En un terreno polvoriento en Lo Barnechea, una de las comunas más ricas de Santiago, Eliana Fernández contempla la casa a medio construir que pronto será su hogar y la aprueba asintiendo con la cabeza. Con sólo 45 metros cuadrados de espacio, la casa difícilmente es un palacio y Eliana -de 39 años de edad-, su marido Adrián y sus cinco hijos tendrán que vivir muy estrechamente. Pero es una gran mejora respecto del escuálido campamento -justo al otro lado de la cerca en las orillas del río Mapocho- que la familia solía llamar casa. “Nadie puede vivir dignamente en un campamento como ese”, dice Eliana. “Estábamos viviendo en escuálidas mediaguas de madera. Las termitas se comieron todo y los inviernos eran duros y fríos”.
La familia Fernández dejó su campamento a comienzos de este año y están en una vivienda temporal hasta que su nueva casa esté terminada. Esperan mudarse a comienzos del próximo año. Cuando lo hagan, se unirán a cerca de 100.000 familias chilenas que desde 1990 han salido de campamentos de mediaguas temporales y se han trasladado a viviendas subsidiadas por el Gobierno. Sólo quedan cerca de 20.000 familias en tales campamentos y el Gobierno se ha comprometido a que todas ellas tengan una vivienda para el 2012.
El programa de vivienda social del Gobierno ha transformado a Chile en las últimas dos décadas. Cerca de 2,5 millones de nuevas viviendas se han construido y más del 90% de la población del país ahora tiene acceso a gas, electricidad y agua potable. Sin embargo, el programa no sólo ha ayudado a las familias pobres de Chile.
También ha generado mucho trabajo para el sector de la construcción del país. Durante el último año de crisis económica global, los proyectos de vivienda social han entregado a las empresas constructoras un muy necesario salvavidas. Mientras la construcción de proyectos del sector privado como el tan anunciado Costanera Center en Santiago -un complejo de torres de oficina y centro comercial de 70 pisos en la comuna de Providencia- se ha detenido, las obras en proyectos de vivienda social -impulsados por subsidios del Gobierno- han despegado.
El Ministerio de Vivienda y Urbanismo estima que, en 2009, los proyectos de vivienda con subsidio han empleado a más de 270.000 trabajadores que de lo contrario habrían sido despedidos. “Las viviendas de bajo costo son el pan diario de la industria de la construcción”, señala Mario Grandon, gerente del desarrollador local de proyectos de vivienda social Gevecon.
Calidad más que Cantidad
En la década de los 90, la principal prioridad del Gobierno era construir tantas viviendas subsidiadas como fuera posible para albergar a las familias pobres del país. “En los años 90, había 115.000 familias que no tenían ningún servicio básico, no tenían electricidad ni agua”, señala la ministra de Vivienda y Urbanismo de Chile, Patricia Poblete. “Eso equivale a 600.000 personas que necesitaban viviendas de manera urgente”. Pero desde ese entonces, las prioridades han cambiado.
Dado que la tasa de pobreza ha diminuido, el Gobierno puede darse el lujo de pensar más la vivienda social e invertir más dinero en ella. Ya no se trata de levantar casas baratas lo más rápido posible. Hoy en día, el énfasis está puesto en la calidad más que en la cantidad. En consecuencia, las casas de bajo costo de hoy, no son sólo cajas. En el pasado, las familias pobres eran albergadas en edificios estrechos sin espacio para ampliaciones. A medida que las familias crecían, simplemente construían ampliaciones en la parte trasera, al lado o en el techo de sus casas.
A menudo estas ampliaciones eran feas. A veces eran ilegales y francamente peligrosas. Pero las casas modernas son diseñadas de manera que haya espacio para ampliaciones. La casa de la familia Fernández, por ejemplo, tiene un área del techo que puede convertirse en un dormitorio adicional, lo que expandiría el área útil de su vivienda a 69 metros cuadrados. A los arquitectos también se les encomienda diseñar proyectos de vivienda social que se adapten a los diferentes climas del país. “En el pasado, había básicamente un modelo para este tipo de vivienda y no importaba si se construían en Arica, Santiago o Punta Arenas… el tipo de vivienda que se entregaba era exactamente el mismo”, señala Gonzalo Raineri, arquitecto de la firma Orbe, que se especializa en vivienda bioclimática.
