Atrapada entre la exuberante Patagonia en el sur y el árido desierto de Atacama en el norte está la zona norte-centro de Chile. Un área de paradisiaca armonía climática, la Región de Coquimbo -al norte de Santiago- es el principal centro de producción de pisco de Chile, produce 40% de los cítricos del país y más de la mitad de sus papas. Sin embargo, a comienzos de agosto, también fue una de las regiones que se estimó más afectadas cuando el ministro de Agricultura de Chile, Luis Mayol, declaró a 108 comunidades, incluidas 10 en Coquimbo, en emergencia agrícola producto de la sequía.
Como resultado de las condiciones severamente secas en Coquimbo, el ministro Mayol dijo en ese entonces que se necesitaban “medidas extraordinarias” para ayudar a los agricultores y a otros afectados por la sequía.
Chile ha sufrido producto de sequías de manera periódica durante varios años, pero solo en el último tiempo es que el fructífero equilibrio de la zona central, también conocida como la zona productora de cereales del país, ha comenzado a escaparse de las manos de aquellos cuya subsistencia depende de él. Una combinación de cambio climático, crecimiento de la población y problemas causados por el hombre han exacerbado una sequía que se ha prolongado por cuatro años, costando al país millones de dólares en daños para la segunda mayor industria de Chile: la agricultura (la minería es la más grande).
Este año, por ejemplo, una mezcla de heladas y falta de agua llevó a una reducción de 20 puntos en el tamaño de las paltas del país y lo que se proyecta será una caída del 30% en la producción anual, según Fresh Fruit Portal, una publicación online sobre la industria de exportación de frutas de América Latina.
La agricultura -en especial el tipo en el que Chile se especializa, frutos que requieren bastante agua incluidos cítricos, uvas y paltas- es un negocio sediento y emplea en promedio un 78% del agua dulce total del país al año: cifra que vuelve pequeñas las necesidades de la industria minera de Chile, las que en comparación utilizan un ínfimo 6%, según cifras del Ministerio de Agricultura.
Algunos son escépticos respecto de la capacidad de Chile para hacer frente a la crisis. “La sequía es una parte normal de nuestro panorama climático, pero esto no quiere decir que sepamos qué hacer, que estemos bien preparados para la próxima sequía o que el Gobierno esté planificando con antelación”, afirma el profesor Alejandro León, director del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables de la Universidad de Chile.
Rezar para que Llueva
A juicio del profesor León, Chile está retrasado en cerca de 15 años en sus planes para abordar los problemas de escasez de agua del país, repitiendo métodos antiquísimos como dejar parte de los terrenos agrícolas sin cultivar para ahorrar agua.
No obstante, este año parece haber planes concretos e innovadores en marcha a una escala nunca antes materializada por un Gobierno chileno.
“Tenemos un plan claro, el plan nacional de riego, que también se relaciona con las organizaciones de usuarios, porque no llegaremos a ninguna parte a menos que construyamos infraestructura”, señala Felipe Martin, secretario ejecutivo de la Comisión Nacional de Riego (CNR), comisión interministerial creada en 1975 para fiscalizar la modernización de la infraestructura del país.
Esto implica proveer incentivos para la inversión privada en proyectos de riego en la forma de cofinanciamiento. La Comisión incrementó su respaldo para proyectos de riego y drenaje de 29.000 millones de pesos (alrededor de US$61 millones) en el 2010 a 41.000 millones de pesos (US$86 millones) el año pasado. Los gobiernos regionales también han aportado fondos a estos proyectos para ayudar a aliviar la dificultad de los agricultores.
Durante los próximos 10 años, Chile planea construir 10 nuevos embalses, cuatro de los cuales deberían estar listos hacia el 2014. “Es un hecho sin precedentes que un Gobierno en Chile esté construyendo cuatro embalses de manera simultánea”, sostiene Martin.
Sin embargo, si no hay agua para rellenar estos embalses, su uso práctico es limitado: a comienzos de agosto, los embalses del país alcanzaron sus menores niveles en 15 meses. En Coquimbo, el déficit promedio de agua caída alcanzó el 90%. Desafortunadamente para Chile, las condiciones climáticas no están de su lado. Gracias al fenómeno del Niño, Oscilación del Sur (ENOS), que involucra temperaturas fluctuantes de la superficie marina del océano Pacífico, Chile tiene que aprender a sobrevivir con frecuentes condiciones de sequía.
