[:es]Columna sobre información nutricional y regulación de la información[:]

12 Junio 2017
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Durante largo tiempo el arancel de importación fue uno de los principales desafíos para el comercio internacional. En los últimos años estas tasas se han reducido a su más bajo nivel histórico gracias al aumento de acuerdos comerciales bilaterales, regionales y multilaterales. Hoy en día, los bienes comercializados no son sujetos a aranceles de aduana, o bien están reducidos a una mínima expresión, pero los bienes deben cumplir con diferentes medidas no arancelarias antes de entrar al mercado de destino. Los ejemplos más comunes son las licencias de importación, requerimientos de calidad, inspecciones y control de precios.

En base a esto, las regulaciones nacionales se han vuelto ahora más importantes que nunca, siendo muchas veces utilizadas por los gobiernos como instrumentos de política comercial. Estas medidas suelen ser muy heterogéneas, y así es como diferentes productos están sujetos a diferentes clases de regulaciones, que suelen variar muy rápidamente provocando diferentes efectos ambiguos en el comercio. Por una parte, las regulaciones pueden ayudar a elevar la confianza del consumidor respecto a la calidad del producto importado, pero también puede elevar los costos y dificultar el acceso a los mercados.

Los Obstáculos Técnicos al Comercio en la industria alimenticia

Desde 1948, cuando entró en vigor el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), quedaron establecidas excepciones por las que se permitía a los países aplicar medidas para proteger la vida o la salud de las personas, en la medida que estas no constituyan una restricción encubierta al comercio internacional. Ya en 1995, cuando la Organización Mundial de Comercio (OMC) sustituyó al GATT como la organización intergubernamental responsable del comercio internacional, entraron en vigor los acuerdos sobre Obstáculos Técnicos al Comercio (Acuerdo OTC), entre otros.

El Acuerdo OTC abarca cuestiones técnicas relacionadas al envase, embalaje, marcado y etiquetado, y tiene como objetivo velar que estas cuestiones no generen obstáculos innecesarios al comercio internacional, aunque reconoce que todos los gobiernos tienen el derecho a tomar las medidas necesarias para asegurar que se cumplan sus objetivos legítimos.

Desde entonces, la protección de la salud en relación al etiquetado en alimentos y bebidas ha sido un tema de preocupación, tanto para los gobiernos enfocados en combatir la obesidad y de desalentar hábitos alimentarios perjudiciales para la salud, como para la industria, reformulando y/o desarrollando nuevos productos más acordes a esta realidad.

En la práctica, y especialmente en nuestra región, esta facultad de cada país de regular de acuerdo a sus organismos de salubridad es tema regular de debate por el comité de OTC de la OMC (Organización Mundial del Comercio) bajo la denominación “preocupaciones comerciales específicas”, y que si bien el abanico de reclamos atiende diferentes industrias, los puntos relacionados al etiquetado de alimentos y bebidas ocupa la primera ubicación con el 23% de presentaciones dentro de las más de 500 generadas desde la formación del comité.

En la mayoría de los casos se trata de cuestionamientos sobre las políticas sanitarias entre los países miembros. Las discusiones abordan los esfuerzos que los gobiernos están realizando para proteger la salud y procurar que los consumidores estén mejor informados y puedan decidir por sí mismos. Asimismo, se discute el impacto de estas medidas para facilitar la comercialización de los productos alimentarios regulados.

Un punto que genera especial debate son determinados tipos de advertencias sanitarias aplicadas a los alimentos, como la cantidad de azúcar, sal y grasas insaturadas. El debate reside, sobre todo, en que no siempre estas cantidades recomendadas están basadas en datos científicos o normas internacionales reconocidas.

Promover una alimentación sana

Los hábitos alimentarios son influidos por diferentes factores como los ingresos de cada individuo, el precio y disponibilidad de los alimentos, las preferencias y creencias particulares, las tradiciones culturales y los factores geográficos, ambientales y socioeconómicos que interactúan constantemente generando los hábitos individuales de alimentación.

Generar un entorno alimentario saludable, con una dieta diversificada, equilibrada y sana requiere de la participación tanto del sector público como privado. Por su lado, los gobiernos, a través de sus diferentes organismos, desempeñan un papel fundamental en la creación de un entorno alimentario saludable que permita al individuo adoptar y mantener hábitos alimentarios sanos. Entre las principales medidas están la promulgación de normas que fomenten hábitos de alimentación saludables y  garanticen la disponibilidad de alimentos sanos, inocuos y asequibles en comedores, escuelas, instituciones públicas y lugares de trabajo, y campañas de sensibilización a los consumidores sobre una dieta saludable y capacitación para comprender los diferentes elementos y los valores recomendables de una dieta equilibrada.

