Una de las cosas positivas del terremoto y maremoto que azotaron a Chile el 27 de febrero de 2010, fue el enfoque en reconstruir las áreas más afectadas mejor que antes. Como parte del programa de reconstrucción del Gobierno, empresas de todo el mundo vinieron a Chile a participar en proyectos piloto. Una de esas compañías fue Niagara Conservation, firma con sede en Nueva Jersey que fabrica productos de conservación de agua incluidos inodoros de alta eficiencia y duchas de bajo consumo.
Tras visitar Chile tres veces en el 2010, Niagara decidió abrir su primera oficina fuera de Estados Unidos en su capital, Santiago.
“Hay un gran potencial en Chile, estamos abriendo un nicho, pero estamos descubriendo una serie de carencias como falta de información y de profesionales en esta área”, señala María José Riquelme, gerente general de Niagara Conservation en Chile.
En momentos en que tanto empresas como instituciones enfrentan mayores precios y escasez de agua en la zona norte-centro de Chile, la eficiencia hídrica nunca antes había tanto sentido en términos comerciales, sostiene Riquelme.
Sin embargo, la eficiencia hídrica es un concepto relativamente nuevo en Chile. Durante el rápido crecimiento económico del país en la década de los 90, el agua era relativamente barata y abundante. A nivel nacional, Chile aún tiene mucha agua, pero esta se está volviendo más costosa debido a una combinación de factores que incluyen una sequía y una mayor competencia por los derechos de agua, principalmente entre los sectores agrícola y minero.
Chile no es el único país en donde abrir la llave del agua cuesta más. Según el sondeo Water Tariff Survey 2011 realizado por Global Water Intelligence, el precio promedio era de US$2,03 por metro cúbico, un alza del 6,8% entre julio de 2010 y julio de 2011 a tasas de cambio constantes. “Incluso en un lugar como Canadá, donde uno pensaría que hay abundante agua, el agua cuesta mucho más que hace 10 o 20 años”, destaca Riquelme.
En Chile, el precio del agua se determina según la capacidad instalada de las empresas sanitarias necesarias para satisfacer la demanda peak, lo que -por ejemplo- en la ciudad de Valparaíso ocurre el 31 de diciembre. Pero el precio varía dependiendo de la ubicación en que se encuentre. Un metro cúbico de agua en Santiago actualmente cuesta cerca de 615 pesos (US$1,30), pero fuera de Santiago el costo asciende a 750 pesos y hasta a 1.200 pesos en el norte.
Y el precio no es la única preocupación. En algunas áreas, en especial en la zona central de Chile, simplemente no hay suficiente agua en los alrededores. Los suministros subterráneos, en especial, están presionados debido principalmente al crecimiento del sector agrícola, que requiere grandes cantidades de agua y corresponde al 73% del consumo total de agua dulce del país.
En este escenario, las empresas están solicitando la ayuda de consultores como Niagara Conservation para estudiar potenciales medidas de eficiencia hídrica. “La escasez de agua es tan terrible en algunas áreas que estas empresas quieren llevar a cabo programas de eficiencia”, afirma Riquelme.
Más Valiosa que el Petróleo
A medida que la actividad minera ha crecido en Chile, también lo ha hecho la demanda de agua. La industria minera del país corresponde al 9% del consumo total de agua del país, lo que la convierte en la segunda industria más sedienta después de la agricultura. No obstante, en la última década ha habido una tendencia hacia una mayor eficiencia en el uso de agua, señala Vicente Pérez, director de estudios de la estatal Comisión Chilena del Cobre (Cochilco).
Las medidas de eficiencia usadas por las empresas mineras incluyen reciclar el agua empleada en sus procesos. Por ejemplo, los relaves que son un subproducto de la producción de concentrados de cobre a menudo se tratan en tanques, pero nueva tecnología permite que los relaves se filtren para extraer el 80% del agua que puede reutilizarse en el proceso.
“Las compañías mineras en el norte tratan el agua como si fuera más valiosa que el petróleo, porque los recursos son limitados”, indica Pérez. Si bien la mayoría de las minas en Chile se localizan a gran altura en la cordillera, en algunas áreas la sequía ha incrementado la competencia con el consumo agrícola y residencial.
