El mensaje a la nación del Presidente Sebastián Piñera el 21 de mayo fue uno de los discursos más esperados desde el regreso de Chile a la democracia hace 20 años.
Fue el primer discurso de un 21 de mayo pronunciado por un presidente de centro-derecha elegido democráticamente en más de medio siglo y el momento del discurso fue crucial. No sólo se celebra este año el Bicentenario de la Independencia de Chile, sino que además el mensaje se entregó apenas dos meses después de que uno de los mayores terremotos registrados en la historia causara una terrible destrucción a lo largo de gran parte del país.
No es de sorprender que el discurso se concentrara en el plan de reconstrucción de la nación, el que ha dominado la agenda del Presidente en sus primeros meses al mando de Chile.
“El terremoto favoreció las fortalezas políticas del Presidente, permitiéndole actuar como el gerente eficiente”, sostiene Sofía Correa, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile e importante historiadora de la derecha política de Chile.
Según Correa, el discurso fue “altamente exitoso” en lograr silenciar las críticas a través de una serie de medidas y su meta de introducir una “nueva forma de gobernar”.
Partiendo por la reconstrucción, el discurso de Piñera destacó los considerables logros del Gobierno a la fecha, los que incluyen permitir que 1,25 millones de estudiantes volvieran a las escuelas a pesar de la infraestructura destruida o gravemente dañada; construir 50.000 viviendas de emergencia para las familias que se quedaron sin hogar; y, reestablecer el suministro de agua en la zona más afectada.
Pero esto es sólo el comienzo y aún hay mucho por hacer. La parte de la reconstrucción que corresponde al Estado llegará hasta los US$ 8.400 millones, lo que según ha señalado el Ministro de Hacienda, Felipe Larraín, se cubrirá con medidas fiscales que incluyen un alza temporal al impuesto a la renta corporativo, ajustes al presupuesto, un nuevo esquema para el royalty a la minería y la primera emisión en la historia de un bono en pesos de Chile.
Piñera también hizo un llamado al sector privado, incluidas las empresas y las organizaciones no gubernamentales, a hacer sacrificios y realizar su aporte a la reconstrucción.
“Se trata de un gran esfuerzo, que recae principalmente en las grandes empresas y sectores más favorecidos, para ayudar a financiar las tareas de reconstrucción”, dijo Piñera.
Como es tradicional, también aprovechó el discurso para exponer su programa para los próximos años. Y, pese a los desafíos presentados por el terremoto, gran parte de su programa original permanece intacto, lo que incluye medidas para impulsar la creación de empleo, aumentar el crecimiento económico, luchar contra la delincuencia, mejorar la educación y el sistema de salud, y profundizar la democracia.
El Presidente Piñera retomó sus compromisos de campaña, tales como la creación de 200.000 nuevos empleos al año. Además mantuvo su meta de alcanzar un crecimiento económico promedio del 6% anual durante su mandato y prometió incrementar la inversión del 22% al 28% del PIB.
Las pequeñas y medianas empresas, un pilar clave del programa del nuevo Gobierno, gozarán de una exención al impuesto a la renta para las ganancias que se reinviertan en sus operaciones. El Gobierno redujo además el tiempo requerido para iniciar una nueva empresa de 27 días a 16, lo que beneficiará a los emprendedores.
Pero el éxito del programa de Piñera dependerá en gran medida de cómo se comporte la economía mundial en los meses y años venideros, destaca Hugo Fazio, economista del Centro de Estudios Nacionales de Desarrollo Alternativo (CENDA), entidad de izquierda.
El plan fiscal del Gobierno, según lo delineó el Ministro Larraín, depende en una importante medida de los ingresos tributarios derivados de una mejoría del crecimiento económico durante los próximos cuatro años.
Sin embargo, dada la naturaleza abierta de la economía de Chile y su dependencia de las exportaciones del cobre, el cómo se desempeñen sus principales socios comerciales también será importante. “Chile es vulnerable en una proporción extraordinaria a la economía mundial, en especial a la de China (…) ¿cómo puede el Gobierno tener una influencia sobre esto?”, se pregunta Fazio.
No obstante, si todo sale según lo planeado, Chile se convertirá en un país desarrollado para fines de esta década, lo que significa no sólo un crecimiento económico sino también un desarrollo social.
“Antes que esta década concluya, Chile habrá alcanzado el desarrollo y superado la pobreza. Un desarrollo integral, que traerá oportunidades de progreso material y espiritual para todos sus hijos”, señaló Piñera en su discurso.
Más de lo Mismo
Además de tratar de mejorar las condiciones de la economía chilena, Piñera detalló planes para ampliar la red de seguridad social, aprovechando los avances realizados por los anteriores Gobiernos de la Concertación.
Piñera rindió un homenaje a los cuatro presidentes de la Concertación –Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet– e hizo lo mismo que la presidenta Bachelet al prometer la eliminación gradual de la imposición obligatoria del 7% para la salud que actualmente se descuenta también de los pagos de pensiones.
