La mayoría de los sectores industriales en Chile están experimentando problemas en este momento, pero pocos se están viendo tan afectados como la industria salmonera. Desde julio de 2007, cuando se confirmó el primer caso de anemia infecciosa del salmón (conocida por su sigla en inglés ISA) en un vivero en la isla de Chiloé, el sector ha estado de rodillas.
El virus ha matado a millones de salmones y forzado a una limpieza masiva de las jaulas de los peces en el sur del país. La asociación del sector SalmonChile señala que espera que la producción se contraiga este año en un 40% y que caiga nuevamente en 2010.
El brote del virus ISA ha llamado la atención sobre la industria y generado amplios temores sobre sus estándares tanto sanitarios como ambientales. En particular, los ecologistas han cuestionado la fuerte dependencia que tiene el sector de los antibióticos.
Después de ello, este verano, el sector se vio afectado además por un caso particularmente difícil del fenómeno natural conocido como “marea roja”. Debido a los brotes de algas rojas en las vías fluviales cerca de Chiloé y Puerto Montt, miles de salmones fueron asfixiados.
Y, teniendo que batallar también con la crisis financiera mundial, resulta poco sorprendente que los bancos hayan comenzado a revisar nerviosamente los créditos otorgados a la altamente apalancados industria chilena del salmón. Esto significa que ahora también está enfrascada en fuertes negociaciones para reestructurar sus obligaciones.
En resumen, todo lo que podía haber salido mal, salió mal. La industria chilena del salmón, que hasta hace poco era considerada como un modelo de éxito del sector privado, fue golpeado por la tormenta perfecta.
Crecimiento Vertiginoso
El salmón atlántico es tan común en Chile que es fácil de olvidar que, como su nombre lo indica, no es una especie nativa. Sólo se introdujo en cantidades significativas a comienzos de la década de los 80.
Desde entonces, la industria ha crecido a una velocidad vertiginosa. Durante la última década, la producción de salmón y trucha se ha triplicado con creces y en 2008 generó ventas cercanas a los US$ 2.400 millones, con lo que se convirtió en el cuarto mayor sector de exportación del país, después de la minería, la industria forestal y el cultivo de frutas. Hoy en día, Chile es el segundo mayor exportador de salmón del mundo después de Noruega
Sin embargo, tras años de expansión, la burbuja de la industria ahora explotó y la principal razón de ello puede resumirse en tres letras: ISA.
Un virus contagioso que causa anemia severa en los peces, pero que no afecta a los seres humanos, el ISA ha sido durante años un dolor de cabeza para los productores de salmón del hemisferio norte. Hasta mediados de 2007, Chile estaba misericordiosamente libre de él, pero una vez que llegó se propagó como el fuego.
La cepa chilena del virus ISA es diferente de aquellas que se han encontrado en otras partes del mundo, y por lo tanto, no muestra respuesta a las mismas vacunas. Nadie sabe cómo el ISA llegó a Chile, pero se sospecha que se importó de manera inadvertida en huevos de salmón.
Cerca de un 20% de los huevos de salmón son importados y se les hace un seguimiento para detectar enfermedades, pero en este caso algo aparentemente salió mal. “Hubo una falla en los controles”, señala Luis Pichott, gerente de recursos marinos de Fundación Chile, institución sin fines de lucro para la innovación y el desarrollo tecnológico.
Pichott describe a una industria que para su desgracia estaba creciendo demasiado rápido e importando más huevos de los que podían examinarse de manera adecuada. “Los controles son como los anticonceptivos. Funcionan un 99% de las veces, pero en el 1% de los casos fallan y, cuando lo hacen, las consecuencias son graves”.
Controlando el Brote
A medida que el ISA se propagó, millones de peces fueron recogidos antes como una forma de asegurar que no contrajeran el virus y las jaulas de los peces se dejaron sin cultivar por meses para limpiarlas. Además los rizomas se trasladaron desde sitios infectados y se colocaron en agua limpia para asegurar que no contuvieran el virus.
Producto de lo anterior, las exportaciones de salmón y trucha el año pasado fueron muy altas y alcanzaron las 445.000 toneladas, un incremento del 12% frente al 2007. Pero, puesto que el ciclo de producción del salmón es de dos años, habrá muchos menos peces que recoger este año y –aún menos- el próximo.
