El Vaso Medio Lleno: El Dilema del Agua de ChileGlass Half Full: Chile’s Water Dilemma

26 Septiembre 2012

Desde la minería a la agricultura, la industria forestal y la pesca, las principales actividades económicas de Chile dependen del agua dulce. Producir cobre, frutas, vino o salmón sería imposible sin ella. Pero el agua, que la mayoría de los chilenos dan por sentado, no es ilimitada. De hecho, una grave sequía en la zona centro-sur del país ha marchitado cultivos y generado conflictos sobre los derechos de agua. No obstante, Chile no es el único país en esta situación: la escasez de recursos hídricos, en especial para la producción de alimentos, es uno de los problemas económicos y políticos más apremiantes que enfrenta la humanidad.

El agua, por supuesto, es vital para la vida. Dos tercios del planeta están cubiertos por ella, pero la mayor parte de esto es agua salada y, en menor grado, el casquete polar. De hecho, solo cerca del 0,003% del agua de la Tierra es dulce y menos de la mitad de dicha cantidad está disponible para consumo humano. A medida que ha crecido la población mundial en los últimos 50 años y que la intensidad del uso del agua ha aumentado, la demanda de agua se ha incrementado.

Sume a esto los efectos del cambio climático, que ha exacerbado las sequías en algunos países y causado inundaciones en otros, y el mundo parece estar enfrentando una emergencia de agua.

“El agua es un recurso escaso y probablemente se vuelva más escasa debido a la creciente demanda para el consumo humano y las actividades productivas, pero la pregunta es si esta escasez conducirá a una situación crítica”, señala Susana Jiménez, economista senior de Libertad y Desarrollo, centro de estudios con sede en Santiago.

Un Río Corre a través Suyo

A nivel nacional, Chile tiene el privilegio de contar con una abundancia de agua. Según datos del Banco Mundial, Chile tiene una escorrentía superficial total promedio, generada principalmente por lluvias o nieve derretida en la cordillera de los Andes, de 53.000 metros cúbicos por persona al año, cifra muy superior al promedio mundial (6.000 m3) y al mínimo que se requiere para el desarrollo sustentable (2.000 m3).

Además, los lagos y glaciares de Chile en la Patagonia son una importante reserva hídrica que, si se aprovecha, podría aumentar la disponibilidad de agua del país a 70.000 m3 por persona al año.

Pero los recursos de agua de Chile no están distribuidos de manera homogénea. País angosto de más de 4.000 kilómetros de largo y apretado entre la cordillera de los Andes por un lado y el océano Pacífico por el otro, Chile está sujeto a una variedad de patrones de lluvia. En un extremo está el desierto de Atacama en el norte, con casi ninguna participación, y por la otra está el bosque nativo de Valdivia en la Región de Los Lagos, que es uno de los lugares más lluviosos del planeta.

“Chile tiene mucha agua, en especial en el sur, pero nuestro problema es la distribución”, dice Jiménez.

La mayor parte del agua dulce de Chile se ubica bien al sur de Santiago donde la oferta (más de 10.000 m3 por persona al año, según el Banco Mundial) supera con creces la demanda. Sin embargo, desde Santiago al norte, la historia es totalmente diferente y la disponibilidad de agua superficial es de menos 800 m3 por persona.

Esto crea un importante desafío considerando que más de la mitad de la población de Chile y el 69% de su producto interno bruto se concentran de Santiago al norte, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE).

“Desde Santiago al norte, tenemos una importante escasez de agua, en especial en los meses de verano cuando más se necesita para riego agrícola”, sostiene Gonzalo León, jefe de línea agua e industria de la Fundación Chile, entidad sin fines de lucro. “Esto ha empeorado por la reciente sequía”.

Agua, Agua por Todas Partes…

La vulnerabilidad de Chile al cambio climático ha quedado expuesta en momentos en que el país continúa sufriendo producto de una de las peores sequías de las que se tenga registro. En su tercer año ya, la sequía redujo los niveles de los embalses y marchitó cultivos en la zona central de Chile, donde la actividad agrícola es muy intensa.

La sequía, causada por los fenómenos meteorológicos de El Niño y La Niña en el océano Pacífico, ha sido desastrosa para el sector agrícola. El déficit de agua ha alcanzado el 80% en algunas partes del país y el Ministerio de Agricultura ha declarado a más de 100 comunidades, casi un tercio de la nación, en emergencia agrícola.

