A raíz de la visita del Secretario de Estado de EE.UU. Arturo ValenzuelaA raíz de la visita del Secretario de Estado de EE.UU. Arturo Valenzuela

12 Enero 2010
Con motivo de la visita a Chile del Secretario de Estado de EE.UU., Arturo Valenzuela, el presidente de AmCham se refirió en una columna publicada en La Tercera a la importancia para EE.UU. y para Chile de reforzar la amistad, considerando los enormes beneficios que eso ha significado para ambos países. Lea la columna y coméntela en nuestro blog.

A los amigos los escoge uno

La visita del secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental de EEUU es una oportunidad única para que Chile, más allá de quién lo gobierna, proponga una agenda que reafirme nuestro compromiso con el progreso.

Uno escoge a los amigos, pero no a la familia. También escoge el barrio donde vive, pero no a los vecinos. Y sin perjuicio de las buenas relaciones que deben tenerse con familiares y vecinos, con aquellos a quienes escogemos podemos ir mucho más allá y desarrollar proyectos en común, hablar idiomas parecidos y juntar fuerzas para dialogar e influir sobre otros.

Con los países sucede algo similar. Con Estados Unidos, por ejemplo, nuestro principal socio comercial y el mayor inversionista en nuestro país, hemos cultivado una larga amistad que ha dejado muchos beneficios. Además de profundos vínculos en el plano económico y comercial, hay un exitoso intercambio cultural, científico, educacional, intelectual y político. Esto, porque tanto Chile como EEUU han visto en el otro a un país serio, confiable y con el cual se puede tener una amistad de naciones, compartiendo valores y enfoques. La prescindencia de populismos y estatismos, el aperturismo y no discriminación comercial, la libertad de inversiones, la libertad de prensa, el valor de la palabra empeñada, el apego a las leyes y muchos otros principios básicos que articulan a la sociedad son compartidos entre nuestros países.

Latinoamérica agrupa a una diversidad de países que tienen distintos intereses, ventajas y forma de conducirse. Y entre los países de la región muchas veces ha predominado más la rivalidad que la amistad; la competencia en vez de la complementariedad; más la búsqueda de protagonismos que del bien común; más el populismo que el mercado y el progreso. Los problemas han venido de la administración pública, del Estado y de sus políticas cambiantes y erradas. La corrupción que ha azotado a algunos países no surge espontáneamente de los particulares, sino que se gesta y se nutre del sector público.

En este contexto regional, e imprimiendo una cuota de objetividad y humildad, Chile ha logrado mantenerse en mejor pie; no perfecto, pero mejor. Y quien sea el próximo gobernante no debiera dejarse tentar por caminos diferentes, sino perseverar en el realismo y las buenas prácticas.
EEUU ya ha dado pruebas de que el importante cambio de gobierno que se produjo el año pasado no ha significado desviar el rumbo. Y eso es lo que les interesa a ambos socios: mantener intereses, preservar vínculos, profundizar las relaciones, en suma, dar confianzas. Por eso nos aliamos y trabamos amistad con quienes comparten principios y rechazamos a los que, mediante discursos embriagadores cargados de utopías, confunden a los pueblos.

El libre comercio ha sido una buena herramienta para producir riquezas y desarrollo. Las políticas implementadas por Chile en los últimos 30 años han sido efectivas para sacar de la pobreza a más de la mitad de su población. Y para esto, la relación con EEUU ha sido clave. Por todo esto es importante profundizarla y expandirla, sirviendo Chile de puente para que también nuestros vecinos lo hagan. En esto no hay competencia, sino complementariedad.

La visita a nuestro país del secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental, Arturo Valenzuela, es una oportunidad única para que Chile, independientemente de quién lo gobierna, proponga una agenda que apunte en las direcciones anteriores, reafirmando nuestro compromiso con el progreso, el desarrollo y la democracia, a través del fortalecimiento de una sociedad libre que cree en el individuo y en su libertad para emprender, y en un Estado no intervencionista y que hace bien lo que debe hacer.