La información nutricional

Para que la información de la etiqueta sea eficaz es imprescindible dotar al consumidor de los conocimientos mínimos sobre términos nutricionales

El punto más visible de la información nutricional de un alimento es la etiqueta, principal herramienta para ayudar al consumidor a elegir los alimentos que más le convienen. La información que debe recibir el consumidor debe ser no sólo rigurosa sino también comprensible.

Diferentes investigaciones, como las realizadas por el Consejo Europeo de Información sobre Alimentación (EUFIC) revelan que, a pesar de que la mayoría de los consumidores demuestran tener nociones bastante aproximadas sobre términos nutricionales como calorías, grasas o carbohidratos, aún existe una importante confusión relacionada a otro tipo de valores que son también parte importante del alimento en cuestión. (http://www.eufic.org/en/healthy-living/article/the-determinants-of-food-choice)

El mismo estudio sostiene que pocos consumidores leen las etiquetas, y que la mayoría carece de la formación necesaria para tomar decisiones basadas en la información puramente alimenticia. Muchas veces la terminología – más que ayudar – provoca confusión, generando poca motivación a la hora de utilizar la etiqueta como herramienta para poder llevar una dieta sana. Los expertos concluyen que las etiquetas actuales no son ni sugerentes ni motivadoras y que las principales barreras se refieren a la complejidad de la terminología utilizada.

En nuestro país, hubo intentos y presentaciones ante el Ministerio de Salud en el pasado para copiar el sistema de semáforo nutricional, similar al empleado en Reino Unido desde 2013 e instaurado al año siguiente en Ecuador. La propuesta generó críticas no solo desde los sectores comerciales que pueden verse afectados, sino también desde una mirada técnica, ya que una simplificación extrema como la que promueve podría provocar confusiones y desalentar la ingesta de productos necesarios para una alimentación variada, balanceada y completa.

El caso chileno

Con fecha 06 de julio de 2012, se publicó la Ley N° 20.606, sobre composición nutricional de los alimentos y su publicidad la cuál entró en vigencia el 27 de junio de 2016.

La normativa viene a ser la respuesta a los altos índices de obesidad infantil (1 de cada 3 niños menores de 6 años tiene sobrepeso) y a la alta tasa de muertes provocadas por enfermedades crónicas derivada de la obesidad (una de cada 11 muertes ocurridas cada hora).

Esta norma, llamada popularmente “ley de etiquetado de alimentos”, busca regular 3 ámbitos: el etiquetado de los alimentos y la información nutricional de los mismos, la prohibición de venta de ciertos alimentos al interior de las escuelas y la publicidad de comida dirigida a menores.

En el primer ámbito, todos aquellos alimentos que presenten un alto nivel de calorías o de azúcares o de sodio o de grasas saturadas, llevan por cada uno de estos elementos una advertencia, similar a una señal automovilística de signo pare en el que sendas letras blancas, sobre un fondo negro, informan del alto contenido de estos nutrientes.

En relación a las escuelas, se prohíbe la venta de productos que presenten al menos uno de estos símbolos y se promueve la venta de alimentos saludables.

Por último, los alimentos “altos en”, no se pueden publicitar en medios dirigidos a menores de 14 años y en caso de hacerlo, el mensaje debe promover hábitos saludables, estando también prohibido el incentivo a la compra y consumo de estos alimentos por medio de concursos, regalos u otro incentivo.

Unificando criterios

Existen algunos intentos para crear un esquema común de etiquetado sobre nutrición, como por ejemplo la recomendación publicada por la Asociación Europea de Fabricantes de Alimentación y Bebidas (CIAA), la cual propone unificar criterios de etiquetado.

Sin embargo, actualmente en nuestra región, salvo casos específicos, las normas de rotulado de alimentos están armonizadas a nivel Mercosur. Con relación a este tema, según la COPAL, Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios, el ámbito del Mercosur sería un espacio adecuado para generar el debate oportuno y analizar la manera de brindar información relevante al consumidor. No obstante, el actual modelo de regulación brinda facultades para que cada país siga regulando la información nutricional de los alimentos comercializados localmente, de acuerdo a sus propios organismos de salubridad.

Frente a este desafío y al debate ya establecido, cabe al sector público y al sector privado buscar el balance entre la regulación de la información al consumidor y los obstáculos de la comercialización, sin perder de vista el objetivo fin de la regulación y el rotulado de los productos alimentarios: proteger al consumidor y nutrirle con la información necesaria para que tome decisiones en favor de su salud y bienestar.

Por Pablo Gopp
Integrante del equipo de especialistas del área de negocios de Comercio Exterior de Thomson Reuters para la región Latinoamérica.[:]
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