La minería en altura, la producción forestal a escala latinoamericana y la distribución eléctrica en la capital del país no parecen tener mucho en común. Sin embargo, todas operan bajo un mismo desafío: adaptarse a un entorno climático cada vez más hostil e impredecible. Anglo American, Arauco y Enel Distribution, tres compañías líderes en sus sectores, coincidieron en el conversatorio “Adaptación y Resiliencia a Riesgos Climáticos”, organizado por el Comité de Sostenibilidad de la Cámara Chilena Norteamericana de Comercio (AmCham Chile), en que el cambio climático ya no es una amenaza futura, sino una realidad que impacta directamente su capacidad de operar.
Javier Dib, CEO de AES Andes y director de AmCham Chile, abrió el encuentro enfatizando la urgencia de este nuevo enfoque. “Desde el Comité de Sostenibilidad buscamos apoyar a nuestras empresas socias en la integración de la sostenibilidad en sus estrategias de negocio. En este contexto, el conversatorio surge del interés por abordar la adaptación y la resiliencia como un eje complementario, entendiendo que ya no basta solo con mitigar los efectos del cambio climático; también debemos prepararnos para enfrentar sus impactos actuales y futuros”, afirmó.
Las cifras acompañaron su diagnóstico: según estimaciones de la CEPAL y el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático, si Chile no implementa medidas concretas, los costos anuales de la inacción frente a eventos climáticos extremos superarán los 4.120 millones de dólares hacia 2050. Esto afectará directamente a sectores clave como agricultura, minería, energía, salud, agua potable, puertos y turismo.
A su vez, Ignacio Santelices, co-chair del Comité de Sostenibilidad de AmCham Chile y gerente de sustentabilidad de Fundación Chile, reforzó que la crisis ha dejado atrás las proyecciones moderadas. “Ya no vamos a estar en los 1,5 grados; estamos apuntando más bien a los 2 grados. Y eso implica que tenemos que, además, adaptarnos. Ahí está el gran desafío que tenemos”, explicó. Y ejemplificó con un evento sin precedentes: “El año pasado se registraron vientos de 124 kilómetros por hora en Santiago. Eso nunca había ocurrido, y lo estamos viendo —y lo vamos a seguir viendo— con mayor frecuencia”.
Riesgos en altura: el caso de Anglo American
Alejandro Tamayo, especialista en Riesgos Climáticos y Adaptación de Anglo American, fue claro al advertir que las condiciones de operación en alta montaña están cambiando a una velocidad inquietante. La compañía ha implementado una política global de cambio climático desde 2015, impulsada por diagnósticos científicos cada vez más alarmantes. “El sexto informe del IPCC indica una trayectoria de aumento de 3°C hacia 2100. Eso hace que la meta de 1.5°C sea probablemente inalcanzable”, señaló.
En su exposición, detalló que en el yacimiento Los Bronces, a más de 3.200 metros de altura, se registró en julio de este año un déficit del 60% en acumulación de nieve respecto a un invierno normal. La isoterma cero ha ido desplazándose hacia arriba, generando precipitaciones líquidas donde antes caía nieve. “Cuando llueve en una zona donde estamos preparados para precipitación sólida, eso es un tema súper complejo de manejar desde el punto de vista operacional”, advirtió Tamayo. A esto se suma la concentración de lluvias intensas en periodos muy cortos —hasta diez milímetros en una hora— que provocan activación de quebradas, flujos de detritos y deslizamientos de bloques rocosos.
Frente a estos riesgos, la empresa ha recurrido a la ciencia aplicada. Trabajan junto al Centro de Cambio Global para escalar modelos climáticos a una resolución de 1 km, clave para identificar diferencias altitudinales en zonas cordilleranas. También han diseñado muros de contención y vallas de seguridad en campamentos mineros, donde habitan más de 2.000 personas, y están desarrollando un modelo financiero para calcular el “costo de la inacción”, que considera desde daños en infraestructura hasta pérdidas por detenciones operativas. “En cualquier escenario, el costo de la inacción siempre es mucho mayor al costo de implementar una medida de adaptación”, sostuvo Tamayo.
Incendios, estrés hídrico y biodiversidad: la experiencia de Arauco
Para Soledad Vial, subgerente de Sustentabilidad e Impacto de Arauco, la adaptación no es una opción sino parte del ADN de la compañía. “Nuestra actividad nace desde la naturaleza. No es solo filantropía o cuidado ambiental: para que los árboles crezcan bien, necesitamos un ecosistema sano”, explicó.
