Chile es el segundo mayor productor mundial de salmón después de Noruega. La mayor parte del salmón consumido en Estados Unidos proviene de Chile, pero el salmón del Atlántico, que es la principal especie cultivada en Chile, no es nativo, fue introducido desde Escocia y Noruega a comienzos de la década de los 80. Cultivado en jaulas flotantes entre Puerto Montt y Punta Arenas, el salmón se adaptó bien a las aguas chilenas y la acuicultura experimentó un auge en los 20 años posteriores. Sin embargo, la industria casi colapsó en el 2007 cuando el virus anemia infecciosa del salmón (conocido por su sigla en inglés ISA) arrasó con más de la mitad de las existencias de salmón de Chile.
Probablemente traído a Chile en huevos de salmón desde Noruega, el virus se propagó rápidamente y el resultado fue catastrófico, la producción de salmón declinó un 65% entre el 2007 y el 2010, según la asociación industrial SalmonChile, y muchas compañías se hundieron en deudas al tiempo que la participación de Chile en el mercado mundial se desplomaba.
Algunos decían que la industria nunca se recuperaría, pero lo ha hecho. Cinco años después, la producción de salmón del Atlántico alcanzó 366.000 toneladas el año pasado, un alza del 66% respecto del 2011. Al mismo tiempo, las exportaciones han vuelto a los niveles previos al 2007 para sumar un total de US$2.000 millones el año pasado. Y el mercado más grande de Chile sigue siendo Estados Unidos, que importó US$725 millones en el 2012 mientras la demanda continúa creciendo.
Sin embargo, muchas compañías aún siguen en cifras rojas. Los precios cayeron en promedio un 28% en el 2012 como resultado de un aumento repentino de la oferta tras la recuperación de la industria chilena, así como también de aguas más cálidas que favorecieron el crecimiento más rápido del salmón en Noruega. Pero los precios más bajos estimularon la demanda, en especial en Estados Unidos, lo que combinado con una oferta más ajustada este año ha hecho que los precios del mercado a la vista vuelvan a subir.
En junio, un filete Corte D de salmón del Atlántico fresco en Miami –el tipo más popular de filete– alcanzó US$5,55 la libra, un 53% más que los US$3,62 de la primera semana de enero. Esa es una buena noticia para la industria, señala Igal Neiman, director de marketing corporativo y planificación de Camanchaca, firma que produce salmón y otros productos del mar.
Dado que el ciclo de la vida de un salmón desde que es un huevo hasta la cosecha es cercano a los 25 meses, donde los últimos 18 meses se pasan en el mar, las compañías invierten sin saber el precio. “La mayoría de las empresas
estaban perdiendo dinero el año pasado, pero ahora estamos en el punto de equilibrio”, dice Neiman.
No obstante, más allá de las cifras, hay temores en cuanto a que la industria puede estar al borde de otra epidemia. A comienzos de este año el Servicio Nacional de Pesca de Chile (Sernapesca), el regulador de la industria, detectó trazas de ISA en salmón cultivado en jaulas pertenecientes a tres compañías –Multiexport Foods, Camanchaca y Los Fiordos– en la Región de Aysén. A diferencia de lo ocurrido en el 2007, esta vez el virus se detectó antes de que algún pez muriera.
Por ahora, parece que la amenaza pasó. “Estamos lejos de estar en una crisis. Los casos de ISA detectados en abril y mayo fueron casos aislados”, sostiene Cristián Moreno, gerente general de SalmonChile.
El ejecutivo afirma que los casos representan menos del 1% de las existencias totales del país. Además, dado que las compañías acodaron cosechar el salmón en cuestión, no deberían infectar a otros peces. Moreno asevera que las medidas sanitarias introducidas desde la crisis del 2007 han ayudado a detectar los virus antes y a lidiar con brotes de manera más efectiva.
