El Áureo Futuro de ChileChile’s Golden Future

04 Noviembre 2011

Miles de chilenos navegaron con destino a California en la década de los cincuenta del siglo XIX para unirse a la fiebre del oro y unos pocos llegaron a hacerse ricos, pero hoy en día buscadores de América del Norte se trasladan en la dirección opuesta. Eso se debe a que con la demanda mundial de oro en aumento y los precios al alza, los grandes yacimientos que tiene Chile en las alturas de la cordillera de los Andes están atrayendo a las mayores empresas auríferas del mundo.

El precio del oro alcanzó un máximo cercano a los US$1.900 la onza a comienzos de septiembre debido a que los inversionistas -nerviosos por los problemas macroeconómicos de Estados Unidos y Europa- buscaron un refugio para su efectivo. Pero desde entonces el precio ha bajado, junto con los precios de otros bienes básicos, dado que los mayores temores sobre una nueva recesión mundial hicieron que los inversionistas buscaran refugio en el dólar.

Sin embargo, pese a la reciente volatilidad, tanto analistas como empresas mineras señalan que el oro aún es una buena inversión. El dólar posiblemente se mantenga débil mientras que otras monedas, como el euro, están lejos de ser alternativas seguras, según un reciente informe del banco estadounidense de inversión Merrill Lynch.

Históricamente las bajas tasas de interés a nivel mundial han contribuido a un sólido incremento de la demanda de fondos que cotizas en bolsa (ETF, por su sigla en inglés) vinculados al oro. “A nuestro juicio, los continuos problemas estructurales en Estados Unidos y Europa son positivos para el oro”, indicó Merrill Lynch, que mantuvo su meta para el precio del oro a 12 meses en US$2.000 la libra, nivel referencial que estableció en agosto.

La demanda de oro en India y China -los dos mayores consumidores mundiales- también se ha disparado debido a que los ingresos han aumentado. En India, el oro se usa principalmente en joyería y, en menor medida, en electrónica, mientras que en China el metal amarillo se considera cada vez más como una buena inversión. En septiembre, la firma Gongmei Gold Trading Company inauguró el primer cajero automático de China que ofrece monedas y lingotes de oro en un centro comercial en Beijing.

Que la demanda mundial supere a la oferta es una buena noticia para las empresas mineras. En el 2009, la producción mundial alcanzó las 2.572 toneladas encabezada por China, Australia, Estados Unidos, Sudáfrica, Rusia y Perú, que es el mayor productor sudamericano, según cifras de la estatal Comisión Chilena del Cobre (Cochilco).

En la actualidad, Chile no figura entre los mayores productores de oro a nivel mundial. La nación produjo cerca de 41 toneladas en el 2009 –lo que se compara con las 182 toneladas de Perú–, con lo que se ubica apenas como el decimoséptimo mayor productor mundial y el quinto más grande de América Latina. No obstante, con varios proyectos de miles de millones de dólares en trámite, se espera que eso cambie.

Si estos proyecto prosperan, Chile podría triplicar su producción a cerca de 120 toneladas para el 2017, convirtiéndose en el octavo mayor productor mundial, afirma Andrés MacLean, vicepresidente ejecutivo de Cochilco.

Un Subproducto del Cobre

La minería del oro en Chile se remonta a fines del siglo XVI. La exploración española de Chile era ampliamente financiada por el oro, pero a diferencia de la fortuna inca en Perú encontraron que los yacimientos de oro de Chile eran relativamente pequeños.

De todos modos, los españoles se las arreglaron para producir cerca de dos toneladas al año principalmente a partir de minas de oro en la zona sur del país que habían sido trabajadas por los mapuches para pagar el tributo exigido por los incas. Sin embargo, con el tiempo fueron sacados de estas minas por los mapuches y en consecuencia la producción de oro declinó.

