El Golpe de la Tormenta PerfectaSalmon Farmers: Hit by a Perfect Storm

01 Mayo 2009


La mayoría de los sectores industriales en Chile están experimentando problemas en este momento, pero pocos se están viendo tan afectados como la industria salmonera. Desde julio de 2007, cuando se confirmó el primer caso de anemia infecciosa del salmón (conocida por su sigla en inglés ISA) en un vivero en la isla de Chiloé, el sector ha estado de rodillas.


El virus ha matado a millones de salmones y forzado a una limpieza masiva de las jaulas de los peces en el sur del país. La asociación del sector SalmonChile señala que espera que la producción se contraiga este año en un 40% y que caiga nuevamente en 2010.


El brote del virus ISA ha llamado la atención sobre la industria y generado amplios temores sobre sus estándares tanto sanitarios como ambientales. En particular, los ecologistas han cuestionado la fuerte dependencia que tiene el sector de los antibióticos.


Después de ello, este verano, el sector se vio afectado además por un caso particularmente difícil del fenómeno natural conocido como “marea roja”. Debido a los brotes de algas rojas en las vías fluviales cerca de Chiloé y Puerto Montt, miles de salmones fueron asfixiados.


Y, teniendo que batallar también con la crisis financiera mundial, resulta poco sorprendente que los bancos hayan comenzado a revisar nerviosamente los créditos otorgados a la altamente apalancados industria chilena del salmón. Esto significa que ahora también está enfrascada en fuertes negociaciones para reestructurar sus obligaciones.


En resumen, todo lo que podía haber salido mal, salió mal. La industria chilena del salmón, que hasta hace poco era considerada como un modelo de éxito del sector privado, fue golpeado por la tormenta perfecta.


Crecimiento Vertiginoso


El salmón atlántico es tan común en Chile que es fácil de olvidar que, como su nombre lo indica, no es una especie nativa. Sólo se introdujo en cantidades significativas a comienzos de la década de los 80.


Desde entonces, la industria ha crecido a una velocidad vertiginosa. Durante la última década, la producción de salmón y trucha se ha triplicado con creces y en 2008 generó ventas cercanas a los US$ 2.400 millones, con lo que se convirtió en el cuarto mayor sector de exportación del país, después de la minería, la industria forestal y el cultivo de frutas. Hoy en día, Chile es el segundo mayor exportador de salmón del mundo después de Noruega


Sin embargo, tras años de expansión, la burbuja de la industria ahora explotó y la principal razón de ello puede resumirse en tres letras: ISA.


Un virus contagioso que causa anemia severa en los peces, pero que no afecta a los seres humanos, el ISA ha sido durante años un dolor de cabeza para los productores de salmón del hemisferio norte. Hasta mediados de 2007, Chile estaba misericordiosamente libre de él, pero una vez que llegó se propagó como el fuego.


La cepa chilena del virus ISA es diferente de aquellas que se han encontrado en otras partes del mundo, y por lo tanto, no muestra respuesta a las mismas vacunas. Nadie sabe cómo el ISA llegó a Chile, pero se sospecha que se importó de manera inadvertida en huevos de salmón.


Cerca de un 20% de los huevos de salmón son importados y se les hace un seguimiento para detectar enfermedades, pero en este caso algo aparentemente salió mal. “Hubo una falla en los controles”, señala Luis Pichott, gerente de recursos marinos de Fundación Chile, institución sin fines de lucro para la innovación y el desarrollo tecnológico.


Pichott describe a una industria que para su desgracia estaba creciendo demasiado rápido e importando más huevos de los que podían examinarse de manera adecuada. “Los controles son como los anticonceptivos. Funcionan un 99% de las veces, pero en el 1% de los casos fallan y, cuando lo hacen, las consecuencias son graves”.


Controlando el Brote


A medida que el ISA se propagó, millones de peces fueron recogidos antes como una forma de asegurar que no contrajeran el virus y las jaulas de los peces se dejaron sin cultivar por meses para limpiarlas. Además los rizomas se trasladaron desde sitios infectados y se colocaron en agua limpia para asegurar que no contuvieran el virus.


Producto de lo anterior, las exportaciones de salmón y trucha el año pasado fueron muy altas y alcanzaron las 445.000 toneladas, un incremento del 12% frente al 2007. Pero, puesto que el ciclo de producción del salmón es de dos años, habrá muchos menos peces que recoger este año y –aún menos- el próximo.