De todos modos, las condiciones sanitarias en el área donde se registraron los brotes son una preocupación, indica Neiman. Los niveles de piojos de mar, ocaligus, que debilitan el sistema inmune del salmón, han llegado a ser altos en las aguas frente a las costas de Aysén y las compañías, junto con las autoridades, están evaluando las mejores prácticas noruegas para lidiar con esto.
No obstante, no todos están convencidos de que se está haciendo lo suficiente. Según Cristina Torres, encargada de mercados de productos del mar de la ONG World Wildlife Fund Chile, los recientes casos de ISA son una señal de que la industria necesita hacer grandes cambios.
Por ejemplo, Torres señala que los niveles de antibióticos empleados en la industria del salmón de Chile para combatir enfermedades son inaceptablemente altos. Según Sernapesca, el uso de antibióticos por tonelada de salmón cosechado se ha reducido en un 36% desde el 2007 gracias a la vacunación obligatoria de los salmones juveniles contra el ISA en el criadero, pero la industria de todos modos utilizó 338 toneladas de antibióticos el año pasado, lo que es mucho más que en Noruega por tonelada de salmón producido.
“[El virus] ISA ha demostrado que el sistema no es sustentable”, afirma Torres. “La expansión descontrolada no es el camino correcto”.
Vivir con ISA
El virus ISA es endémico en Chile como lo es en Noruega, Escocia y Canadá. Noruega, por ejemplo, ha tenido siete casos promedio al año en los últimos cinco años. Pero, pese a los recientes brotes, Chile ha aprendido a “manejar” mejor el virus, sostiene Moreno.
Como con otros virus, un salmón que tiene el virus ISA no morirá necesariamente por él y no puede transmitirse a los humanos, pero es altamente contagioso de modo que la detección temprana es clave. Las nuevas medidas sanitarias adoptadas por Sernapesca desde el 2009 incluyen el monitoreo regular de las jaulas, la contención en caso de un brote, la adopción de medidas de bioseguridad y la mejor comunicación entre todos los actores de la industria.
El rol fiscalizador de Sernapesca también es importante, dice Torres. A diferencia de otros países como Noruega donde la industria es básicamente “autorregulada”, Torres señala que las compañías chilenas de acuicultura llevan los límites al borde de lo permitido.
“Si el gobierno no obliga la ejecución de estas medidas con multas, pocas empresas las tomarían en serio”, comenta. Pero Sernapesca se ha fortalecido, recientemente multó a varias compañías por informar mal los niveles de piojos de mar en sus jaulas.
Los 55 inspectores que tiene Sernapesca hoy están trabajando en las regiones de Aysén, Los Lagos y Magallanes -las principales regiones productoras de salmón del país–, que es mucho más que los que había antes del 2007, afirma el director de Sernapesca, Juan Luis Ansoleaga.
“En los últimos años ha habido un incremento sostenido y permanente no solo de recursos económicos, sino que también humanos y tecnológicos”, dice Ansoleaga.
No obstante, quizás el cambio más importante está en las regulaciones. Antes del 2007, Chile enfrentaba una “tragedia de los comunes” con los tenedores de concesiones tratando de producir demasiado salmón demasiado rápidamente con consecuencias perjudiciales para el medio ambiente. El nuevo modelo de producción establecido por la nueva Ley General de Pesca y Acuicultura está diseñado para cambiar eso.
Sernapesca definió ocho “macro zonas” costeras para la industria (cinco en Los Lagos y tres en Aysén) separadas por corredores de cinco millas náuticas para contener posibles brotes. Asimismo, estas macro zonas han sido divididas en 35 “barrios”. Cada barrio solo puede usarse para cultivar salmón por 18 meses antes de que deba dejarse “descansar” por otros seis, permitiendo que el medio ambiente se recupere.
“Esto tiene mucho sentido para nosotros, es una muy buena medida”, señala Cristina Torres. “Cuando la densidad supera la capacidad del medio ambiente, pueden proliferar muchas enfermedades, no solo el ISA.”
