En el octavo piso de un edificio sin pretensiones en la comuna de Providencia, en Santiago, uno no se enteraría de que algo interesante está pasando en la oficina 82, si no fuera por un pequeño logo de Apple pegado en la puerta.
Sin embargo, detrás de esa puerta una docena de programadores veinteañeros activados a pura cafeína trabajan incansablemente en sus notebooks, creando aplicaciones de iPhone que se venderán en la App Store de Apple a clientes de todo el mundo.
Para Fernando Soto, el fundador y gerente general de Suika, esto dista mucho de los modestos inicios de la empresa. En junio del 2009, Soto y su socio Juan Pablo Illanes, quienes se conocieron en el programa de tecnologías de la información de la Universidad Diego Portales, comenzaron a trabajar desde el dormitorio de Soto.
“Fue duro, pasamos muchas noches de largo (sin dormir) al comienzo, pero después conseguimos financiamiento”, recuerda Soto, ahora de 25 años.
Al principio, ningún banco chileno dejó que Suika abriera una cuenta, exigiendo ventas mínimas que eran más altas de lo que la emergente compañía podía lograr.
El financiamiento de la Corporación de Fomento de la Producción, CORFO, la agencia de desarrollo económico del Gobierno de Chile, tampoco era una opción en esa etapa. “La Corfo tiene muchos recursos disponibles, pero el proceso de postulación es largo y tedioso”, comenta Soto.
No obstante, el hermano de Soto -Gonzalo- y un cuarto socio, Cristián Sbaibaro, vinieron al rescate y los ayudaron a recaudar US$ 30.000 entre familiares y amigos para hacer que la compañía partiera.
Se cambiaron a sus nuevas oficinas en septiembre del 2009 y ahora tienen 13 empleados de jornada completa, un acuerdo para desarrollar aplicaciones móviles de manera exclusiva para Apple y una lista de clientes que incluye a algunas de las empresas más grandes de Chile.
Pero todo esto estuvo a punto de no materializarse. Tras cambiarse de la Universidad Diego Portales a la Universidad Adolfo Ibáñez, Soto se ganó una beca para estudiar en la Stanford University, mientras que Illanes pensaba irse a Japón con su novia, pero los dos amigos pospusieron sus viajes.
“Todos los mejores alumnos se iban al extranjero y nadie estaba empezando nada acá”, afirma Soto.
Otra razón para quedarse en Chile fue la oportunidad que presentaba la gran cantidad de alumnos titulados de Tecnologías de la Información y los bajos costos laborales.
“La fuerza laboral es de la misma calidad que
en España, pero mucho más barata que en Estados Unidos o Canadá”, destaca Soto.
En los últimos 12 meses, Suika -que significa sandía en japonés- ha producido 30 aplicaciones para la App Store de Apple, más del doble que las aplicaciones desarrolladas por sus dos competidores en Chile. Algunas de estas están disponibles de manera gratuita, mientras que otras cuestan US$1 por descarga de los cuales Apple se queda con cerca de 30 centavos.
Una aplicación permite al usuario leer artículos del diario La Tercera en su iPhone o iPad incluso cuando no están conectados a la red. Otro, denominado “Casa 3D”, que permite al usuario explorar construcciones virtuales usando un touch pad para navegar, tiene un importante potencial para arquitectos y desarrolladores de bienes raíces, afirma Soto.
Las aplicaciones de Suika, una de las cuales se denomina “I Love Asado” y que permite a los usuarios organizar un asado además de calcular el costo por asistente, ha sido descargado miles de veces, pero hay un problema: los chilenos no están acostumbrados a pagar por software, señala Soto.
“Todas nuestras aplicaciones han sido pirateadas lo que reduce nuestras ganancias de manera significativa, pero no hay nada que podamos hacer al respecto”.
Afortunadamente, una parte importante del negocio de Suika proviene de aplicaciones personalizadas desarrolladas para empresas chilenas como Entel, Movistar, Canal 13 e incluso las Fuerzas Armadas.
Más compañías chilenas están invirtiendo en aplicaciones de iPhone como una forma de comunicarse con sus clientes o internamente, afirma Soto.
Hay sólo cerca de 120.000 iPhones en Chile, lo que corresponde a una fracción de los casi un millón de Blackberries, pero más del 95% de los usuarios de iPhone usan aplicaciones de Internet de manera regular, lo que se compara con sólo el 3% de los usuarios de Blackberry.
