Fue una disputa que duró cerca de un año y enfrentó a dos de las más grandes mineras del mundo. En Chile, incitó llamados a nacionalizar los recursos y, por cierto tiempo, generó una buena ola de promoción patriótica ruidosa y categórica de parte de algunos políticos del país
Pero el 23 de agosto, Codelco y Anglo American finalmente alcanzaron un acuerdo para poner fin a su disputa sobre Anglo American Sur (AAS), un lucrativo complejo de minería del cobre ubicado en la zona central de Chile. En la ceremonia celebrada en Santiago para revelar el acuerdo, había sonrisas y apretones de mano por doquier.
“Este acuerdo es tremendamente positivo para Chile, Codelco y Anglo American", señaló el presidente del directorio de Codelco, Gerardo Jofré, en un comunicado que anunció el acuerdo. "Todos estamos comprometidos para trabajar en colaboración, en el espíritu de la buena fe y con la meta de concretar el inmenso potencial de AA Sur, para el beneficio del empleo chileno y la economía del país en su conjunto".
Dos meses después, las compañías insisten en que han dejado atrás la disputa, pero aún hay algunas preguntas sin responder: ¿Armarán los sindicatos de Codelco un escándalo por el acuerdo? ¿Manchó la disputa la reputación de Chile como el país más seguro de América Latina para invertir? O, por el contrario, ¿el amigable acuerdo extra judicial mejoró la reputación de Chile como un lugar donde los contratos comerciales se respetan y donde el Gobierno permite que las disputas corporativas sigan su curso? Más específicamente, ¿tuvo la disputa un impacto en la inversión británica en Chile y en las relaciones anglo-chilenas?
Todos son Ganadores
El acuerdo permite que todos canten victoria, no solo Codelco y Anglo, sino que también la japonesa Mitsui y su rival Mitsubishi, las cuales se vieron involucradas en el conflicto a fines del año pasado.
Anglo mantiene el control de AAS, su preciado activo chileno, pero con una participación reducida al 50,1%. Codelco y Mitsui reciben un 29,5% a través de una nueva empresa conjunta. De ese porcentaje, Codelco tiene un 24,5% y Mitsui un 5%. Mitsubishi se queda con el 20,4% restante de AAS.
No obstante, no siempre estuvo claro que el resultado sería bien recibido por todas las partes. En un comienzo, Codelco exigió el derecho a comprar el 49% de AAS, que pertenecía en un 100% a Anglo, en virtud de un acuerdo que se remontaba a 1978. Cuando Codelco dejó en claro a fines de 2011 que planeaba ejercer su opción, Anglo vendió un 24,5% a Mitsubishi en una apuesta por obstaculizar a Codelco.
Según Anglo, esto reducía a la mitad la participación en AAS disponible para Codelco. Sin embargo, tras las negociaciones Codelco acordó ceder su pretensión original a cambio de su participación del 24,5% a un precio rebajado de US$1.700 millones. Ello representa un enorme ahorro: el valor de mercado estimado por la participación era de US$5.390 millones, la misma cantidad que Mitsubishi estaba dispuesta a pagar.
Además, Anglo acordó entregar a Codelco dos yacimientos de cobre, Los Leones y Profundo Este, que en conjunto tienen un valor estimado de US$400 millones. Los depósitos se ubican a gran altura en la cordillera de los Andes; cerca de la actual mina Andina de Codelco. Por tanto, eran de interés para Codelco, pero tenían poco valor comercial para Anglo.
Codelco estima que, en total, el acuerdo le permitirá producir 115.000 toneladas adicionales de cobre refinado al año, cerca del 6% de su producción de 2011. Ese dinero irá al fisco chileno. La reestructuración de AAS generará otros US$1.300 millones en impuestos para las arcas fiscales.
“Con este acuerdo, las empresas involucradas ganan, el sector minero gana y el país gana”, señala Joaquín Villarino, presidente ejecutivo del Consejo Minero de Chile, que agrupa a 16 de las empresas mineras más grandes del país, incluidas Codelco y Anglo.
¿Qué es AAS?
AAS es más que simplemente una mina de cobre. Es un complejo minero completo, con activos netos avaluados en US$3.900 millones. La joya de su corona es Los Bronces, que produjo 221.000 toneladas de cobre el año pasado, lo que la convirtió en la séptima mina más productiva de Chile. AAS además incluye una mina más pequeña, El Soldado, junto con la fundición Chagres, que procesó 138.000 toneladas de cobre en el 2011. Finalmente, el complejo incluye dos yacimientos de cobre sin explorar, San Enrique de Monolito y Los Sulfatos, que tienen reservas combinadas de 2.100 millones de mineral.
