En los negocios, como en la vida, nada es permanente excepto el cambio. Para las empresas en los mercados globalizados de hoy en día, la innovación -del latín “novus” que quiere decir nuevo- es una herramienta necesaria para la sobrevivencia, pero que requiere dinero e imaginación.
Chile invierte una cantidad relativamente paupérrima en investigación y desarrollo -alrededor del 0,7% del PIB lo que se compara con el 2,7% de Estados Unidos- pero el presidente Sebastián Piñera convirtió en una prioridad de su gobierno la promoción de la innovación.
El Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad fue creado en el 2005 con la misión de fomentar la inversión pública y privada en áreas clave. Designado por el presidente Piñera como presidente del consejo, el ex senador y empresario Fernando Flores dijo a los miembros de AmCham en un desayuno celebrado en diciembre que Chile necesita gente que pueda identificar oportunidades y anticipar el cambio.
Flores sabe a partir de su experiencia personal sobre el poder del cambio: ingeniero de la Pontificia Universidad Católica y miembro del gabinete del ex presidente Salvador Allende, estuvo preso durante tres años antes de su exilio en California, donde obtuvo un doctorado de la Universidad UC Berkeley y fundó varias empresas incluida la firma de software Action Technologies antes de volver a Chile.
“El problema de Chile no es de innovación (…), ¿cuál es el problema de Chile? El problema de Chile es que somos un país que si mira hacia futuro tiene algunos nubarrones; el primer nubarrón, puede que tengamos la desgracia de los países ricos en recursos naturales”, sostuvo.
El creciente apetito de China por cobre ha agravado el caso de enfermedad holandesa de Chile: la dependencia excesiva de las exportaciones de recursos naturales en detrimento del sector manufacturero. Con la demanda y los precios del cobre, el litio y los productos agrícolas disparados, las empresas tienen pocos motivos para invertir en innovación, indicó Flores.
“Lo que hace que se produzcan dos cosas: podemos gastar demasiado dinero en leseras y en segundo lugar, podemos darnos vuelta en lo mismo, más de lo mismo”, afirmó.
La innovación en ciencia y tecnología podría aumentar la productividad, que es una prioridad del gobierno, y crear empleos de mejor calidad, pero Chile necesita gente con las capacidades correctas, señaló Flores.
Las universidades chilenas generan cientos de graduados cada año, pero el “talón de Aquiles” del país, según Flores, es la ingeniería. “Chile produce infinita cantidad de administradores, pero los administradores no sabemos producir tecnología”.
Parte del problema es que las universidades chilenas obligan a los estudiantes a escoger entre las artes y las ciencias desde su primer año, pero si en Chile “queremos tener innovadores, tenemos que tener gente que hable los dos lenguajes”, señaló Flores.
La compasión y la conciencia cultural pueden ayudar a las empresas a diseñar nuevos productos que los consumidores tienen muchas ganas de comprar, señaló Flores.
Tome como ejemplo esos dos referentes de la innovación: Microsoft y Apple. Fundadas por Bill Gates y Steve Jobs, respectivamente, los dos hombres tuvieron un timing extraordinario y un sexto sentido de lo que el mercado quería.
“Las oportunidades y las amenazas tienen timing, y cuando se pierde el timing no se saca nada con tener uno de los mejores conocimientos del mundo”, afirmó Flores.
Gates usó los chips de computación de Intel para armar computadores personales, mientras que Jobs ocupó los mismos chips y diseñó -en el garage de sus padres- un Mac para gente joven con un logo “cool”.
No obstante, ninguno de los dos terminó la universidad: Gates abandonó Harvard en su segundo año, mientras que Jobs estudió caligrafía por seis meses. “Sin embargo, hoy día [Jobs] es el paradigma del emprendimiento y la innovación, por lo que él sabe hacer, sabe inventar diseños que la gente no sabe que necesita y los compra”, sostuvo Flores.
Tome como ejemplo el iPad, que Flores -que tiene uno- predice que todo el mundo tendrá dentro de poco. “Al final, van a comprar [uno]”, señaló, añadiendo que “los grandes innovadores inventan mercados”.
Pero la innovación no surge de la nada, implica combinar invenciones existentes de nuevas maneras. Hoy en día, los componentes clave para la innovación son los procesadores, las memorias y los transmisores, todos los cuales -como el iPad y el iPhone- se diseñan en Silicon Valley.
Sin embargo, las compañías como Apple no pueden darse el lujo de ser complacientes, indicó Flores, quien destacó que China e India, donde se fabrican los productos de Apple, se están poniendo al día con Occidente.
“El negocio de la innovación en serio es un negocio de innovación permanente y continua (…) la competencia es permanente”, afirmó.
Puede que Chile no pueda competir con Silicon Valley en diseño computacional, pero tiene una ventaja competitiva en campos como la astronomía.
El norte de Chile tiene parte de los cielos nocturnos más claros del mundo y, para el 2020, tendrá alrededor del 70% de la capacidad astronómica del planeta, pero los telescopios serán diseñados y construidos por extranjeros.
Flores comentó que los chilenos operan los observatorios, pero que no se tienen políticas que permitan a los astrónomos del país inventar la tecnología. Otro ejemplo es la industria de la celulosa, que produce miles de toneladas con tecnología importada.
