Hay mucho de cierto en eso de que los desastres a menudo traen oportunidades. Ciertamente eso se aplica al reciente anuncio realizado por el Ministerio de Hacienda que indica que ayudará a financiar el programa estatal de reconstrucción de US$ 8.400 millones tras el terremoto del 27 de febrero mediante la emisión de bonos globales denominados en pesos.
Los fondos restantes provendrán de una mezcla de fuentes que incluye reasignaciones presupuestarias, la emisión de deuda local, un aumento temporal de los impuestos corporativos y donaciones privadas alentadas por la nueva Ley de Donaciones aprobada por el Congreso en mayo. Además, se espera la obtención de recursos adicionales a partir de la venta de participaciones en empresas públicas no esenciales, así como del Fondo de Estabilización Económica y Social (FEES), creado gracias a las ganancias extraordinarias generadas por las exportaciones de cobre.
El Gobierno planea emitir un total de US$ 1.500 millones en deuda extranjera, lo que incluye US$ 1.000 millones en bonos denominados en dólares a 10 años y US$ 500 millones en lo que será el primer instrumento de deuda denominado en pesos emitido por Chile en los mercados financieros mundiales.
Esta no es la primera oportunidad que tienen los inversionistas extranjeros de comprar deuda denominada en pesos -la primera emisión de deuda de este tipo fue una Euronota indexada a la inflación a cinco años por 55.000 millones de pesos chilenos (US$ 105 millones) que colocó el Banco Mundial en el 2000– pero esta es su primera oportunidad para comprar deuda con el respaldo del Estado de Chile. Esto representa un paso significativo en la internacionalización del peso chileno, con el que sigue la pista de naciones desarrolladas que han emitido deuda en sus propias monedas. Después de todo, el propio Chile -que formalizó su membresía en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en mayo- pronto debería convertirse en un país desarrollado. El presidente Piñera ha prometido que Chile alcanzará el nivel del PIB per cápita de una economía desarrollada para el 2018.
Estos bonos marcarán un regreso a los mercados internacionales de capital para el Estado chileno, el que recurrió por última vez a dichos mercados en el 2004. Este retorno es esencial dado que la emisión soberana servirá como un referencial para las empresas chilenas que intenten emitir deuda a nivel internacional. No obstante, el Ministerio de Hacienda debería comprometerse a realizar otras emisiones con el fin de mantener el estatus referencial del bono soberano más allá de la necesidad de corto plazo para financiar la reconstrucción posterior al terremoto.
La actual agitación en los mercados financieros internacionales debido a la crisis de deuda de Europa también podría terminar demostrando que no hay mal que por bien no venga. Si bien los inversionistas tienen una mayor aversión al riesgo producto de la crisis, la economía chilena brilla en comparación con la de algunos países europeos gracias a sus sólidas bases macroeconómicas y disciplina fiscal (Chile se convirtió en un acreedor neto en el 2007). Las agencias calificadoras de riesgo crediticio han asignado a Chile una calificación de deuda soberana de “A+” (Moody’s y Standard & Poor’s) y “A” (Fitch), entre las calificaciones más altas para las economías en vías de desarrollo.
Como resultado, los bonos chilenos deberían alcanzar un diferencial más bajo respecto del bono del Tesoro de Estados Unidos de igual vencimiento –lo que usualmente se conoce como riesgo soberano- que la mayoría de las demás economías emergentes e incluso que algunas economías desarrolladas que enfrentan dificultades financieras como Grecia o Portugal. No obstante, la mayoría de los analistas prevén que las autoridades chilenas esperarán hasta que los mercados financieros se calmen antes de dar luz verde a la emisión del bono denominado en pesos. Puede que el pasaporte del peso ya esté timbrado, pero la actual turbulencia en los mercados mundiales podría mantenerlo en tierra por un poco más de tiempo.
Axel Christensen es el director gerente de BlackRock para América del Sur, sin incluir Brasil
There is much truth in the saying that disaster often brings opportunity. That is certainly the case with the Finance Ministry’s recent announcement that it will help fund the state’s US$ 8.4 billion reconstruction program after the February 27 earthquake by issuing a Peso-denominated global bond.
The remaining funds will come from a mix of sources including budget reassignments, the issuance of domestic debt, a temporary increase in corporate taxes and private donations spurred by a new Donations Law approved by Congress in May. Additional resources are expected to come from selling stakes in non-essential public utilities as well as from the Economic and Social Stabilization Fund (ESSF) created by windfall profits from copper exports.
The government plans to issue a total US$ 1.5 billion in foreign debt, including US$1 billion in 10-year dollar-denominated bonds and US$ 500 million in what will be the first Peso-denominated debt instrument issued by Chile in global financial markets.
This is not the first chance for foreign investors to buy Peso-denominated debt - the first such debt issuance was a 55 billion Chilean Peso (US$ 105 million) five-year inflation-indexed Euronote placed by the World Bank in 2000 – but it is their first chance to buy debt with the backing of the Chilean state. This represents a significant step in the internationalization of the Chilean Peso, following the lead of developed nations that have issued debt in their own currencies. After all, Chile, which formalized its membership in the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD) in May, should soon become a developed country itself. President Piñera has vowed that Chile will reach the threshold GDP per capita for a developed economy by 2018.
These bonds will mark a return to international capital markets for the Chilean state which last tapped foreign markets in 2004. This comeback is essential since the sovereign issuance will serve as a benchmark for Chilean companies looking to issue debt abroad. However, the Finance Ministry should commit to further issuances to maintain the sovereign bond’s benchmark status beyond the short-term need to finance the post- earthquake reconstruction.
The current turmoil in international financial markets due to the European debt crisis might also be a blessing in disguise. Although investors have increased their risk aversion as a result of the crisis, the Chilean economy shines in comparison to some European countries due to its solid macroeconomic foundation and fiscal discipline (Chile became a net creditor in 2007). Credit rating agencies have rated Chile’s sovereign debt at A+ (Moody’s and Standard & Poor’s) and A (Fitch), among the highest ratings for developing economies.
As a result, Chilean bonds should command a lower spread over the U.S. Treasury bond of the same maturity – commonly referred to as Sovereign Risk - than most other emerging countries and even some developed economies facing financial hardship like Greece or Portugal. However, most analysts expect Chilean authorities to wait until financial markets calm down before giving a green light to the Peso-bond issue. The Peso’s passport might be stamped, but the current turbulence in world markets could keep it grounded a little while longer.
Axel Christensen is Managing Director of BlackRock for South America ex Brazil