Sume a eso la mina Andina de Codelco, que se emplaza en un valle adyacente, además de los yacimientos Los Leones y Profundo Este, y podría decirse que el área entera es el yacimiento de cobre más atractivo del mundo.
“La alianza entre Anglo American, Codelco, Mitsubishi y Mitsui crea un potencial significativo de inversiones futuras en el distrito Los Bronces”, afirmó la presidente ejecutiva de Anglo, Cynthia Carroll, en agosto en el comunicado que anunció el acuerdo.
No obstante, para que ese potencial se materialice, las cuatro empresas deben trabajar juntas, lo que podría no ser fácil todo el tiempo: una empresa estatal chilena, una gigante minera anglosajona que cotiza acciones en bolsa y dos corredoras japonesas; culturalmente, forman una combinación extraña.
Las cuatro firmas son parte del nuevo pacto de accionistas de AAS, anunciado como parte de la operación. Codelco tendrá representación en el directorio de AAS y derecho a veto sobre ciertas decisiones.
Pero analistas señalan que no esperan que el pacto sea problemático.
“A fin de cuentas, las empresas quieren las mismas cosas: una producción estable y creciente, buenos márgenes operativos, relaciones laborales estables y buenas relaciones con la comunidad”, indica Des Kilalea, analista minero de Royal Bank of Canada Capital Markets (RBCCM) radicado en Londres. “Supongo que habrá desacuerdos de vez en cuando en temas operacionales y estratégicos, pero no puedo prever que sean importantes”.
Jay Djemal, director de Latin America Corporates de Fitch Ratings en Chicago, afirma que el involucramiento de Mitsui y Mitsubishi en un proyecto minero chileno no es tan inusual como podría parecer.
“Corredoras japonesas socias son comunes a lo largo de América Latina”, sostiene, y menciona como ejemplos la inversión de Mitsubishi en la siderúrgica chilena CAP y la participación de Sumitomo en la siderúrgica brasileña Mineração Usiminas.
Djemal dice que Mitsui, que ya ha invertido en las minas Los Pelambres, Collahuasi y Caserones en Chile, también podría actuar como “un comprador de envergadura de la futura producción de cobre de Codelco, un atractivo beneficio de bajo riesgo para Codelco”.
Uno de los aspectos más intrigantes del acuerdo es que da a Mitsui la opción de incrementar su participación en AAS a expensas de Codelco.
La empresa japonesa prestó a Codelco US$1.860 millones para permitir que la compañía chilena comprara su participación en AAS. En teoría, Codelco tiene que pagar ese crédito para 2020. Pero si quiere, Mitsui puede entregar a Codelco condiciones de pago más favorables a cambio de una mayor participación en la empresa conjunta.
Mitsui aún debe señalar si quiere tomar ese camino y declinó conversar con bUSiness Chile para este artículo.
Djemal afirma que puede ver a Mitsui ejerciendo la opción “dentro de algunos años, pero que es improbable que Mitsui lo haga sin el consentimiento de Codelco.”
Furor Inicial
Cuando la disputa surgió por primera vez a fines del año pasado, provocó molestia en Chile. Algunos políticos y empresarios acusaron a Anglo de comportarse de manera arrogante y de actuar de mala fe. Las encuestas de opinión sugirieron que un alza del sentimiento nacionalista y antibritánico. Algunos en la izquierda política instaron a la expropiación de los activos mineros extranjeros.
Sin embargo, el furor rápidamente se redujo y el impacto de largo plazo de la disputa parece ser mínimo.
“Un par de grandes multinacionales mineras nos preguntaron cuando recién surgió [el conflicto]”, recuerda Jon Benjamin, el embajador británico en Chile. “Pero pronto se convencieron de que el contrato de opción al centro de la disputa era una excepción, no solo en el sector minero sino que en cualquier área de la economía chilena”.
“No hay ninguna evidencia que sugiera que alguna empresa británica haya pospuesto inversiones en Chile como resultado de este episodio”.
Benjamin sostiene que los Gobiernos británico y chileno trabajaron arduamente para mitigar el clamor nacionalista inicial. “Tratamos de concentrar el debate en que esto era una disputa comercial, contractual entre dos compañías más que un tema entre los dos países”, dice. “Fue un caso en que se dejó que las dos firmas conversaran sin la interferencia del ruido de fondo político”.