“Sabemos que estamos enfrentando un período de dificultad que se prolongará durante el 2009 y el 2010”, afirma Rodrigo Infante, gerente general de SalmonChile. “Pero creemos que para el 2011, la producción debiera comenzar a repuntar de nuevo”.


La buena noticia es que una vacuna podría estar a la vuelta de la esquina. Tres empresas han estado trabajando en una vacuna contra la cepa chilena del ISA y el mes pasado una de ellas -Centrovet- recibió una aprobación provisoria para comenzar a producir su versión comercialmente. Ese proceso comenzará dentro de pocas semanas y Centrovet espera introducir 60 millones de dosis para fines de año. Pero ello no representa en ningún caso la solución definitiva para el problema del ISA.


En primer lugar, no hay ninguna garantía en cuanto a que la vacuna funcionará. Y, en segundo lugar, aún si funciona, el virus posiblemente mutará, lo que significa que se necesitará otra vacuna.


Además, vacunar a varios millones de salmones no es una tarea fácil. Cada pez tiene que ser inyectado de manera individual, un proceso trabajoso y delicado, que -si no se maneja correctamente- puede causar más problemas que los que puede resolver.


“Los peces se estresan mucho si los sacas del agua y los manipulas”, señala Jorge Cassigoli, gerente general de Vaki Chile, empresa que provee equipamiento de alta tecnología para la industria del salmón. Eso es un problema, porque los peces estresados son más vulnerables a las enfermedades, destaca.


Rodrigo Infante concuerda en que no existe “la panacea” para el ISA. “La vacunación es estresante para el pez, pero es como vacunar a tus hijos”, señala. “No quieres hacerlo, pero sabes que los beneficios superan a los costos”.


No obstante, dado que una vacuna provee sólo una solución parcial, SalmonChile está supervisando una reforma más amplia a las regulaciones sanitarias del sector para garantizar que dichas crisis puedan evitarse a futuro. Un punto clave de esa reforma es la división de la zona de producción de salmón en “vecindarios”. Estos vecindarios -hay 55 de ellos- se han elaborado usando datos oceanográficos sobre las fluctuaciones de las mareas. La idea es que si hay un brote de enfermedades en un vecindario no se propague a otro. El plan de vecindarios es parte de las recomendaciones de un equipo de trabajo especial para el sector salmonero, el que fue formado por el Gobierno en agosto pasado. El grupo emitió un informe en marzo que también recomendaba la prohibición de usar antibióticos en ciertos casos, la aplicación de límites a la densidad de los peces en las jaulas y más ayuda para los investigadores que están tratando de desarrollar vacunas.


Antibióticos


Aparte del ISA, el otro gran tema ecológico y sanitario que enfrenta la industria del salmón chileno es el uso de antibióticos. Los ambientalistas sostienen que al emplear estos poderosos fármacos, los acuicultores le están dando a bacterias potencialmente dañinas la posibilidad de crear inmunidad contra ellos y esto podría tener graves consecuencias para la salud tanto de los seres humanos como de los peces.


Es difícil encontrar cifras y las que hay son muy controvertidas, pero un estudio realizado por la Universidad Austral en el 2003 sugiere que Chile usó 134 toneladas de antibióticos en sus cultivos de salmón en un solo año, 300 veces más que Noruega.


Alex Muñoz, director ejecutivo del grupo internacional de conservación marina denominado Oceana, califica de escandaloso el uso de antibióticos por parte del sector. “Diferentes fuentes y estudios -informes no oficiales, pero muy confiables- muestran que Chile está empleando más de 200 toneladas este año, lo que coincide con el crecimiento que ha experimentado el sector desde el 2003”, sostiene.


Según Muñoz, el sector ha recurrido a los antibióticos debido a las precarias condiciones sanitarias y ambientales de los cultivos de salmón en Chile y la debilidad de las regulaciones. “En Noruega necesitan muchos menos fármacos, porque ellos manejan su industria mejor, por ejemplo, mediante la limitación de la densidad de peces en las jaulas y el establecimiento de mayores distancias entre los cultivos de peces”, afirma.


Quejas similares aparecieron el año pasado en un artículo del New York Times, ahora tristemente célebre. El reportaje causó indignación en Chile y el periódico a la larga admitió que algunas de sus conclusiones eran infundadas.


Sin embargo, por la razón que sea, las ventas de salmón de Chile a Estados Unidos, que corresponden a cerca de un cuarto de sus exportaciones totales, se han contraído. El año pasado, fue el único mercado que se contrajo, con una caída del 5,4%, mientras que las exportaciones a Asia y América Latina experimentaron un crecimiento de dos dígitos.


