Un moderno edificio de oficinas en las afueras de Viña del Mar parece un lugar poco probable para encontrar un centro de investigación de liderazgo mundial, pero es aquí, en el sexto piso, que una docena de científicos, ingenieros y diseñadores industriales estadounidenses y chilenos están desarrollando productos que podrían mejorar la calidad de vida de millones de personas alrededor del planeta.
El Centro de Innovación Avanzada (CAIC) fue fundado a mediados de 2010 por un emprendedor chileno, Alfredo Zolezzi, y su socio estadounidense, Traver Gruen-Kennedy, con el objetivo de aprovechar el conocimiento científico estadounidense para generar soluciones innovadoras a problemas globales.
Todo empezó a comienzos del 2010 cuando el presidente Barack Obama canceló el programa de exploración espacial de la NASA, lo que dejó a una gran cantidad de científicos subempleados en Florida. Gruen-Kennedy, quien es presidente ejecutivo de la firma estadounidense Molecular Power Systems, fue a la Casa Blanca y propuso la idea de un centro de innovación conjunto estadounidense-chileno. Gruen-Kennedy fue bien recibido y el presidente Obama ofreció subsidios para construirlo en Florida, pero Zolezzi insistió en que Chile sería el mejor lugar para localizarlo.
“Chile es un país moderno y estable, en donde las instituciones y las leyes funcionan”, afirma Zolezzi. “Además cuenta con buenas telecomunicaciones y profesionales, de modo que es la plataforma perfecta”.
La idea de Zolezzi era traer a científicos estadounidenses líderes a Chile y ponerlos a trabajar con ingenieros chilenos, aplicando su enorme conocimiento a problemas en otras áreas.
“Quería tomar la ciencia desarrollada por la NASA para el futuro y aplicarla a productos de hoy en día para resolver problemas del pasado”, explica.
Hasta ahora el CAIC ha desarrollado cuatro tecnologías con aplicaciones comerciales y humanitarias. La más avanzada de estas es el Plasma Water Sanitation System, un sistema de sanitización de agua que está siendo sometido a pruebas en una población cerca de Santiago.
Desarrollado en alianza con la organización sin fines de lucro Un Techo Para Chile, el dispositivo consiste en un tubo de 23 centímetros de largo con un diámetro de 5 centímetros, el que crea un campo eléctrico que mata bacterias en el agua que pasa a través del tubo. El dispositivo puede procesar hasta siete litros por minuto a un costo de menos de US$0,05 por litro y podría ser la solución en pequeñas localidades y villas a lo largo de América Latina que carecen de agua potable limpia.
“El agua potable es un enorme problema a nivel mundial, pero mi idea es mostrar que la tecnología puede ayudar en la lucha contra la pobreza”, afirma.
La tecnología también tiene aplicaciones médicas y militares en Estados Unidos, por ejemplo, podría emplearse para proteger los suministros de agua en hospitales y otros edificios en contra de la contaminación bacterial o del bioterrorismo. No obstante, al someterlo a prueba primero en Chile, el CAIC mostró a los potenciales inversionistas que el sanitizador de agua es funcional, eficiente y flexible.
“En general, los centros de innovación consumen mucho capital y demoran mucho tiempo en mostrar resultados, pero queremos cambiar este modelo”, afirma Zolezzi.
Entre otros productos del CAIC figuran una pequeña turbina eólica capaz de generar electricidad para hogares y un motor que hace un uso eficiente de la energía.
Según Zolezzi, una importante ventaja de trabajar en Chile es que se puede reducir de manera drástica el tiempo para comercializar nuevos productos. “No solamente probamos estos productos en el laboratorio, sino que a escala industrial”, explica.
La investigación y el desarrollo que pueden demorar años y consumir miles de millones de dólares para una corporación en Estados Unidos, pueden tardar apenas unos meses en Chile. Esto se debe en parte a la menor burocracia que existe en la nación sudamericana, pero también al pequeño tamaño del mercado y la calidad de los profesionales locales, según Zolezzi.
Una vez que un producto como el sanitizador de agua Plasma se prueba con éxito, CAIC tiene un acuerdo con su socio, Advanced Magnetic Lab con sede en Florida, para comercializarlo en Estados Unidos.
“Podemos producirlo y distribuirlo a escala global desde Estados Unidos con múltiples aplicaciones, incluidas las humanitarias”, sostiene Zolezzi.
Esto debería crear empleo en Estados Unidos al tiempo que deja al CAIC con los derechos de distribución en América Latina. “Estamos usando el ingenio de los chilenos y el acceso al mercado estadounidense, si funciona generará beneficios en ambos países”, señala.
Zolezzi, quien pasa su tiempo viajando hacia y desde Santiago, explica que la ventaja de estar en Viña del Mar, aparte de la brisa del mar, es la alta densidad de universidades en la ciudad costera, lo que proporciona una oferta estable de talentosos graduados.
CAIC no ha recibido ningún respaldo financiero de los Gobiernos de Estados Unidos o Chile, si bien Zolezzi espera que esto cambie en el futuro, y hasta ahora lo ha estado financiando de su propio bolsillo. Esto significa que tiene cuidado de no gastar dinero desarrollando productos que no tienen un mercado existente.