Kilalea, de RBCCM, dice que nunca esperó que el Gobierno chileno se inmiscuyera en las negociaciones. “La creencia de que Chile interferiría era una tontería emocional”, comenta. “Chile, en mi opinión, no interferiría en una disputa comercial entre dos empresas aunque una de ellas pertenezca 100% al Estado”.
Pero aun si era improbable que el Estado interfiriera, siempre estaba el peligro de que la disputa llegara a tribunales.
“Una caso judicial prolongado siempre fue una opción y en algún momento pareció inevitable”, señala Djemal. “Eso podría haber dañado las reputaciones y relaciones estratégicas, expuesto al Gobierno a críticas públicas, provocado el nacionalismo respecto de recursos y haber terminar siendo muy costoso”.
Afortunadamente, ello no ocurrió. Ambas partes iniciaron procedimientos legales, pero luego los detuvieron e iniciaron las negociaciones, que llevaron al acuerdo de agosto.
“El hecho de que alcanzaron un acuerdo extra judicial amigable sugiere que ambas partes vieron algo de mérito en el caso de la contraparte”, afirma Benjamin.
Mejor Reputación
De hecho, el resultado final, lejos de manchar la reputación de Chile, casi la ha mejorado. Una resolución pacífica, sin la intervención del Gobierno, es exactamente lo que los inversionistas querían ver.
“La forma en que este conflicto se resolvió confirma lo que dijimos desde un primer comienzo: que en Chile hay un clima en que dos partes privadas pueden resolver sus diferencias, ya sea a través de tribunales o en privado”, sostiene Matías Mori, vicepresidente ejecutivo del Comité de Inversiones Extranjeras de Chile.
Mori señala que el comité no registró ninguna baja en la inversión extranjera durante la disputa, tanto de Reino Unidos como de otras partes.
“Por el contrario, las cifras tanto para la inversión extranjera en el país, como para las solicitudes para invertir, se encuentran en niveles récord”, dice. “Los inversionistas extranjeros saben que una disputa específica no altera el clima general de inversión del país”.
Djemal destaca que la calificación soberana de Fitch para Chile sigue en “A+”, lo que refleja sus sólidos fundamentos económicos.
“Específicamente respecto a la minería, Chile es y seguirá siendo un líder mundial en atraer inversión extranjera”, afirma.
Y en la Embajada Británica, Benjamin sostiene que Chile es una oportunidad de inversión atractiva comparado con otras partes de América Latina.
“Imagine una disputa similar surgiendo en otros países de la región, y cómo podría haberse desarrollado”, indica. “Chile tiene una reputación de largo plazo completamente justificada como un lugar donde el mandato de la ley opera plenamente”.
¿Inquietud de los trabajadores?
Uno de los temas clave cuando se anunció el acuerdo en agosto fue cómo los trabajadores de Codelco reaccionarían a él. Raimundo Espinosa, el líder sindical más poderoso de Codelco y miembro del directorio de la compañía, votó en contra del acuerdo con Anglo. Espinosa señala que la empresa estatal debería haber insistido en el 49% completo de AAS, aun cuando significara una larga batalla legal.
“Como país, no sabemos cómo defender lo que es nuestro y hemos visto eso durante estas negociaciones”, se quejó en ese entonces.
Pero Espinosa nunca amenazó con movilizar a la fuerza laboral de Codelco y así se demostró. Dos meses después, la agitación sindical por este tema parece improbable.
El acuerdo con Anglo, en cierta forma, es una reivindicación de la decisión de Codelco de modernizar su gobierno corporativo en el 2010. Hasta entonces, su directorio era anticuado. Ministros de Gobierno y un miembro de las fuerzas armadas ocupaban un puesto en él. Si ese directorio hubiera estado en operación ahora, podría haber sido mucho más difícil alcanzar un acuerdo con Anglo, según analistas. El peligro de la interferencia política en la disputa quizás habría sido mayor.
El impacto en las relaciones anglo-chilenas también podría haber sido mayor. Tal como está, parecen estar indemnes.
“Es un hecho que gran parte de la inversión extranjera en Chile proviene de compañías con vínculos con el Reino Unido y esas compañías han invertido miles de millones en extracción de recursos”, sostiene Kilalea de RBCCM. “Supongo que no habrá ningún daño a largo plazo”.
Benjamin destaca que el Reino Unido es el cuarto mayor inversionista extranjero en Chile. Por su parte, Anglo emplea a cerca de 10.000 chilenos y ha contribuido con aproximadamente US$5.000 millones en impuestos al fisco chileno desde que se estableció en la nación andina.