“Muchos pequeños agricultores en Chile dependen de la lluvia y son particularmente vulnerables a la sequía”, afirma Benjamín Kiersch, funcionario de tenencia de tierras y recursos naturales de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Los períodos de sequía son cíclicos en Chile, pero el cambio climático significa que en el largo plazo se espera que el norte se vuelva más seco y que el sur se vuelva más lluvioso. Esto podría crear oportunidades para plantar nuevos cultivos en el sur de Chile, pero hace más difícil la vida para los agricultores en el norte.

Según un estudio de 2010 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) de la Organización de Naciones Unidas, el cambio climático podría incrementar la temperatura promedio en Chile en un promedio de 4° Celsius para el 2100 con graves consecuencias para el suministro de agua.

“Esto llevará a una mayor tensión sobre los recursos hídricos, lo que podría generar conflictos”, dice Jiménez. Chile comparte varios ríos con Perú y Bolivia, mientras que podrían surgir disputas con Argentina sobre el agua glacial en el sur, sugiere.

También existe una creciente presión desde el lado de la demanda. A medida que la economía de Chile ha crecido, también lo ha hecho el uso de agua para consumo humano, riego, generación eléctrica y usos industriales.

Según el Ministerio de Medio Ambiente, el uso promedio total de agua de Chile es de 4.710 m3 por segundo, de los cuales el 89% corresponde a usos no consuntivos (principalmente generación hidroeléctrica) y un 11% a usos consuntivos tales como riego en los que el agua no regresa inmediatamente al ciclo del agua.

La agricultura es por lejos el mayor consumidor de agua de Chile, responsable del 73% del consumo total. El consumo residencial en zonas urbanas y rurales representa solo el 6% del consumo, mientras que la minería y otros usos industriales son responsables del 9% y del 12% del consumo, respectivamente.

Por ley, las empresas sanitarias en Chile deben poseer suficientes derechos de agua para garantizar que se satisfaga la demanda residencial, si bien las tarifas podrían aumentar si se ven obligadas a comprar derechos a terceros para asegurar el suministro.

En cuanto a la minería, la mayor actividad económica de Chile, la demanda de agua está creciendo, pero aún es relativamente baja en comparación con la agricultura. “Es sorprendente, pero el volumen de agua usado en la minería es equivalente solo al flujo del canal San Carlos [un canal de regadío en Santiago]”, comenta León.

Profundizando el Mercado del Agua

El actual Código de Aguas de Chile, establecido por el régimen militar en 1981, creó un sistema de derechos de agua privado adjudicado por el Estado. Si están disponibles, cualquiera puede postular a estos derechos que, de manera clave, no están vinculados a la tierra o a su uso.

“La legislación del agua de 1981 permitió que Chile desarrollara con gran éxito sectores relacionados con el agua, en especial la modernización de la agricultura y el riego”, afirma Javier Zuleta, el representante del Banco Mundial en Chile.

A diferencia de otros países en la región, donde el acceso al agua está ampliamente indefinido, lo que en algunos casos ha generado conflictos, las normas son muy claras en Chile, sostiene Zuleta.

Esto ha llevado a enormes mejoras en materia de agua potable y saneamiento. “Recuerdo una época en que uno no podía bañarse en Reñaca [un balneario cercad de Santiago] debido a la escherichia coli en el agua, pero eso ha cambiado”, dice.

Hoy en día la cobertura de agua potable en áreas urbanas ha alcanzado al 99,8% y el 95,6% de la población cuenta con servicios sanitarios, lo que coloca a Chile al nivel de los países desarrollados, según cifras del Ministerio del Medio Ambiente.

A medida que las prioridades hidrológicas cambien y la demanda aumente, el sistema de derechos de agua privado de Chile debería ajustarse automáticamente a través de la negociación de derechos entre usuarios, pero en realidad el sistema ha sido inflexible, sostiene Kiersch de la FAO.

Una razón para ello es la especulación. Hasta hace poco, los tenedores de derechos no eran penalizados por obtener derechos que no tenían ninguna intención de usar en el corto plazo, impidiendo por tanto que otros los usaran. En el 2005, se introdujo un sistema de cobros ascendentes en el Código de Aguas para cambiar esto.

Hasta ahora su impacto ha sido mínimo. “Los cobros no han tenido mucho efecto en términos de liberar derechos de agua de modo que la gente que en realidad usa el agua pueda legalizar su situación”, indica Kiersch.