A diferencia de los centros de investigación universitarios en Chile, el CAIC solamente desarrolla productos una vez que se ha establecido que existe la demanda. “Decidimos dónde concentrar nuestros esfuerzos y no desarrollar nada que no tenga un mercado”, destaca Zolezzi.
Por ejemplo, el CAIC está trabajando con una firma asiática para desarrollar un nuevo tipo de biocombustible de alto rendimiento. “Una vez que se pruebe y exhiba en Chile ya no hay nada más que hacer, una industria entera está esperando”.
También ayuda que la comunidad internacional tenga una buena impresión de Chile. “Está la idea de que las cosas se pueden hacer acá y quiero demostrar que así es”, indica Zolezzi.
CAIC planea segur desplegando más productos como el sanitizador de agua con un potencial de alto impacto, pero a juicio de Zolezzi el mayor impacto que el centro podría generar está en la forma en que las universidades y otras instituciones en Chile llevan a cabo la investigación y el desarrollo.
“Mi idea es que la gente va a hablar de innovación aplicada en Chile como antes y después del CAIC", afirma.
Julian Dowling es editor de bUSiness CHILE
A modern office building on the outskirts of Viña del Mar may seem an unlikely place to find a world-leading research center, but it is here, on the sixth floor, that a dozen US and Chilean scientists, engineers and industrial designers are developing products that could improve the quality of life for millions around the globe.
The Chilean Advanced Innovation Center (CAIC), or Centro de Innovación Avanzada, was founded in mid-2010 by a Chilean entrepreneur, Alfredo Zolezzi, and his American partner, Traver Gruen-Kennedy, with the aim of harnessing US scientific knowledge to produce innovative solutions to global problems.
It all started in early 2010 when President Obama cancelled the NASA space exploration program, which left a large pool of underemployed scientists in Florida. Gruen-Kennedy, who is CEO of the US firm Molecular Power Systems, went to the White House and pitched the idea for a joint US-Chilean innovation center. He was well received and President Obama offered subsidies to build it in Florida, but Zolezzi insisted Chile would be the best location.
“Chile is a modern, stable country where the institutions and laws work,” says Zolezzi. “It also has good telecommunications and professionals, so it’s the perfect platform.”
Zolezzi’s idea was to bring leading US scientists to Chile and put them to work with Chilean engineers, applying their wealth of knowledge to problems in other areas.
“I wanted to take science developed by NASA for the future and apply it to products today to solve problems from the past,” he explains.
So far CAIC has developed four technologies with commercial and humanitarian applications. The most advanced of these is the Plasma Water Sanitation System, a water purification system currently being tested in a shantytown near Santiago.
Developed in partnership with the NGO Un Techo Para Chile, the device consists of a 23-cm long tube with a 5-cm diameter, which creates an electrical field that kills bacteria in water passing through the tube. It can process up to seven liters a minute at a cost of less than US$0.05 a liter and could be the solution for small towns and villages all over Latin America that lack clean drinking water.
“Drinking water is a huge problem worldwide, but my idea is to show that technology can help in the fight against poverty,” he says.
The technology also has medical and military applications in the United States, for example it could be used to protect water supplies in hospitals and other buildings from bacterial contamination or bioterrorism. However, by first testing it in Chile, CAIC has shown potential investors that the water purifier is functional, efficient and flexible.
“In general, centers of innovation consume a lot of capital and take a long time to show results, but we want to change this model,” says Zolezzi.
Other CAIC products include a small wind turbine capable of generating electricity for households and an energy-efficient motor.
According to Zolezzi, one major advantage of working in Chile is that the time to market for new products can be drastically reduced. “We don’t just test these products in laboratory, but on an industrial scale,” he explains.
Research and development that may take years and billions of dollars for a corporation in the United States, can take just a few months. This is partly due to less red tape in Chile but also to the small size of the market and the quality of local professionals, says Zolezzi.
Once a product like the Plasma water purifier is successfully tested, CAIC plans to market it in the United States through an agreement with its US partner, Florida-based Advanced Magnetic Lab.
“We can produce and distribute it on a global scale from the US with multiple applications including humanitarian ones,” says Zolezzi.
This should create employment in the United States while leaving CAIC with the distribution rights in Latin America. “We are using the ingenuity of Chileans and access to the US market, if it works it will generate benefits in both countries,” he says.
Zolezzi, who spends his time commuting to and from Santiago, explains that the advantage of being in Viña del Mar, apart from the sea breeze, is the high density of universities in the coastal city which provide a steady supply of talented graduates.
CAIC has not received any financial support from the US or Chilean governments, although Zolezzi hopes this changes in the future, and has so far been financed out of his own pocket. This means he is careful not to waste money developing products that do not have an existing market.
Unlike university research centers in Chile, CAIC only develops products once the demand has been established. “We decide where to focus our efforts and don’t develop anything that does not have a market,” points out Zolezzi.
For example, CAIC is working with an Asian firm to develop a new type of high performance biofuel. “Once it is tested and showcased in Chile there is nothing else to do, a whole industry is waiting.”
It also helps that the international community has a good impression of Chile. “There is the idea things can be done here and I want to prove that is so,” says Zolezzi.
CAIC plans to keep rolling out more products like the water purifier with high impact potential, but according to Zolezzi the Center’s greatest impact could be on the way universities and other institutions in Chile conduct research and development.
“My idea is that people will talk about applied innovation in Chile before and after CAIC,” he says.
Julian Dowling is Editor of bUSiness CHILE