Según el Comité de Inversiones Extranjeras, la inversión directa en Chile desde el extranjero registró un alza interanual del 80% en el primer semestre del 2012, justo en el momento en que Codelco y Anglo estaban en disputa. Eso en sí mismo sugiere que la disputa respecto de AAS tuvo poco impacto negativo.
“Lo que es más, gran parte del total se debe a una reinversión de las ganancias, lo que muestra que los inversionistas no solo están inyectando capital a Chile, sino también que confían lo suficiente en el país para querer proseguir con inversiones aquí en lugar de repatriar esas ganancias”, señala Matías Mori.
De Regreso a las Minas de Cobre
En resumen, el acuerdo anunciado en agosto es positivo. Los analistas, las compañías, el Gobierno y el Consejo Minero describen la situación como una en la que todos los involucrados ganan.
Permite a Anglo y Codelco seguir adelante con su negocio principal -la minería- en lugar enfrentarse en tribunales.
Esto es bueno para Codelco dado que tiene otros asuntos que abordar. Las leyes minerales en sus minas están cayendo de manera alarmante: un 11% en el primer semestre de este año comparado con el mismo período de hace un año. Eso significa que tiene que extraer más y más mineral solo para mantener los niveles de producción.
Como otras empresas mineras chilenas, enfrentará duras decisiones en el futuro cercano respecto del suministro eléctrico, el acceso al agua, la oposición a sus proyectos sobre bases medioambientales, los crecientes costos de producción y una escasez de mano de obra calificada.
Al menos por ahora, puede enfrentar esos temas sin el peso de una larga y costosa demanda judicial colgando de su cuello.
Gideon Long trabaja como periodista freelance en Santiago. También escribe para la BBC y The Economist.
It was a dispute that lasted nearly a year and pitted two of the biggest mining companies in the world against each other. It prompted calls in Chile for resource nationalization and, for a while, triggered a good deal of patriotic tub-thumping from some of the country’s politicians.
But on August 23, Codelco and Anglo American finally reached an agreement to end their dispute over Anglo American Sur (AAS), a lucrative copper mining complex in central Chile. At a ceremony in Santiago to unveil the deal, there were smiles and handshakes all round.
“This is an enormously positive agreement for Chile, for Codelco and
for Anglo American," Codelco's chairman Gerardo Jofré said in a
statement welcoming the deal. "We are all committed to working
collaboratively, in a spirit of goodwill, to realize the considerable
potential of AAS for the benefit of Chilean jobs and the Chilean
economy."
Two months on, the companies insist they have put the dispute behind them, but there are still some unanswered questions: Will Codelco’s unions kick up a fuss over the deal? Has the dispute tarnished Chile’s reputation as the safest country in Latin America in which to invest? Or, on the contrary, has the amicable out-of-court settlement enhanced Chile’s reputation as a place where business contracts are respected and where the government allows corporate disputes to run their course? More specifically, has the dispute had an impact on British investment in Chile, and on Anglo-Chilean relations?
Everyone’s a winner
The agreement allows everyone to claim victory – not just Codelco and Anglo, but also Japan’s Mitsui and its rival Mitsubishi, both of which were pulled into the conflict late last year.
Anglo retains control of AAS, its prize Chilean asset, but with a reduced stake of 50.1%. Codelco and Mitsui get 29.5% through a new joint venture. Of that, Codelco has 24.5% and Mitsui 5%. Mitsubishi gets the remaining 20.4% of AAS.
But it wasn’t always clear that the outcome would be well-received by all parties. Codelco initially claimed the right to buy 49% of AAS, which was 100% owned by Anglo, under an agreement dating from 1978. When Codelco made it clear in late 2011 that it planned to exercise this option, Anglo sold 24.5% to Mitsubishi in a bid to thwart Codelco.
According to Anglo, this halved the stake in AAS available to Codelco. After negotiations, however, Codelco agreed to relinquish its original claim in exchange for its 24.5% stake at a knock-down price of US$1.7 billion. That represents a huge saving: the estimated market value of the stake was US$5.39 billion - the same amount Mitsubishi was willing to pay.
In addition, Anglo has agreed to give Codelco two copper deposits, Los Leones and Profundo Este, with an estimated combined value of US$400 million. The deposits are high in the Andes Mountains; close to Codelco’s existing Andina mine. As such, they are of interest to Codelco but had little commercial value for Anglo.