Otro problema es la falta de información. En algunos casos, la sobreasignación de derechos y la confusión respecto a la propiedad han conducido a conflictos y a acusaciones de robo.

“La propiedad de facto de derechos necesita formalizarse en muchos casos y no hay ninguna transparencia de la información en el mercado”, afirma Jiménez.

Kiersch enfatiza además la necesidad de contar con una mejor información y aplicación de la normativa. “Con el fin de contar con un sistema de derechos de agua que funcione se necesita tener un sistema para asegurar que esos derechos se honren y que la propiedad se use”, sostiene.

En un estudio publicado el año pasado, el Banco Mundial reconoció que el mercado de agua de Chile ha tenido éxito en establecer un marco regulatorio y en alentar la inversión, pero el documento incluye una lista de recomendaciones para mejorar la eficiencia del sistema.

Estas consideran facilitar la comercialización de los derechos de agua, mejorar la disponibilidad de información sobre recursos hídricos y crear grupos de usuarios de agua para mejorar la eficiencia y transparencia del mercado.

Crear asociaciones de usuarios de agua a nivel local, como ha ocurrido en países como Australia, para resolver disputas y profundizar el mercado de derechos de agua sería una medida positiva, dice León de Fundación Chile.

Agua para Más Adelante

En la primavera en Chile, el agua baja rápidamente desde los Andes a medida que la nieve se derrite, lo que da a los usuarios una pequeña ventana antes de terminar el mar. Pero hay formas de almacenar agua en tierra para ser usada en el verano cuando los suministros son más escasos.

Los embalses son una forma de hacer esto y el Ministerio de Obras Públicas planea invertir cerca de US$1.000 millones para construir seis nuevos embalses para fines de 2014. No obstante, hay otras medidas de ahorro de agua que no cuestan tanto dinero ni demoran tanto tiempo, afirma Kiersch de la FAO.

Los agricultores de la zona centro sur de Chile todavía usan técnicas de riego que derrochan mucha agua, pero medidas como el riego por goteo y los canales artificiales para canalizar el agua hacia acuíferos subterráneos podrían mejorar la eficiencia, señala.

“Los nuevos sistemas de riego por goteo son mucho más eficientes, pero estas tecnologías dependen en gran medida de la capacidad del agricultor para invertir”, indica. Dado que muchos pequeños agricultores no poseen derechos de agua, no pueden postular a créditos. “Es en parte un problema de desarrollo de infraestructura, pero también de derechos de agua”.

Las medidas de eficiencia adoptadas por otros países incluyen sistemas de recirculación y tratamiento de aguas, por ejemplo en los procesos de enfriamiento industrial, para reducir el uso de agua. “En áreas con menos suministro de agua, la demanda por eficiencia es mayor”, afirma Andrés Concha, presidente de la Sociedad de Fomento Fabril de Chile (Sofofa).

Concha niega que una falta de agua haya afectado la inversión en Chile y destaca al sector minero como ejemplo de esto, pero reconoce que la escasez es un problema tanto para la agricultura como para la minería. Además de las iniciativas de eficiencia, Concha sostiene que se necesitan medidas por parte del Estado para impulsar la oferta y mejorar el manejo del sistema.

“Chile necesita dar señales de que está trabajando para aumentar el suministro, fortalecer el sistema de derechos de propiedad y mejorar el funcionamiento del mercado”, indica.

Abastecer al Norte

No obstante, mejorar el mercado de agua de Chile e invertir en eficiencia solo mantendrá satisfecha su creciente sed por un tiempo acotado. En el largo plazo, Chile aún enfrenta el problema de hallar fuentes alternativas de suministro para las empresas y ciudades en el norte.

Algunas firmas mineras, como BHP Billiton y Minera Escondida, ya han invertido en plantas de desalinización en la Región de Atacama, las que convierten el agua salada en agua dulce para sus procesos. En algunas partes del norte, las firmas de servicios básicos locales también están desarrollando estas plantas para poblaciones locales y otras industrias.

En septiembre, las autoridades ambientales aprobaron los planes de la empresa sanitaria local Aguas Antofagasta para construir un proyecto de desalinización de US$120 millones, que convertiría a Antofagasta en la primera ciudad de América Latina en tener sus necesidades de agua potable satisfechas completamente por medio de la desalinización.

Pero la desalinización tiene una gran desventaja: es costosa. “La desalinización es más cara que usar agua dulce, en especial con los precios actuales de la energía”, destaca Jiménez. De hecho, la energía representa cerca del 80% del costo de la desalinización, lo que significa que es altamente sensible a los precios de la energía.