La competencia por el agua cada vez más escasa implica que las empresas mineras se están volcando de manera creciente hacia el océano: una fuente cercana de agua, aunque salada. La escasez de agua no es un freno a los nuevos proyectos mineros en Chile, porque el agua está disponible como agua de mar, explica Pérez.
La desalinización -que convierte el agua salada en agua dulce- se está volviendo cada vez más común en la industria minera de Chile. La mayoría de las nuevas minas entre las regiones de Atacama y Coquimbo emplean ya sea agua salada directamente en sus operaciones, como Minera Esperanza de Antofagasta Minerals, o bien provista al menos en parte por plantas de desalinización.
Sin embargo, usar agua salada tiene sus desventajas. Aparte de los problemas causados por la corrosión, tiene un alto costo de oportunidad debido a que reduce la recuperación de molibdeno a partir del mineral de cobre.
En cuanto a la desalinización, el problema en Chile no es el costo de la tecnología en sí, el que ha caído gracias a la investigación en países como Israel y Arabia Saudita, sino que el costo de operación debido a la energía que se necesita para bombear el agua desde la costa a las minas ubicadas en lo alto del desierto de Atacama.
“Si el costo de la energía sigue alto, esto desalentará el uso del agua salada, porque reduce la rentabilidad de nuevos proyectos”, afirma Pérez.
Alcanzar la Neutralidad en el Manejo de Agua
La escasez en general no es un problema para las empresas manufactureras de Chile, las que -a diferencia de las compañías mineras- pueden localizar sus instalaciones de producción cerca de fuentes de agua. De todos modos, muchas multinacionales en industrias con alto consumo de agua, como el sector de bebidas, cuentan con programas globales de manejo de agua.
Coca-Cola, por ejemplo, está en vías de ser “neutral en su manejo de agua” para el 2020, lo que significa que una cantidad de agua equivalente a la cantidad usada en sus bebidas terminadas y su producción será devuelta a la naturaleza y las comunidades locales.
Para lograr esto, la estrategia corporativa de agua de la compañía apunta a “reducir, reciclar y reabastecer” recursos de agua en las áreas en que opera, explica Pelayo Bezanilla, gerente de asuntos públicos y comunicaciones de Coca-Cola Chile. La empresa ya ha reducido su consumo de agua en un 25% desde el 2004, sostiene.
La mayor parte del agua usada por Coca-Cola en Chile, excepto por su marca de agua mineral Vital, que es embotellada a partir de agua de manantial, proviene de aguas subterráneas que se extraen de pozos cercanos a sus plantas y se tratan usando un proceso especial para eliminar microbios, indica Bezanilla.
El ejecutivo asevera que la producción de la empresa no se ha visto afectada por la sequía dado que depende exclusivamente de aguas subterráneas, pero pone énfasis en la necesidad de inversiones en eficiencia en el uso de agua para evitar futuros problemas.
“Se necesitan programas para reducir el consumo de agua usando nuevas tecnologías”, señala. Estos podrían incluir proyectos para capturar lluvias como proyectos de forestación, sugiere, al tiempo que destaca que la desalinización es una opción que la industria de bebidas podría considerar.
Uso Racional de la Energía
Otro insumo importante para las firmas manufactureras de Chile es la energía. Parte de la razón por la que la electricidad en la nación es la quinta más costosa de la OCDE es que los bajos niveles de lluvia han reducido los niveles de los embalses para hidroelectricidad, lo que ha forzado al sistema a depender más de la generación a diesel.
Gracias a los numerosos ríos torrentosos que Chile tiene en el sur, el país tiene une enorme potencial hidroeléctrico. De hecho, el 89% del uso total de agua de Chile corresponde a usos no consuntivos, que es en su mayoría generación hidroeléctrica. Pero pese a la inversión en nueva capacidad desde el 2001, la generación hidroeléctrica como proporción de la generación total sigue estable en cerca del 50%.