El establecimiento de una casa real de moneda en Santiago en 1749 condujo a un renovado interés por el oro, pero no fue hasta que Estados Unidos desindexó el dólar en 1971 que despegó. Esto condujo a un aumento de la actividad de exploración y al descubrimiento de una serie de yacimientos de oro ubicados mayoritariamente a más de 4.000 metros de altura en la cordillera de los Andes.

El primer gran yacimiento de oro de Chile fue la mina El Indio, en la región de Coquimbo, la que inició operaciones en 1982 y alcanzó una producción máxima de 16 toneladas al año. La canadiense Barrick Gold Corporation, el mayor productor de oro a nivel mundial, compró la mina en 1994, pero la cerró en el 2002 luego que se agotaran sus reservas.

A menudo hallado junto a minerales como el cobre y la plata, el oro se ha producido durante mucho tiempo en Chile como un subproducto del cobre. En el 2005, cerca del 40,6% del oro producido en el país provino de minas de cobre, pero en el 2009 esta cifra había caído al 35,8%, mientras que la producción en minas de oro aumentó.

Hoy en día, la estatal Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco) produce cerca de 3,5 toneladas de oro al año, más que las 2,8 toneladas de 2008, usando electrólisis para separar al oro de otros minerales. Pero pese al incremento, la producción de oro de Codelco sigue siendo inferior al 10% de la producción total de Chile, afirma Vicente Pérez, director de estudios y políticas públicas de Cochilco.

La mayor parte del oro chileno es producido por empresas privadas y exportado como metal doré, una aleación de oro y plata que se obtiene al disolver el mineral en cianuro de sodio antes de tratar la solución con zinc. Las barras del metal luego se envían a refinerías en Brasil, China, Canadá, Italia y Bélgica, entre otros países, donde el oro se separa de la plata.

Cerca de la mitad de la producción de oro del país proviene de la Región de Atacama en donde la producción se concentra en dos minas: Maricunga y La Coipa, ambas pertenecientes a la firma con sede en Toronto Kinross, que es el principal productor de oro de Chile con cerca del 25% de la producción total.

Kinross planea invertir este año US$19 millones en exploración, principalmente en La Coipa y su nueva mina, Lobo-Marte, pero la mayor parte de la actividad exploratoria en el norte de Chile la realiza un puñado de firmas mineras junior canadienses, comenta José Tomas Letelier, vicepresidente de asuntos externos de Kinross South America.

“Si hacen un hallazgo considerable, usualmente venden sus derechos a empresas más grandes como nosotros”, señala.

Pero los altos precios también han generado un fuerte crecimiento del sector informal. Miles de pirquineros, mineros independientes que a menudo no cuentan con equipos de seguridad ni con permisos, se han unido a la fiebre del oro en minas abandonadas o laderas de cerros en el norte del país.

Algunos pirquineros se ganan el sustento vendiendo su oro a la Empresa Nacional de Minería (ENAMI) de Chile, pero varios han pagado con sus vidas, al quedar atrapados en piques de minas que colapsaron.

Buscadores Canadienses de Oro

Los yacimientos de oro más grandes que quedan en Chile están escondidos bajo tierra en la cordillera de los Andes, a menudo cerca de glaciares, y requieren maquinaria pesada y técnicos calificados para desenterrarlos. Hay solo unas pocas empresas en el mundo con este tipo de experiencia técnica y la mayoría son canadienses.

Con su experiencia y fortaleza financiera, las mineras canadienses están desarrollando los proyectos auríferos más grandes de Chile: Barrick y Kinross son socios en Cerro Casale en la Región de Atacama, que recientemente presentó el estudio de impacto ambiental; Barrick está desarrollando el proyecto Pascua-Lama; Kinross está detrás de Lobo-Marte, que también presentó su estudio ambiental este año; y la firma con sede en Vancouver Goldcorp es dueña del proyecto de oro y cobre El Morro. Se estima que la inversión combinada en estos cuatro proyectos asciende a US$12.000 millones.