Dada la actual oposición social a los grandes proyectos de generación en Chile, es posible que la desalinización siga siendo una opción cara. Pero se están estudiando otros proyectos para transportar agua dulce por miles de kilómetros desde el extremo sur hasta donde se necesita en el norte. “Hay otras formas para usar esta agua, pero requieren una enorme inversión e innovación”, sostiene Jiménez.

Un proyecto de este tipo es el ducto de 1.600 km AcquaAtacama que está siendo desarrollado por la constructora francesa Vinci. El ducto aspira a transportar hasta 35 m3 por segundo de agua desde los ríos de la zona centro sur de Chile hasta el extremo norte. La filial chilena de Vinci, Vía Marina, aspira a presentar su estudio de factibilidad al Gobierno a comienzos de octubre.

Chile no sería el primer país en construir un ducto de este tipo; Singapur, que prácticamente no tiene agua dulce propia, importa el 40% de su agua desde Malasia a través de tres ductos submarinos. Pero los ductos requieren electricidad para el bombeo y su construcción es costosa.

Otra solución es transportar el agua por barco. La firma chilena Waters of Patagonia, que tiene derechos sobre 8.000 litros de agua por segundo en la Región de Aysén, planea embarcar agua en grandes contenedores plásticos a la Región de Atacama y, con el tiempo, exportar al Medio Oriente y otros países.

“Estos proyectos aún están en etapas iniciales, no hay nada concreto todavía, pero son una posible solución de largo plazo”, comenta Gonzalo León.

En el corto plazo, mejorar el acceso al agua requiere que todos los usuarios de agua se involucren en el proceso de toma de decisiones. Como sugiere el Banco Mundial, una mayor información ayudaría a los agricultores y a otros a tomar mejores decisiones relacionadas con el agua. Pero esto solo ayudará hasta cierto punto, dado que el suministro de agua en definitiva depende del clima.

Chile no puede predecir el clima o controlar los efectos del cambio climático, pero sí tiene la capacidad de usar su agua de manera más eficiente. Hay pocas lluvias previstas para los próximos meses, las que podrían aliviar a los agricultores, pero si Chile es capaz de aprovechar su considerable potencial de agua en el sur, el vaso podría estar medio lleno.

Julian Dowling es editor de bUSiness CHILE

From mining to agriculture, forestry and fishing, Chile’s main economic activities depend on fresh water. Producing copper, fruit, wine or salmon would be impossible without it. But water, taken for granted by most Chileans, isn’t limitless. In fact, a severe drought in the central-southern part of the country has withered crops and generated conflicts over water rights. But Chile is not the only country in this situation – the scarcity of water resources, especially for food production, is one of the most pressing economic and geopolitical issues facing humanity.

Water is, of course, vital for life. Two thirds of the planet is covered in it but most of this is saltwater and, to a lesser degree, polar icecap. In fact, only about 0.003% of the earth’s water is fresh and less than half of that is available for human consumption. As the world’s population has grown in the last 50 years and the intensity of water-use has risen, the demand for water has increased.

Add to this the effects of climate change, which has exacerbated droughts in some countries and caused flooding in others, and the world appears to be facing a water emergency.

“Water is a scarce resource and it will probably get scarcer due to growing demand for human consumption and productive activities, but the question is whether this scarcity will lead to a critical situation,” says Susana Jiménez, a senior economist at Santiago think tank Libertad y Desarrollo.

A river runs through it

At a national level, Chile is privileged with an abundance of water. According to data from the World Bank, Chile has total average surface runoff, generated mainly by rainfall or melting snow in the Andes, of 53,000 cubic meters per person per year, which is well above the world average (6,000m3) and the lower limit required for sustainable development (2,000m3).

In addition, Chile’s lakes and glaciers in Patagonia are an important hydro reserve which, if harnessed, could increase the country’s water availability to 70,000m3 per person per year.

But Chile’s water resources are unevenly distributed. A narrow country over 4,000km long that is sandwiched between the Andes on one side and the Pacific Ocean on the other, Chile is subject to a variety of rainfall patterns. At one extreme is the Atacama Desert in the north, with virtually zero participation, and at the other is the Valdivia rainforest in the Los Lagos Region which is one of the wettest places on earth.

“Chile has a lot of water, especially in the south, but our problem is distribution,” says Jiménez.

