Cosechando los Beneficios de los BerriesHarvesting the Benefits of Berries

01 Agosto 2007


Si Chile, en sí mismo, está alejado de sus principales mercados de exportación, esta condición de lejanía es aún mayor para los pequeños agricultores de zonas remotas en el interior de los campos del país, no obstante los productores de berries en el sur de Chile están superando la distancia.

Las exportaciones de berries de Chile están en auge. De US$96 millones en 1996, subieron a US$305 millones en el 2006 y se estima que llegarán a US$347 millones este año.

Signo de esa expansión, es que una empresa chilena -Hortifrut- ha surgido como uno de los principales actores en el mercado internacional de los berries. De hecho, Hortifrut es desde el 2000 socio de Global Berry Farms, la empresa con sede en Florida que es el segundo mayor proveedor de berries en Estados Unidos.

Sin embargo, la creciente demanda internacional de berries, impulsada por sus afamados beneficios para la salud, también abrió nuevas oportunidades para pequeños productores, como los miembros de Sercocamp, una asociación de agricultores cerca de Linares, en el sur de Chile. Este hecho ha influido no sólo en sus ganancias, sino que también, y drásticamente, en su calidad de vida.

“Siempre menciono la experiencia de uno de nuestros productores más antiguos”, señala Rosa Cariman, gerente general de la asociación. “La primera vez que lo vi, traía sus frambuesas en una bicicleta, luego tuvo un carretón y ahora tiene un furgón”.

Pero el truco para los productores de Sercocamp radica en que la mayoría no tiene más de un cuarto de hectárea plantada con frambuesas o moras, sus principales productos. Y, si bien siempre han exportado la mayor parte de producción -el mercado local para las frambuesas y moras es diminuto- sólo podían hacerlo mediante la venta de su producción a competidores más grandes.

Esto significa un precio que equivale a un quinto de lo que obtendrían al exportar directamente, señala Cariman. Y exportar en forma directa es lo que han estado haciendo desde el 2005.

Hasta ahora, sólo una décima parte de su producción se exporta de manera directa, principalmente al Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Alemania. No obstante, su objetivo es llegar al 100%, afirma Cariman, y con el tiempo quedarse con una porción mayor de los posibles ingresos al eliminar al distribuidor en sus mercados internacionales y entenderse directamente con las firmas minoristas.

Otro proyecto -aunque a más largo plazo- apunta a iniciar la exportación directa tanto de fruta fresca como congelada. La mayoría de las frambuesas chilenas se exportan congeladas -las frambuesas corresponden a la mitad de todas las exportaciones del país de fruta congelada-, pero los retornos son más jugosos en los productos frescos.

En su planta de procesamiento en Yerbas Buenas, cerca de Linares, Sercocamp tiene la capacidad no sólo para congelar, sino que también para entregar el enfriamiento rápido que se requiere para exportar fruta fresca. “La demanda está”, afirma Cariman, “y podríamos exportar todo lo que producimos, ya sea fresco o congelado.”

El problema es el flujo de caja. Las frambuesas y las moras tienen que cosecharse a mano -durante la cosecha, Sercocamp crea cerca de 1.000 empleos- y los trabajadores esperan que se les pague al término de cada semana, no cuando los retornos de las exportaciones comiencen a llegar.

Los créditos para las exportaciones cubrirían la brecha, pero los bancos se niegan a hacerlo ante la incapacidad de Sercocamp de entregar garantías. Pero ése es un problema que esperan resolver pronto al levantar la prenda sobre su planta, la que está en poder del Instituto de Desarrollo Agropecuario (INDAP) del gobierno, entidad que financió la construcción de la planta en 1998.

Al mismo tiempo, la asociación también está tratando de obtener más flujo de caja de la planta al mantenerla en operaciones por un período más largo. Hasta el 2005, la planta -que entonces se usaba sólo para frambuesas, moras y algo de frutillas- operaba de diciembre a marzo o abril. El año pasado, al congelar también uvas para exportar, las que se usan en ensaladas de frutas, la planta se mantuvo abierta hasta junio y, este año, al incorporar kiwis cortados, prolongó la temporada aún más.

