Evitar la Trampa China Avoiding the China Trap

02 Enero 2012

Chile tiene la bendición de contar con una abundancia de recursos naturales. Desde su fértil tierra cultivable hasta su extensa costa en el océano Pacífico y, en especial, sus vastos yacimientos minerales en el norte, esta larga franja de Sudamérica produce materias primas que países no tan bien dotados necesitan para construir ciudades y alimentar a sus poblaciones.


Y las exportaciones de Chile están creciendo. Entre el 2003 y el 2010, las exportaciones se incrementaron a una tasa anual promedio del 19% y se han cuadruplicado en la última década a cerca de US$80.000 millones en el 2011. Sin embargo, gran parte de la expansión de los últimos años se ha debido a la creciente demanda de un solo bien básico: el cobre.


La economía de Chile siempre se ha apoyado fuertemente en las exportaciones de minerales. En el siglo XIX, los nitratos -usados en fertilizantes y explosivos- financiaron el surgimiento de Chile como una nación independiente. En el siglo XX, el cobre gradualmente reemplazó a los nitratos como la principal exportación de Chile y en la actualidad corresponde a más de la mitad de las exportaciones totales del país.


Pero las exportaciones de productos no mineros como fruta, salmón, vino y muebles se han incrementado gracias a una red de tratados de libre comercio. Desde el 2000, Chile ha suscrito acuerdos con socios clave que incluyen a Estados Unidos, la Unión Europea, Corea, China y Japón. Hoy en día, tiene 21 tratados de libre comercio con 58 países, los que otorgan a los exportadores acceso preferencial a casi dos tercios de la población mundial.


Esta apertura se refleja en la diversificación de las exportaciones y en la cantidad de compañías que exportan a estos mercados. En el 2010, un total de 7.447 firmas chilenas exportaron 4.929 productos, un aumento frente a las 5.496 firmas y los 3.503 productos de 1993. Por supuesto, no todas las compañías exportan a todos los países, pero Estados Unidos -país con que suscribió un acuerdo en el 2003- ha sido un mercado clave para productos no cupríferos.


Esto no es ningún accidente. La agencia gubernamental de promoción de las exportaciones, ProChile, ha trabajado arduamente para diversificar las exportaciones de Chile hacia Estados Unidos y hacia otras partes del mundo, señala el director de ProChile, Félix de Vicente.   


A través de su red de 55 oficinas comerciales en 41 países -incluidas cinco en Estados Unidos-, ProChile hace un seguimiento a los mercados internacionales e identifica oportunidades y amenazas para los exportadores.


“Esta información actualizada nos permite estar constantemente apuntando hacia las tendencias presentes en distintos países para que nuestros exportadores puedan tomar las decisiones más adecuadas en cada momento y no cometer errores que pueden ser evitables”, señala De Vicente.


Y la estrategia ha funcionado. Desde mediados de la década de los 90 hasta el 2008, las exportaciones no cupríferas han mostrado un crecimiento estable para llegar a más de US$30.000 millones. Las exportaciones de Chile cayeron de manera pronunciada en el 2009 debido a la crisis financiera global, pero se han recuperado sólidamente en el último año.


“Podemos decir que los acuerdos comerciales han incidido positivamente en la diversificación de las exportaciones chilenas”, sostiene De Vicente.


No obstante, pese a la integración de Chile en los mercados extranjeros, su cesta de exportaciones se ha vuelto más -no menos- concentrada en los últimos cinco años, mientras que las exportaciones de cobre se han disparado.


Esto se debe principalmente a la demanda china. El auge en la industria de la construcción de China implica que se necesita cobre en cantidades suficientes para construir una nueva ciudad cada tres o cuatro meses. En consecuencia, el dragón asiático se ha convertido en el principal socio comercial de Chile –las exportaciones alcanzaron un total de US$12.900 millones en los primeros nueve meses del 2011, un alza del 7% frente al mismo lapso del 2010– y el metal representa casi el 90% de las exportaciones.


“Chile es uno de los países de América Latina con la mayor diversificación de mercados y la menor diversificación de productos”, afirma Osvaldo Rosales, director de la división de comercio internacional e integración de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). “Estamos hablando de una re-primarización de la economía”.