De hecho, el vuelo Toronto-Santiago de Air Canada es conocido como el “transbordador minero” debido a la cantidad de ejecutivos mineros que regularmente hacen el vuelo de 11 horas. Pero Chile no es el único país sudamericano con un tesoro escondido, entonces ¿por qué las empresas canadienses están tan absortas en excavar acá?

Según MacLean de Cochilco, el precio del oro es solo parte de la razón. “Este aumento se debe en gran medida a que los altos precios del oro hacen que los proyectos sean más rentables, pero también a las estables condiciones legales, sociales y políticas de Chile”, asevera.

Dado que el desarrollo de una mina de oro puede demorar 10 años o más, la estabilidad política y regulatoria es muy importante. “En general este es un negocio de largo plazo, lo que significa que las decisiones de inversión emplean variables de largo plazo”, sostiene Álvaro Merino, gerente de estudios de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami) de Chile.

Afortunadamente, Chile cuenta con una reputación de estabilidad regulatoria y legal. Según el Sondeo de Empresas Mineras del Fraser Institute 2010/11, Chile ocupó el séptimo lugar en su índice de potencial político y es la única jurisdicción fuera de América del Norte que constantemente se ubica dentro de las 10 primeras.

“La industria minera de Chile es de clase mundial con una legislación clara y sólida”, afirma Igor Gonzales, presidente de Barrick South America. Además de la solidez institucional de Chile, su moderna infraestructura pública ha ayudado a convertir al país en un destino atractivo, señala.

Letelier de Kinross concuerda con esa visión. “Chile tiene muchas ventajas y es un lugar atractivo para invertir”, comenta. Otras ventajas incluyen la tradición minera de Chile y su calificada fuerza laboral.

“Chile tiene una historia minera, lo que es muy importante”, indica Letelier.

Reforma Tributaria

Sin embargo, pese a las ventajas de Chile, la nación se está volviendo cada vez más costosa para las compañías mineras. Una razón para ello es el reciente aumento del impuesto específico a la actividad minera, ostensiblemente para ayudar a solventar la reconstrucción del país tras el terremoto del 27 de febrero.

En el 2010, el Gobierno solicitó a las empresas mineras que aceptaran un incremento de la tasa establecida del 5% al 14% a cambio de estabilidad tributaria. Kinross aceptó el acuerdo para su mina Maricunga, pero no para La Coipa. “No había ningún incentivo debido a que sus reservas están casi agotadas”, explica Letelier.

Si bien las empresas mineras negociaron el nuevo sistema, los cambios generan incertidumbre a los inversionistas. “Necesitamos reglas claras para tomar decisiones”, afirma Letelier.

Pero el Gobierno no espera que el aumento tributario tenga un impacto en los proyectos auríferos en Chile. “El impuesto se aplica a la ganancia operativa de modo que en períodos de bajos precios la cantidad tributable también disminuye”, explica MacLean de Cochilco.

De todas maneras, las empresas mineras están preocupadas sobre las tasas de impuesto a la renta. La tasa de impuesto corporativo se aumentará temporalmente del 17% al 20% y al 18,5% para las ganancias obtenidas en el 2011 y el 2012, respectivamente, pero el incremento podría volverse permanente a futuro.


“Ahora [las autoridades] están hablando de una reforma tributaria de modo que en unos años las reglas podrían volver a cambiar. ¿Quién sabe?”, comenta Letelier.

Pero los impuestos no son la única preocupación para las empresas mineras debido a que los costos laborales y de la energía en Chile se encuentran entre los más altos de la región.

Costos Operativos

Dados los actuales precios, casi todos los proyectos en Chile son rentables pese a los mayores costos de los insumos y a la reciente apreciación del peso frente al dólar, pero si los precios caen las empresas podrían repensar sus planes de inversión, advierte Letelier.

“El precio del oro ha caído de US$800 a US$200 en el pasado, entonces ¿por qué no podría pasar eso de nuevo?”, señala.

