Habemus Reformationem, ¿y ahora qué?Habemus Reformationem. But what next?

01 Octubre 2014

Por más de un año, el enfoque del país y sus observadores ha estado en la reforma tributaria, la cual fue aprobada por el congreso el 10 de septiembre. Hay evidencia que la reforma ha afectado negativamente al sentimiento del mercado, como lo refleja el rendimiento de la bolsa, y ha ayudado en la desaceleración de la economía, especialmente con respecto a decisiones de inversión. Sin embargo, con la implementación, el nivel de incertidumbre debería empezar a disminuir, mientras que empresas e inversionistas internalizan los impactos. Además, hay un lado positivo que puede producir algunos beneficios relacionados a la calidad de los actores en el mercado y su gobierno corporativo, sin mencionar más accesibilidad y liquidez para participantes en los mercados de capitales.

Aunque la reforma tiene varios aspectos, el enfoque principal está en el tratamiento de las empresas y sus accionistas. En general, la tasa máxima de personas baja a 35% desde 40% a partir de 2017 y la tasa corporativa sube gradualmente a 25% o 27% entre 2014 y 2017, dependiendo el régimen que la empresa elija. Además, el famoso Fondo Único Tributario (FUT), el cual ha permitido el reciclaje de utilidades sin impuestos, se eliminará a partir de 2017, mientras hay algunas medidas nuevas para compensar el impacto, especialmente para las empresas pequeñas y medianas (PYMEs).

El primer régimen, el cual es todavía integrado, incluye una tasa corporativa que llega a 25% en 2017. Los accionistas pagan la tasa personal sobre los dividendos, recibiendo un crédito de 100% por los impuestos pagados a nivel corporativo, resultando en una tasa efectiva máxima de impuestos finales de 35%, igual que la tasa máxima personal. En el segundo régimen, el cual es semi-integrado, la tasa corporativa es 27% a partir de 2017.

Los accionistas pagan la tasa personal sobre los dividendos, pero sólo reciben un crédito de 65% por los impuestos pagados a nivel corporativo, resultando en una tasa efectiva máxima de impuestos finales de 44,45%. Generalizando el tema y según cálculos básicos, esto significa que sólo vale la pena elegir el segundo régimen si una empresa paga menos de 46% de sus utilidades a distribuir en dividendos (ver gráfico). Sin embargo, no es tan claro para casos en que hay varios vehículos usados para controlar una empresa, una estructura bastante común en Chile.

Sin duda, las empresas y sus accionistas van a enfrentar mayores impuestos, especialmente las compañías que actualmente pagan menos dividendos y reinvierten sus ganancias. Como resultado, esta ventaja competitiva que Chile ha tenido históricamente, disminuye. Esto puede tener un impacto en los retornos sobre capital invertido y, entonces, en las decisiones de inversión en el futuro.

Aunque los mercados y sus participantes no toman estas noticias bien, hay un lado positivo. Primero que nada, el modelo chileno todavía existe y Chile sigue siendo el país más competitivo y mejor para hacer negocios en Latinoamérica, según los últimos análisis del World Economic Forum (WEF) y del World Bank. Segundo, se elimina en teoría la “plata fácil”, o sea el retorno extra que ganan inversionistas sólo por su lugar de domicilio. Esto puede resultar en mayor eficiencia en las empresas chilenas, no sólo en términos operacionales, sino que también en términos de la estructura de capital y la disciplina en los usos de capital. Además, una “cancha de juego” más nivelada invita a nuevos participantes en el mercado, aumentando la competitividad para activos y proyectos, y resultando en más creatividad para lograr los retornos suficientes. Al final, todo esto va hacia un buen gobierno corporativo, algo importante para atraer capital y para llevar a Chile a un nivel más alto en términos de competitividad.

Puede ser que la reforma tributaria no es lo que quería el mercado, pero es el desafío que va a tener que enfrentar ahora y puede marcar un momento de renovación e innovación en su historia.

For over a year, the country and its observers have been focusing on the tax reform, which was recently passed by Congress on September 10. There is evidence that the reform has had a negative impact on overall feeling in the market, as reflected by stock market performance, as well as having contributed to economic slowdown, especially in terms of investment decisions. However, following its implementation, the level of uncertainty should begin to recede while businesses and investors internalize its impacts. In addition, there is a positive side which may generate certain benefits regarding the quality of actors in the market and their corporate governance, not to mention greater accessibility and liquidity for capital market participants.

Although the reform contains different aspects, its main focus is the treatment of businesses and their shareholders. Generally, the top rate of individual income tax will fall from 40% to 35% in 2017, and the corporate tax rate will rise gradually to 25% or 27%, depending on the tax system chosen by businesses. Furthermore, the famous Taxable Profit Fund (Fondo Único Tributario, or FUT), which has enabled the rolling over of earnings without paying taxes, will be eliminated in 2017. In addition, some new measures will come into force to compensate the impact, especially for small and medium-sized enterprises (SMEs).

The first tax system, which remains integrated, includes a corporate tax rate, reaching 25% in 2017. Shareholders will pay a personal rate on their dividends, receiving a tax credit of 100% for taxes paid at the corporate level, generating an effective final top rate of 35%. This is the same as the top rate of personal income tax. In the second tax system, which is partially integrated, the corporate tax rate will be 27% as of 2017. Shareholders will pay a personal rate on their dividends, but will only receive a tax credit of 65% for taxes paid at the corporate level, generating an effective final top rate of 44.45%. As a way of generalizing the issue, and according to basic calculations, this means that it will only be in the interest of a business to select the second tax system if it pays less than 46% of its earnings to distribute dividends (see chart). However, the case is not so clear when different vehicles are used for controlling a business, which is a fairly common practice in Chile.

Without a doubt, businesses and their shareholders are going to face steeper taxes, especially companies currently paying less in dividends and reinvesting fewer earnings. As a result, the competitive advantage which has traditionally been prevalent in Chile will begin to subside. This may have an impact on capital investment returns and, as such, on future investment decisions.

Although this has not been judged as good news by the markets and their constituent parts, there is a positive side. Firstly, the Chilean model still exists and Chile remains the most competitive and best country in which to do business in Latin America, according to the latest research from the World Economic Forum (WEF) and the World Bank. Secondly, it does away with the “easy money” theory, referring to the extra return earned by investors, thanks simply to their place of residence. This could bring about greater efficiency within Chilean businesses, not only in terms of operations, but also in capital structure and discipline in the use of capital.

In addition, a more level playing field invites new participants to the market, increasing competiveness for assets and projects, and producing greater creativity to generate sufficient returns. Ultimately, all this leads to good corporate governance – such a key aspect for attracting capital and for helping Chile ensure higher levels of competiveness.

Perhaps the tax reform was not what the market wanted, but it is the challenge which now has to be confronted. It could yet mark a key moment of renovation and innovation in Chilean market history.

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