De hecho, tras una aceleración del crecimiento a comienzos de la década de los 90, la diversificación de las exportaciones de Chile, medida según el índice Herfindahl-Hirschman, prácticamente no ha cambiado desde 1994 cuando Chile obtuvo un puntaje de 0,27 (1,0 representa la concentración máxima) comparado con el 0,26 del 2008. Esto se compara con un promedio del 0,1 en los países del G-7 y del 0,15 en Corea.


Hoy en día, las exportaciones de Chile están menos diversificadas que las exportaciones de muchos países asiáticos en un nivel similar de desarrollo y de PIB per cápita.


“Mejoramos en los años 90, pero nos hemos estancado en la última década”, señala Ricardo Ffrench-Davis, profesor de economía de la Universidad de Chile.


En su libro, Chile entre el Neoliberalismo y el Crecimiento con Equidad: Reformas y políticas económicas desde 1973, Ffrench-Davis argumenta que la principal razón para este estancamiento es la volatilidad de la tasa de cambio.


Presionados por el Peso


Los exportadores viven y penan por la tasa de cambio. Esta determina cuánto reciben por cada peso que gastan en la elaboración de un producto o servicio. Sin embargo, durante la última década predecir la tasa de cambio real ha sido un lotería.


“¿Va a ser de 450 o 650 pesos? ¿En qué baso mis decisiones de inversión para el fututo? Es muy difícil”, argumenta Ffrench-Davis. 


Sin una tasa de cambio estable, los inversionistas no se arriesgarán a invertir en innovación que es clave para el desarrollo de nuevos productos y servicios. Si bien el dólar se ha fortalecido en los últimos meses debido a la crisis de deuda europea, la apreciación del peso también ha dificultado que los exportadores chilenos de sectores distintos a la minería compitan en el extranjero.


Chile no es la única economía emergente en este aprieto. Las experiencias de Corea y Brasil desde 1999 han demostrado que la volatilidad cambiaria puede ser un desincentivo para la diversificación de las exportaciones. “Uno termina pegándose a lo que conoce, que son las exportaciones tradicionales”, destaca Ffrench-Davis.


Sin embargo, una moneda fuerte no es necesariamente una sentencia de muerte. Países con economías de rápida expansión y un alto crecimiento de la productividad -como Chile a mediados de la década de los 90- tienden a tener una tasa de cambio que se aprecia más rápidamente, lo que se compensa con la mayor competitividad de sus exportaciones.


“Gracias a una mayor productividad, los exportadores pueden competir en el extranjero mientras los productores locales que compiten con importaciones más baratas están protegidos”, afirma Ffrench-Davis.


Pero la productividad de Chile ha declinado en la última década. Pese a que se espera que la productividad suba levemente cerca del 0,4% en el 2011, aún no está ni cerca de la tasa promedio de crecimiento anual del 2,3% alcanzada a mediados de los años 90 cuando la economía de Chile estaba en auge. Y un lento crecimiento de la productividad, junto con un peso fuerte, dificulta que los exportadores chilenos compitan con otras economías en desarrollo, especialmente de Asia.


El panorama futuro no es mucho más prometedor. El actual súper ciclo de los bienes básicos, impulsado por la demanda asiática de materias primas, podría durar otros 15 años o más. Asimismo, se prevé que las tasas de interés se mantendrán bajas en Estados Unidos y Europa, lo que significa que el capital debería seguir fluyendo hacia mercados emergentes, ejerciendo presión adicional sobre la tasa de cambio.


Todo esto envía un mensaje deprimente a los exportadores.


“Significa que la tasa de cambio seguirá baja a menos que haya una crisis temporal como la que estamos viviendo ahora”, afirma Rosales de Cepal. “Obviamente, esta no es la mejor situación para alentar un clima de emprendimiento en Chile”.


Incentivos para la Innovación


Nueva Zelanda, Australia y Canadá -todos países con economías basadas en los recursos naturales- han demostrado que los incentivos para la innovación, una mejor educación y capacitación, infraestructura de clase mundial y clusters de tecnología son necesarios para crear exitosas industrias de exportación.


“Estos incentivos no han estado presentes en las políticas de Chile, lo que explica el estancamiento en la diversificación de las exportaciones”, afirma Rosales.


El Fondo de Innovación para la Competitividad (FIC), creado en el 2005 por el ex presidente Ricardo Lagos en base a un royalty minero, ha incrementado el financiamiento para proyectos de investigación y desarrollo, pero es necesario hacer más para respaldar a los innovadores, sostiene Rosales.