Un problema son los precios de la energía. La minería del oro requiere mucha energía y los costos de la electricidad en Chile son casi el doble de los de sus países vecinos, pero para empresas como Kinross instalar sus propias generadoras no vale la pena, sostiene Letelier.

Y los mayores costos están afectando el resultado de la empresa. El costo promedio de producción de Kinross en el tercer trimestre de 2011 fue de US$576 por onza de oro, un 17% más alto que un año antes principalmente por los mayores costos laborales, de combustibles y de energía.

Además de los costos laborales, en Chile hay una escasez de profesionales calificados, en especial a medida que se desarrollan nuevos proyectos, según Letelier. “Habrá una fuerte competencia por trabajadores calificados, la que solo va a empeorar”, destaca.

Kinross está desarrollando programas de capacitación internos para satisfacer la demanda futura, pero estos toman tiempo. El Gobierno podría ayudar a crear una reserva laboral más grande para la industria minera mediante el continuo fortalecimiento de programas de capacitación como los del SENCE, comenta Letelier.

“La demanda de personal calificado será enorme y la oferta no es ni siquiera suficiente”, destaca.

Otro desafío para las empresas mineras es el acceso al agua. Las minas de oro en Chile la utilizan mucho, cerca de 60 litros por segundo en Maricunga y La Coipa, pero en el árido norte de Chile el agua es un recurso escaso.


“En muchos casos, no hay derechos de aguas disponibles o hay restricciones al uso del agua debido a seguías”, añade Letelier.

Como resultado, las compañías mineras han implementado tecnología para usar el agua de manera más eficiente. Otra solución es bombear agua salada de la costa como hacen algunas empresas mineras como Escondida, pero esto requiere mucha energía y plantas de desalinización.

Kinross emplea agua de corrientes subterráneas, pero a medida que aumente la cantidad de proyectos mineros, la competencia por las fuentes de agua de seguro se intensificará, advierte Letelier.

Esto genera otro problema: el impacto ambiental de la minería aurífera. Las minas chilenas de oro han sido acusadas por grupos ambientalistas de derretir glaciares y contaminar fuentes de agua con químicos tóxicos, pero las empresas mineras niegan que hayan hecho algo ilegal.

Impacto Ambiental

Pascua-Lama, el proyecto de US$5.000 millones de Barrick, será el proyecto aurífero más grande en Chile. La construcción está en marcha y se espera que el proyecto, que se emplaza en la frontera, produzca cerca de 39 toneladas de oro al año para el 2015, cerca del 75% de lo cual corresponde a Chile y el resto a Argentina.

Al aprobar el estudio de impacto ambiental de Pascua-Lama, el Gobierno de Chile puso como condición que los glaciares cercanos no deberían verse afectados. Sin embargo, grupos ambientalistas como Greenpeace señalan que el polvo del proyecto los está derritiendo y que el Gobierno debe intervenir.

Además, residentes del Valle de Huasco han responsabilizado a Pascua-Lama de la alarmante falta de agua en el área, lo que dio impulso a la campaña Agua Vale más que Oro.

Pero Gonzales de Barrick afirma que el proyecto cumple con todos los requerimientos de las autoridades ambientales de Chile y Argentina.

“Barrick siempre ha cumplido estrictamente con las normas ambientales en todos los países en que opera y Chile no es la excepción”, dice Gonzales.

La empresa también ha implementado un plan de monitoreo y gestión de agua para asegurar la calidad del agua que sale de la mina. “Pascua-Lama pone en práctica nuestra filosofía de minería responsable”, asevera Gonzales.


Los riesgos ambientales de la minería aurífera son claros, pero si son manejados de manera adecuada por las firmas mineras en coordinación con las autoridades -tanto de Chile como de Argentina en el caso de Pascua-Lama- esta actividad no debería afectar las condiciones de vida de las comunidades locales.

