Parece que vivimos en tiempos más bien aterradores. Al momento de escribir esta columna, la Cámara de Representantes de Estados Unidos recién rechazaba el plan de US$ 700.000 millones presentado por el presidente para rescatar la economía estadounidense y, en particular, sus principales instituciones financieras. Aparte del tema hasta cierto punto menor de otra pérdida por US$ 3.500.000.000 en el valor de las acciones estadounidenses, esto -por supuesto- tiene ramificaciones mundiales.
Muchas de ellas se basan en la teoría del dominó, porque en una economía global muy pocos mercados están inmunes a una recesión en Estados Unidos o, aún peor, a su colapso. Más aún, dado que la mayor parte de la deuda estadounidense es extranjera, esos países y Gobiernos no quieren perder su propio dinero. Entonces, ¿colapsará la economía estadounidense y el modelo del mercado capitalista, que ha conducido al crecimiento durante más de dos décadas?
¡De ninguna manera! Pero sufrirá algunos cambios extraordinarios en especial en lo que respecta a la fiscalización y la eliminación de ciertas argucias financieras, usualmente llamadas “instrumentos” que, ¡enfrentémoslo!, ninguno de nosotros entiende realmente; ¡ni siquiera aquellos que lidian con ellos!
Fidel Castro y Hugo Chávez, entre muchos otros, deben estarmuriéndose de la risa. Gráveselo, ninguno de ellos puede alimentar o sostener a su propia gente apropiadamente, pero están muy contentos con instruir al resto del mundo sobre cómo administrar sus países y economías. Y ¿cuántas medallas ganaron Cuba y Venezuela en los recientes Juegos Olímpicos? ¡No tantas, cariño! La mayoría de los enemigos de Estados Unidos -y, créalo o no, Osama bin Laden no es el único, aunque tiende a hacer bastante ruido de cuando en cuando- estarán muy contentos con esta debacle.
Los Gobiernos de países en una situación desesperada, tales como Zimbabue, Angola, Burundi, República Central de África, República Democrática del Congo, Eritrea, Etiopía, Myanmar, Níger y Ruanda, estarán muy emocionados pensando en la Pobreza de Estados Unidos y en que los dejen seguir con su propia miseria (o no) con mucho menos críticas de los países civilizados y desarrollados, y sin ningún visitante del Departamento de Estado cantando “Hagan como nosotros”.
La ironía aquí es que, aparentemente, aún cuando el paquete de rescate fue rechazado, los contribuyentes de Estados Unidos terminarán pagando la crisis, ¡siempre lo hacemos! Muchos dirán, y han dicho, que los peces gordos de Wall Street debieran limpiar sus propios desechos. Quienes crearon el lío, debieran pagar por él. Concuerdo con este sentimiento.
Sólo hay un problema. Estos peces gordos engordaron con nuestro dinero y ahora perdieron nuestro dinero. Inevitablemente estos astutos peces tienen su propio dinero escondido en innumerables cuentas corrientes en el extranjero, a buen resguardo del escrutinio federal. Parecerán deprimidos y humildes frente a las cámaras, pero sus estilos de vida no cambiarán, mientras que el resto de nosotros tendremos que cancelar la Navidad, conseguir una tercera hipoteca sobre nuestro segundo hogar (siempre y cuando haya un banco capaz de otorgar préstamos), vender a uno de nuestros hijos (o nietos…) y luego tomar un empleo en el turno de noche de Walmart. ¡Harto deprimente!
De modo que, ¿a dónde se fue todo el dinero? En términos generales, no hay dinero real, sólo balances y promesas de pagar tras el término de cualquiera sea la transacción en desarrollo.
Tenga cuidado con los pagarés y cúbrase con efectivo. Simplemente amo la moneda estadounidense (el efectivo), porque me da tanta confianza. A un lado de un “billete” (?!) dice: Este documento es moneda de curso legal para toda deuda, pública y privada; y luego del otro lado, escrito en negrillas bien marcadas: EN DIOS CONFIAMOS.
Sólo espero que Dios tenga tiempo para reflexionar sobre sus compromisos con el Pueblo Estadounidense…
Sigo durmiendo en un colchón con un nuevo cierre relleno de monedas de curso legal,
Santiago Eneldo
(Aportes caritativos a [email protected])