Arauco opera en 11 países y gestiona 1,7 millones de hectáreas, de las cuales 480 mil corresponden a bosque nativo protegido. La exposición al cambio climático es directa: incendios forestales, inundaciones, plagas y sequías extremas son parte del día a día. El clásico escenario de riesgo “30-30-30” (temperaturas sobre 30°C, humedad bajo 30%, vientos sobre 30 km/h) ya no es vigente. “Hoy enfrentamos condiciones 40-70-10: temperaturas sobre los 40 grados, humedad bajo 10% y vientos de 70 kilómetros por hora. Eso se repite todos los veranos en el sur, y son condiciones muy, muy difíciles de controlar”, advirtió Vial.
La compañía invierte 71 millones de dólares en prevención y combate de incendios solo en 2024. Pero también apuesta por soluciones a largo plazo: ha restaurado 17.000 hectáreas y se comprometió a restaurar 25.000 más en Chile. A través de su centro de investigación Bioforest, que recibe 38 millones de dólares anuales, desarrolla especies de pino adaptadas a distintos climas, utiliza cámaras de simulación y herramientas de genética forestal avanzada. Incluso lanzó el satélite Lemu Nge para monitorear biodiversidad desde el espacio, facilitando la toma de decisiones a gran escala.
Además, Arauco es carbono neutral desde 2019 y busca reducir 1,5 millones de toneladas adicionales de CO₂. También implementa soluciones de economía circular: transforma residuos de celulosa en fertilizante, y reutiliza aguas residuales en riego.
Suministro eléctrico bajo presión: el Plan Invierno de Enel
El sector energético no está ajeno a esta transformación. Agostino Costa, Head of Chile Operational Regional Area de Enel Distribution, explicó cómo la compañía ha debido rediseñar sus planes para enfrentar eventos invernales que afectan a más de 2 millones de clientes en la Región Metropolitana. “La gestión de la emergencia no podemos hacerla solos. Tenemos que coordinarnos y tener una capacidad de respuesta muy rápida”, enfatizó.
El “Plan Invierno” contempla siete líneas de acción, desde el mantenimiento preventivo de redes hasta el refuerzo de cuadrillas en terreno. Ya se han podado 100.000 árboles en zonas críticas, se proyectan 130.000 para diciembre y se eliminarán 4.500 árboles en riesgo de caída. También se han instalado más de 400 equipos de telecontrol para reducir el tiempo de respuesta ante fallas y se cuenta con 98 generadores de respaldo estratégicamente ubicados.
Uno de los focos más valorados es la atención a clientes electrodependientes. A la fecha, se han entregado más de 2.700 equipos de respaldo (87% de los registrados) y 1.780 medidores inteligentes que emiten alertas automáticas ante cortes. “Nos enteramos antes de que el cliente haga una llamada. Porque muchos de ellos no pueden comunicarse fácilmente. Por eso, esta tecnología es clave para una atención proactiva”, explicó Costa.
Enel también ha fortalecido la coordinación con autoridades: realiza simulacros de desastres con municipios, Carabineros y Bomberos, y ha implementado un plan de recuperación de emergencias (“Disaster Recovery Plan”) con 12 mesas de trabajo multisectoriales.
Adaptarse no es una opción, es una estrategia
El mensaje que dejó el conversatorio fue contundente: la adaptación al cambio climático es un imperativo operativo, estratégico y financiero. No se trata solo de evitar pérdidas o cumplir con nuevas regulaciones, sino de asegurar la continuidad del negocio en un entorno que cambia rápidamente.
La evidencia es clara: fenómenos como la reducción de precipitaciones, la elevación de la isoterma cero, el estrés hídrico, la pérdida de biodiversidad, y las tormentas severas seguirán intensificándose. Las empresas que ya están actuando no solo protegen sus operaciones, sino que también abren caminos para la innovación, la eficiencia y la colaboración multisectorial.
Desde Anglo American a Enel, pasando por Arauco, el enfoque es el mismo: integrar la ciencia, cuantificar el riesgo, anticiparse a los eventos extremos, y trabajar junto a comunidades, autoridades y proveedores. En palabras de Ignacio Santelices, “ese es el gran desafío que tenemos”.