Los Beneficios del Comercio

Rosa Cariman, agrónoma de la Universidad Católica de Valparaíso, conoció por primera vez a los productores de berries de Linares -el área donde se produce la mayor parte de las frambuesas de Chile- cuando trabajaba comprando frutas para un productor chileno de jugos. Lo que encontró, recuerda, eran productores haciendo un gran esfuerzo por mejorar los estándares, pero que debido a su pequeño tamaño y bajo nivel educacional -la mayoría no tiene educación secundaria ni mucho menos sabe inglés- no recibían tanto como podían por su trabajo.

Finalmente se unió a Sercocamp en el 2004 y admite que, si bien ha sido gratificante, su trabajo no ha sido sencillo. Lograr que los 117 productores de berries de la asociación se pongan de acuerdo sobre los cambios puede ser un proceso largo -reuniones que se suponían durarían una hora, se extendían a cuatro- y, si bien la nueva generación es más flexible, se tuvo que convencer a los productores más viejos de que, por ejemplo, dejarán de fumar al interior de la planta.

No obstante, la planta ahora está bien encaminada para conseguir una certificación HACCP (Hazard Analysis Critical Control Point) para sus estándares. “Eso es muy costoso para una pequeña empresa como Sercocamp, pero vital para la confianza de nuestros clientes”, destaca Cariman.

Sin embargo, la apuesta de la asociación por exportar directamente también ha generado cambios que se extienden mucho más allá de la planta en sí o incluso de las prácticas de cultivo de sus miembros. De hecho, los productores de berries de Linares fueron el ejemplo de los a veces olvidados beneficios del libre comercio que Ricardo Lagos, ex presidente de Chile, mencionó recientemente al dirigirse a los miembros de la Asociación de Cámaras Americanas de Comercio en Latinoamérica y el Caribe (AACCLA), en su reunión celebrada en Santiago.

En el caso de los productores de Sercocamp, el acceso a los mercados internacionales ha significado, entre otras cosas, mejores caminos. Hasta hace algunos años atrás, estos agricultores tenían que luchar con caminos de tierra y, sin importar cuán bien cubrieran sus berries, a menudo el polvo los alcanzaba antes de que llegaran a la planta.

Recorrer en un camino de tierra, aunque sea una pequeña distancia, puede ser fatal para los berries, comenta Cariman. Después de todo, las frambuesas y las moras no pueden lavarse y la planta con frecuencia tenía que rechazar cargas, con todos los costos que eso implicaba para el productor.

“Las buenas prácticas de los productores solamente pueden llegar así de lejos, si el país no les pone un barreras a sus esfuerzos”, apunta Cariman. Y eso es lo que ahora está ocurriendo, a medida que los caminos alrededor de Linares se están pavimentando gradualmente, llevándolos a estándares que compatibilizan con aquellos que los productores de berries también están luchando por alcanzar.

If Chile itself is remote from its main export markets, that is even more so for small farmers tucked away in the depths of its countryside, but berry producers in southern Chile are bridging the distance.

Chile’s berry exports are booming. From US$96 million in 1996, they rose to US$305 million in 2006 and are tipped to reach US$347 million this year.

In one sign of that expansion, a Chilean company, Hortifrut, has emerged as one of the major players in the international berry market. Since 2000, Hortifrut has, indeed, been a partner in Global Berry Farms, the Florida-based company that is the second largest berry supplier in the U.S.

But rising international demand for berries, driven by their reputed health benefits, has also created new opportunities for small producers, like the members of Sercocamp, a growers’ association near Linares in southern Chile. And it has had an impact not only on their earnings but also, dramatically, on their quality of life.