Codelco estimates that, in total, the deal will allow it to produce an extra 115,000 tonnes of refined copper a year – some 6% of its 2011 output. That money will go to the Chilean treasury. The restructuring of AAS will generate a further US$1.3 billion in taxes for state coffers.
“With this agreement, the companies involved win, the mining sector wins and the country wins,” said Joaquín Villarino, executive president of Chile’s Mining Council, which groups 16 of the biggest mining companies in the country, including Codelco and Anglo.
What is AAS?
AAS is more than just a copper mine. It is an entire mining complex, with net assets worth US$3.9 billion. The jewel in its crown is Los Bronces, which produced 221,000 tonnes of copper last year, making it the seventh most productive mine in Chile. AAS also includes a smaller mine, El Soldado, plus the Chagres smelter, which processed 138,000 tonnes of copper in 2011. Finally, the complex includes two untapped copper deposits, San Enrique de Monolito and Los Sulfatos, with combined reserves of 2.1 billion tonnes of ore.
Add to that Codelco’s Andina mine, which sits in an adjacent valley, plus the Los Leones and Profundo Este deposits, and the entire area is arguably the most attractive copper ore body in the world.
“The combination of Anglo American, Codelco, Mitsubishi and Mitsui forms a compelling proposition for future investment in the Los Bronces district,” Anglo’s CEO Cynthia Carroll said in August in a statement welcoming the agreement.
But for that potential to be realized, the four companies must work together, which might not always be easy: a Chilean state-owned company, an Anglo-Saxon publically-listed mining giant and two Japanese trading houses - culturally, they make odd bedfellows.
All four firms are party to AAS’ new shareholder pact, announced as part of the deal. Codelco will have representation on the AAS board and a veto over some decisions.
But analysts said they don’t expect the pact to be problematic.
“At the end of the day the companies want the same things: stable and growing production, good operating margins, stable labor relations and good community relations,” said Des Kilalea, a London-based mining analyst at Royal Bank of Canada Capital Markets (RBCCM). “I suspect there will be disagreements from time to time on operational and strategic issues but I can’t see them being major.”
Jay Djemal, director of Latin America Corporates at Fitch Ratings in Chicago, said the involvement of Mitsui and Mitsubishi in a Chilean mining project is not as unusual as it might seem.
“Japanese trading house partners are common throughout Latin America,” he said, citing the examples of Mitsubishi’s investment in Chilean steelmaker CAP and Sumitomo’s holding in Brazilian steelmaker Mineração Usiminas.
Djemal said Mitsui, which has already invested in the Los Pelambres, Collahuasi and Caserones mines in Chile, might also act as “a sizeable off-taker of Codelco’s future copper production, an attractive low-risk benefit for Codelco.”
One of the more intriguing aspects of the agreement is that it gives Mitsui the option of increasing its stake in AAS at Codelco’s expense.
The Japanese company lent Codelco US$1.86 billion to allow the Chilean company to buy its stake in AAS. In theory, Codelco has to repay that loan by 2020. But if it wants to, Mitsui can give Codelco more favorable repayment terms in exchange for a bigger stake in the joint venture.
Mitsui has yet to say whether it will go down that route, and declined to speak to bUSiness Chile for this article.
Djemal said he can see Mitsui exercising the option “in a few years, but it’s unlikely that Mitsui would do so without mutual consent from Codelco.”
Initial furor
When the dispute first arose late last year, it provoked anger in Chile. Some politicians and business people accused Anglo of behaving arrogantly and in bad faith. Opinion polls suggested a rise in nationalist and anti-British sentiment. Some on the political left called for the expropriation of foreign mining assets.
But the furor quickly died down and the long-term impact of the dispute appears to be minimal.
“A couple of big mining multinationals asked us about it when it first broke,” recalled Jon Benjamin, the British Ambassador to Chile. “But they were quickly convinced that the option contract at the heart of the dispute was a one-off, not only in the mining sector but anywhere in the Chilean economy.”
“There’s no evidence to suggest that any British company has been put off investing in Chile as a result of this episode.”
Benjamin said the British and Chilean governments worked hard to quell the initial nationalist uproar. “We tried to focus the debate on this being a commercial, contractual dispute between two companies rather than an issue between the two countries,” he said. “It was a case of leaving the two firms to talk to each other without the interference of wider political mood music.”