Tal como ha sido durante siglos, gran parte de la riqueza de Chile yace bajo su suelo. Sin embargo, con la mayor parte de las minas de oro en manos de privados, la regulación estricta debe equilibrarse con la estabilidad regulatoria para garantizar que los beneficios del tesoro escondido de Chile sean compartidos por todos.

Julian Dowling es editor de bUSiness CHILE

Thousands of Chileans sailed for California in the 1850s to join the gold rush and a few struck it rich, but these days prospectors from North America are heading in the opposite direction. That’s because with global demand for gold on the rise and prices soaring, Chile’s large deposits high up in the Andean Cordillera are luring the world’s largest gold mining companies.

Gold peaked at nearly US$1,900 an ounce in early September as investors nervous about macroeconomic problems in the United States and Europe sought a safe haven for their cash. But the price has since dipped, along with prices for other commodities, as worsening fears of another global recession led investors to seek refuge in the dollar.

Despite the recent volatility, however, analysts and mining companies say gold is still a good investment. The dollar is likely to remain weak while other currencies, like the euro, are far from being safe alternatives, according to a recent report by US investment bank Merrill Lynch.

Historically low interest rates globally have also contributed to a strong increase in demand for gold-linked Exchange Traded Funds (ETFs). “In our view, continued structural problems in the US and Europe are bullish for gold,” said Merrill Lynch, which has maintained its US$2,000 per ounce 12-month gold price target set in August.

Gold demand in India and China – the world’s two largest consumers – has also rocketed as incomes have risen. In India, gold is used mainly for jewelry and, to a lesser extent, electronics, while in China it is increasingly seen as a good investment. In September, the Gongmei Gold Trading Company opened China’s first ATM offering gold bars and coins in a Beijing shopping mall.

With world demand outstripping supply, this is good news for mining companies. In 2009 world production reached 2,572 tons led by China, Australia, the United States, South Africa, Russia and Peru, which is South America’s largest producer, according to the Chilean government’s Copper Commission (Cochilco).

Chile is not currently among the world’s major gold producers. It produced around 41 tons in 2009 – compared to Peru’s 182 tons – making it just the 17th largest producer in the world and fifth largest in Latin America. But with several multibillion dollar projects in the pipeline that is expected to change.

If these projects go ahead, Chile could triple its production to around 120 tons by 2017, making it the world’s eighth largest producer, says Andrés MacLean, executive vice-president of Cochilco.

A copper by-product

Gold mining in Chile dates back to the end of the 16th Century. The Spanish exploration of Chile was largely financed by gold, but unlike Peru’s Inca jackpot they found that Chile’s gold deposits were relatively small.

Still, the Spanish managed to produce around two tons a year mainly from gold mines in the southern part of the country that had been worked by the Mapuche to pay Inca tribute. They were eventually evicted from these mines by the Mapuche, however, and gold production subsequently declined.

The establishment of a royal mint at Santiago in 1749 led to renewed interest in gold mining but it wasn’t until the United States unpegged the dollar in 1971 that it took off. This led to a surge in exploration activity and the discovery of a series of gold deposits mostly at elevations of more than 4,000 meters in the Andean Cordillera.

Chile’s first large gold mine was the El Indio mine in the Coquimbo region which began operations in 1982, reaching peak production of 16 tons a year. Canada’s Barrick Gold Corporation, the world’s largest gold producer, bought the mine in 1994 but closed it in 2002 after its reserves were depleted.

Often found together with ores like copper and silver, gold has long been produced in Chile as a by-product of copper. In 2005, nearly 40.6% of the gold

produced in the country came from copper mines, but by 2009 this had fallen to 35.8% while production in gold mines has risen.

Today, Chile’s state copper mining firm Codelco produces about 3.5 tons of gold a year, which is up from 2.8 tons in 2008, using electrolysis to separate the gold from other minerals. Despite the increase, however, Codelco’s gold output remains less than 10% of Chile’s total production, says Vicente Pérez, head of research at Cochilco.