“I always quote the experience of one of our elderly growers,” says Rosa Cariman, the association’s general manager. “When I first knew him, he was bringing in his raspberries on a bike, then he got a cart, and now he has a van.”

But the catch for Sercocamp’s growers is that most have no more than a quarter of a hectare under raspberries or blackberries, their main products. And, although they have always exported the bulk of their production - the domestic market for raspberries and blackberries is tiny - they could only do so by selling their output to larger competitors.

That means a price that is a fifth lower than they would obtain by exporting directly, says Cariman. And exporting directly is what they have been doing since 2005.

So far, only a tenth of their output is exported directly, mostly to the UK, the United States, Canada and Germany. But the aim is to reach 100%, says Cariman, and eventually to capture a further slice of potential revenues by cutting out the distributor in their overseas markets and dealing directly with retailers.

Another project - although further in the future - is to start direct export of fresh as well as frozen fruit. Most Chilean raspberries are exported frozen - raspberries account for half of all the country’s exports of frozen fruit - but returns are juicer on the fresh product.

At its processing plant in Yerbas Buenas, near Linares, Sercocamp has the capacity not only to freeze but also to provide the rapid cooling needed to export fresh fruit. “The demand is there,” says Cariman, “and we could export all we produce, either fresh or frozen.”

The problem is cash flow. Raspberries and blackberries have to be picked by hand - during the harvest season, Sercocamp creates around 1,000 jobs - and the harvesters expect to be paid at the end of the week, not when the export returns happen to roll in.

Export credit would bridge the gap but banks balk at Sercocamp’s inability to put up collateral. That is a problem it soon hopes to resolve by lifting a guarantee on its plant, held by the government’s Institute for Agricultural Development (INDAP) which financed the plant’s construction in 1998.

At the same time, the association is also attempting to extract more cash flow from the plant by keeping it in operation for longer. Until 2005, the plant - then used only for raspberries, blackberries and some strawberries - operated from December to March or April. Last year, by also freezing grapes for export for use in fruit salad, it kept open until June and, this year, by adding sliced kiwis, has extended the season even further.

Benefits of trade

Rosa Cariman, an agronomist from the Catholic University of Valparaíso, first met the berry growers of Linares - the area where most of Chile’s raspberries are produced - when she was working as a fruit buyer for a Chilean juice manufacturer. What she found, she recalls, were growers making a great effort to improve standards but who, because of their small scale and education - most don’t have secondary education, much less know English - weren’t getting as much as they could out of their work.

She eventually joined Sercocamp in 2004 and admits that, although rewarding, her job hasn’t been easy. Getting the association’s 117 berry growers to agree on changes can be a lengthy process - meetings that are supposed to last an hour can stretch to four - and, although the new generation coming up is more flexible, old growers had to be persuaded that, for example, they couldn’t smoke inside the plant.

But the plant is now well on the way to obtaining Hazard Analysis Critical Control Point (HACCP) certification of its standards. “That’s very expensive for a small operation like Sercocamp but vital for our customers’ confidence,” points out Cariman.

However, the association’s bid to export directly has also brought changes that extend far beyond the plant itself or even the growing practices of its members. The berry producers of Linares were, in fact, the example of the sometimes-forgotten benefits of free trade that Ricardo Lagos, Chile’s former president, cited recently when speaking in Santiago to members of the Association of American Chambers of Commerce in Latin America (AACCLA).

In the case of Sercocamp’s growers, access to international markets has meant, among other things, better roads. Until a few years ago, they had to battle with dirt roads and, however well they covered their berries, dust often got into them before they reached the plant.

Just a short distance on a dirt road can be fatal for berries, says Cariman. Raspberries and blackberries can’t, after all, be washed and the plant often found itself rejecting loads, with all the costs that implied for the grower.

“Good practices by growers can only go so far if the country doesn’t put its weight behind their efforts,” observes Cariman. And that is what is now happening as the roads around Linares are gradually being paved, bringing them up to standards matching those that its berry producers are also striving to achieve.
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