Dinero por MentaMoney for Mint

01 Agosto 2006


Gracias a los esfuerzos de algunos empresarios estadounidenses, pequeños agricultores en el sur de Chile están ganando dinero gracias a la menta, una planta a la que, anteriormente, no le habían prestado mayor atención.

A medida que la agricultura chilena se ha ido diversificando, los productos tradicionales han dado el paso a ofertas más exóticas. Una de ellas es la menta, cuyo aceite, destilado de sus hojas, se exporta a los Estados Unidos para darle sabor a caramelos, goma de mascar y pasta de dientes.

Una de las compañías detrás del negocio de la menta es Agrícola Essential Oils, fundada por dos empresarios estadounidenses, Billy Brown y Eric Johnson, a principios de la década de 1990. Las cantidades que se producen todavía son pequeñas, pero el aceite de menta chileno se está posicionando, gracias a su reputación de buena calidad.

La menta o mentha piperita- un híbrido obtenido de la cruza entre la yerbabuena y la menta acuática – no solo necesita humedad, sino que también una gran oscilación térmica entre el día y la noche, y luz solar directa para aumentar su rendimiento. Es decir, las condiciones exactas que predominan en varios lugares del sur de Chile.

Ese fue uno de los factores que le llamaron la atención a Brown, quien comenzó a hacer negocios en Chile en 1990, al comprar jugos para comercializarlos en los Estados Unidos con su empresa de comercialización de commodities. Observó que los productores de berries estadounidenses estaban comenzando a producir exitosamente en Chile y decidió tomar su ejemplo, pero con el aceite de menta.

En esta nueva empresa, se relacionó con Eric Johnson, presidente de Certified Pure Ingredients, una compañía de Pennsylvania que produce y procesa frutas y verduras orgánicas, y productos de aceites esenciales en Chile. “Ellos ya tenían experiencia en traer productos estadounidenses a Chile, como los berries, para su cultivo”, explica.

Brown, quien luego adquirió la parte de su socio y paso a ser el único dueño, recuerda que gastaron una “cantidad de dinero importante” consultando con especialistas en los EE.UU y tratando de identificar los microclimas y las zonas más apropiadas para cultivar. “Lo más importante”, dice Brown, “no es la cantidad de menta que se produce por hectárea, sino que la calidad del aceite que se obtiene de ella”.

Inicialmente, Agrícola Essential Oils -que utiliza el nombre comercial de Mentas Chile- sembró cerca de los pueblos de Longaví y Talca, al sur de la VII Región de Chile. Las primeras producciones eran pequeñas, generalmente de menos de una hectárea.

Pero al expandirse el proyecto, también aumentó la cantidad de tierras que se requerían y la empresa, al darse cuenta de que la tierra sería más económica lejos de las áreas productoras de fruta, mudó su producción más hacia el sur. Primero, fueron a Chillán, y luego más al sur, hasta llegar cerca de Los Ángeles, Victoria y Traiguén, en las Regiones VIII y IX.

Con un muy pequeño finaciamiento, la compañía, que ha invertido alrededor de US$1 millón, no es realmente propietaria de tierras. La menta es producida bajo contrato y hoy en día, un total de casi 400 hectáreas son cultivadas por seis productores, que acomodan a la menta en rotaciones de cultivo entre ganado, remolacha, cereales, arándanos y manzanas.

Desafíos del procesamiento

En un comienzo, el proyecto recibió ayuda de la Fundación Chile, un instituto de transferencia de tecnología de Santiago que les proporcionó asistencia para encontrar productores y a llevar a cabo destilaciones de prueba, y de la Corporación de Fomento (CORFO), que les dio varias subvenciones. De hecho, la CORFO sigue prestando apoyo al proyecto.