Most of Chile’s fresh water is located well south of Santiago where the supply (over 10,000m3 per person per year, according to the World Bank) far exceeds the demand. From Santiago north, however it is a different story altogether with surface water availability of less than 800m3 per person.

This creates an important challenge considering that over half of Chile’s population and 69% of its GDP is concentrated in Santiago northward, according to data from the National Statistics Institute (INE).

“From Santiago north we have an important shortage of water, especially in the summer months when it is most needed for agricultural irrigation,” says Gonzalo León, acting director of Water and Industry at the non-profit institution Fundación Chile. “This has been made worse by the recent drought.”

Water, water everywhere…

Chile’s vulnerability to climate change has been exposed as the country continues to suffer from one of the worst droughts on record. Now in its third year, the drought has reduced reservoir levels and shriveled crops in Chile’s agriculture-intensive central zone.

The drought, caused by the El Niño/La Niña weather phenomena in the Pacific Ocean, has been disastrous for the agricultural sector. The water deficit has reached 80% in some parts of the country and the Ministry of Agriculture has declared over 100 communities, nearly one third of the country, in agricultural emergency.

“Many small farmers in Chile are dependent on rainfall and they are particularly vulnerable to drought,” says Benjamin Kiersch, natural resources and land tenure officer at the UN Food and Agriculture Organization.

Drought periods are cyclical in Chile but climate change means that in the long-term the north is expected to become drier and the south wetter. This could create opportunities to plant new crops in southern Chile but make life more difficult for farmers in the north.

According to a 2010 study by the UN’s Economic Commission for Latin America (ECLAC), climate change could increase the average temperature in Chile by an average 4° Celsius by 2100 with serious consequences for water supply.

“This will lead to greater stress on hydro resources which could generate conflicts,” says Jiménez. Chile shares several rivers with Peru and Bolivia, while disputes could arise with Argentina over glacial water in the south, she suggests.

There is also mounting pressure from the demand side. As Chile’s economy has grown, so has its use of water for human consumption, irrigation, power generation and industrial uses.

According to the Ministry of the Environment, Chile’s total average water use is 4,710m3 per second, of which 89% corresponds to non-consumptive uses (mainly hydroelectricity generation) and 11% to consumptive uses such as irrigation in which the water that does not return immediately to the water cycle.

Agriculture is by far the largest consumer of water in Chile, responsible for 73% of total withdrawals. Household consumption in urban and rural areas is only 6% of withdrawals while mining and other industrial uses represent 9% and 12%, respectively.

By law, water utilities in Chile must own enough water rights to ensure household demand will be met, although tariffs could rise if they are forced to buy rights from third parties to ensure supplies.

As for mining, Chile’s largest economic activity, water demand is growing but is still a relative trickle compared to agriculture. “It’s surprising, but the volume of water used by mining is only equivalent to the flow in the Canal San Carlos [an irrigation canal in Santiago],” says León.

Deepening the water market

Chile’s current Water Code, established by the military regime in 1981, created a system of private water rights awarded by the state. If they are available, anyone can apply for these rights that, crucially, are not linked to land or to use.

“The water legislation of 1981 allowed Chile to develop water-related sectors with great success, especially the modernization of agriculture and irrigation,” says Javier Zuleta, the liaison officer of the World Bank in Chile.

Unlike other countries in the region where water access is largely undefined, in some cases leading to conflicts, the rules are very clear in Chile, says Zuleta.

This has led to huge improvements in sanitation and drinking water. “I remember a time when you couldn’t swim at Reñaca [a beach resort near Santiago] because of e-coli in the water, but that has changed,” he says.

Today potable water coverage in urban areas has reached 99.8% and 95.6% of the population is served by sanitation services, which puts Chile at the level of developed countries, according to figures from the Ministry of the Environment.

As hydrological priorities change and demand rises, Chile’s system of private water rights is supposed to adjust automatically through the trading of rights between users, but in reality the system has been inflexible, says the FAO’s Kiersch.

One reason is speculation. Until recently, rights holders were not penalized for obtaining rights they had no intention of using in the short term, thereby preventing others from using them. In 2005, a system of escalating fees was introduced into the Water Code to change this.

So far its impact has been minimal. “The fees haven’t had much effect in terms of liberating water rights so that people who actually use the water can legalize their situation,” says Kiersch.

Another problem is lack of information. In some cases, over-allocation of rights and confusion with regard to ownership has led to conflicts and accusations of theft.

“The de-facto ownership of rights needs to be formalized in many cases and there is no transparency of information in the market,” says Jiménez.