“A medida que el agua se vuelve más escasa, necesitamos resolver cómo usarla de manera más racional en el sector energético”, dice Jaime Vela, director gerente del desarrollador chileno de proyectos de energía South World Consulting.
Esto significa, por una parte, alentar el desarrollo de energías renovables no convencionales como la energía solar y eólica, las que podrían operar durante el día y liberar suministros de agua para la generación hidroeléctrica en la tarde cuando la demanda aumenta, explica Vela.
“[Los sistemas] eólico y solar necesitan un alto precio de la energía para operar, pero son una alternativa a los combustibles fósiles y podrían ayudar a reducir el uso de agua”, afirma.
En tanto, las centrales a gas de ciclo combinado de Chile, que utilizan vapor para activar sus turbinas, podrían reducir el consumo de agua mediante el uso de torres de enfriamiento que condensen el vapor y lo devuelven al proceso. Esta tecnología ya está en uso en Perú y está disponible en Chile, pero incrementa los costos de inversión, destaca Vela.
Incentivos a la Eficiencia
En definitiva, la eficiencia en el uso de agua se reduce precisamente a eso: los costos. Como destaca Riquelme de Niagara Conservation, Chile tiene un enorme potencial en materia de eficiencia hídrica, pero se necesitan incentivos para crear una cultura de conservación de agua.
Otros países, como Estados Unidos, tienen regulaciones de eficiencia hídrica -por ejemplo, para el flujo máximo permitido en los inodoros y duchas-, pero Chile carece de tales estándares. “En un mercado inmaduro como este, tenemos que mostrar cuáles son los beneficios”, afirma.
En la industria turística, Niagara ha estado trabajando con hoteles para mostrarles cómo pueden reducir costos. El Hotel Plaza San Francisco en Santiago, por ejemplo, ha ahorrado un 40% en su cuenta mensual de energía al usar duchas de bajo flujo. El sector público también se está sumando; el Servicio Nacional de Turismo de Chile, Sernatur, planea introducir este año un sello de eficiencia de agua para hoteles.
“Esta es la primera vez que he visto un enfoque público-privado hacia el uso eficiente del agua”, dice Riquelme. “Es emocionante”.
Pero es necesario hacer más. Las industrias en Chile con un alto consumo de agua pueden recibir fondos de innovación para proyectos de eficiencia a través de la estatal Corporación de Fomento de la Producción de Chile (CORFO), pero las pequeñas empresas y las personas no tienen esta oportunidad. La Dirección General de Aguas (DGA) cuenta con una iniciativa de eficiencia en el uso de agua, pero Riquelme sostiene que no ha tenido mucho impacto.
“La peor parte es que nadie está a cargo de informar a la gente”, sostiene. “No hay ningún programa operado por las empresas sanitarias como hay en países como Estados Unidos”.
Las municipalidades pueden postular a financiamiento para proyectos de eficiencia, pero el proceso de licitación en el sector privado puede demorar más de un año y encontrar profesionales calificados es difícil. “Las cosas son muy lentas en el sector público, porque no cuentan con personas dedicadas a esto de modo que el gerente de medio ambiente termina asumiendo”, explica Riquelme
Claramente Chile aún tiene un largo camino por recorrer en términos de eficiencia hídrica. Ya se han logrado buenos avances por parte de multinacionales como Coca-Cola que pueden costear iniciativas de eficiencia como una cuestión de responsabilidad social empresarial, pero la historia es diferente para pequeñas empresas e instituciones públicas que necesitan incentivos para ahorrar agua.
La actual situación de escasez de agua podría abrir nuevos mercados para empresas como Niagara Conservation, pero convencer a las empresas e instituciones de usar nueva tecnología requiere una cuidadosa planificación y un pensamiento innovador. Hay un importante costo asociado a tales iniciativas, en especial considerando su componente energético, pero como dice Riquelme, en el largo plazo la eficiencia en el uso de agua es siempre un buen negocio.
One of the silver linings of the earthquake and tsunami that struck Chile on February 27, 2010, was the focus on rebuilding the worst-hit areas better than before. As part of the government’s reconstruction program, companies from all over the world came to participate in pilot projects. One such company was New Jersey-based Niagara Conservation, which makes water conservation products including high efficiency toilets and low-flow showerheads.