La sequía usualmente viene en ciclos, pero gracias a esta alternación de años secos por el fenómeno de La Niña y períodos lluviosos por El Niño, usualmente se limitan a un máximo de seis años.
En las zonas de Chile que se han declarado en crisis agrícola, el Ministerio de Agricultura ha proporcionado fondos adicionales para apoyar a los agricultores pequeños en tareas tales como ayudarlos a cavar pozos más profundos y modernizar sus sistemas de riego. Pero esto no es suficiente para combatir un fenómeno climático que se prevé empeorará.
El Gobierno de Chile necesita prepararse para condiciones secas y no solamente reaccionar a ellas, afirma Patricio Crespo, presidente de la Sociedad Nacional de Agricultura (SNA). La incapacidad de hacer esto en el pasado es algo que atribuye a que Chile aún se mantenga como un país en vías de desarrollo. “Sólo podemos pensar en el corto plazo, no en el largo plazo”, sostiene.
Según Crespo, Chile tiene suficiente agua -principalmente almacenada durante el invierno como nieve en la Cordillera- pero debe cuidarla mejor. En la actualidad, la mayor parte de la nieve derretida de Chile se pierde en la primavera como escorrentías superficiales que escapan al océano Pacífico. No obstante, pozos y canales hechos por el hombre pueden usarse para capturar el agua y recargar suministros agotados de agua subterránea de modo que haya suficiente agua para riego durante la primavera y el verano, sostiene Crespo.
“Somos un país en vías de desarrollo de modo que no se justifica invertir una enorme cantidad para construir embalses en la zona central para el agua o problemas climáticos que surgen cada 20 años”, afirma.
Mercado del Agua
El actual mercado para los derechos privados de agua en Chile, creado por el régimen militar en el año 1981, facilitó las inversiones en sistemas de riesgo y servicios sanitarios, pero no ha ayudado a los pequeños agricultores que no pueden costear los derechos de agua, señala León.
“Si uno tiene el dinero, tiene el acceso al agua, porque uno va y compra derechos de agua. Si uno es pobre, entonces no puede”, indica.
En la actualidad muchos agricultores emplean agua de acuíferos o ríos sin poseer los derechos, con lo que efectivamente la están robando, pero no están mucho mejor dado que sin un permiso no pueden postular a créditos o subsidios para proyectos de riego.
En lo que respecta a riego, Australia ha demostrado que la comercialización de derechos de agua puede ayudar a mitigar el impacto de la sequía sobre los agricultores. Una delegación chilena -que incluyó a Martin de CNR y a Patricio Crespo- visitó Australia este año para aprender sobre sus métodos.
“Australia ha generado un mercado de agua que en la actualidad comercializa más de US$1.200 millones al año”, señala Martin. “Dejaron atrás el problema de la sequía y ahora Australia tiene un equilibrio en materia de agua muy aceptable”.
Pero es difícil para los agricultores chilenos planificar con anticipación sin información confiable sobre los futuros suministros de agua. Por esta razón, la CNR creó una herramienta online de riego y drenaje compuesta por 25 años de estudios, programas y proyectos.
Desde comienzos de año, el sitio ya ha tenido 13.000 visitantes y 2.600 descargas mensuales. El sitio aspira a ahorrar tiempo a los agricultores mediante la provisión de información que puede ayudarlos a optimizar sus inversiones y a mejorar métodos de uso eficiente del agua.
Soluciones Alternativas
Otras soluciones destinadas a incrementar la disponibilidad de agua para la agricultura, tanto inmediata como en el largo plazo, van desde lo predecible hasta acercarse levemente a la ciencia ficción. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) publicó en marzo de este año una lista de recomendaciones sobre cómo abordar la sequía de Chile, la que contenía sugerencias tan simples como “usar agua reciclada, profundizar pozos y recolectar y almacenar agua lluvia”.
Pero también hay ideas más sofisticadas como construir un ducto submarino para llevar agua dulce desde el sur hasta el norte de Chile, aumentar las redes de infiltración artificial, plantar semillas genéticamente modificadas resistentes a la sequía, invertir en desalinización y siembra de nubes (que implica bombardear nubes con partículas que hacen que llueva). Con la última uno solo tiene que esperar, esperar que el viento esté a su favor.