Pero según José Ramón Gutiérrez, presidente de Multiexport Foods, que es uno de los mayores productores de salmón del Atlántico en Chile, las nuevas regulaciones no resuelven el problema real, que son las más de 1.200 concesiones otorgadas en el sur de Chile que superan la capacidad natural de producción del área.
“Existe un consenso en la industria en cuanto a que la capacidad aprobada de producción en ciertas regiones del país supera por mucho la capacidad real determinada por la naturaleza y la biología”, sostiene.
Al tratar de arreglar un “modelo mal diseñado”, manifiesta, las nuevas regulaciones han impuesto restricciones a la industria que en general han convertido a la salmonicultura en una actividad “extremadamente compleja” y “cada vez más ineficiente”.
Aunando Recursos
Eso se debe en parte a los mayores costos. Si bien las empresas concuerdan en que las nuevas medidas sanitarias son necesarias, han significado un perjuicio financiero para la industria.
“En lugar de tener 1,5 millones de salmones en una concesión, solo puedes tener un millón pero tus costos fijos son los mismos”, explica Neiman. Además, las restricciones a la densidad de producción significan que las jaulas deben localizarse más lejos de las plantas de procesamiento, lo que a su vez incrementa los costos de transporte.
Las compañías también han invertido en técnicas de cosecha segura. En el pasado, embarcaciones habrían arrastrado jaulas con salmones infectados por aguas cerca de otras jaulas, contaminando así a más peces. “Era como llevar a un niño resfriado al colegio y que todos se resfriaran”, indica Neiman. Hoy en día, las compañías utilizan botes cerrados para cosechar de modo que el virus, si está presente, no se propague.
En tanto, los costos de producción han ido subiendo. Si bien aún son competitivos en comparación con los de Noruega, los precios de la harina de pescado, la mano de obra y el combustible en Chile han subido en cerca de un 60% en la última década. La salmonicultura, que emplea botes para abastecer las jaulas, alimentar a los peces y cosecharlos, requiere de mucha mano de obra y combustible. Añada el costo de exportar salmón por barco o avión, y los costos de transporte representan hasta un 20% del precio minorista, asevera Neiman.
Los ajustados precios han llevado a una serie de fusiones recientemente y no solo en Chile. Marine Harvest, la mayor firma salmonicultora del mundo, recientemente hizo una oferta de compra por la noruega Cermaq. En Chile, Mainstream, uno de los mayores productores del país que es propiedad de Cermaq, adquirió Cultivos Marinos Chiloé por US$110 millones en octubre.
Actualmente hay más de 30 compañías de acuicultura en Chile, pero 10 de estas producen dos tercios del salmón del Atlántico del país. Además, dos empresas –Marine Harvest Chile y AquaChile– poseen el 25 de las concesiones en Aysén y Los Lagos.
Sin embargo, la consolidación no es solo una forma para que las empresas sobrevivan en términos financieros, también reduce los riesgos biosanitarios, explica Neiman. Con menos compañías cultivando menos salmón por kilómetro cuadrado, el riesgo de propagación de enfermedades es reducido, lo que en definitiva beneficia a todos.
De manera crucial, la consolidación también podría ser la manera más rápida para que la industria alcance un consenso sobre niveles de producción sustentables, dice Gutiérrez de Multiexport. “Es muy poco probable que el Estado intervenga y resuelva el problema estructural del sector”, señala.
Oferta y Demanda
Afortunadamente para los salmonicultores, se espera que el lento crecimiento de la producción sustente los actuales altos precios, al menos por los próximos dos años, afirma Arturo Clement, fundador de SalmonEx, una plataforma online de negociación de salmón concentrada en el mercado estadounidense.
“Las condiciones financieras de la industria son muy limitadas, las compañías no están en una posición muy sólida para asumir riesgos”, señala Clement.
