El Cambio de Giro Necesario en la Política FiscalA Time for Fiscal Discipline

20 Octubre 2010

En los últimos cinco años, el gasto público en Chile habría registrado un crecimiento real del 67%, en comparación con un 24% real de aumento del PIB. La expansiva política fiscal fue posible debido a la bonanza de los precios del cobre, que llenó las arcas del Fondo de Estabilización Económica y Social de dólares, y cambios al marco regulador. Parte de ese aumento del gasto pudo ser justificable en consideración a la crisis del 2009, sin embargo, no podríamos decir que en el resto de los años la política fiscal cumplió con los objetivos de ser anticíclica y colaborar con el objetivo de un tipo de cambio real alto y tasas de interés bajas. Podríamos decir, en términos simples, que el gobierno se ganó la lotería en ese período y lo celebró con una fiesta, pero con una fiesta más austera de lo que podría haber sido.


Surgen de lo anterior dos aspectos de interés. El primero relativo a la eficiencia de ese mayor gasto público, la cual no habría sido la mejor, dado el comportamiento de la productividad de factores en esos años. Para ser justos, no es fácil asignar en forma eficiente un aumento de gasto tan considerable. La segunda, y que será el tema de esta columna, se refiere al efecto macroeconómico del gasto público sobre los precios, el tipo de cambio, las tasas de interés y la inflación


Un nivel de gasto público mayor, dado su sesgo hacia bienes no transables, presiona al tipo de cambio real a la baja y/o a las tasas de interés al alza, situaciones ambas desfavorables para el crecimiento de la economía en el mediano plazo. En definitiva, el mayor gasto público no es gratis, ya que genera un efecto negativo en las exportaciones y en la inversión. Este efecto podría ser contrarrestado con la eficiencia del gasto, si se logra incrementar la productividad de la economía a través de la provisión de bienes públicos. Sin embargo, como se mencionó antes, la eficiencia del aparato estatal en Chile deja bastante que desear y de hecho es ahí donde debería centrarse el proceso de reformas de este gobierno o de cualquiera.


Las consideraciones anteriores hacen altamente recomendable un cambio de giro en la política fiscal, recomendación que tiene su origen en varias razones macroeconómicas. La primera es que es deseable que la política fiscal tenga un carácter anticíclico, de forma tal de colaborar con los equilibrios macroeconómicos. En la actualidad el gasto privado, tanto de consumo como de inversión, crece a un ritmo mayor a lo que se estimaba hace algunos meses, y es altamente probable que esta situación se acentúe el próximo año. En un escenario de sólido crecimiento -el Banco Central de Chile elevó su proyección para el crecimiento del PIB de Chile en 2010 a entre un 5,0% y un 5,5%-, una política fiscal austera colabora con la contención de las presiones inflacionarias y atenúa la necesidad de tasas de interés más elevadas.


La segunda razón es el comportamiento del tipo de cambio real, que ha mostrado una tendencia decreciente durante 2010. Aunque las exportaciones totales crecen a un ritmo satisfactorio, existen rubros exportadores cuya competitividad se está viendo seriamente afectada, lo que podría generar problemas al país en especial si la boyante situación del precio del cobre tiende a revertirse. Diversos estudios señalan que el nivel de gasto público afecta al tipo de cambio real, especialmente en un contexto de una economía abierta, con bajo riesgo país, como la de Chile. En ese sentido, una política fiscal más austera favorece el desarrollo del sector exportador y alienta la sustitución de importaciones


La tercera razón es que en los últimos años la ejecución fiscal se desvió notoriamente del objetivo de equilibrio fiscal estructural de Chile, política cuyos beneficios para la economía han sido ampliamente alabados y reconocidos. En la práctica, esta política implica gastar sólo la cantidad de ingreso fiscal que queda en cualquier año tras restar el ingreso neto que el gobierno habría recibido si el PIB, el cobre o el molibdeno hubiera estado en sus valores de tendencia de largo plazo. Desafortunadamente, Chile ha gastado más que eso durante algunos años.