Todas estas opciones tienen sus críticos y con la mayoría es cuestión de tiempo, experimentación e interés del sector privado los que dictarán que planes siguen adelante. En tanto, mientras el problema persista, los expertos predicen que la agricultura chilena se moverá donde pueda para encontrar agua, con un cambio gradual del sector más al sur a medida que las temperaturas suban.
No obstante, los desafíos que enfrentan los agricultores de Chile no son irremontables, sostiene Ronald Bown, presidente de la Asociación de Exportadores de Frutas de Chile A.G. (ASOEX), quien destaca al valle de Copiapó en el norte de Chile como un ejemplo de cómo la agricultura puede tener éxito en zonas áridas del país. El valle es el lugar donde se ubica una creciente cantidad de minas de cobre y de otros minerales, pero además produce grandes volúmenes de cosechas de exportación, en particular uva de mesa.
“Hoy, pese a la inclemencia del terreno, Copiapó es un ejemplo de excelencia”, sostiene Bown. “En definitiva, Chile es un país frutícola y no perderá su lugar en el mundo. Con una gran visión de negocios, el respaldo de la ciencia y la tecnología, además de la ayuda del Estado, Chile puede superar sus problemas”, concluyó.
Olivia Crellin trabaja como periodista freelance en Santiago
Stuck between lush Patagonia in the south and the arid Atacama Desert of the north is central-northern Chile. An area of paradisiacal climatic harmony, the Coquimbo Region north of Santiago is Chile’s chief center of pisco production, produces 40% of the country’s citrus and over half of its potatoes. In early August, however, it was also one the regions considered worst affected when Chile’s Agriculture Minister, Luis Mayol, declared 108 communities, including ten in Coquimbo, in agricultural emergency due to drought.
As a result of the severely dry conditions in Coquimbo, Minister Mayol said at the time that “extraordinary measures” were needed to help farmers and others affected by the drought.
Chile has suffered from drought periodically for many years but it is only recently that the fruitful equilibrium in the central zone, also known as the country’s breadbasket, has started to slip out of the hands of those whose livelihoods depend on it. A combination of climate change, population growth and man-made problems have exacerbated a drought that has dragged on for the last four years, costing the country millions of dollars in damage to Chile’s second largest industry – agriculture (mining is its largest).
This year, for example, a combination of frost and lack of water led to a 20-point reduction in the size of the country’s avocadoes and what is projected to be a 30% drop in production for the year, according to Fresh Fruit Portal, an online publication on Latin America’s fruit export industry.
Agriculture, especially the type that Chile specializes in – water-needy fruits including citrus, grapes and avocados – is a thirsty business and uses an average 78% of the country’s total freshwater annually: a figure that dwarfs Chile’s mining industry needs which in comparison uses a measly 6%, according to figures from the Agriculture Ministry.
Some are skeptical about Chile’s ability to address the crisis. “Drought is a normal part of our climatic landscape, but this doesn’t mean that we know what to do, that we are well prepared for the next drought or that the government is planning ahead,” says Professor Alejandro León, chair of the Department of Environmental Sciences and Renewable Natural Resources at the University of Chile.
Praying for rain
According to Professor León, Chile is about 15 years behind schedule in its plans to address the country’s water scarcity issues, repeating age-old methods such as leaving parts of farmland uncultivated to save water.
This year, however, there appears to be concrete and innovative plans in place on a scale never previously realized by a Chilean government.
“We have a clear plan, the national irrigation plan, which is also related to user organizations, because we do not get anywhere unless we build infrastructure,” said Felipe Martin, president of the National Irrigation Commission (CNR), an inter-ministerial commission created in 1975 to oversee the modernization of the country’s infrastructure.
This means providing incentives for private investment in irrigation projects in the form of co-financing. The Commission increased its support for irrigation and drainage projects from 29 billion pesos (roughly US$61 million) in 2010 to 41 billion pesos (US$86 million) last year. Regional governments have also contributed funds to these projects to help ease the plight of farmers.
Within the next ten years, Chile plans to build ten new reservoirs, four of which should be ready by 2014. “It’s unprecedented for a government in Chile to be building four reservoirs simultaneously,” says Martin.