Del lado de la demanda, el apetito mundial por el salmón está creciendo en parte debido a sus reconocidos beneficios para la salud: al ser rico en ácidos grasos omega 3 y antioxidantes, es bueno para el corazón y el cerebro, sin costar un ojo de la cara y la mitad del otro, destaca Igal Neiman.
Un resultado positivo de la crisis del virus ISA ha sido la diversificación de mercados. Brasil es el segundo mayor mercado para el salmón del Atlántico de Chile y la creciente clase medida de China representa un importante mercado en el futuro, sostiene Neiman.
De hecho, China es el foco de atención de una nueva empresa de riesgo compartido entre la firma japonesa Mitsui y Multiexport Foods para especializarse en la producción y comercialización de trucha y salmón Coho destinados a los mercados asiáticos.
No obstante, por ahora Estados Unidos es por lejos el mercado más grande. Y los estadounidenses están comiendo más salmón: el consumo per cápita subió de 0,3 kilogramos al año en la década de los 90 a más de 1kg en el 2010, según SalmonChile. Pero hay espacio para crecer, dice Bert Bachmann, gerente general de Camanchaca Inc, que tiene sede en Miami.
El problema es que el salmón chileno no tiene la imagen de marca de sus rivales, dice. En los supermercados estadounidenses, es cerca de un 10% más barato que el salmón noruego, que es considerado la marca “premium”. Eso se debe principalmente al éxito de Noruega en venderse como un país “puro, limpio y frío” en lugar de a cualquier diferencia real en términos de calidad, afirma.
“Hay una necesidad de hacer más en promoción país”, asevera Bachmann.
Pero Chile sí tiene una gran ventaja competitiva. Pese a los crecientes costos, tiene una mano de obra relativamente barata comparada con Noruega y Canadá. Junto con la inversión en tecnología, esto ha permitido a las empresas chilenas procesar salmón y convertirlo en productos de valor agregado, tales como porciones a medida, a precios competitivos.
“Producimos porciones y filetes de salmón para restaurantes y cadenas minoristas preparadas en nuestra planta en Chile”, explica Bachmann. “Chile tiene un nicho en este segmento de producto”.
Salmonicultura 2.0
Sin embargo, los consumidores en Estados Unidos y Europa están cada vez más preocupados sobre el origen de sus alimentos. Es por ello que certificar que el salmón chileno se cultiva de acuerdo con los estándares internacionales es bueno para el negocio, señala Cristina Torres.
“Ahora que la industria ha vuelto a los niveles de producción previos a la crisis, creemos que ahora es tiempo de implementar nuevas herramientas que no estaban disponibles en el pasado”, afirma.
Una de estas herramientas es la certificación de acuicultura entregada por la entidad holandesa Aquaculture Stewardship Council (ASC), usando estándares creados por el Diálogo sobre Salmonicultura, coordinado por el WWF. Torres dice que esta certificación, que incluye una revisión de las prácticas de producción de la compañía, ayudará a lograr una acuicultura “más responsable” en Chile.
La presión de los consumidores con el tiempo debería obligar a todas las compañías a asumir una visión holística de su negocio, dice Torres. “No es solo una lista de verificación de ítems, es el ecosistema entero que deberían considerar”.
Esto significa invertir más en investigación y capacitación. Por ejemplo, se necesitan más estudios para determinar el impacto de la salmonicultura en las comunidades locales y se requiere capacitación para salvaguardar mejor la biodiversidad, asegura Torres.
La industria ha aprendido importantes lecciones, pero necesita seguir mejorando. Si bien los últimos brotes de virus ISA aparentemente han sido contenidos, la situación sanitaria sigue siendo una preocupación. “La industria tiene que seguir haciendo más, no se puede minimizar el problema”, asevera Clement.
Para ser sustentable en el largo plazo, la industria necesita crecer en armonía con la naturaleza. Por ahora, no puede darse el lujo de crecer demasiado rápido y eso no es necesariamente algo malo. Como ha demostrado el pasado, el crecimiento lento es mucho más preferible que no tener ni un solo salmón.