Most Chilean gold is produced by private firms and exported in the form of doré metal, a gold-silver alloy obtained by dissolving the ore in sodium cyanide before treating the solution with zinc. Bars of the metal are then flown to refineries in Brazil, China, Canada, Italy and Belgium amongst other countries, where the gold is separated from silver.

About half of the country’s production comes from the Atacama Region where production is concentrated in two mines: Maricunga and La Coipa, both owned by Toronto-based Kinross, which is Chile’s top gold producer accounting for about 25% of total production.

Kinross plans to invest US$19 million in exploration this year, mainly in La Coipa and its new mine, Lobo-Marte, but most of the exploration activity in northern Chile is done by a handful of Canadian junior mining firms, says José Tomas Letelier, vice-president of external affairs for Kinross South America.

“If they make a sizable find, they usually sell their rights to a larger firm like ours,” he says.

But high prices have also led to strong growth in the informal sector. Thousands of pirquineros, who are freelance miners often without safety equipment or permits, have joined the gold rush in abandoned mines or hillsides in the north of the country.

Some pirquineros make a living selling their gold to the Chilean state minerals company Enami, but several have paid with their lives, trapped by collapsing mine shafts.


Canadian gold-diggers

Chile’s largest remaining gold deposits are buried in the Andes, often near glaciers, and require heavy machinery and skilled technicians to get them out. There are only a few companies in the world with this kind of expertise and most are Canadian.

With their financial muscle and experience, Canadian miners are developing Chile’s largest gold projects: Barrick and Kinross are partnering on Cerro Casale in the Atacama Region, which recently submitted its environmental impact study; Barrick is developing the Pascua-Lama project; Kinross is behind Lobo-Marte, which also submitted its environmental study this year; and Vancouver-based Goldcorp owns the El Morro gold-copper project. Combined investment in these four projects is estimated at US$12 billion.

In fact, Air Canada’s Toronto-Santiago flight is known as the “mining shuttle” due to the number of mining executives who regularly make the 11-hour journey. But Chile is not the only South American country with buried treasure, so why are Canadian companies so intent on digging here?

According to Cochilco’s MacLean, the gold price is only part of the reason. “This increase is due in large part to the high gold prices that make projects more profitable, but also to the stable legal, social and political conditions in Chile,” he says.

Given that the development of a gold mine can take 10 years or more, political and regulatory stability is very important. “In general it is a long-term business, which means investment decisions use long-term variables,” says Alvaro Merino, head of research at Chile’s Mining Society (Sonami).

Fortunately, Chile has a reputation for regulatory and legal stability. According to the Fraser Institute 2010/11 Survey of Mining Companies, Chile ranked seventh on its Policy Potential Index and is the only jurisdiction outside North America that consistently ranks in the top ten.

“Chile’s mining industry is world-class with a clear and robust legislation,” says Igor Gonzales, president of Barrick South America. In addition to Chile’s institutional strength, its modern public infrastructure has helped make the country an attractive destination, he says.

Kinross’ Letelier agrees. “Chile has many advantages and is an attractive place to invest,” he says. Other advantages include Chile’s mining tradition and its skilled workforce.

“Chile has a history of mining, which is very important,” says Letelier.

Tax reform

Despite Chile’s advantages, however, it is increasingly expensive for mining companies. One reason is the recent increase in the Specific Tax on Mining Activity, ostensibly to help foot the bill for reconstruction after the February 27
earthquake.

In 2010, the government asked mining companies to accept an increase from the fixed rate of 5% to up to 14% in return for tax stability. Kinross accepted the arrangement for its Maricunga mine but not for La Coipa. “There was no incentive because its reserves are almost depleted,” explains Letelier.

Although mining companies negotiated the new system, the changes generate uncertainty for investors. “We need clear rules to make decisions,” says Letelier.