En este sentido, la estrecha relación comercial de Chile con Estados Unidos es una ventaja importante, destaca Félix de Vicente de ProChile.


“Tenemos mucho que aprender de ellos [Estados Unidos] en esta área si queremos que Chile se convierta en un polo de innovación dentro de América Latina. En ese sentido, las experiencias que podamos adquirir de casos exitosos como Silicon Valley siempre serán beneficiosas para Chile”, asevera.


Llevar una buena idea al mercado puede ser laboriosamente lento en Chile, pero la experiencia de Estados Unidos en esta área puede ayudar a los innovadores chilenos a dar el siguiente paso.


Por ejemplo, el concurso Go to Market, desarrollado por la Corporación de Fomento de la Producción de Chile (CORFO), da a los investigadores chilenos la posibilidad de postular a un curso de capacitación de cuatro semanas en el Stanford Research Institute en Silicon Valley.


CORFO está trabajando para traer a Chile el financiamiento y la experiencia científica internacional. En septiembre, la firma alemana de biotecnología Fraunhofer abrió su primera oficina sudamericana en Santiago con financiamiento de la CORFO. La agencia nacional de ciencia de Australia, CSIRO, también tiene un acuerdo con la cuprífera estatal chilena Codelco para establecer proyectos conjuntos de investigación y desarrollo.


“Si podemos hacer esto en el sector minero, ¿por qué no en otros sectores?”, señala Rosales. “Necesitamos establecer más centros de tecnología, alianzas de investigación con otros países y una masa crítica de profesionales capacitados”.


Pero esto no va a ocurrir si se deja únicamente a merced de las fuerzas del mercado. Otro país latinoamericano, Costa Rica, ha demostrado que el apoyo estatal es crucial. Desde que Intel decidiera establecer una planta manufacturera en 1996, el país se ha beneficiado de un auge en la inversión extranjera y el empleo, pero no se ha detenido ahí.


El Gobierno de Costa Rica ha actuado como intermediario para ayudar a que pequeñas empresas cumplan estándares y se conviertan en proveedores de empresas estadounidenses. CORFO apunta a implementar un programa similar en Chile en el 2012, pero debe trabajar con mayor rapidez, admite Hernán Cheyre, vicepresidente ejecutivo de CORFO.



“La principal cosa que podemos hacer es construir puentes para que las pequeñas y medianas empresas lleguen a nuevos mercados”, afirma.


Distancia con el Mercado


Chile se encuentra en la misma zona horaria que el este de Estados Unidos, pero su aislamiento geográfico es una desventaja comparativa. El mayor costo que implica el transporte de los bienes a mercados clave hace que los productos chilenos sean menos competitivos y el pequeño tamaño del mercado interno también es un inconveniente.


“Las economías de escala importan y somos muy pequeños”, dice Rosales. “Pero ser pequeño te permite ser más flexible y estar aislado es un incentivo para mejorar la eficiencia”.


Si Chile ha de convertirse en una puerta de entrada a la región del Asia-Pacífico -el Singapur de Sudamérica- como pretende el Gobierno, necesita invertir más en infraestructura, señala Rosales.


La aerolínea chilena LAN estableció su centro regional en Lima para estar más cerca de mercados clave como Estados Unidos y Brasil, pero Chile podría convertirse en un importante centro marítimo regional mediante la mejora de la eficiencia en sus puertos.


Los puertos de Valparaíso y San Antonio procesan cerca de 70 contenedores por hora, según un informe de la Cepal, lo que es más eficiente que todos los demás puertos sudamericanos, pero sigue siendo menos eficiente que los puertos chinos que procesan el doble de esa cantidad.


Más aún, las embarcaciones post Panamax son actualmente demasiado grandes para los puertos chilenos, pero el país podría construir el primer puerto en la costa pacífico de América Latina capaz de recibir a este tipo de barcos. “Sería una gran ventaja competitiva para Chile”, subraya Rosales.


Chile además necesita mejorar sus conexiones viales y ferroviarias con Brasil, Argentina y Uruguay, no solo para dar a los exportadores chilenos acceso a puertos en la costa atlántica, sino también para facilitar el intercambio comercial intra-industria.