Julian Dowling es editor of bUSiness CHILE
Chile is the world’s second largest producer of salmon after Norway. Most of the salmon eaten in the United States comes from Chile but Atlantic salmon, which is the main species farmed in Chile, is not native – it was introduced from Scotland and Norway in the early 1980s. Farmed in floating cages between Puerto Montt and Punta Arenas, salmon adapted well to Chilean waters and aquaculture boomed over the next 20 years. But the industry nearly collapsed in 2007 when the virus Infectious Salmon Anemia (ISA) wiped out more than half of Chile’s salmon stocks.
Probably brought to Chile in salmon eggs from Norway, the virus spread quickly and the result was catastrophic – salmon production fell 65% between 2007 and 2010, according to the industry association Salmon Chile, and many companies were plunged into debt as Chile’s share of the world market plummeted.
Some said the industry would never recover, but it has. Five years on, production of Atlantic salmon reached 366,000 tons last year, up 66% from 2011. At the same time, exports have returned to pre-2007 levels, totaling US$2 billion last year. And Chile’s biggest market is still the United States, which imported US$725 million worth in 2012 as demand continues to grow.
But many companies are still in the red. Prices fell by 28% on average in 2012 as a result of a surge in supply following the recovery of the Chilean industry, as well as warmer waters that favored faster salmon growth in Norway. But the low prices stimulated demand, especially in the United States, which combined with tighter supply this year has pushed spot market prices back up.
In June, a Trim D fillet of fresh Atlantic salmon in Miami – the most popular type of fillet – reached US$5.55 a pound, up 53% from US$3.62 in the first week of January. That’s good news for the industry, says Igal Neiman, corporate marketing and planning director at Camanchaca, which produces salmon and other seafood products.
Since the life cycle of a salmon from egg to harvest is around 25 months, with the last 18 months spent at sea, companies invest without knowing the price. “Most companies were losing money last year, but now we’re breaking even,” said Neiman.
Beyond the numbers, however, there are fears that the industry may be on the brink of another epidemic. Earlier this year Chile’s fishing regulator Sernapesca detected traces of ISA in salmon farmed in cages belonging to three companies – Multiexport Foods, Camanchaca, and Los Fiordos – in the Aysén Region. Unlike in 2007, this time the virus was detected before any fish died.
For now, it seems the threat has passed. “We are far from being in a crisis. The cases of ISA found in April and May are isolated cases,” said Cristián Moreno, general manager of Salmon Chile.
He said the cases represent less than 1% of the country’s total stocks. In addition, since the companies agreed to harvest the salmon in question, they shouldn’t infect other fish. Moreno says that the sanitary measures introduced since the 2007 crisis have helped to detect viruses earlier and deal with outbreaks more effectively.
Even so, the sanitary conditions in the area where the outbreaks occurred are a concern, said Neiman. Levels of sea lice, orcaligus, which weaken the immune system of salmon, have reached high levels in waters off Aysén and companies, along with the authorities, are evaluating Norwegian best practices to deal with this.
But not everyone is convinced that enough is being done. According to Cristina Torres, head of markets for seafood products at the NGO World Wildlife Fund Chile, the recent cases of ISA are a sign that the industry needs to make big changes.
For example, she says the levels of antibiotics used in Chile’s salmon industry to fight disease are unacceptably high. According to Sernapesca, the use of antibiotics per ton of salmon harvested has been reduced by 36% since 2007 thanks to the mandatory vaccination of smolts against ISA in the hatchery, but the industry still used 338 tons of antibiotics last year, which is far more than Norway per ton of salmon produced.
“ISA has shown that the system is not sustainable,” said Torres. “Uncontrolled expansion is not the right path.”