“Hoy en día hemos alcanzado sobre US$1 millón en ventas al año” dice Brown. La compañía exporta exclusivamente a los Estados Unidos donde este aceite verde oscuro es comprado por Essex Laboratories, de Washington, que lo mezcla con otros aceites de acuerdo con las especificaciones de compañías como Colgate, Wrigley y Procter & Gamble.

La producción de menta es relativamente fácil. Se deja en la tierra por cinco años y las hojas son cosechadas cada verano. Además, es un cultivo que le gusta a los agricultores. “Les encanta la idea de destilar el aceite – la encuentran romántica”, dice Brown.

En una buena cosecha, una hectárea de tierra produce alrededor de 100 litros de aceite. La menta, luego de ser cortada, se deja secar en los campos por dos días antes de ser puesta en tinas especialmente diseñadas.

Luego, se deja pasar una corriente de vapor a través de las tinas. El vapor recolecta el aceite de las hojas mientras se eleva y, al salir de la tina, es enfriado, se condensa, y el aceite de menta es separado del agua. “Es un proceso físico, sin químicos de por medio”, dice Brown.

Hasta ahora, la compañía ha enviado una planta móvil para destilar el aceite en el lugar, proporcionando un hervidor y un grupo de personas que utilizan los equipos. Pero el plan actual de Brown es que los productores compren el equipo y que se conviertan en productores-destiladores.

“Hemos visto que la eficiencia es mayor”, explica. Hoy en día, toda la maquinaria es importada desde los EE.UU. pero sería ideal, según Brown, que parte de esta también se hiciera en Chile.
Este proceso involucra un desembolso financiero para los productores y, para Brown, la viabilidad de esto se encuentra en los contratos a largo plazo. Ya hay dos productores que han comprado los equipos.

“Lo que queremos es crecer en volumen pero para lograrlo hay hacer un esfuerzo en conjunto”, dice Brown. “Los productores deben invertir en el negocio, y nosotros ofrecer apoyo a largo plazo”.

Sin embargo, el aumento en los precios del diesel, que se utiliza para hacer funcionar los hervidores, significa que los costos de la producción han aumentado significativamente en los últimos años. Y, al mismo tiempo, los precios del aceite en el mercado han bajado debido a la competencia de aceites de baja calidad producidos en la India y China.

Lo anterior, combinado con la solidez del Peso chileno por sobre el Dólar, está haciendo daño al lado productor del negocio. “Pero Chile produce aceite versátil consistentemente bueno y siempre habrá un espacio para este aceite”, dice Brown.

Con un mercado global emergente y sin problemas para encontrar compradores para el aceite de menta, el mayor desafío al que Brown se enfrenta es al “espectacular incremento del número de hectáreas bajo cultivo en Chile”.

“Podríamos ver fácilmente duplicarse, triplicarse o cuadruplicarse lo que tenemos ahora”, dice. “Tenemos un buen grupo de productores, a quienes les gusta este cultivo y son entendidos en la materia; además, tenemos el modelo, y tenemos los mercados; lo único que necesitamos hacer es agrandarlo, y estamos a punto de lograrlo”.

Thanks to the efforts of U.S. entrepreneurs, small farmers in the south of Chile are making money out of mint, a plant to which they wouldn’t previously have given a second glance.

As Chilean agriculture has gradually diversified, traditional products have made way for more esoteric offerings. One such crop is peppermint whose oil, distilled from the leaves, is exported to the U.S. to be used for flavoring sweets, chewing gum and toothpaste.

One of several companies behind the peppermint business is Agrícola Essential Oils, founded by two U.S. entrepreneurs, Billy Brown and Eric Johnson, in the early 1990s. The amounts involved are still small, but Chilean mint oil is gaining ground, based on a reputation for high quality.

Peppermint or mentha piperita - a cross between spearmint and watermint - needs not only humid conditions, but also large temperature differences between day and night and direct sunlight to increase yields. Or, in other words, exactly the conditions that prevail in many parts of southern Chile.