Pero hoy en día, las especificaciones técnicas de las viviendas aprobadas por el Estado varían de región en región, lo que es importante en un país como Chile con climas extremos que van desde condiciones desérticas en el norte a temperaturas bajo cero en el sur. La energía es otro tema de preocupación. El Gobierno está buscando formas de mejorar la aislación de las viviendas de bajo costo en el sur de Chile, mientras que emplea paneles solares en el norte.
El Aumento de las EGIS
Un cambio clave han sido las entidades de gestión inmobiliaria social (conocidas como EGIS), que actúan como ente coordinador entre las familias, el Gobierno, los dueños de los terrenos y las constructoras para asegurar que los proyectos de vivienda se desarrollen sin contratiempos. Por lejos la más conocida es Un Techo Para Chile, que comenzó en 1997 como una organización sin fines de lucro para construir casas baratas para los pobres. En ese entonces contaba con apenas 200 voluntarios, pero hoy en día tiene cerca de 2.500.
No todas las EGIS tienen una raíz de beneficencia como Un Techo Para Chile -algunas tienen un carácter puramente comercial- pero todas reciben financiamiento público. Normalmente, la primera etapa en el desarrollo de un proyecto vivienda social implica la identificación de un loteo de terreno. La EGIS entonces negociará el precio con el dueño del terreno y escogerá una empresa constructora. Luego, la EGIS presentará el proyecto al Ministerio de Vivienda y Urbanismo para su aprobación.
Si al Ministerio le gusta el proyecto, libera los fondos para comprar el terreno y paga a la EGIS por su trabajo. A estas alturas, la construcción puede comenzar y las familias pueden postular a los subsidios para la vivienda. Y las familias pobres están recibiendo más ayuda que nunca. Bajo la directriz de Poblete, el Gobierno ha modernizado el sistema de subsidios, haciéndolo más integral y generoso. Los más pobres de Chile ahora pueden postular a subsidios que cubren casi la totalidad de su nuevo hogar.
La familia Fernández, por ejemplo, se va a cambiar a una casa que cuesta alrededor de US$ 24.000, pero sólo tendrán que pagar cerca de US$2.000 con su dinero. El resto viene de subsidios. El Estado también ha introducido subsidios para personas que quieren expandir o mejorar sus actuales viviendas, o bien efectuar reparaciones.
En total, el Ministerio de Vivienda señala que alrededor de 620.000 chilenos se han beneficiado de distintos tipos de subsidios para la vivienda en los últimos cuatro años. Todo esto cuesta dinero por supuesto y el Ministerio de Vivienda ha tenido que pelear por un mayor porcentaje del presupuesto anual.
La ministra Poblete reconoce que ha sido difícil, “pero he tenido mucho apoyo de la presidenta Bachelet”, afirma. El presupuesto del ministerio se ha incrementado de cerca de US$1.200 millones en 2006 a US$2.000 millones en 2010, lo que representa un aumento del 25% respecto de 2009.
Construyendo Barrios
La revolución en la vivienda social no sólo ha sido arquitectónica, también tiene que ver con el empoderamiento. En el pasado, el enfoque piramidal del Estado respecto de la vivienda para los pobres significaba que el Ministerio de Vivienda decidía dónde se iban a construir casas, cuántas y cómo lucirían. Si uno tenía la suerte de recibir un subsidio, tenía muy poca opción de elegir donde viviría. El resultado era que la gente se veía obligada a vivir lejos de sus empleos o de sus familias, lo que sólo exacerbaba los problemas sociales.
Hoy en día, en cambio, el sistema es mucho más participativo, algo que Poblete aprendió en parte de estudiar el enfoque de Barcelona en cuanto a la vivienda. Como en la ciudad española, los pobres en Chile son alentados a desempeñar un rol activo en el desarrollo de sus comunidades y el cuidado de las áreas verdes, incluso en el diseño de sus casas. El ministerio aún entrega los subsidios y regula los proyectos de vivienda, pero desempeña un rol mucho más secundario que en el pasado.
Quizás el puntal clave en el programa de vivienda subsidiada del Gobierno es la integración social. Según Poblete, se trata de “construir barrios, no sólo casas”. La idea es mezclar viviendas de bajo y alto costo en comunas acomodadas de Santiago como Lo Barnechea y Las Condes para romper las barreras sociales y evitar que los barrios pobres se conviertan en guetos.
