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Por
Carol Z. Perez, Embajadora de los EE.UU. en Chile
Este mes celebramos el centésimo aniversario de la Cámara Chileno-Norteamericana de Comercio, un hito importante en la profunda y extensa relación comercial entre Chile y Estados Unidos. En diciembre de 1918, un pequeño grupo de empresarios tuvo la visión de vislumbrar los beneficios del comercio entre nuestros países y fundaron la Cámara, instalando las bases de la vigorosa alianza económica que compartimos hoy.
La piedra angular de nuestra asociación se basa en los valores que compartimos: el respeto a los derechos humanos, al medio ambiente, a los principios democráticos, así como al comercio libre, justo y recíproco. Estados Unidos destaca a Chile por su transparencia, Estado de Derecho e instituciones sólidas, las que continúan haciendo que sea un destino ideal para las exportaciones e inversiones estadounidenses.
Tal como lo indicó el vicepresidente Pence el año pasado durante su visita a Chile, nuestra relación económica es mutuamente beneficiosa y sirve como modelo para el resto del mundo. El comercio bilateral se ha casi cuadruplicado desde que se implementó el Acuerdo de Libre Comercio en 2004, lo que ha llevado a que nuestra relación económica haya llegado a casi 60 mil millones de dólares y creado miles de empleos en nuestros dos países.
EE.UU. sigue siendo la mayor fuente de inversión directa extranjera en Chile y, a su vez, Chile se ubica entre los países con mayor tasa de crecimiento de inversión extranjera directa en los EE.UU. Las empresas estadounidenses han invertido más de 30 mil millones de dólares en Chile, en una variedad de sectores, entre los que se incluyen energía, agricultura, minería y servicios financieros, y contribuyen aún más al crecimiento de Chile mediante programas de responsabilidad social corporativa que benefician directamente a las comunidades chilenas como, por ejemplo, el apoyo a los programas de educación gratuita de inglés para jóvenes de enseñanza media.
La inversión estadounidense en el sector energético está ayudando a que Chile cumpla con sus metas de reducir los precios de la electricidad y de aumentar la seguridad energética. Hemos invertido más de 13 mil millones de dólares en este sector durante las últimas dos décadas, y EE.UU. y Chile firmaron en septiembre un marco energético pionero que fomenta la cooperación, el financiamiento y la inversión en infraestructura energética en ambos países.
En conjunto, hemos extendido los beneficios positivos de nuestro Acuerdo de Libre Comercio a todos nuestros ciudadanos mediante el desarrollo de mayores protecciones laborales y medioambientales. Los estándares respecto de este último punto incluidos en el acuerdo aseguran una mejor aplicación de las normas ambientales, y los mecanismos anticorrupción y de transparencia fortalecen a nuestras instituciones y garantizan la igualdad de condiciones para las empresas de nuestros dos países.
Más allá de nuestro acuerdo comercial, la creación del Consejo EE.UU.-Chile para la Ciencia, Tecnología e Innovación es otra historia de éxito que está arraigada en nuestra robusta alianza económica. Mientras escribo estas líneas, el Consejo -integrado por líderes de los sectores público, privado y académico de Chile y EE.UU.- está elaborando sus recomendaciones para fortalecer las políticas y los programas que aumentarán la innovación, la transferencia tecnológica y la educación en ciencias y tecnologías.
La relación comercial y de inversiones entre EE.UU. y Chile es un símbolo de la confianza mutua y de los valores compartidos que hemos construido a lo largo de los años. Al reflexionar este mes sobre esta conmemoración de un siglo, EE.UU. y la comunidad de negocios estadounidense renovamos nuestro compromiso de trabajar junto a Chile como un socio preferente y confiable hoy, mañana y para los próximos cien años.
Revisa la columna publicada en El Mercurio
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