En su defensa, la industria de salmón de Chile afirma que tiene que usar más antibióticos que otros países, porque enfrenta enfermedades que no se encuentran en otras partes. La principal entre ellas es el Síndrome Rickettsial del Salmón (SRS), una enfermedad bacteriana que casi no existe en Noruega, pero que ha dañado gravemente a la industria chilena del salmón desde su primera aparición en 1989, pues corresponde a casi un cuarto de todas las muertes de peces de los viveros.


No hay una vacuna efectiva contra el SRS, aunque se han probado varias. Como resultado, los productores de salmón han recurrido a los antibióticos para mantenerlo a raya. “Quienquiera que encuentre una vacuna para el SRS será muy rico”, prevé Infante, quien argumenta que en su ausencia el uso de antibióticos es un mal necesario.


“Es una herramienta de último recurso”, afirma. “Pero si uno tiene esa herramienta y los peces están enfermos sería absurdo no emplearla”.


Infante destaca además que los productores de salmón de Chile están obligados a seguir estrictos ‘períodos de carencia’ para sus peces. Esto significa que tienen que abstenerse de usar antibióticos en las últimas semanas de vida de un pez para asegurar que, para cuando el salmón termine en su plato, esté libre de antibióticos.


Efectos Económicos


Además de causar estragos en la población de salmón atlántico de los viveros de Chile, la crisis también está teniendo un costo a nivel humano y ha amenazado el sustento de miles de trabajadores en el sur de Chile. En la Región de Los Lagos, la industria de salmón y trucha corresponde a más del 23% de la producción económica y a casi un 16% del empleo.


Varios miles de trabajadores ya han sido despedidos y nuevas reducciones de personal son inevitables. Y no sólo en los criaderos se está haciendo sentir la crisis.


Más de 1.000 empresas de servicios operan en el área de Puerto Montt, las que entregan productos como harina de pescado y redes. A medida que la crisis se desarrolla, ellas también están sintiendo la presión y ven afectadas.


El mes pasado, SalmonChile anunció que iba a abrir una red de oficinas en Puerto Montt, Chiloé y Aysén para ayudar a los trabajadores desempleados a volver a capacitarse y encontrar nuevos trabajos. Eso no será sencillo en estas áreas mayoritariamente rurales que no cuentan con muchas industrias alternativas y la ira está creciendo: a comienzos de mayo, hubo un grave incendio intencional en las oficinas de SalmonChile en Puerto Montt.


A medida que la crisis financiera se desarrolla, las empresas productoras de salmón también enfrentan dificultades para acceder a créditos y pagar su deuda pendiente, la que se estima en torno a los US$ 1.600 millones para la totalidad de la industria. La mayor parte de ese monto se adeuda a cinco bancos: Banco de Chile, BCI, BBVA, Santander y Corpbanca, los que están tratando de negociar acuerdos de reestructuración con los productores.


El Gobierno está ayudando a la industria en términos financieros. En noviembre, inyectó US$ 130 millones a la Corporación de Desarrollo y Fomento de la Producción (CORFO), específicamente para garantizar créditos para las empresas productoras de salmón, que han desembolsado millones de dólares no previstos para hacer frente al brote de ISA.


Sin embargo, en el caso de los bancos, no hay una solución estándar: cada banco está negociando por separado con cada productora de salmón. La expectativa apunta a que la mayoría de las empresas, si no todas, habrán llegado a acuerdo con sus bancos para fines de junio.


En SalmonChile, Rodrigo Infante reconoce que la recuperación será gradual y que demorará varios años, pero afirma que confía en que esta industria relativamente joven repuntará de la mayor crisis que haya enfrentado. Pero la buena noticia, es que, más allá del dolor actual, la crisis podría terminar siendo una oportunidad para repuntar en una forma en la que será más sustentable en el largo plazo.


Gideon Long se desempeña como periodista freelance en Santiago. Además trabaja para la BBC.



Grappling with a deadly virus, Chile’s salmon farmers were already in trouble before the global financial crisis. bUsiness CHILE looks at what the industry is doing to get back on its feet and how long it will take.

Most industrial sectors in Chile are suffering at the moment, but few are hurting more than the salmon industry. Since July 2007, when the first case of infectious salmon anemia (ISA) was confirmed on a fish farm on the island of Chiloé, the industry has been on its knees.