Kilalea, at RBCCM, said he never expected the Chilean government to stick its nose into the negotiations. “The belief that Chile would interfere was emotional nonsense,” he said. “Chile would not, in my opinion, interfere in a commercial dispute between two companies even if one of them is 100% owned by the state.”
But even if the state was unlikely to interfere, there was always the danger the dispute would go through the courts.
“A prolonged court case was always an option and at one point seemed inevitable,” Djemal said. “That could have damaged reputations and strategic relationships, opened the government to public criticism, stirred up resource nationalism and proved very costly.”
Thankfully, that didn’t happen. The two sides began legal proceedings but then halted them and opened talks, leading to the August agreement.
“The fact they reached an amicable out-of-court settlement suggests that both sides saw some merit in the other side’s case,” Benjamin said.
Enhanced reputation
Indeed, the final outcome, far from tarnishing Chile’s reputation, has almost certainly enhanced it. A peaceful resolution, without government intervention, is exactly what investors wanted to see.
“The way in which this conflict was resolved confirms what we’ve said since it first started: that in Chile there is a climate in which two private parties can resolve their differences, either through the courts or in private,” said Matías Mori, executive vice-president of Chile’s Foreign Investment Committee.
He said the committee had seen no drop in foreign investment during the dispute, either from the UK or elsewhere.
“On the contrary, the figures for both foreign investment in the country, and applications to invest, are at record levels,” he said. “Foreign investors know that one specific dispute doesn’t alter the country’s general investment climate.”
Djemal pointed out that Fitch’s sovereign rating for Chile remains A+, reflecting its sound economic fundamentals.
“Specifically with regards to mining, Chile is and will continue to be a global leader in attracting foreign investment,” he said.
And at the British embassy, Benjamin said Chile was an attractive investment opportunity compared to other parts of Latin America.
“Imagine a similar dispute coming up in other countries in the region, and how it might have developed,” he said. “Chile has a long-term fully justified reputation as a place where the writ of law runs fully.”
Worker unrest?
One of the key questions when the agreement was announced in August was how Codelco’s workers would react to it. Raimundo Espinosa, the most powerful union leader at Codelco and a company board member, voted against the agreement with Anglo. He said the state-owned company should have held out for a full 49% of AAS, even if that meant a long legal battle.
“As a country, we don’t know how to defend what’s ours, and we’ve seen that during these negotiations,” he grumbled at the time.
But Espinosa never threatened to mobilize Codelco’s workforce, and so it has proved. Two months on, union unrest over this issue appears unlikely.
The deal with Anglo is, in some ways, a vindication of Codelco’s decision to overhaul its corporate governance in 2010. Until then, its board was antiquated. Government ministers and a member of the armed forces sat on it. If that board had been in place now, it might have been much more difficult to reach an agreement with Anglo, analysts said. The danger of political interference in the dispute would perhaps have been greater.
The impact on Anglo-Chilean relations might have been greater too. As it is, they appear to be unscathed.
“It’s a fact that a large part of the foreign investment in Chile comes from companies with ties to the United Kingdom, and those companies have invested billions in resource extraction,” said RBCCM’s Kilalea. “I suspect there will be no long-term damage.”
Benjamin pointed out that the UK is the fourth largest foreign investor in Chile. For its part, Anglo employs around 10,000 Chileans and has already contributed around US$5 billion in taxes to the Chilean treasury since it established a presence here.
According to the Foreign Investment Committee, direct investment in Chile from abroad jumped 80% year-on-year in the first half of 2012 – right at the time when Codelco and Anglo were in dispute. That in itself suggests the row over AAS had little negative impact.
“What’s more, a large part of the total is due to a reinvestment of profits, which shows that investors are not only putting capital into Chile, but that they trust the country enough to want to carry on investing here instead of repatriating those profits,” Matías Mori said.
Back to the copper mines
All in all, the agreement announced in August is positive. Analysts, the companies, the government and the Mining Council all describe it as a win-win situation for those involved.
It allows Anglo and Codelco to get on with their core business – mining – rather than fighting in the courts.
This is good for Codelco since it has other issues to tackle. Ore grades at its mines are falling alarmingly – 11% in the first half of this year compared to the same period a year ago. That means it has to extract more and more mineral just to maintain production levels.
Like all Chilean mining companies, it will face tough decisions in the near future over energy supply, access to water, opposition to its projects on environmental grounds, rising production costs and a shortage of skilled labor.
At least now, it can confront those issues without the weight of a lengthy and costly court case hanging around its neck.
Gideon Long is a freelance journalist based in Santiago. He also writes for the BBC and The Economist.