Conexiones Internacionales


Un gran desafío para Chile es cómo usar su red de tratados de libre comercio para fortalecer la internacionalización de sus pequeñas y medianas empresas.


Una razón del éxito de Asia en los últimos 30 años ha sido el crecimiento del comercio intra-industria, que en muchos caso precede la suscripción de pactos comerciales. Este tipo de intercambio comercial no solo genera alianzas entre empresas, también fomenta la innovación, pero las tendencias proteccionistas de algunos países de Sudamérica son un obstáculo para la integración, comenta Rosales.


Aparte de la industria automotriz en Brasil y Argentina, hay unas pocas industrias que emplean componentes proporcionados por distintos países en la región. Según Rosales, es necesario que esto cambie para que los exportadores chilenos suban en las cadenas internacionales de valor, pero ello requiere voluntad política y no depende completamente de Chile.


El desarrollo de alianzas con empresas en países como Estados Unidos e India puede ayudar a las compañías chilenas a mejorar su capacidad tecnológica y añadir valor a las exportaciones.


India representa apenas cerca de un 1% de las exportaciones totales de Chile, pero las compañías indias están más globalizadas y mejor posicionadas que sus contrapartes chinas. Esto significa que podrían ser los socios ideales para las firmas chilenas, en especial en el área de offshoring, que es una creciente industria de exportación.


Pero para poder comunicarse con los indios, los chilenos necesitan hablar inglés. Mientras Costa Rica promovió la capacitación en inglés y reformó su sistema educacional para satisfacer las necesidades de los inversionistas, solo cerca del 3% de los chilenos habla inglés con fluidez. “Es una gran brecha”, admite Cheyre de CORFO.


Claramente hay espacio para que Chile mejore, pero la actual crisis de deuda en Europa y Norteamérica es una ventana de oportunidad. Mientras otros países luchan con crecientes deudas, Chile tiene sus cuentas fiscales en orden y abundante acceso al capital. De manera crucial, además es un atractivo destino de inversión extranjera con una economía estable y creciente.


Chile ha hecho un buen trabajo en abrir mercados, pero ahora necesita desarrollar sus conexiones internacionales de modo que los exportadores puedan llegar más lejos y correr más rápido. No es muy tarde para escapar de la trampa china, pero diversificar las exportaciones requiere innovación, puentes y socios como Estados Unidos.


Julian Dowling es el editor de bUSiness CHILE

Chile is blessed with an abundance of natural resources. From its fertile agricultural land to its extensive Pacific coastline and, especially, its vast mineral deposits in the north, this long sliver of South America produces raw materials that countries not so well endowed need to build new cities and feed their populations.


And Chile’s exports are growing. Between 2003 and 2010 exports grew at an average annual rate of 19% and have quadrupled over the last decade to around US$80 billion in 2011. But much of the growth in recent years has been due to rising demand for a single commodity – copper.


Chile’s economy has always leaned heavily on exports of minerals. In the 19th century, nitrates – used in fertilizer and explosives – bankrolled Chile’s emergence as an independent nation. In the 20th century, copper gradually replaced nitrates as Chile's main export and today it accounts for more than half of the country’s total exports.


But exports of non-mining products like fruit, salmon, wine and furniture have grown thanks to a web of free trade agreements. Since 2000, Chile has signed agreements with key partners including the United States, the European Union, Korea, China and Japan. Today, it has 21 free trade agreements with 58 countries, giving exporters preferential access to nearly two thirds of the world’s population.


This openness is reflected in the diversification of exports and the number of companies exporting to these markets. In 2010, a total 7,447 Chilean firms exported 4,929 products, up from 5,496 firms and 3,503 products in 1993. Of course, not all companies export to all countries, but the United States, which signed a deal in 2003, has been a key market for non-copper products.


This is no accident. The government’s export promotion agency, ProChile, has worked hard to diversify Chile’s exports to the United States and elsewhere, says ProChile’s director, Felix de Vicente.                                                                                                              


Through its network of 55 trade offices in 41 countries – including five in the United States – ProChile monitors international markets and identifies opportunities and threats for exporters.


“This allows our exporters to make the best decisions at the right time and not make mistakes that could be avoidable,” says de Vicente.


And the strategy has worked. From the mid-1990s to 2008, non-copper exports showed steady growth, reaching over US$30 billion. Chile’s exports fell steeply in 2009 due to the global financial crisis but they have recovered strongly in the last year.