Living with ISA
ISA is endemic in Chile as it is in Norway, Scotland and Canada. Norway, for example, has had an average seven cases annually in the last five years. But, despite the recent outbreaks, Chile has learned to “manage” the virus better, says Moreno.
As with other viruses, a salmon that carries ISA won’t necessarily die from it and it can’t be transmitted to humans, but it is highly contagious so early detection is key. New sanitary measures adopted by Sernapesca since 2009 include regular monitoring of cages, containment in the event of an outbreak, the adoption of biosafety measures and better communication between all actors in the industry.
Sernapesca’s enforcement role is also important, says Torres. Unlike countries like Norway were the industry is basically “self-regulated”, she says that Chilean aquaculture companies push the limits of what they can get away with.
“If the government doesn’t enforce these measures with fines, few companies will take them seriously,” she said. But Sernapesca has flexed its muscles – it recently fined several companies for misreporting levels of sea lice in their cages.
Today 55 Sernapesca inspectors are working in the Aysén, Los Lagos and Magallanes Regions – the country’s main salmon farming regions – which is far more than pre-2007, says Sernapesca’s director Juan Luis Ansoleaga.
“In the last few years there has been a sustained and permanent increase not just in economic resources, but also human and technological,” said Ansoleaga.
But perhaps the most important change is in regulations. Before 2007, Chile faced a “tragedy of the commons” with concession-holders trying to produce too much salmon too quickly with damaging environmental consequences. The new production model established by the new Fishing and Aquaculture Law is designed to change that.
Sernapesca has defined eight coastal “macro zones” for the industry (five in Los Lagos and three in Aysén) separated by corridors of five nautical miles to contain potential outbreaks. In addition, these macro zones have been divided into 35 “neighborhoods”, orbarrios. Each neighborhood can only be used to farm salmon for 18 months before it must be left to “rest” for another six, allowing the environment time to recover.
“This makes a lot of sense to us, it’s a very good measure,” said Cristina Torres. “When the density exceeds the capacity of the environment, many diseases can thrive, not just ISA.”
But according to José Ramón Gutiérrez, president of Multiexport Foods, which is one of the largest producers of Atlantic salmon in Chile, the new regulations do not solve the real problem, which is the more than 1,200 concessions awarded in southern Chile that exceed the area’s natural production capacity.
“There is a consensus in the industry that the approved production capacity in certain regions of the country far exceeds the real capacity determined by nature and biology,” he said.
In trying to fix a “poorly designed model”, he said the new regulations have imposed restrictions on the industry that in general have made salmon farming into an “extremely complex” and “increasingly inefficient” activity.
Pooling resources
That’s partly due to higher costs. Although companies agree that the new sanitary measures are necessary, they have taken a financial toll on the industry.
“Instead of having 1.5 million salmon in a concession, you can only have one million but your fixed costs are the same,” explains Neiman. In addition, restrictions on production density mean cages must be located further from processing plants, which in turn increases transport costs.
Companies have also invested in safe harvesting techniques. In the past, boats would drag cages with infected salmon through waters near other cages, thereby contaminating more fish. “It was like taking a kid with a cold to the school and everyone gets sick,” said Neiman. Today, companies use closed boats for harvesting so the virus, if it is present, does not spread.
Meanwhile, production costs have been rising. While still competitive with Norway, prices for fishmeal, labor, and fuel in Chile have risen about 60% in the last decade. Salmon farming, which uses boats to stock cages, feed the fish and harvest them, is labor and fuel intensive. Add in the cost of exporting salmon by ship or plane, and transport costs represent as much as 20% of the retail price, said Neiman.
The price squeeze has led to a slew of mergers recently and not just in Chile. Marine Harvest, the world’s biggest salmon farmer, has recently made a takeover bid for fellow Norwegian farmer Cermaq. In Chile, Mainstream, one of the biggest producers in the country that is owned by Cermaq, acquired Cultivos Marinos Chiloé for US$110 million in October.