El presidente anunció además un subsidio familiar “ético” de hasta US$ 475 mensuales para las familias pobres que cumplan con ciertas condiciones como que sus hijos “asistan regularmente a la escuela o que quienes tengan edad para trabajar estén trabajando, capacitándose o buscando trabajo”.
“Parte del programa delineado el 21 de mayo no habría parecido fuera de lugar en un discurso de la Concertación”, destaca Correa.
Introducir la inscripción automática de los votantes y hacer que el voto sea voluntario, lo que añadiría efectivamente 3,5 millones de chilenos al padrón electoral, es otra ambición de larga data de la Concertación que Piñera adoptó como suya.
“Fue el discurso de un presidente que inaugura un nuevo ciclo en la historia política de nuestro país (…) estableció tácitamente líneas de continuidad con el ciclo político anterior”, señaló Óscar Godoy, profesor de ciencia política de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en un informe publicado por el Centro de Estudios Públicos (CEP) de Santiago.
De manera similar a lo que ocurrió con Aylwin, quien encabezó el primer Gobierno de la Concertación luego que el general Augusto Pinochet dejara el poder en 1990, el programa de Piñera incorpora políticas sociales y económicas iniciadas por los Gobiernos anteriores.
“Es explicable, pero no razonable, que la actual oposición se sienta consternada por esta continuidad (…) las políticas de bien común, desde el momento que ingresan a la esfera pública, y en virtud del principio de publicidad, forman parte del patrimonio y la racionalidad pública de la comunidad y no son de nadie, de ningún partido, fracción o grupo de personas, sino de todos los chilenos”, sostuvo Godoy.
No obstante, Piñera no es un clon de la Concertación. El mandatario ha creado su propio estilo de gobernar basado en la eficiencia, los resultados y la responsabilidad. Más allá de las políticas sociales su objetivo último, según Godoy, es crear las condiciones para que todos los chilenos, sin importar su origen, puedan alcanzar el éxito a través del trabajo arduo y la determinación.
Para ello, Piñera aspira a erradicar la “extrema pobreza” para el 2014 y derrotar completamente la pobreza para el 2018. Tales metas no son nuevas, pero Piñera puso el objetivo en términos concretos, destacando que se requeriría menos del 1% del PIB para sacar a 3,5 millones de chilenos de la pobreza.
“En nuestro país derrotar la pobreza es una meta absolutamente posible de alcanzar para esta generación y en esta década”, declaró al Congreso.
Unidos por la Tragedia
Como ha mostrado la historia, los terremotos pueden marcar el éxito o el fracaso de los presidentes de Chile.
El terremoto de 1938 dio al entonces presidente Pedro Aguirre, del Partido Radical de izquierda, el capital político necesario para que el Congreso aprobara una legislación destinada a crear una nueva entidad estatal concentrada en la reconstrucción del país y en estimular el desarrollo económico.
El resultado fue la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), la agencia estatal de desarrollo económico, que continúa hasta hoy y que fue un importante factor en la industrialización de Chile, al ayudar a crear las industrias del acero, la electricidad y el azúcar del país.
Jorge Alessandri, el último presidente de centro derecha elegido democráticamente en Chile hasta la aparición de Piñera y quien gobernó entre 1958 y 1964, tuvo menos suerte con el mucho más destructivo terremoto de 1960.
Como Piñera, Alessandri era un exitoso hombre de negocios. Antes de convertirse en Presidente había presidido la papelera CMPC y la Confederación de la Producción y el Comercio (CPC) de Chile.
Y Piñera también nombró a figuras del sector privado para su gabinete como el Ministro de Minería Laurence Golborne, ex gerente general del grupo minorista Cencosud, y la ministra del Trabajo, Camila Merino, experta en recursos humanos que trabajó en el fabricante de productos químicos y fertilizantes SQM antes de convertirse en la gerente general del estatal Metro de Santiago.
Pero ambos líderes heredaron dos países muy distintos. En 1960, empobrecido tras años de mal manejo económico, el país carecía de los recursos para superar el desastre solo.
Alessandri llamó a la unidad tras el terremoto, pero el Gobierno perdió su popularidad inicial y se vio obligado a echar marcha atrás respecto de muchas de sus reformas pro mercado para complacer a nuevos aliados, lo que marcó el inicio de una crisis en la antigua derecha.
Cincuenta años después, el presidente Piñera encabeza un país que se ha recuperado recientemente de la peor crisis económica global desde la Gran Depresión y que a menudo se presenta como un ejemplo de disciplina fiscal.
Por supuesto, hay espacio para mejoras y, como Alessandri, Piñera instó a un Gobierno de “unidad nacional”, un tema clave de su discurso tanto en términos de la reconstrucción después del terremoto como en los esfuerzos para convertirse en una nación desarrollada para fines de esta década.
Sin embargo, un Gobierno de unidad nacional no incluye necesariamente a todos, advierte Correa.
“Alguien siempre se queda afuera”, sostiene, añadiendo que los llamados a la unidad en la historia de Chile a menudo han marcado el primer paso en la creación de una nueva coalición de Gobierno.