Recuperar el equilibrio estructural en un plazo de cinco años exige un crecimiento del gasto público de menos de la mitad del que se registró en promedio en los últimos cinco años; estamos hablando de tasas en torno al 4% real anual. El incremento del 5,5% en la propuesta presupuestaria del 2011 respecto del gasto público proyectado para 2010 es levemente superior a esto, pero todavía se sitúa dentro de un rango aceptable.


Aún si se considera el efecto del terremoto en el gasto público, el presupuesto del 2011 muestra que el gobierno está preparado para ajustarse el cinturón. Si puede mantener esta política durante los próximos cinco años, Chile debería cosechar los beneficios de una política fiscal orientada mucho más a la calidad que a la cantidad.


Cecilia Cifuentes es economista del Programa Económico y Social del centro de estudios con sede en Santiago Libertad y Desarrollo. Su correo electrónico es: [email protected]

In the last five years, Chile’s public expenditure grew 67% compared to a 24% real increase in GDP. This expansionary fiscal policy was possible due to the copper price bonanza, which filled the coffers of the Social and Economic Stabilization Fund with dollars, and changes in the regulatory framework. Part of this increase was justified by the financial crisis of 2009, but in general fiscal policy failed to meet the objective of being anti-cyclical while maintaining a high real exchange rate and low interest rates. Put simply, the government won the lottery and celebrated with a party, but a quieter party than it could have had.

There are two important things to note about this situation. The first is related to the inefficiency of higher public spending as shown by the decrease in productivity in the last five years. To be fair, it’s not easy to spend such a large amount of money efficiently. The second, which is the focus of this column, has to do with the macroeconomic impact of public spending on prices, the exchange rate, interest rates and inflation.

Since increased public spending tends to be invested in non-tradable goods, this puts downward pressure on the real exchange rate and/or upwards pressure on interest rates, which are both disincentives for economic growth in the medium term. The cost of higher public spending is that it generates a negative impact on exports and investment. This effect could be countered through efficiency if productivity is increased through investment in public goods. However, as mentioned above, the efficiency of Chile’s state apparatus leaves much to be desired and that is where reforms by this or any other government should be focused going forward.

A more disciplined fiscal policy is highly desirable for several macroeconomic reasons. The first is that fiscal policy should be anti-cyclical to keep macroeconomic variables stable. Today, private spending, including consumption and investment, is growing faster than estimated a few months ago, which is likely to continue into next year. In a scenario of strong growth - the Central Bank has raised the projection for Chile’s GDP growth in 2010 to between 5.0% and 5.5% - fiscal restraint would help contain inflationary pressures and mitigate the need for higher interest rates.
<p style="text-align: justify;">The second reason is to do with the real exchange rate, which has shown a downward trend in 2010. Although total exports are growing, the competitiveness of some export sectors has been seriously harmed, which could create problems especially if the copper price begins to lose its buoyancy. Studies have shown that the level of public spending affects the real exchange rate, especially in an open economy with low country risk like Chile’s. Therefore, a more disciplined fiscal policy would favor the development of the export sector and encourage import substitution.</p>
<p style="text-align: justify;">The third reason is that fiscal spending in recent years has veered far from Chile’s structural fiscal balance policy, which has been widely praised for its economic benefits. In practice, this policy means spending only the amount of fiscal income leftover in any given year after subtracting the net income the government would have received if GDP, copper and molybdenum had been at their long-term trend values. Unfortunately, Chile has been spending more than this for some years.</p>
<p style="text-align: justify;">To return to a structural fiscal balance in the next five years, public spending must grow less than half the average rate of the previous five years - we are talking about a real annual rate of around 4%. The 5.5% increase in the proposed 2011 budget versus projected 2010 public expenditure is slightly above this, but still within an acceptable range.</p>
<p style="text-align: justify;">Even considering the impact of the earthquake on public spending, the 2011 budget shows that the government is prepared to tighten its belt. If it can maintain this policy for the next five years, Chile should reap the benefits of a fiscal policy oriented more towards quality than quantity.</p>
<p style="text-align: justify;"><strong><em>Cecilia Cifuentes is an Economist in the Economic and Social Program of the Santiago-think-tank Libertad y Desarrollo. Her e-mail is: </em></strong><a href="mailto:[email protected]"><strong><em>[email protected]</em></strong></a><strong><em> </em></strong></p>
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