That was one of the factors that attracted the attention of Brown who first started to do business in Chile in 1990, purchasing juices for marketing in the U.S. by his commodity trading company. He saw that U.S. berry growers were successfully starting to produce in Chile and decided to take a leaf out of their book, but with mint oil.

In the new venture, he linked up with Eric Johnson, president of Certified Pure Ingredients, a Pennsylvania-based company that grows and processes organic fruit, vegetable and essential oil products in Chile. “They already had experience of transferring U.S. products, like berries, to Chile for cultivation,” he explains.

Brown, who subsequently bought out his partner, recalls that they spent “an interesting amount of money” consulting with specialists in the U.S. and trying to identify microclimates and the most appropriate zones for planting. “The most important thing,” says Brown, “is not the amount of mint you grow per hectare, but the quality of the oil it produces.”

Initially, Agrícola Essential Oils - which uses the trade name of Mentas Chile - planted near the towns of Longaví and Talca in southern Chile’s Region VII. The first growers were small, often farming less than one hectare of the crop.

But as the project expanded, so did the amount of land required and the company, realizing that land would be more economical away from the main fruit-farming areas, moved production south. It went first to Chillán and later further south still to land close to Los Angeles, Victoria and Traiguén in Regions VIII and IX.

Running light on outlay, the company, which has invested some US$1 million, does not actually own land. Instead, the mint is grown under contract and, today, six growers cultivate a total of some 400 hectares, fitting the mint into crop rotations between cattle, sugar beet, cereal crops, blueberries and apples.

Processing challenges

The project received an early helping hand from Fundación Chile, a Santiago-based technology transfer institute, which assisted in finding growers and running trial distillations, and from the government’s Economic Development Agency (CORFO), which provided a number of grants. CORFO is, in fact, still supporting the project.

“Today, we’ve reached over US$1 million a year in sales,” says Brown. The company exports exclusively to the United States where the dark green oil is bought by Washington State-based Essex Laboratories, which blends it with other oils according to the specifications of companies like Colgate, Wrigley and Procter & Gamble.

Growing mint is relatively easy. It is left in the ground for five years and the leaves are harvested each summer. And it is a crop that farmers like. “They enjoy the idea of distilling the oil - it’s romantic,” says Brown.

In a good yield, one hectare of land produces around 100 liters of oil. The mint, having been cut, is left to dry in the fields for two days before being placed in specially-designed tubs.

Hot steam is then pumped up through the tubs, collecting the oil from the leaves as it rises and, on leaving the tub, the steam is cooled, condenses, and the mint oil and water are separated. “It’s all a physical process,” says Brown. “There are no chemicals involved.”

Until now, the company has sent a mobile plant to distil the oil on site, providing a boiler and a team of people to work the equipment. But Brown’s current plan is for growers to purchase the equipment and become grower-distillers.

“We have seen that the efficiencies are greater,” he explains. All the machinery is currently imported from the U.S. but ideally, says Brown, some could also be made in Chile.

Clearly, the change involves a financial outlay for the growers and Brown believes that the feasibility of this lies with long-term contracts. Two growers have so far bought the equipment.

“What we want is to grow in volume but it has to be a collaborative effort,” says Brown. “The growers must invest in the business, with us offering long-term support.”

However, the increase in the price of diesel, which is used to power the mint boilers, means that production costs have risen significantly in recent years. And, at the same time, market prices have been driven down by competition from low-quality oils produced in India and China.

That, combined with the strength of the Chilean peso against the dollar, is hurting the processing end of the business. “But Chile produces consistently good versatile oil and there will always be a place for that,” says Brown.

With a growing global market and no trouble in finding purchasers for the mint oil, the biggest challenge he faces is to “dramatically increase the number of hectares under cultivation in Chile”.

“We could easily see a doubling, tripling or quadrupling of what we have now,” he says. “We have a good group of growers who like the crop and are knowledgeable, we have the model, and we have the markets; all we need to do is make it bigger, we are right on the edge.”
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