If there is no water to fill these reservoirs, however, their practical use is limited: in early August, the country’s reservoirs reached their lowest levels in 15 months. In Coquimbo, the average rainfall deficit stood at 90%. Unfortunately for Chile, climate conditions are not on its side. Thanks to the El Niño-Southern Oscillation (ENSO) phenomenon, which involves fluctuating sea surface temperatures in the Pacific Ocean, Chile has to learn to survive with frequent drought conditions.
Drought usually comes in cycles, but thanks to this alternation of dry La Niña years with rainy El Niño periods, they are usually limited to a maximum of six years.
In the zones of Chile which have been declared in agricultural crisis, the Ministry of Agriculture has provided additional funds to support small-scale farmers such has helping them to dig deeper wells and modernize their irrigation. But this is not enough to combat a climatic phenomenon that is projected to get worse.
Chile’s government needs to do prepare for dry conditions and not merely react to them, says Patricio Crespo, president of the National Agriculture Society (SNA). The inability to do this in the past is something he chalks down to Chile’s status as a still-developing country. “We can only think in the short term, not the long-term,” he says.
According to Crespo, Chile has enough water – mainly stored during the winter in the form of snow in the Cordillera - but it has to take care of it better. Currently, most of Chile’s snowmelt is lost in the spring as surface runoff that escapes to the Pacific Ocean. However, man-made canals and wells can be used to capture the water and recharge depleted groundwater supplies so there is enough water for irrigation throughout the spring and summer, says Crespo.
“We are a developing country so it’s not justifiable to invest an enormous amount to build reservoirs in the central zone for water or climate problems that come every 20 years,” he says.
Water market
Chile’s current market for private water rights, created by the military regime in 1981, has facilitated investments in water sanitation and irrigation, but has not helped small-scale farmers that cannot afford water rights, says León.
“If you have the money you have access to water because you go and buy water rights. If you’re poor then you cannot,” he says.
Many farmers currently use water from aquifers or rivers without owning the rights, effectively stealing it, but they are not much better off since without a permit they cannot apply for loans or subsidies for irrigation projects.
When it comes to irrigation, Australia has shown that the trading of water rights can help to mitigate the impact of drought on farmers. A Chilean delegation that included the CNR’s Martin and Patricio Crespo visited Australia earlier this year to learn about its methods.
“Australia has generated a water market that currently trades over US$1.2 billion annually,” Martin says. “They left the problem of drought and now Australia has a very acceptable water balance.”
But it is difficult for Chilean farmers to plan ahead without reliable information about future water supplies. For this reason the CNR has created an online irrigation and drainage tool comprised of 25 years’ worth of studies, programs and projects.
Already, since the beginning of the year, the site has had 13,000 visitors, with 2,600 downloads a month. The site aims to save farmers time by providing information that can help them optimize their investments and improve methods of efficient water-use.
Alternative solutions
Other solutions to increase the availability of water for agriculture, both immediate and long-term, range from the predictable to the slightly sci-fi. The UN’s Food and Agriculture Organization (FAO) released a list of recommendations on how to tackle Chile’s drought in March this year which contained such simple suggestions as “using recycled water, deepening wells and the collection and storage of rain water.”
But there are also more sophisticated ideas such as building an undersea pipeline to bring freshwater from the south to the north of Chile, increasing networks of artificial infiltration, planting genetically modified drought-resistant seeds, investing in desalination and cloud seeding (which involves bombarding clouds with particles to make it rain). With the latter you just have to hope you hope the wind is on your side.
All these options have their critics and with most it is a matter of time, experimentation and private sector interest that will dictate which plans go ahead. Meanwhile, as the problem persists, experts predict that Chilean agriculture will move where it can to find water, with a gradual shift of the industry further south as temperatures rise.
However, the challenges faced by Chile’s farmers are not insurmountable, says Ronald Bown, president of the Chilean fruit exporters association (ASOEX), pointing to the Copiapó Valley in northern Chile as an example of how agriculture can succeed in arid areas of the country. The valley is the site of an increasing number of copper and other mines, but it also produces large volumes of export crops, particularly table grapes.
“Today, despite the harshness of the land, Copiapó stands as an example of excellence,” says Bown. “Ultimately, Chile is a fruit country and will not lose its place in the world. With great business vision, the support of science and technology, as well as help from the state, Chile can overcome its problems,” he concluded.
Olivia Crellin is a freelance journalist based in Santiago