After visiting Chile three times in 2010, Niagara decided to open its first office outside of the United States in Santiago, Chile.
“There is huge potential in Chile, we’re opening a niche but we’re discovering a lot of gaps like lack of information and professionals in this area,” says María José Riquelme, general manager of Niagara Conservation in Chile.
With companies and institutions facing higher prices and water scarcity in central-northern Chile, water efficiency has never made better business sense, says Riquelme.
But water efficiency is a relatively new concept in Chile. During the country’s rapid economic growth of the 1990s, water was relatively cheap and abundant. At a national level, Chile still has plenty of water, but it has become more costly due to a combination of factors that include drought and increased competition for water rights, mainly between the agriculture and mining sectors.
Chile is not the only country where turning on the tap costs more. According to the 2011 Water Tariff Survey by Global Water Intelligence the average price was US$2.03 per cubic meter, up 6.8% between July 2010 and July 2011 at constant exchange rates. “Even in a place like Canada, where you would think there is plenty of water, water is much more costly than 10 or 20 years ago,” points out Riquelme.
In Chile, the price for water is fixed according to the installed capacity of utilities needed to meet peak demand, which, for example, in the city of Valparaíso occurs on December 31. But the price varies depending on your location. One cubic meter of water in Santiago currently costs around 615 pesos (US$1.30), but outside of Santiago the cost rises to 750 pesos and up to 1,200 pesos in the north.
And price isn’t the only concern. In some areas, especially in central Chile, there simply isn’t enough water to around. Groundwater supplies, especially, are under pressure due mainly to growth in the water-intensive agriculture sector, which accounts for 73% of total fresh water consumption in the country.
In this scenario, companies are seeking the help of consultants like Niagara Conservation to study potential water efficiency measures. “The water scarcity is so terrible in some areas that these companies want to conduct efficiency programs,” says Riquelme.
More valuable than oil
As mining activity has grown in Chile, so has the demand for water. Chile’s mining industry represents 9% of total water withdrawals in the country, which makes it the thirstiest industry after agriculture. But in the last decade there has been a trend towards greater efficiency in water usage, says Vicente Pérez, head of research at the Chilean Copper Commission (Cochilco).
Efficiency measures used by mining companies include recycling water used in their processes. For example, tailings that are a by-product of producing copper concentrate are usually treated in tanks, but new technology allows the tailings to be filtered to extract 80% of the water that can be reused in the process.
“Mining companies in the north treat water like it is more valuable than oil because resources are limited,” says Pérez. Although most mines in Chile are located high up in the Cordillera, in some areas the drought has increased competition with agricultural and household consumption.
The competition for ever-scarcer water means mining companies are increasingly turning to the ocean – a nearby source of water, albeit salty. Water scarcity is not a brake on new mining projects in Chile because water is available in the form of seawater, explains Pérez.
Desalination – converting saltwater into fresh water - is becoming increasingly common in Chile’s mining industry. Most new mines between the Atacama and Coquimbo Regions either use seawater directly in their operations, such as Antofagasta Minerals’ Minera Esperanza, or are at least partially supplied by desalination plants.
But using seawater has its drawbacks. Apart from the problems caused by corrosion, it has a high opportunity cost because it reduces the recovery of molybdenum from copper ore.
As for desalination, the problem in Chile is not the cost of the technology itself, which has fallen thanks to research in countries like Israel and Saudi Arabia, but the cost of operation due to the energy needed to pump the water from the coast to mines high in the Atacama Desert.
“If the cost of energy remains high, this will discourage the use of seawater because it reduces the profitability of new projects,” says Pérez.
Going water neutral
Scarcity is generally not a problem for Chile’s manufacturing firms which, unlike mining companies, are able to locate their production facilities close to water sources. Even so, many multinationals in water-intensive industries, like the beverage industry, have global water stewardship programs in place.
Coca-Cola, for example, is on track to become 'water neutral' by 2020, which means that an amount of water equivalent to the amount used in its finished beverages and their production will be returned to nature and local communities.