The virus has killed millions of salmon and forced a massive cleanout of fish pens in the south of the country. The industry association, SalmonChile, says it expects production to slump by 40% this year, and fall again in 2010.

The ISA outbreak has also shone a harsh spotlight on the industry and raised wider concerns about its sanitary and environmental standards. In particular, ecologists have questioned the industry’s heavy reliance on antibiotics.

Then, this summer, came a particularly bad case of the naturally-occurring phenomenon known as ‘red tide’. As the red algae bloomed in the waterways around Chiloé and Puerto Montt, thousands more salmon were suffocated.

And, with the global financial crisis to contend with as well, it is little wonder that banks have begun to nervously review their lending to the highly-leveraged salmon industry. This means that it is now also grappling with tough negotiations to restructure its liabilities.

In short, everything that could have gone wrong has. The Chilean salmon industry, until recently regarded as a model of private-sector success, has been hit by a perfect storm.

Dizzying growth

Atlantic salmon are so prevalent in Chile that it is easy to forget that, as their name suggests, they are not native. They were only introduced in significant numbers in the early 1980s.

Since then, the industry has grown at dizzying speed. Over the past decade, production of salmon and trout has more than tripled, generating sales of almost US$ 2.4 billion in 2008 and making it the country’s fourth biggest export sector after mining, forestry and fruit farming. Today, Chile is the world’s second biggest salmon exporter behind Norway.

But after years of expansion, the industry’s bubble has now burst, and the main reason can be summed up in three letters: ISA.

A contagious virus that causes severe anemia in fish but does not affect humans, ISA has been a headache for salmon producers in the northern hemisphere for years. Until mid-2007, Chile was mercifully free of it but, once it arrived, it spread like wildfire.

The Chilean strain of ISA is different from those found elsewhere and, as such, does not respond to the same vaccines. No-one knows how ISA came to Chile but the suspicion is that it was inadvertently imported in salmon eggs.

Around 20% of eggs are imported and they are monitored for diseases but, in this case, something apparently went wrong. “There was a failure in the controls,” says Luis Pichott, marine resources manager at Fundación Chile, a Santiago-based technology transfer institute.

Pichott paints a picture of an industry that was growing too quickly for its own good and importing more eggs than could be properly vetted. “The controls are like contraceptives; they work 99% of the time but fail in 1% and, when they do, the consequences are serious.”

Controlling the outbreak

As ISA spread, millions of fish were harvested early to ensure they didn’t catch the virus, and fish pens have been left fallow for months to cleanse them. Root stock has also been taken from infected sites and placed in clean water to make sure it is virus-free.

As a result, last year’s exports of salmon and trout were very high at 445,000 tonnes - an increase of 12% from 2007. But, with the production cycle of a salmon reaching over two years, there will be far fewer fish to harvest this year and - even more so - next year,

“We know we’re facing a period of difficulty which will last through 2009 and 2010,” says Rodrigo Infante, general manager of SalmonChile. “But we feel that by 2011 production should start to pick up again.”

The good news is that a vaccine might be just around the corner. Three companies have been working to develop a vaccine against the Chilean strain of ISA and, last month, one of them - Centrovet - won provisional approval to start producing its version commercially.

That process will start within weeks and Centrovet says it expects to roll out 60 million doses by the end of the year. But that is by no means the final solution to the ISA problem.

Firstly, there is no guarantee the vaccine will work. And, secondly, even if it does, the virus is likely to mutate, meaning another vaccine will be needed.

Moreover, vaccinating several million salmon is no mean feat. Each fish has to be injected individually, a laborious and delicate process that, if handled badly, can cause more problems than it solves.

“The fish get very stressed if you take them out of the water and handle them,” says Jorge Cassigoli, general manager of Vaki Chile, a company which provides high-technology equipment to the salmon industry. That is a problem because stressed fish are more vulnerable to illness, he points out.

Rodrigo Infante agrees there is “no magic bullet” for ISA. “Vaccination is certainly stressful for the fish but it’s like vaccinating your kids,” he says. “You don’t want to do it but you know the benefits outweigh the costs.”

But, with a vaccine providing only a partial solution, SalmonChile is overseeing a wider reform of the industry’s sanitary regulations to ensure that such crises can be avoided in the future. A key part of that reform is the division of the salmon production zone into ‘neighborhoods’.

These neighborhoods - there are 55 of them - have been drawn up using oceanographic data on the ebb and flow of tides. The idea is that if disease breaks out in one neighborhood it will not spread to another.