“Sabemos que estamos enfrentando un período de dificultad que se prolongará durante el 2009 y el 2010”, afirma Rodrigo Infante, gerente general de SalmonChile. “Pero creemos que para el 2011, la producción debiera comenzar a repuntar de nuevo”.
La buena noticia es que una vacuna podría estar a la vuelta de la esquina. Tres empresas han estado trabajando en una vacuna contra la cepa chilena del ISA y el mes pasado una de ellas -Centrovet- recibió una aprobación provisoria para comenzar a producir su versión comercialmente. Ese proceso comenzará dentro de pocas semanas y Centrovet espera introducir 60 millones de dosis para fines de año. Pero ello no representa en ningún caso la solución definitiva para el problema del ISA.
En primer lugar, no hay ninguna garantía en cuanto a que la vacuna funcionará. Y, en segundo lugar, aún si funciona, el virus posiblemente mutará, lo que significa que se necesitará otra vacuna.
Además, vacunar a varios millones de salmones no es una tarea fácil. Cada pez tiene que ser inyectado de manera individual, un proceso trabajoso y delicado, que -si no se maneja correctamente- puede causar más problemas que los que puede resolver.
“Los peces se estresan mucho si los sacas del agua y los manipulas”, señala Jorge Cassigoli, gerente general de Vaki Chile, empresa que provee equipamiento de alta tecnología para la industria del salmón. Eso es un problema, porque los peces estresados son más vulnerables a las enfermedades, destaca.
Rodrigo Infante concuerda en que no existe “la panacea” para el ISA. “La vacunación es estresante para el pez, pero es como vacunar a tus hijos”, señala. “No quieres hacerlo, pero sabes que los beneficios superan a los costos”.
No obstante, dado que una vacuna provee sólo una solución parcial, SalmonChile está supervisando una reforma más amplia a las regulaciones sanitarias del sector para garantizar que dichas crisis puedan evitarse a futuro. Un punto clave de esa reforma es la división de la zona de producción de salmón en “vecindarios”. Estos vecindarios -hay 55 de ellos- se han elaborado usando datos oceanográficos sobre las fluctuaciones de las mareas. La idea es que si hay un brote de enfermedades en un vecindario no se propague a otro. El plan de vecindarios es parte de las recomendaciones de un equipo de trabajo especial para el sector salmonero, el que fue formado por el Gobierno en agosto pasado. El grupo emitió un informe en marzo que también recomendaba la prohibición de usar antibióticos en ciertos casos, la aplicación de límites a la densidad de los peces en las jaulas y más ayuda para los investigadores que están tratando de desarrollar vacunas.
Antibióticos
Aparte del ISA, el otro gran tema ecológico y sanitario que enfrenta la industria del salmón chileno es el uso de antibióticos. Los ambientalistas sostienen que al emplear estos poderosos fármacos, los acuicultores le están dando a bacterias potencialmente dañinas la posibilidad de crear inmunidad contra ellos y esto podría tener graves consecuencias para la salud tanto de los seres humanos como de los peces.
Es difícil encontrar cifras y las que hay son muy controvertidas, pero un estudio realizado por la Universidad Austral en el 2003 sugiere que Chile usó 134 toneladas de antibióticos en sus cultivos de salmón en un solo año, 300 veces más que Noruega.
Alex Muñoz, director ejecutivo del grupo internacional de conservación marina denominado Oceana, califica de escandaloso el uso de antibióticos por parte del sector. “Diferentes fuentes y estudios -informes no oficiales, pero muy confiables- muestran que Chile está empleando más de 200 toneladas este año, lo que coincide con el crecimiento que ha experimentado el sector desde el 2003”, sostiene.
Según Muñoz, el sector ha recurrido a los antibióticos debido a las precarias condiciones sanitarias y ambientales de los cultivos de salmón en Chile y la debilidad de las regulaciones. “En Noruega necesitan muchos menos fármacos, porque ellos manejan su industria mejor, por ejemplo, mediante la limitación de la densidad de peces en las jaulas y el establecimiento de mayores distancias entre los cultivos de peces”, afirma.
Quejas similares aparecieron el año pasado en un artículo del New York Times, ahora tristemente célebre. El reportaje causó indignación en Chile y el periódico a la larga admitió que algunas de sus conclusiones eran infundadas.