But the government does not expect the tax increase to have an impact on gold projects in Chile. “The tax is levied on operating income so that in periods of low prices the taxable amount also decreases,” explains MacLean at Cochilco.

Even so, mining companies are concerned about income tax rates. The corporate tax rate will be temporarily increased from 17% to 20% and 18.5% for profits earned in 2011 and 2012 respectively, but the increase could become permanent in the future.

“Now [the authorities] are talking about tax reform so in a few years the rules might change again,” says Letelier. “Who knows?”

But taxes are not the only worry for mining companies with Chile’s energy and labor costs amongst the highest in the region.

Operating costs

Given current prices, nearly all projects in Chile are profitable despite higher input costs and the peso’s recent appreciation against the dollar, but if the price falls companies may rethink their investment plans, warns Letelier.

“The gold price has fallen from US$800 to US$200 in the past, so why couldn’t it happen again?” he says.

One problem is energy prices. Gold mining is energy-intensive and electricity costs in Chile are roughly twice those in neighboring countries, but for companies like Kinross installing their own generators is not worth the expense, says Letelier.

And higher costs are impacting the company’s bottom line. Kinross’ average production cost in the third quarter of 2011 was US$576 per ounce of gold, which was 17% higher than a year earlier mainly due to higher labor, fuel and power costs.

In addition to labor costs, there is a shortage of trained professionals in Chile, especially as new projects are developed, says Letelier. “There will be strong competition for skilled workers which will only get worse,” he notes.

Kinross is developing internal training programs to meet future demand but these takes time. The government could help create a larger labor pool for the mining industry by continuing to strengthen training programs like SENCE, says Letelier.

“The demand for trained personnel will be huge and the supply is not nearly enough,” he points out.

Another challenge for mining companies is access to water. Gold mines in Chile use plenty of it, around 60 liters a second in Maricunga and La Coipa, but in the arid north of Chile water is in short supply.

“In many cases there are no water rights available or there are restrictions on water use due to drought,” says Letelier.

As a result, mining companies have implemented technology to use water more efficiently. Another solution is to pump seawater from the coast as some mining companies like Escondida are doing, but this requires a lot of energy and desalination plants.

Kinross uses water from underground streams, but as the number of mining projects grows, competition for water resources is certain to intensify, warns Letelier.

This raises another issue - the environmental impact of gold mining. Chilean gold mines have been accused by environmental groups of melting glaciers and contaminating water supplies with toxic chemicals, but the mining companies deny they have done anything illegal.

Environmental impact

Barrick’s US$5 billion Pascua-Lama project will be the largest gold project in Chile. Construction is underway and the project, which straddles the border, is expected to produce nearly 39 tons of gold a year by 2015, about 75% of which corresponds to Chile and the rest to Argentina.

In approving Pascua-Lama’s environmental impact study, the Chilean government made it a condition that nearby glaciers should not be affected. But environmental groups like Greenpeace say dust from the project is melting them and that the government must intervene.

In addition, residents in the Huasco Valley have blamed Pascua-Lama for an alarming lack of water in the area, giving rise to the campaign Agua Vale más que Oro (Water is Worth More Than Gold).

But Barrick’s Gonzales says the project complies with all the requirements of the environmental authorities in Chile and Argentina.

“Barrick has always adhered strictly to the environmental norms in all the countries where it operates and Chile is no exception,” says Gonzales.

The company has also implemented a water monitoring and management plan to ensure the quality of water downstream from the mine. “Pascua-Lama puts into practice our philosophy of responsible mining,” says Gonzales.

The environmental risks of gold mining are clear, but if properly managed by mining firms in coordination with the authorities – both Chilean and Argentine in the case of Pascua-Lama – this activity should not affect living conditions in local communities.

As it has for centuries, much of Chile’s wealth lies under its soil. With most gold mines in the hands of private companies, however, strict regulation must be balanced with regulatory stability to ensure the benefits of Chile’s buried treasure are shared by all.

Julian Dowling is Editor of bUSiness CHILE

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