Chile potencia alimentaria? La competitividad del sector agrícola

10 Octubre 2011
Interesante columna de Patricia Vildósola en El Mercurio el 10 de octubre de 2011, sobre la competitividad en el sector agrícola. He aquí su contenido:

No autolimitar la competitividad

En los últimos 30 años el agro chileno no ha parado de innovar. La adopción de tecnologías de primer nivel le permitió avanzar hasta llegar a ser un reconocido proveedor de alimentos del planeta. Sin embargo, hoy, cuando la demanda por comida crece a un ritmo nunca visto, los agroexportadores nacionales pierden competitividad. Dólar (aunque por estos días ha dado un salto inesperado), cambio climático y nuevos competidores son algunos baches. Pero lo más complejo son las vallas internas, que hacen que el país pierda oportunidades por tomarse demasiado tiempo pensando, en vez de adoptar las decisiones que se requieren.

Como se mencionó en Enagro 2011, en Chile existe una capacidad humana y técnica de desarrollo de biotecnología de nivel mundial. Es lo que está impulsando la llegada de inversiones, como las plantas de transnacionales que se instalan en Arica y en otras regiones, o institutos como el Fraunhofer, que eligió a nuestro país para hacer investigación aplicada. No obstante, en cosas tan básicas como ponerse al día en legislación, para aprobar una ley como la de bioseguridad de vegetales genéticamente modificados, Chile parece tropezar una y otra vez con la desinformación. Esa que en las redes sociales transmite sólo desconocimiento de lo que efectivamente es la biotecnología, para qué sirve y cuál podría ser su impacto real para la competitividad nacional.

Un ejemplo es el convenio de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV 91). Bastó que alguien mal informado tomara la aprobación de una actualización de una norma de propiedad intelectual, para difundir distorsiones como que con ello se perdía la propiedad sobre las semillas ancestrales, lo que nunca estuvo en juego. Es lo mismo que ocurrió en EE.UU. hace algún tiempo, cuando un programa de televisión denunció que las manzanas contenían arsénico por sobre las normas permitidas. Pese a ser absolutamente errado, causó pánico por varias semanas entre los consumidores y estuvo a punto de afectar las exportaciones de manzanas chilenas. ¿Error de las autoridades por no utilizar esas mismas redes sociales para dar a conocer la realidad? ¿Incapacidad de los chilenos para analizar con apertura de mente lo que hay o no de verdad detrás de cuanto se dice?

Chile sigue entrampado en temas en que ya está atrasado respecto del resto del mundo. No contar con una ley como la de bioseguridad, que duerme en el Congreso, significa mantener al país fuera de avances que el mundo ya ha incorporado como herramientas usuales. Y eso implica mantener a los agricultores nacionales fuera de competencia, con costos más altos y menores rendimientos que el resto. Para recuperar la competitividad, debe seguir innovando. Pero, sin incorporar las nuevas tecnologías, el agro nacional no podrá dar un nuevo salto, y de nada le servirá lo avanzado hasta hoy, pues en un lapso más corto que largo la mayoría de los competidores lo superará, y el objetivo de convertirnos en potencia agroalimentaria habrá quedado sólo en sueños.

Interesante columna de Patricia Vildósola en El Mercurio el 10 de octubre de 2011, sobre la competitividad en el sector agrícola.   He aquí su contenido:

No autolimitar la competitividad

En los últimos 30 años el agro chileno no ha parado de innovar. La adopción de tecnologías de primer nivel le permitió avanzar hasta llegar a ser un reconocido proveedor de alimentos del planeta. Sin embargo, hoy, cuando la demanda por comida crece a un ritmo nunca visto, los agroexportadores nacionales pierden competitividad. Dólar (aunque por estos días ha dado un salto inesperado), cambio climático y nuevos competidores son algunos baches. Pero lo más complejo son las vallas internas, que hacen que el país pierda oportunidades por tomarse demasiado tiempo pensando, en vez de adoptar las decisiones que se requieren.

Como se mencionó en Enagro 2011, en Chile existe una capacidad humana y técnica de desarrollo de biotecnología de nivel mundial. Es lo que está impulsando la llegada de inversiones, como las plantas de transnacionales que se instalan en Arica y en otras regiones, o institutos como el Fraunhofer, que eligió a nuestro país para hacer investigación aplicada. No obstante, en cosas tan básicas como ponerse al día en legislación, para aprobar una ley como la de bioseguridad de vegetales genéticamente modificados, Chile parece tropezar una y otra vez con la desinformación. Esa que en las redes sociales transmite sólo desconocimiento de lo que efectivamente es la biotecnología, para qué sirve y cuál podría ser su impacto real para la competitividad nacional.

Un ejemplo es el convenio de la Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (UPOV 91). Bastó que alguien mal informado tomara la aprobación de una actualización de una norma de propiedad intelectual, para difundir distorsiones como que con ello se perdía la propiedad sobre las semillas ancestrales, lo que nunca estuvo en juego. Es lo mismo que ocurrió en EE.UU. hace algún tiempo, cuando un programa de televisión denunció que las manzanas contenían arsénico por sobre las normas permitidas. Pese a ser absolutamente errado, causó pánico por varias semanas entre los consumidores y estuvo a punto de afectar las exportaciones de manzanas chilenas. ¿Error de las autoridades por no utilizar esas mismas redes sociales para dar a conocer la realidad? ¿Incapacidad de los chilenos para analizar con apertura de mente lo que hay o no de verdad detrás de cuanto se dice?

Chile sigue entrampado en temas en que ya está atrasado respecto del resto del mundo. No contar con una ley como la de bioseguridad, que duerme en el Congreso, significa mantener al país fuera de avances que el mundo ya ha incorporado como herramientas usuales. Y eso implica mantener a los agricultores nacionales fuera de competencia, con costos más altos y menores rendimientos que el resto. Para recuperar la competitividad, debe seguir innovando. Pero, sin incorporar las nuevas tecnologías, el agro nacional no podrá dar un nuevo salto, y de nada le servirá lo avanzado hasta hoy, pues en un lapso más corto que largo la mayoría de los competidores lo superará, y el objetivo de convertirnos en potencia agroalimentaria habrá quedado sólo en sueños. 

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