Kiersch also emphasizes the need for better information and enforcement. “In order to have a system of water rights that works you need to have a system to make sure those rights are honored and properly used,” he says.

In a study published last year, the World Bank recognized that Chile’s water market has been successful in establishing a regulatory framework and encouraging investment, but it includes a list of recommendations to improve the system’s efficiency.

These include making it easier to trade water rights, improving the availability of information about water resources and creating groups of water users to improve the efficiency and transparency of the market.

Creating associations of water users at a local level, as other countries like Australia have done, to resolve disputes and deepen the market for water rights would be a positive step, says Fundación Chile’s León.

Water for a rainy day

In the spring in Chile, water comes rushing down from the Andes as the snow melts, giving users a small window before it ends up in the sea. But there are ways of storing water on land to be used in the summer when supplies are scarcer.

Reservoirs are one way to do this and the Ministry of Public Works plans to invest nearly US$1 billion to build six new reservoirs through 2014. But there are other measures to save water that do not cost so much money or take so long, says the FAO’s Kiersch.

Farmers in central-southern Chile still use irrigation techniques that are wasteful, but measures such as drip irrigation and artificial canals to channel water into underground aquifers could improve efficiency, he says.

“New drip irrigation systems are much more efficient but these technologies depend in large part on the capacity of the farmer to invest,” he says. Since many small farmers don’t own water rights, they can’t apply for credit. “It’s partly a problem of infrastructure development but also water rights.”

Efficiency measures adopted by other industries include water treatment and recirculation systems, for example in industrial cooling processes, to reduce water usage. “In areas with less supply of water, the demand for efficiency is greater,” says Andrés Concha, the president of Chile’s manufacturers’ association, Sofofa.

Concha denies that lack of water has affected investment in Chile, pointing to the mining sector as an example of this, but he acknowledges that shortages are a problem for agriculture and mining. In addition to efficiency initiatives, Concha says actions are needed by the state to boost supply and improve the management of the system.

“Chile needs to give signs that it is working to increase supply, strengthen the system of property rights and improve the functioning of the market,” he says.

Supplying the north

But improving Chile’s water market and investing in efficiency will only keep its growing thirst satisfied for so long. In the long run, Chile still faces the problem of finding alternative sources of supply for businesses and cities in the north.

Some mining firms, like BHP Billiton and Minera Escondida, have already invested in desalination plants in the Atacama Region that convert seawater into fresh water for their processes. In some parts of the north, local utilities are also developing these plants for local populations and other industries.

In September, environmental authorities approved local water utility Aguas Antofagasta’s plans to build a US$120 million desalination project which would make Antofagasta the first city in Latin America to have its drinking water needs met entirely through desalination.

But desalination has a big drawback – it is costly. “Desalination is more expensive than using fresh water, especially at current energy prices,” points out Jiménez. In fact, energy represents around 80% of the cost of desalination which means it is highly sensitive to energy prices.

Given the current social opposition to large generation projects in Chile, desalination is likely to remain a pricey option. But other projects are being studied to transport fresh water thousands of kilometers from the far south to where it is needed in the north. “There are other ways to use this water, but they require huge investment and innovation,” says Jiménez.

One such project is the 1,600km AcquaAtacama pipeline being developed by French construction giant Vinci. The pipeline aims to transport up to 35m3 per second of water from rivers in central-southern Chile to the far north. Vinci's Chilean branch, Via Marina, aims to present its feasibility study to the government in early October.

Chile would not be the first country to build such a pipeline; Singapore, which has virtually no fresh water of its own, imports 40% of its water from Malaysia through three undersea pipelines. But pipelines require electricity for pumping and are costly to build.

Another solution is to transport water by ship. The Chilean firm Waters of Patagonia, which has rights to 8,000 liters of water a second in the Aysén Region, is planning to ship water in large plastic containers to the Atacama Region and, eventually, for export to the Middle East and other countries.

“These projects are still in early stages, there is nothing concrete yet, but they are a possible long-term solution,” says Gonzalo León.

In the shorter term, improving water access requires the involvement of all water users in the decision-making process. As the World Bank suggests, more information would help farmers and others make better decisions related to water. But this will only help up to point since water supply is ultimately dependent on the climate.

Chile cannot predict the weather or control the effects of climate change but it does have the capacity to use its water more efficiently. There is little rain forecast in the next few months that could bring relief to farmers, but if Chile is able to harness its considerable water potential in the south, the glass could be half full.

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