Aprendiendo de la Experiencia NeozelandesaLearning from the Kiwi Experience

01 Marzo 2007


Como país pequeño y lejano a los principales mercados del mundo, Nueva Zelanda a menudo se coloca como ejemplo de modelo para Chile. Pero ¿pueden compararse realmente estos dos países tan distintos en tantas otras cosas? Ésa es una de las preguntas que bUSiness CHILE hizo a David Skilling, director ejecutivo del New Zealand Institute, durante su reciente visita a Santiago auspiciada por Dalberg Global Development Advisors de Nueva York.

Skilling, quien tiene un doctorado en políticas públicas de la Universidad de Harvard, trabajó como asesor principal del Tesoro de Nueva Zelanda antes de unirse al New Zealand Institute, centro de estudios independiente que se concentra en temas de desarrollo a largo plazo. Advirtió que, si bien se puede aprender mucho de los ejemplos internacionales, en su opinión sería errado para Chile intentar replicar el “modelo neozelandés” o, de hecho, cualquier otro modelo. Sin embargo, dicho esto, admitió haber encontrado una serie de similitudes entre los dos países.

¿Cuáles son las similitudes? ¿Cuán válido resulta comparar dos países que se encuentran en etapas de desarrollo tan diferentes?

Es cierto que Nueva Zelanda tiene un nivel de ingresos mucho mayor que el de Chile, pero -pese a ello- parte de los temas amplios que subyacen al actual debate en ambos países es muy similar. Los dos han experimentado un sólido crecimiento económico durante los últimos años y ambos tienen instituciones y políticas básicas de bastante buena calidad y con ello me refiero principalmente a las políticas fiscal y monetaria.

La diferencia es que Nueva Zelanda probablemente ha avanzado más en, por ejemplo, políticas del mercado laboral. Además Chile obviamente tiene más camino que recorrer en términos de su sistema educacional, la reforma a la gestión del sector público y aspectos de su sistema tributario.

¿Cuál es el secreto del éxito para un país pequeño?

Bueno, en Nueva Zelanda, estamos tratando de entender cuál es nuestro lugar en el mundo. Ya no basta con tener una ventaja en el sector primario; nos enfrentamos a países como China, India y muchas economías altamente tecnologizadas, y nos preguntamos cómo competir y cuál es nuestro nicho en el mundo. Una de las cosas que hemos tratado de comunicar durante esta visita es que un país pequeño tiene que ser bastante estratégico sobre lo que puede aportar a la economía mundial que sea característico y que dé a las empresas, la gente y el capital una razón para querer emplazarse ahí. Si uno ve a países como Singapur, Irlanda y Finlandia, todos ellos han sido muy claros respecto de lo que entregan.

Y ¿dónde se encuentra Nueva Zelanda en ese sentido?

Para ser francos, es una conversación que aún está en etapas muy incipientes. Durante los últimos 20 años, atravesamos un proceso de reforma económica muy extenso basado en la convicción de que crear un campo de juego ecuánime y sacar al gobierno -del rol de crear un entorno estable e impedir que se susciten distorsiones- son la clave de la prosperidad. Ahora, hablamos de elevar la cadena de valor en lo que respecta a los productos primarios y también tratamos de pensar de manera un poco más creativa sobre en qué sectores y actividades queremos participar y sobre el aspecto geográfico del asunto. ¿Qué representa Asia para Nueva Zelanda? ¿Qué mercados ofrecen un potencial real en términos de acuerdos de libre comercio y así sucesivamente?

De ninguna forma digo que tenemos la respuesta o que sabemos qué hacer, pero creo que ahora tiene sentido que esta conversación estratégica -sobre nuestras fortalezas y debilidades, desafíos y oportunidades- se esté comenzando a dar.

Así que, en cierta forma, ¿están pensando en el país como si fuera una empresa?