No obstante, hay algunas excepciones. Tome como ejemplo el edificio de 52 pisos Titanium La Portada en Santiago construido usando tecnología antisísmica diseñada por un ingeniero chileno que estudió en Berkeley. “Esa es una innovación notable, de exportación”, aseveró Flores.
Otra excepción es la tecnología desarrollada por la firma con sede en Santiago Crystal Lagoons para construir enormes lagunas cristalinas en cualquier parte del mundo. A juicio de Flores, se trata de un concepto asombrosamente innovador.
Pero estos casos son muy pocos.
A pesar de los desafíos, Flores está optimista en cuanto a que los emprendedores chilenos pueden “inventar nuevos mundos” en astronomía, logística y transporte, lo que es importante dada la distancia a la que se encuentra Chile de los mercados clave.
Nadie tiene una bola de cristal, pero ello nunca detuvo a emprendedores como Steve Jobs para crear nuevos productos. “La vida es impredecible, pero podemos estar preparados para el cambio”, concluyó Flores.
Julian Dowling es editor de bUSiness CHILE
In business, as in life, nothing is permanent except change. For companies in today’s globalized markets, innovation – from the Latin ‘novus’ meaning new – is a necessary tool for survival, but it takes money and imagination.
Chile invests a relative pittance in research and development – around 0.7% of GDP compared to 2.7% in the United States – but President Sebastián Piñera has made promoting innovation a priority of his government.
The National Council of Innovation for Competitiveness was created in 2005 with the task of fostering public and private investment in key areas. Appointed by President Piñera as president of the council, the former Senator and entrepreneur Fernando Flores told AmCham members at a breakfast in December that Chile needs people who can identify opportunities and anticipate change.
Flores knows from personal experience about the power of change – an engineer from Universidad Católica and a member of former President Salvador Allende’s cabinet, he was imprisoned for three years before going into exile in California where he obtained a PhD from UC Berkeley and founded several companies including the software firm Action Technologies before returning to Chile.
“Chile’s problem is not innovation, it is our wealth of natural resources,” he said.
China’s growing appetite for copper has aggravated Chile’s case of Dutch disease – an overdependence on natural resource exports to the detriment of the manufacturing sector. With demand and prices for copper, lithium and agricultural products soaring, companies have little reason to invest in innovation, said Flores.
“The result is we spend too much money on things we don’t need and do more of the same,” he said.
Innovation in science and technology could increase productivity, which is a government priority, and create better quality employment, but Chile needs people with the right skills, said Flores.
Chilean universities churn out hundreds of graduates each year, but the country’s “Achilles’ heel,” says Flores, is its engineers. “Chile produces lots of administrators, but not engineers.”
Part of the problem is that Chilean universities force students to choose between arts and sciences from their first year, but “Chile needs graduates that speak both languages,” said Flores.
Cultural awareness and compassion, said Flores, can help companies design new products that customers are willing to buy.
Take those twin beacons of innovation - Microsoft and Apple. Founded by Bill Gates and Steve Jobs, respectively, both men have superb timing and a sixth sense of what the market wants.
“Seeing opportunities and beating the competition is about timing, without timing it doesn’t matter how much knowledge you have,” said Flores.
Gates used Intel’s computer chips to build PCs, while Jobs took the same chips and designed – in his parents’ garage - a Mac for young people with a “cool” logo.
But neither finished university - Gates dropped out of Harvard in his second year while Jobs studied calligraphy for six months. “It goes to show that innovation is not about knowledge, it’s about designing things people didn’t even know they needed,” said Flores.
Take the iPad, which Flores – who owns one himself - predicts will soon be everywhere. “You will all end up buying one,” he said, adding that “great innovators create their own markets.”
But innovation does not come out of nowhere; it involves combining existing inventions in new ways. Today, the key components for innovation are computer processors, memory chips and transmitters, all of which – like the iPad and iPhone - are designed in Silicon Valley.
But companies like Apple cannot afford to be complacent, said Flores, noting that China and India, where Apple’s products are manufactured, are catching up to the West.
“Innovation has to be permanent because competition is permanent,” he said.
Chile may not be able to compete with Silicon Valley in computer design, but it has a competitive advantage in fields like astronomy.
Northern Chile has some of the clearest night skies in the world and, by 2020, it will have around 70% of the planet’s stargazing capacity, but the telescopes will be designed and built by foreigners.
“Chileans run the observatories but we don’t have policies that allow our astronomers to invent the technology,” said Flores. Another example is the cellulose industry, which produces thousands of tons with imported technology.
But there are some exceptions. Take the 52-story Titanium La Portada tower in Santiago built using anti-seismic technology designed by a Chilean engineer educated in Berkeley. “This is an important innovation that can be exported,” said Flores.
Another exception is the technology developed by the Santiago-based firm Crystal Lagoons to build huge crystalline lagoons anywhere in the world. “It’s an amazingly innovative concept,” said Flores.
But these cases are too few.
Despite the challenges, Flores is optimistic Chilean entrepreneurs can “invent new worlds” in astronomy, logistics and transport, which is important given Chile’s distance from key markets.
No one has a crystal ball, but that never stopped entrepreneurs like Steve Jobs from making new products. “Life is unpredictable, but we can be prepared for change,” concluded Flores.
Julian Dowling is editor of bUSiness CHILE