Con motivo de la visita a Chile del Secretario de Estado de EE.UU., Arturo Valenzuela, el presidente de AmCham se refirió en una columna publicada en La Tercera a la importancia para EE.UU. y para Chile de reforzar la amistad, considerando los enormes beneficios que eso ha significado para ambos países. Lea la columna y coméntela en nuestro blog.


A los amigos los escoge uno

La visita del secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental de EEUU es una oportunidad única para que Chile, más allá de quién lo gobierna, proponga una agenda que reafirme nuestro compromiso con el progreso.
 
Uno escoge a los amigos, pero no a la familia. También escoge el barrio donde vive, pero no a los vecinos. Y sin perjuicio de las buenas relaciones que deben tenerse con familiares y vecinos, con aquellos a quienes escogemos podemos ir mucho más allá y desarrollar proyectos en común, hablar idiomas parecidos y juntar fuerzas para dialogar e influir sobre otros.


Con los países sucede algo similar. Con Estados Unidos, por ejemplo, nuestro principal socio comercial y el mayor inversionista en nuestro país, hemos cultivado una larga amistad que ha dejado muchos beneficios. Además de profundos vínculos en el plano económico y comercial, hay un exitoso intercambio cultural, científico, educacional, intelectual y político. Esto, porque tanto Chile como EEUU han visto en el otro a un país serio, confiable y con el cual se puede tener una amistad de naciones, compartiendo valores y enfoques. La prescindencia de populismos y estatismos, el aperturismo y no discriminación comercial, la libertad de inversiones, la libertad de prensa, el valor de la palabra empeñada, el apego a las leyes y muchos otros principios básicos que articulan a la sociedad son compartidos entre nuestros países.


Latinoamérica agrupa a una diversidad de países que tienen distintos intereses, ventajas y forma de conducirse. Y entre los países de la región muchas veces ha predominado más la rivalidad que la amistad; la competencia en vez de la complementariedad; más la búsqueda de protagonismos que del bien común; más el populismo que el mercado y el progreso. Los problemas han venido de la administración pública, del Estado y de sus políticas cambiantes y erradas. La corrupción que ha azotado a algunos países no surge espontáneamente de los particulares, sino que se gesta y se nutre del sector público.


En este contexto regional, e imprimiendo una cuota de objetividad y humildad, Chile ha logrado mantenerse en mejor pie; no perfecto, pero mejor. Y quien sea el próximo gobernante no debiera dejarse tentar por caminos diferentes, sino perseverar en el realismo y las buenas prácticas.
EEUU ya ha dado pruebas de que el importante cambio de gobierno que se produjo el año pasado no ha significado desviar el rumbo. Y eso es lo que les interesa a ambos socios: mantener intereses, preservar vínculos, profundizar las relaciones, en suma, dar confianzas. Por eso nos aliamos y trabamos amistad con quienes comparten principios y rechazamos a los que, mediante discursos embriagadores cargados de utopías, confunden a los pueblos.


El libre comercio ha sido una buena herramienta para producir riquezas y desarrollo. Las políticas implementadas por Chile en los últimos 30 años han sido efectivas para sacar de la pobreza a más de la mitad de su población. Y para esto, la relación con EEUU ha sido clave. Por todo esto es importante profundizarla y expandirla, sirviendo Chile de puente para que también nuestros vecinos lo hagan. En esto no hay competencia, sino complementariedad.


La visita a nuestro país del secretario de Estado adjunto para asuntos del hemisferio occidental, Arturo Valenzuela, es una oportunidad única para que Chile, independientemente de quién lo gobierna, proponga una agenda que apunte en las direcciones anteriores, reafirmando nuestro compromiso con el progreso, el desarrollo y la democracia, a través del fortalecimiento de una sociedad libre que cree en el individuo y en su libertad para emprender, y en un Estado no intervencionista y que hace bien lo que debe hacer.


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