There are currently over 30 aquaculture companies in Chile, but ten of these produce two thirds of the Atlantic salmon in the country. In addition, two companies – Marine Harvest Chile and AquaChile – hold 25% of the concessions in Aysén and Los Lagos.
But consolidation is not just a way for companies to survive financially, it also reduces the bio-sanitary risks, said Neiman. With fewer companies farming fewer salmon per square kilometer, the risk of disease spreading is reduced, which ultimately benefits everyone.
Crucially, consolidation may also be the fastest way for the industry to reach a consensus on sustainable production levels, says Multiexport’s Gutiérrez. “It’s very unlikely that the State will intervene and solve the structural problem in the sector,” he said.
Demand and supply
Fortunately for salmon farmers, slow production growth is expected to sustain the current high prices, at least for the next two years, says Arturo Clement, founder of SalmonEx, an online salmon-trading platform focused on the US market.
“The financial conditions of the industry are very limited, companies are not in a very solid position to take risks,” said Clement.
On the demand side, the world’s appetite for salmon is rising partly due to its well known health benefits – rich in omega 3 fatty acids and antioxidants, it’s good for your heart and your head, without costing an arm and a leg, points out Igal Neiman.
One positive result of the ISA crisis has been the diversification of markets. Brazil is Chile’s second biggest market for Atlantic salmon and China’s growing middle class represents an important market in the future, said Neiman.
In fact, China is the focus of a new joint venture between Japan’s Mitsui and Multiexport Foods to specialize in the production and commercialization of Coho salmon and trout destined for Asian markets.
For now though the US is far and away the biggest market. And Americans are eating more salmon – per capita consumption rose from 0.3 kilograms annually in the 1990s to over 1kg in 2010, according to Salmon Chile. But there is room to grow, says Bert Bachmann, CEO of Miami-based Camanchaca Inc.
The problem is that Chilean salmon doesn’t have the brand image of its rivals, he said. In US supermarkets, it’s around 10% cheaper than Norwegian salmon, which is considered the “premium” brand. That’s mainly due to Norway’s success in selling itself as a “pure, clean, cold country” rather than any real difference in quality, he said.
“There is a need to do more country promotion,” said Bachmann.
But Chile does have a big competitive advantage. Despite rising costs, it has relatively cheap labor compared to Norway and Canada. Along with investment in technology, this has allowed Chilean companies to process salmon into value-added products, such as custom-sized portions, at competitive prices.
“We produce salmon portions and fillets for restaurant and retail chains prepared at our plant in Chile,” explains Bachmann. “Chile has a niche in this product segment.”
Salmon farming 2.0
But consumers in the US and Europe are increasingly concerned about the origin of their food. That’s why certifying that Chilean salmon is farmed according to international standards is good for business, says Cristina Torres.
“Now that the industry has returned to pre-crisis levels of production, we think now is the time to implement new tools that were not available in the past,” she says.
One such tool is the aquaculture certification offered by the Holland-based Aquaculture Stewardship Council (ASC), using standards created by the Salmon Aquaculture Dialogues, coordinated by the WWF. Torres says this certification, which includes a review of the company’s production practices, will help achieve “more responsible” aquaculture in Chile.
Consumer pressure should eventually force all companies to take a holistic view of their business, says Torres. “It’s not just a check-list of items, it’s the whole ecosystem they should consider.”
This means investing more in research and training. For example, more studies are needed to determine the impact of salmon farming on local communities and training is needed to better safeguard biodiversity, said Torres.
The industry has learned important lessons, but it needs to keep improving. Although the latest outbreaks of ISA have apparently been contained, the sanitary situation remains a concern. “The industry has to keep doing more, you can’t minimize the problem,” said Clement.
To be sustainable in the long term, the industry needs to grow in harmony with nature. For now, it cannot afford to grow too quickly and that’s not necessarily a bad thing. As the past has shown, slow growth is much preferable to no salmon at all.
Julian Dowling is Editor of bUSiness CHILE