“You can see the trade agreements we have signed have had a positive impact on export diversification,” says de Vicente.


Yet, despite Chile’s integration with foreign markets, its export basket has actually become more – not less – concentrated in the last five years, while copper exports have taken off.


This is mainly due to Chinese demand. China’s booming construction industry needs enough copper to build a new city every three or four months. As a result, the Asian dragon has become Chile’s top trading partner – total exports reached US$12.9 billion in the first nine months of 2011, up 7% from the same period of 2010 – with the metal representing nearly 90% of exports.


“Chile is one of the countries in Latin America with the most diversification of markets and the least diversification of products,” says Osvaldo Rosales, director of the trade and integration division at ECLAC. “We’re talking about a re-primarization of the economy.”



Indeed, after a growth spurt in the early 1990s, Chile’s export diversification, as measured by the Herfindahl-Hirschman index, is virtually unchanged since 1994 when Chile scored 0.27 (1.0 represents maximum concentration) compared to 0.26 in 2008. This compares to an average of 0.1 in the G-7 countries and 0.15 in Korea.


Today, Chile’s exports are less diversified than the exports of many Asian countries at a similar level of development and per capita GDP.


“We improved in the 1990s but we have stalled in the last decade,” says Ricardo Ffrench-Davis, an economics professor at the University of Chile.


In his book, Economic Reforms in Chile: From Dictatorship to Democracy Economic Reforms, Ffrench-Davis argues that the main reason for this stagnation is exchange rate volatility.


Squeezed by the peso


Exporters live and die by the exchange rate. It determines how much they receive for every peso spent producing a product or service. But over the last decade predicting the real exchange rate has been a lottery.


“Is it going to be 450 or 650 pesos? What do I base my investment decisions on for the future? It’s very difficult,” says Ffrench-Davis. 


Without a stable exchange rate, investors will not risk investing in innovation which is key to developing new products and services. Although the dollar has strengthened in recent months due to the European debt crisis, the Chilean peso’s appreciation has made it difficult for exporters in non-mining sectors to compete abroad.


Chile is not the only emerging economy in this bind. The experiences of Korea and Brazil since 1999 have shown that currency volatility can be a disincentive to export diversification. “You end up sticking to what you know, which is traditional exports,” points out Ffrench-Davis.


However, a strong currency is not necessarily a death knell for exporters. Countries with rapidly expanding economies and high productivity growth – like Chile in the mid-1990s - tend to have a more rapidly appreciating exchange rate which is compensated by the higher competitiveness of their exports.


“Thanks to higher productivity, exporters can compete abroad while domestic producers that compete with cheaper imports are protected,” says Ffrench-Davis.


But Chile’s productivity has declined in the last decade. Although productivity was expected to edge up around 0.4% in 2011, it is still nowhere near the average annual growth rate of 2.3% reached in the mid-1990s when Chile’s economy was booming. And sluggish productivity growth, combined with a strong peso, makes it difficult for Chilean exporters to compete with other developing economies, especially in Asia.


The future outlook is not much brighter. The current commodities super-cycle, driven by Asian demand for raw materials, could last for another 15 years or more. In addition, interest rates are expected to remain low in the United States and Europe which means capital should continue flowing into emerging markets, putting additional pressure on the exchange rate.


All this sends a depressing message to exporters.


“It means the exchange rate will remain low unless there is a temporary crisis such as the one we are experiencing now,” says ECLAC’s Rosales. “Obviously, this is not the best situation to encourage an entrepreneurial climate in Chile.”


Incentives for innovation


New Zealand, Australia and Canada – all countries with natural resource-based economies – have shown that incentives for innovation, better education and training, world-class infrastructure and technology clusters are needed to create successful export industries.


“These incentives have not been present in Chile’s policies, which explains the stagnation in export diversification,” says Rosales.


The Innovation for Competitiveness Fund (FIC), created in 2005 by former President Ricardo Lagos on the basis of a royalty tax on mining, has increased funding for R&D projects, but more needs to be done to support innovators, says Rosales.


In this regard, Chile’s close commercial relationship with the United States is an important advantage, notes ProChile’s Felix de Vicente.


“We have much to learn from the United States in this area if we want Chile to become a pole of innovation in Latin America,” he says. “The experiences obtained from successful cases like Silicon Valley are very beneficial for us.”


