas a mis objetivos y, en consecuencia, puedo alinear mejor los esfuerzos y los recursos para obtener mejores resultados? Cuando miramos más allá de lo que nos hace lucir bien, planteamos objetivos claros y alineamos eso con nuestros propios recursos, tenemos más probabilidades de ser exitosos y relevantes en lo que hacemos”, dice.
Con esto, quizás sea posible avanzar hacia un mundo donde, por ejemplo, se multipliquen las Ntombozuko Luningo.
Chilenas adheridas al PRI
En abril de 2018, Moneda Asset Management se convirtió en el primer gestor de inversiones de Chile y el segundo en el Cono Sur en adherirse al PRI de la ONU. LarrainVial y Compass Group se unieron después y este año también se sumó Cuprum, hasta ahora la única AFP que firma el pacto.
“Cuando evaluamos si adherir al PRI agregaba valor o no para los fondos de nuestros afiliados, nos pareció que era una organización que nos podía apoyar en el avance de la integración de factores ESG, ya que compartimos una misma visión sobre la inversión responsable”, dice Gustavo Price, gerente de Inversiones de AFP Cuprum, aclarando que la compañía pondera ese compromiso como “una extensión y profundización” de su rol fiduciario y su mandato de velar “exclusivamente por la rentabilidad y seguridad de los fondos, sin necesariamente suscribir un esquema valórico en particular”.
En el caso de LarrainVial, la decisión fue impulsada por los clientes institucionales, explica María Ignacia García, sales institutional de la compañía. “Estaban preguntando cada vez más en qué estábamos en el plano de la inversión responsable. La firma del PRI es una señal pública de trabajo en la línea de integración de variables ESG”, señala.
Para Juan Luis Rivera, socio y Portfolio Manager de Moneda Asset Management, la suma de cuatro signatarios en menos de un año es algo muy positivo y aporta a la discusión. “Estamos confiados de que los pasos que hemos dado en este poco tiempo darán impulso a que nuevos actores del mercado financiero se sumen”, sostiene.[:]