To achieve this, the company’s corporate water strategy aims to “reduce, recycle and replenish” water resources in the areas where it operates, says Pelayo Bezanilla, manager of public affairs and communications at Coca-Cola Chile. The company has already reduced its water consumption by 25% since 2004, he says.
Most of the water used by Coca-Cola in Chile, except for its mineral water brand Vital which is bottled from spring water, comes from groundwater that is extracted from wells near its plants and treated using a special process to remove microbes, says Bezanilla.
He says the company’s production has not been affected by the drought since it depends exclusively on groundwater, but he emphasizes the need for investments in water efficiency to avoid future problems.
“Programs are needed to reduce the consumption of water using new technologies,” he says. These could include projects to capture rainfall such as forestation projects, he suggests, while noting that desalination is an option the beverage industry could consider.
Rational energy use
Another important input for Chilean manufacturers is energy. Part of the reason that electricity in Chile is the fifth costliest in the OECD is that lower rainfall has reduced reservoir levels for hydropower, forcing the system to rely more on diesel-fired generation.
Thanks to Chile’s numerous fast-flowing rivers in the south, it has huge hydroelectric potential. In fact, 89% of Chile’s total water use corresponds to non-consumptive uses, which is mainly hydro generation. But despite investment in new capacity since 2001, hydro generation as a proportion of total generation has remained stable at around 50%.
“As water becomes scarcer, we need to figure out how to use it more rationally in the energy sector,” says Jaime Vela, managing director of the Chilean energy project developer South World Consulting.
This means, on the one hand, encouraging the development of non-conventional renewable energies such as solar and wind, which could operate during the day and free up water supplies for hydro generation in the evening when demand peaks, Vela explains.
“Wind and solar need a high price of energy to operate, but they are an alternative to fossil fuels and could help reduce water use,” he says.
Meanwhile, Chile’s combined cycle gas-fired plants, which use steam to turn their turbines, could reduce water consumption by using cooling towers that condense the steam and return it to the process. This technology is already used in Peru and is available in Chile, but it increases investment costs, points out Vela.
Efficiency incentives
Ultimately, water efficiency comes down to just that – costs. As Niagara Conservation’s Riquelme points out, Chile has huge potential in water efficiency, but incentives are needed to create a culture of water conservation.
Other countries, like the United States, have water efficiency regulations – for example, for the maximum flow permitted in toilets and showers - but Chile lacks such standards. “In an immature market like this we have to show what the benefits are,” she says.
In the tourism sector, Niagara has been working with hotels to show how they can cut costs. The Hotel Plaza San Francisco in Santiago, for example, has saved 40% on its monthly energy bill by using low-flow showerheads. The public sector is also getting on board; Chile’s national tourism board, Sernatur, plans to introduce a water efficiency seal for hotels this year.
“This is the first time I’ve seen a public-private approach to water efficiency in Chile,” says Riquelme. “It’s exciting.”
But more needs to be done. Chile’s water-intensive industries can obtain innovation funds for efficiency projects through Chile’s economic development agency CORFO, but small businesses and individuals don’t have this opportunity. The National Water Board (DGA) has a water efficiency initiative, but Riquelme says it hasn’t had much impact.
“The worst part is that no one is in charge of informing people,” she says. “There are no programs run by utilities as there are in countries like the United States.”
Municipalities can apply for funding for efficiency projects but the tender process in the private sector can take over a year and finding skilled professionals is tough. “Things are very slow in the public sector because they don’t have people dedicated to this so the environmental manager ends up taking over,” Riquelme explains.
Clearly Chile still has a long way to go in water efficiency. Good progress has already been made by multinationals like Coca-Cola that can afford efficiency initiatives as a matter of corporate social responsibility, but it is a different story for small companies and public institutions that need incentives to save water.
The current situation of water scarcity could open new markets for companies such as Niagara Conservation, but convincing companies and institutions to use new technology requires careful planning and outside-the-box thinking. There is an important cost associated with such initiatives, especially considering their energy component, but as Riquelme says, in the long run water efficiency is always good business.