Taking a good idea to market can be painstakingly slow in Chile, but US experience in this area can help Chilean innovators to take the next step.


For example, the Go to Market competition, developed by Chile’s economic development agency CORFO, gives Chilean researchers the chance to apply for a four-week training course at the Stanford Research Institute in Silicon Valley.


CORFO is also working to bring international scientific expertise and financing to Chile. In September, the German biotechnology firm Fraunhofer opened its first South American office in Santiago with funding from CORFO. Australia's national science agency, CSIRO, also has an agreement with state mining company Codelco to establish joint research and development projects.


 “If we can do this in the mining sector, why not other sectors?” says Rosales. “We need to establish more technology centers, research alliances with other countries, and a critical mass of trained professionals.”


But this will not happen if left to market forces alone. Another Latin American country, Costa Rica, has shown that state support is crucial. Since Intel's decision to establish a manufacturing facility there in 1996, the country has benefitted from a surge in foreign investment and employment but it has not stopped there.


Costa Rica’s government has acted as an intermediary to help small firms meet standards and become suppliers to US companies. CORFO aims to implement a similar program in Chile in 2012 but it must work faster, admits Hernán Cheyre, CORFO’s executive vice-president.



“The main thing we can do is to build bridges for small and medium size companies to reach new markets,” he says.


Distance to market


Chile is in the same time zone as the eastern United States but its geographical isolation is a comparative disadvantage. The higher cost of transporting goods to key markets makes Chilean products less competitive and the small size of the internal market is also a drawback.


“Economies of scale matter, and we are very small,” says Rosales. “But being small allows you to be more flexible and being isolated is an incentive to improve efficiency.”


If Chile is to become a gateway to the Asia-Pacific region – the Singapore of South America – as the government intends, it needs to invest more in infrastructure, says Rosales.


Chile’s national airline LAN established its regional hub in Lima to be closer to key markets like the United States and Brazil, but Chile could become an important regional maritime hub by improving the efficiency of its ports.


The Valparaiso and San Antonio ports process about 70 containers per hour, according to an ECLAC report, which is more efficient than all other South American ports but still less efficient than Chinese ports that process double that amount.


Moreover, post-Panamax vessels are currently too big for Chilean ports but Chile could build the first port on Latin America’s Pacific coast capable of servicing these vessels. “It would be a great competitive advantage for Chile,” notes Rosales.


Chile also needs to improve its road and rail connections with Brazil, Argentina and Uruguay, not just to give Chilean exporters access to ports on the Atlantic coast but also to facilitate intra-industry trade.


International connections


A great challenge for Chile is how to use its network of trade agreements to strengthen the internationalization of its small and medium-size companies.


One reason for Asia’s success in the last 30 years has been the growth in intra-industry trade, preceding in many cases the signing of trade agreements. This type of trade not only generates partnerships between companies, it also foments innovation, but the protectionist tendencies of some countries in South America are an obstacle to integration, says Rosales.


Apart from the automobile industry in Brazil and Argentina, there are few industries that use components supplied by different countries in the region. According to Rosales, this needs to change for Chilean exporters to move up international value chains but it requires political will and does not depend entirely on Chile.


Developing partnerships with companies in countries like the United States and India that can also help Chilean companies upgrade their technological capacity and add value to exports.


India represents only about 1% of Chile’s total exports, but Indian companies are more globalized and better positioned than their Chinese counterparts. This means they could make ideal partners for Chilean companies, especially in the area of offshoring, which is a growing export industry.


But in order to communicate with Indians, Chileans need to speak English better. While Costa Rica has promoted English-language training and reformed its education system to meet the needs of investors, only around 3% of Chileans speak English fluently. “It’s a big gap,” admits CORFO’s Cheyre.


There is clearly room for Chile to improve but the current debt crisis in Europe and North America is a window of opportunity. While other countries struggle with crippling debts, Chile has its fiscal accounts in order and plenty of access to capital. Crucially, it is also an attractive foreign investment destination with a stable and growing economy.


Chile has done the job of opening markets but now it needs to develop its international connections so exporters can reach further and run faster. It’s not too late to escape the China trap, but diversifying exports takes innovation, bridges and partners like the United States.


Julian Dowling is the Editor of bUSiness CHILE

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