Sin embargo, por la razón que sea, las ventas de salmón de Chile a Estados Unidos, que corresponden a cerca de un cuarto de sus exportaciones totales, se han contraído. El año pasado, fue el único mercado que se contrajo, con una caída del 5,4%, mientras que las exportaciones a Asia y América Latina experimentaron un crecimiento de dos dígitos.
En su defensa, la industria de salmón de Chile afirma que tiene que usar más antibióticos que otros países, porque enfrenta enfermedades que no se encuentran en otras partes. La principal entre ellas es el Síndrome Rickettsial del Salmón (SRS), una enfermedad bacteriana que casi no existe en Noruega, pero que ha dañado gravemente a la industria chilena del salmón desde su primera aparición en 1989, pues corresponde a casi un cuarto de todas las muertes de peces de los viveros.
No hay una vacuna efectiva contra el SRS, aunque se han probado varias. Como resultado, los productores de salmón han recurrido a los antibióticos para mantenerlo a raya. “Quienquiera que encuentre una vacuna para el SRS será muy rico”, prevé Infante, quien argumenta que en su ausencia el uso de antibióticos es un mal necesario.
“Es una herramienta de último recurso”, afirma. “Pero si uno tiene esa herramienta y los peces están enfermos sería absurdo no emplearla”.
Infante destaca además que los productores de salmón de Chile están obligados a seguir estrictos ‘períodos de carencia’ para sus peces. Esto significa que tienen que abstenerse de usar antibióticos en las últimas semanas de vida de un pez para asegurar que, para cuando el salmón termine en su plato, esté libre de antibióticos.
Efectos Económicos
Además de causar estragos en la población de salmón atlántico de los viveros de Chile, la crisis también está teniendo un costo a nivel humano y ha amenazado el sustento de miles de trabajadores en el sur de Chile. En la Región de Los Lagos, la industria de salmón y trucha corresponde a más del 23% de la producción económica y a casi un 16% del empleo.
Varios miles de trabajadores ya han sido despedidos y nuevas reducciones de personal son inevitables. Y no sólo en los criaderos se está haciendo sentir la crisis.
Más de 1.000 empresas de servicios operan en el área de Puerto Montt, las que entregan productos como harina de pescado y redes. A medida que la crisis se desarrolla, ellas también están sintiendo la presión y ven afectadas.
El mes pasado, SalmonChile anunció que iba a abrir una red de oficinas en Puerto Montt, Chiloé y Aysén para ayudar a los trabajadores desempleados a volver a capacitarse y encontrar nuevos trabajos. Eso no será sencillo en estas áreas mayoritariamente rurales que no cuentan con muchas industrias alternativas y la ira está creciendo: a comienzos de mayo, hubo un grave incendio intencional en las oficinas de SalmonChile en Puerto Montt.
A medida que la crisis financiera se desarrolla, las empresas productoras de salmón también enfrentan dificultades para acceder a créditos y pagar su deuda pendiente, la que se estima en torno a los US$ 1.600 millones para la totalidad de la industria. La mayor parte de ese monto se adeuda a cinco bancos: Banco de Chile, BCI, BBVA, Santander y Corpbanca, los que están tratando de negociar acuerdos de reestructuración con los productores.
El Gobierno está ayudando a la industria en términos financieros. En noviembre, inyectó US$ 130 millones a la Corporación de Desarrollo y Fomento de la Producción (CORFO), específicamente para garantizar créditos para las empresas productoras de salmón, que han desembolsado millones de dólares no previstos para hacer frente al brote de ISA.
Sin embargo, en el caso de los bancos, no hay una solución estándar: cada banco está negociando por separado con cada productora de salmón. La expectativa apunta a que la mayoría de las empresas, si no todas, habrán llegado a acuerdo con sus bancos para fines de junio.
En SalmonChile, Rodrigo Infante reconoce que la recuperación será gradual y que demorará varios años, pero afirma que confía en que esta industria relativamente joven repuntará de la mayor crisis que haya enfrentado. Pero la buena noticia, es que, más allá del dolor actual, la crisis podría terminar siendo una oportunidad para repuntar en una forma en la que será más sustentable en el largo plazo.
Gideon Long se desempeña como periodista freelance en Santiago. Además trabaja para la BBC.