The neighborhood plan is part of the recommendations of a salmon task force, set up by the government last August. It issued a report in March that also recommended a ban on the use of antibiotics in certain cases, limits on the density of fish in pens, and more assistance for researchers trying to develop vaccines.

Antibiotics

Aside from ISA, the other big sanitary and ecological issue the Chilean salmon industry has faced is its use of antibiotics. Environmentalists say that by using these powerful drugs, fish farmers are allowing potentially harmful bacteria to build up immunity and that this could have serious consequences for human as well as fish health.

Figures are hard to come by and hotly disputed, but one study carried out by the Universidad Austral in 2003 suggested that Chile used 134 tonnes of antibiotics in its salmon farms in a single year - 300 times more than Norway.

Alex Muñoz, executive director in Chile for the international marine conservation group Oceana, describes the industry’s use of antibiotics as “outrageous”. “Different sources and studies - not official but very reliable - show that Chile is using over 200 tonnes this year, which is consistent with the industry’s growth since 2003,” he says.

According to Muñoz, the industry has turned to antibiotics because of poor sanitary and environmental practices and weak regulation. “In Norway they need far fewer drugs because they manage their industry better by, for example, limiting the density of fish in fish pens and establishing greater distances between fish farms,” he says.

Similar claims surfaced last year in a now infamous article in the New York Times. It caused indignation in Chile and the paper eventually admitted that some of its conclusions were unfounded.

However, for whatever reason, Chile’s salmon sales to the United States, which accounts for around a quarter of its total exports, have weakened. Last year, it was the only market that shrank, showing a drop of 5.4%, while exports to Asia and Latin America experienced double-digit growth.

In its defense, the industry says it has to use more antibiotics than in other countries because it faces diseases not found elsewhere. Chief among them is salmon rickettsial syndrome (SRS), a bacterial disease which is almost non-existent in Norway but has blighted the Chilean salmon industry since its first outbreak in 1989, accounting for around a quarter of all fish farm deaths.

There is no effective vaccine for SRS, although several have been tried. As a result, salmon producers have turned to antibiotics to keep it at bay. “Whoever finds a vaccine for SRS will be very rich,” predicts Infante, who argues that in its absence the use of antibiotics is a necessary evil.

“It’s a tool of last resort,” he says. “But if you have that tool and your fish are sick then it would be absurd not to use it.”

Infante also points out that Chile’s salmon producers are obliged to observe strict ‘withdrawal periods’ for their fish. That means they have to refrain from using antibiotics in the final few weeks of a fish’s life to ensure that, by the time the salmon ends up on your dinner plate, it is free of antibiotics.

Economic effects

As well as ravaging the Atlantic salmon populations in Chile’s fish farms, the crisis is taking a human toll too, threatening the livelihoods of thousands of workers in southern Chile. In the Los Lagos Region, the salmon and trout industry accounts for over 23% of economic output and nearly 16% of jobs.

Already, several thousand workers have been fired and more redundancies are inevitable. And it’s not just at the fish farms that the crisis is being felt.

Over 1,000 service companies operate in the Puerto Montt area, providing things like fishmeal and nets. As the crisis unfolds, they are feeling the pinch too.

Last month, SalmonChile announced it was opening a network of offices in Puerto Montt, Chiloé and Aysén to help unemployed workers retrain and find new jobs. That won’t be easy in these largely rural areas with little in the way of alternative industries, and anger is mounting - in early May, there was a serious arson attack on the offices of SalmonChile in Puerto Montt.

As the financial crisis unfolds, salmon companies also face difficulties in accessing credit and in repaying their outstanding debt, which is estimated at around US$ 1.6 billion for the industry as a whole. Most of that debt is owed to five banks: Banco de Chile, BCI, BBVA, Santander and Corpbanca, who are trying to negotiate restructuring deals with the producers.

The government is helping the industry financially. In November, it injected US$ 130 million into CORFO, its economic development agency, specifically to guarantee loans to salmon companies which have spent millions of unforeseen dollars on tackling the ISA outbreak.

But, with the banks, there is no one-size-fits-all solution: each bank is negotiating separately with each salmon company. The hope is that most, if not all, of the companies will have reached deals with their banks by the end of June.

At SalmonChile, Rodrigo Infante acknowledges that recovery will be gradual and take several years, but says he is confident that this relatively young industry will bounce back from its biggest crisis. The even better news is that, beyond the current pain, the crisis may prove an opportunity for it to bounce back in a form that will be more sustainable in the long term.

Gideon Long is a freelance journalist based in Santiago. He also works for the BBC.
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