Además, los adictos de Apple tienden a ser personas de altos ingresos y conocedores de la tecnología, las que son un mercado más atractivo para quienes publicitan sus productos. Esta es una buena noticia para Suika, que obtiene ganancias extra a partir de la publicidad incluida en sus aplicaciones.
Se estima que las ventas de Suika llegarán a cerca de US$ 200.000 en el 2010, lo que debería permitir a la empresa obtener una ganancia, pero es menor a lo esperado debido al efecto del terremoto de febrero.
“Colapsaron edificios y se destruyeron bodegas de manera que las empresas tuvieron que reabastecer sus inventarios y muchos proyectos se cancelaron”, recuerda Soto.
No obstante, las cosas están mejorando. “Ha sido difícil, pero el mercado se está recuperando”, señala.
Un gran desembolso ha sido la capacitación. Suika tiene que enseñar a sus empleados el lenguaje de programación Objective C de Apple, porque este no se enseña en las universidades chilenas.
Eso no quiere decir que los graduados chilenos no cuenten con las calificaciones necesarias. Los programas de estudio son más largos que en Estados Unidos de manera que los titulados usualmente han estudiado seis o siete años frente a los cuatro de sus contrapartes estadounidenses, pero carecen de capacitación especializada, destaca Soto.
“Tras seis años de estudio no quedan ni dinero ni ganas de seguir en la universidad”.
Y luego está la fuga de talentos. Muchos de los compañeros de Soto se fueron a Estados Unidos para realizar estudios de posgrado y no regresaron. “Tanto la Stanford University como el MIT están muy avanzados en aplicaciones para iPhone”, dice Soto.
Sin embargo, los titulados de TI posiblemente encontrarán más trabajo en Chile que en Estados Unidos, donde el mercado está saturado de hábiles programadores, asevera Soto.
“Los titulados ganarán más dinero en Chile, porque aquí son especiales”, sostiene Soto.
Otro desafío para las empresas emergentes como Suika es encontrar inversionistas. Las grandes empresas chilenas invierten relativamente poco en innovación en comparación con Estados Unidos o incluso con Argentina, destaca Soto.
América del Sur además tiende a ser lenta en adaptarse a nueva tecnología, pero con la alta tasa de penetración de la telefonía móvil que ostenta Chile -de más del 90%- y su población relativamente pequeña, el país a menudo es elegido como el primero de la región para someter a prueba nuevos productos.
“Chile es un mercado pequeño, pero muy representativo”, asevera Soto. “Si algo funciona aquí, se replica en otros países”.
Por ejemplo, Suika es el distribuidor en Chile de un dispositivo de punto de venta denominado Linea-pro, desarrollado por la firma con sede en California del Sur Infinite Peripherals. El dispositivo portátil permite a los empleados de tiendas escanear rápidamente códigos de barras, leer las huinchas magnéticas de las tarjetas de crédito y aceptar firmas de clientes.
“Cada vendedor se convierte en un cajero, es genial para las tiendas por departamento o los restaurantes”, comenta Soto.
En el futuro, Soto espera desarrollar además aplicaciones para el sector agrícola que hagan un seguimiento a las condiciones meteorológicas y permitan a los agricultores controlar a distancia sistemas de riego según las lluvias o la temperatura.
No obstante, Suika se está tomando su tiempo para desarrollar aplicaciones que sean a prueba de fallos. “A veces es mejor ser el mejor que ser el primero”, concluye Soto.
Julian Dowling es el editor de bUSiness CHILE
On the eighth floor of a nondescript office building in the Santiago neighborhood of Providencia you wouldn’t know anything interesting was happening in office 82, except for a small Apple logo stuck to the door.
But behind that door a dozen caffeine-fueled programmers in their twenties are hard at work on their notebooks, creating iPhone applications to be sold on Apple’s App Store to customers around the world.
For Fernando Soto, the 25-year old founder and CEO of Suika, this is a far cry from the company’s modest beginnings. In June 2009, he and partner Juan Pablo Illanes, who met in Diego Portales University’s information technology program, began working out of Soto’s bedroom.
“It was tough, we pulled a lot of all-nighters at the beginning, but then we got financing,” recalls Soto.
At first, no Chilean bank would let Suika open an account, demanding minimum sales that were higher than the start-up could achieve.
Financing from the Chilean Economic Development Agency, CORFO, was not an option at that stage either. “Corfo has a lot of resources available, but the application process is long and tedious,” said Soto.