En octubre, el Gobierno inauguró un proyecto en Las Condes que implicó la construcción de 645 departamentos de bajo costo en una de las áreas más exclusivas de Santiago. La misma regla se aplica en las áreas más pobres de la ciudad, donde destaca Puente Alto, una comuna notablemente dura, que alberga el mayor y más ambicioso proyecto de vivienda social del país.
El proyecto, que está siendo desarrollado por Gevecon, implica la construcción de casi 2.500 casas y departamentos en un gran predio. Sin embargo, en lugar de levantar cientos de casas idénticas, la empresa constructora –EBCO- está construyendo cinco tipos de viviendas. La más barata se vende por US$ 23.000 y la más cara por US$ 50.000.
Por primera vez en Chile, a las familias más ricas también se les están ofreciendo incentivos financieros, conocidos como “bonos de integración social”, avaluados en cerca de US$ 3.900 para comprar las mejores casas con el objetivo de generar una mezcla social en el nuevo predio. Si tiene éxito, el método podría usarse en otras zonas para alentar una mayor integración social.
Activando la Construcción
Si bien la mayoría de los subsidios ofrecidos por el Ministerio de Vivienda ya estaban en pie cuando empezó la crisis económica mundial el año pasado, un nuevo subsidio se introdujo en enero para aumentar la demanda de vivienda de bajo costo y proteger a la industria de la construcción de la crisis. El subsidio ha sido una bendición para algunas empresas constructoras. La firma con sede en Santiago Centauro, por ejemplo, estaba construyendo un nuevo loteo de vivienda en Renca, en las cercanías de la capital, cuando llegó la crisis.
Los potenciales compradores de viviendas se alejaron del mercado y en octubre de 2008, Centauro se vio obligada a detener el proyecto y despedir a sus empleados. Pero una vez que el nuevo subsidio comenzó a operar, el mercado para viviendas de bajo costo repuntó nuevamente y Centauro reanudó las faenas en abril. Ahora hay cerca de 4.000 obreros en el proyecto, incluidos la mayoría de los que fueron despedidos el año pasado. “El (nuevo subsidio) fue vital en hacer que las cosas se reactivaran”, afirma Manuel Mejías de Centauro, uno de los arquitectos del proyecto de Renca. En total, cerca de 37.000 chilenos se han trasladado este año a viviendas nuevas gracias al subsidio.
Pero ahora que lo peor de la crisis parece haber pasado, hay dudas sobre el futuro de la vivienda social. ¿Recortará el Gobierno los subsidios? A medida que el sector privado repunta, ¿las grandes empresas constructoras de Chile darán la espalda a la vivienda social en favor de proyectos más lucrativos en el sector comercial? Y para el 2012, cuando las últimas personas que vivan en campamentos en Chile deberían trasladarse a casas, ¿se agotará la demanda por viviendas subsidiadas por el Estado? No, según Poblete, quien señala que aún cuando la mayoría de los chilenos ahora tienen un techo, la necesidad de nuevas viviendas se mantendrá. “Los campamentos serán una cosa del pasado, pero la demanda por viviendas aún existirá”, prevé, argumentando que muchos chilenos quisieran cambiarse de casa, pero se ven forzados a vivir con su familia extendida, porque no pueden costear la compra de departamentos o casas propias.
A medida que la población de Chile crezca y su demografía cambie, Poblete estima que al menos otras 300.000 familias necesitarán soluciones de vivienda en los próximos años y sería un “error” recortar el gasto en esta área ahora. Pero eso depende de la capacidad del Gobierno para seguir pagando los subsidios.
Este año, el Ministerio de Vivienda no pudo entregar subsidios a todos los que postularon a ellos y, según el centro derechista de estudios Libertad y Desarrollo, el ministerio se dirige a un déficit cercano a los US$300 millones el próximo año. Si el Gobierno no paga la cuenta, la recuperación tentativa de la construcción de viviendas observada en los últimos meses podría desvanecerse en algún momento del próximo año justo cuando debería comenzar a ganar impulso.
Gideon Long se desempeña como periodista freelance en Santiago y además trabaja para la BBC.