Uno no quisiera extender mucho esa analogía, porque un país es mucho más que el PIB, pero, en términos de los procesos de conceptualización y disciplinas que uno impondría y de las interrogantes que uno plantearía en un contexto corporativo, hay cosas que un país -y, en particular, uno pequeño en busca de una estrategia coherente- puede aprovechar.

Todo esto suena un poco a planificación central...

Ciertamente, en Nueva Zelanda, la idea de tener una estrategia clara respecto de lo que quieres hacer y actuar de manera un poco más deliberada al respecto, a veces es considerada por la gente como preceptiva. Entiendo además que, en Chile, hay dudas respecto de cuán deliberado hay que ser realmente y que existe la idea de “dejemos un campo de juego parejo, rebajemos los impuestos y todos vamos a estar bien”. Pero los países que han tenido éxito han tenido estrategias claras y ésta puede ser una de bajos impuestos y escasa regulación como en el caso de Hong Kong.

¿Cuán importante es la colaboración entre el gobierno y el sector privado?

Es absolutamente esencial. Esto no es algo que pueda dejarse a los gobiernos. Si se va a sustentar una estrategia durante años y décadas -y de eso es de lo que estamos hablando realmente acá- se necesita que todos respalden la visión básica, aunque ésta evolucionará en el tiempo. Y hay que recordar que, dado que éste es un asunto de largo plazo, los políticos a menudo son muy reacios a embarcarse en una ruta que puede ser riesgosa, porque implica hacer las cosas de manera diferente. A menudo es más fácil para los grupos del sector privado o para la sociedad civil iniciar este tipo de debate.

¿Y hacia dónde cree que debería ir Chile?

Como extranjero soy renuente a elucubrar, pero un par de cosas se me vienen a la mente. Una de ellas es que, aunque Chile se considera aislado y como un “estado isla” debido a Los Andes y todo eso, no tiene un mercado poco significativo en su puerta y eso le otorga potencial en términos de atraer negocios como una plataforma para Latinoamérica.

Pero, en un sentido más amplio, lo que me tiene increíblemente impresionado son los tratados de libre comercio de Chile. Si no es el mejor desempeño del mundo en este campo, tiene que estar cerca de eso. Por ejemplo, actualmente se aplica un arancel del 45% a las importaciones de kiwi a Corea del Sur, pero -en virtud del tratado de libre comercio de Chile- éste se irá reduciendo. De modo que a menos que Nueva Zelanda también logre uno, los exportadores chilenos tendrán una ventaja respecto de nosotros.

Ahora, en cuanto a la comercialización de Chile como país, tiene costos razonablemente bajos, ley y orden además de una buena base política. Eso significa que puede decirle a otros países y empresas que si, por ejemplo, quieren llegar a Asia desde Latinoamérica, entonces Chile es el lugar a donde deben dirigirse. En este sentido, su fortaleza radica más en el enfoque “irlandés”, porque puede usar su ventaja en el juego de libre comercio para posicionarse como una plataforma de inversión. Y, desde un punto de vista externo, diría que eso parece un enorme activo.

As a small country remote from the world’s main markets, New Zealand is often held up as a model for Chile. But can the two countries, which are so different in many other ways, really be compared? That was one of the questions that bUSiness CHILE put to David Skilling, chief executive of the New Zealand Institute, during his recent visit to Santiago sponsored by New York-based Dalberg Global Development Advisors.

Skilling, who holds a Ph.D. in public policy from Harvard University, worked as a principal advisor at the New Zealand Treasury before joining the New Zealand Institute, a non-partisan think-tank that focuses on long-term development issues. He warned that, although much can be learned from international examples, it would, in his opinion, be wrong for Chile to attempt to replicate the ‘New Zealand model’ or, indeed, any other model. But, that said, he admitted to having been struck by a number of similarities between the two countries.

What are the similarities? How valid is it to compare two countries that are at very different stages of development?