But Soto’s brother Gonzalo and a fourth partner, Cristián Sbaibaro, came to the rescue, helping raise US$30,000 from family and friends to get the company off the ground.
They moved into their new digs in September 2009 and now have 13 fulltime employees, an agreement to develop mobile applications exclusively for Apple, and a list of clients that includes some of Chile’s biggest companies.
But all this almost didn’t happen. After switching from Diego Portales to Adolfo Ibañez University, Soto won a scholarship to Stanford University while Illanes planned to go to Japan with his girlfriend, but the two friends put their travel plans on hold.
“All the good minds were going abroad and no one was starting anything here,” said Soto.
Another reason to stay in Chile was the opportunity provided by a surplus of qualified IT graduates and low labor costs.
“Labor is the same quality as in Spain but much cheaper than in the U.S. or Canada,” noted Soto.
In the last 12 months Suika, which means watermelon in Japanese, has produced 30 applications for Apple’s App Store – more than twice the number developed by its two competitors in Chile. Some of these are available free while others cost US$1 per download of which Apple keeps about 30 cents.
One application allows the user to read articles from the newspaper La Tercera on their iPhone or iPad even when they’re offline. Another, called “Casa 3D,” which allows the user to explore virtual buildings using a touch pad to navigate, has important potential for architects and real estate developers, said Soto.
Suika’s apps, like one called “I Love Asado” that allows users to organize a barbeque and calculate the cost per guest, have been downloaded thousands of times, but there’s a hitch - Chileans are not used to paying for software, said Soto.
“All our applications have been pirated which reduces our earnings significantly, but there is nothing we can do about it.”
Fortunately, an important part of Suika’s business comes from customized applications developed for Chilean companies like Entel, Movistar, Canal 13 and even the Armed Forces.
More Chilean companies are investing in iPhone apps as a way to communicate with their clients or internally, said Soto.
There are only around 120,000 iPhones in Chile, which is a fraction of the nearly one million Blackberries, but over 95% of iPhone customers use Internet applications regularly compared to only 3% of Blackberry users.
In addition, Apple addicts tend to be tech savvy high-income earners who are a more attractive market for advertisers. This is good news for Suika which earns extra income from advertising included with its apps.
Suika’s sales are estimated to reach about US$200,000 in 2010, which should allow the company to make a profit but is less than expected due to the impact of February’s earthquake.
“Buildings fell down and warehouses were destroyed so companies had to restock their inventories and many projects were cancelled,” recalls Soto.
Still, things are looking up. “It’s been hard but the market is recovering,” he said.
One big expense has been training. Suika has to teach its employees Apple’s Objective C programming language because this is not taught in Chilean universities.
That doesn’t mean Chilean graduates are under qualified. Degree programs are longer than in the U.S. so graduates have usually studied for six or seven years versus four for their American counterparts, but they lack specialized training, noted Soto.
“After six years studying there’s no money or desire left to stay in school.”
And then there is the brain drain. Many of Soto’s classmates went to the United States for postgraduate studies and have not returned. “Stanford University and MIT are both very advanced in iPhone applications,” said Soto.
But IT grads will likely find more work in Chile than in the United States where the market is saturated with skilled programmers, said Soto.
“Graduates will earn more money in Chile because here they’re special,” said Soto.
Another challenge for start-ups like Suika is finding investors. Large Chilean companies invest relatively little in innovation compared to the U.S. or even Argentina, notes Soto.
South America also tends to be slow in adapting to new technology, but with Chile’s high rate of mobile phone penetration – over 90% - and its relatively small population it is often selected as the first country in the region to test new products.
“Chile is a small but very representative market,” said Soto. “If something works here, it is replicated in other countries.”
For example, Suika is the Chile distributor for a point-of-sale device called Linea-pro, developed by southern California-based Infinite Peripherals. The handheld gadget allows store employees to quickly scan barcodes, read credit card magnetic stripes and accept customer signatures.
“Each salesperson becomes a cashier, it’s great for department stores or restaurants,” said Soto.
In the future, Soto also hopes to develop apps for the agriculture sector that monitor weather conditions and allow farmers to remotely control irrigation systems according to rainfall or temperature.
But Suika is taking its time to develop apps that are failsafe. “Sometimes it’s better to be the best than to be the first,” concluded Soto.
Julian Dowling is Editor of bUSiness CHILE