It’s true that New Zealand has a much higher income level than Chile but, despite that, some of the broad themes underlying current debate in both countries are very similar. They have both experienced strong economic growth over the past several years and they both have pretty high-quality basic policies and institutions and there I’m referring mainly to fiscal and monetary policies.

The difference is that New Zealand has probably taken this further in, for example, labor market policies. Chile also obviously has more ground to travel in terms of its education system, public-sector management reform and aspects of its tax system.

What’s the secret of success for a small country?

Well, in New Zealand, we’re trying to work out what’s our place in the world. It’s no longer sufficient just to have an advantage in the primary sector; we’re up against countries like China, India and many of the high-tech economies and we’re wondering how to compete and what’s our niche in the world. One of the things I’ve been trying to communicate during this visit is that a small country has to be quite strategic about what it can bring to the global economy that is distinctive and gives companies and people and capital a reason to want to locate there. If you look at countries like Singapore, Ireland and Finland, they’ve all been very clear about what they’re about.

And where is New Zealand on that?

To be frank, it’s a conversation that’s still at the very early stages. Over the last twenty years, we’ve gone through a process of very extensive economic reform based on the belief that creating a level playing field and getting the government out - into the role of creating a stable environment and guarding against distortions - are the key to prosperity. Now, we’re talking about moving up the value chain as regards primary products and also trying to think a little more creatively about what sectors and activities we want to be in, and about the geographic aspect of the question. What does Asia mean for New Zealand? What markets offer real potential in terms of free trade agreements and so on?

I don’t make any claims that we’ve got the answer or that we know what to do, but I think there’s now a sense that this strategic conversation - about our strengths and weaknesses, challenges and opportunities - is starting to happen.

So in a way you’re thinking about the country as if it were a company?

You don’t want to push that analogy too far because a country is about more than just GDP but, in terms of the thought processes and disciplines that you would impose and the questions you would ask in a corporate context, there are things that a country - and, particularly, a small country seeking a coherent strategy - can draw on.

This all sounds a bit like central planning...

Certainly, in New Zealand, the idea of having a clear strategy as to what you want to do and being a bit more deliberate about it sometimes strikes people as being prescriptive. I also understand that, in Chile, there are doubts about how deliberate it’s really necessary to be and there’s the idea that let’s have a level playing field, get taxes down and all will be well. But the countries that have been successful have had clear strategies and it can be a low-tax, low-regulation strategy like Hong Kong.

How important is collaboration between the government and the private sector?

It’s absolutely essential. This is not something that can be left to governments. If you’re going to sustain a strategy over years and decades - and that’s what we’re really talking about here - you need everyone to buy into the basic vision, although this will evolve over time. And you have to remember that, because this is a long-term issue, politicians are often really quite reluctant to embark on a course that can be risky because it involves doing things differently. It’s often easier for groups from the private sector or civil society to start this type of debate.

And where do you think Chile ought to be going?

I’m hesitant as an outsider to improvise, but a couple of things spring to mind. One is that, although I know Chile regards itself as isolated and as an ‘island state’ because of the Andes and so on, it does have a not insignificant market on its doorstep and this provides potential in terms of attracting business as a platform for Latin America.

But, more broadly, the thing I’m incredibly impressed by is Chile’s free trade agreements. If it isn’t the best performance in the world in this field, it has to be close to it. For instance, there’s currently a 45% tariff on kiwi fruit imports into South Korea but, under Chile’s free trade agreement, that will be going down. So unless New Zealand gets one too, Chilean exporters will have an edge over us.

Now, in terms of Chile marketing itself as a country, it has reasonably low costs, law and order and a good policy foundation. That means it can tell other countries and companies that if, for example, they want to get into Asia from Latin America, then Chile is the place to go. In this sense, its strength is more in the ‘Irish’ approach because it can use its advantage in the free trade game to position itself as an investment platform. And, from an outside point of view, I’d say that looks like an enormous asset.
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