Una Nueva Forma
Si bien muchos de los ex colaboradores del general Augusto Pinochet son miembros de la Alianza, la coalición de partidos que respaldaron a Piñera en la campaña electoral, el presidente cumplió una promesa de campaña de no designar a ninguno de ellos en su gabinete.
También se distanció de los partidos de la Alianza, que incluye a Renovación Nacional (RN) y la Unión Demócrata Independiente (UDI), al designar para su gabinete -en cambio- a figuras del sector privado y llegar incluso a la Democracia Cristiana (DC), el partido más de centro al interior de la Concertación.
Esto se explica en parte por los antecedentes de la familia de Piñera. El presidente era miembro de Renovación Nacional y su hermano José Piñera fue ministro del Trabajo de Pinochet, pero la familia Piñera tiene estrechos vínculos con la DC: su padre fue embajador de Chile en Estados Unidos durante el mandato del presidente Frei Montalva y otro de sus hermanos, Pablo Piñera, ocupó varios cargos en los Gobiernos de la Concertación.
En ese mismo espíritu de bipartidismo, Piñera nombró ministro de Defensa a Jaime Ravinet, destacada figura de la DC, y designó al ex ministro de la Concertación Jorge Rodríguez para que ocupara un puesto en el directorio de BancoEstado.
En tanto, liberados de las responsabilidades de Gobierno, los partidos de izquierda podrían tomar posturas más radicales en áreas como sectores controlados por el Estado y los derechos de los trabajadores y los sindicatos.
Ello podría llevar a los demócrata cristianos a romper antiguos lazos y tratar de emplazar su hogar político en otro lado, en especial si el presidente está dispuesto a entregarles unas pocas señales de paz, señaló Correa.
El más disciplinado partido de derecha la Unión Demócrata Independiente (UDI) podría ser más difícil de controlar, pero la decisión de entregar a Joaquín Lavín, uno de sus figuras más importantes, la cartera clave de Educación debería limitar sus críticas.
Y si Piñera puede combinar un sólido crecimiento económico con progreso en áreas como educación, empleo y seguridad, pronto podría atraer a más seguidores, incluso entre los más férreos detractores de su elección.
“Esto en definitiva podría permitirle formar vínculos con partes de la DC y quizás con otros”, indica Correa.
En esta etapa, es muy pronto para decir si tal reestructuración del mapa político de Chile está cerca o para evaluar cómo está cumpliendo el programa de Piñera las metas delineadas en su discurso.
No obstante, el Presidente merece elogios por proyectar su programa más allá de las necesidades inmediatas de reconstrucción y continuar desde donde quedó el Gobierno anterior, en especial en lo que respecta a las políticas sociales.
Piñera enfrenta desafíos similares a los de otros presidentes en momentos clave en la historia de Chile, incluidos Alessandri a comienzos de la década de los 60 y Aylwin a principios de la década de los 90, pero representa un nuevo tipo de líder para el siglo XXI que está dispuesto a dejar a un lado las diferencias partidistas en pro de la unidad nacional, la eficiencia y el progreso.
Dentro de años el discurso del 21 de mayo de Piñera podría recordarse no sólo como el primer discurso del Presidente tras el terremoto del 27 febrero, sino que como el comienzo de un nuevo capítulo en la historia de Chile que aprovecha los logros del pasado para crear un futuro mejor.
Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago
President Sebastián Piñera’s first State of the Union speech given on May 21 was one of the most highly anticipated speeches since Chile’s return to democracy 20 years ago.
It was the first May 21 speech by an elected center-right president in more than half a century and the timing of the speech was crucial. Not only is this year Chile’s Bicentennial as an independent nation but it came just over two months after one of the strongest earthquakes ever recorded wrought terrible destruction across a large part of the country.
Unsurprisingly, the speech focused on the government’s reconstruction plan, which has dominated the President’s agenda in his first few months in office.
“The earthquake has played to the President’s political strengths, allowing him to act the efficient manager,” said Sofia Correa, a lecturer at the University of Chile’s law school and a leading historian of Chile’s political right.
According to Correa, the speech was “highly successful,” managing to silence critics through a range of measures and his ambition to introduce a “new way of governing.”
Starting with reconstruction, Mr. Piñera’s speech highlighted the government’s considerable achievements to date that have included getting 1.25 million children back to school despite badly damaged or destroyed infrastructure; building 50,000 emergency shelters for families left homeless; and, reestablishing water supplies across the worst hit region.
But this is just the beginning and much remains to be done. The state’s reconstruction bill will run up to US$ 8.4 billion, which Finance Minister Felipe Larraín has said will be covered by fiscal measures including a temporary hike in corporate income tax, shuffling the budget, a new royalty scheme and Chile’s first ever global peso bond issue.
Mr. Piñera also called on the private sector, including companies and non-government organizations, to make sacrifices and play their part in the reconstruction.
“It’s going to take a huge effort and it will be mainly up to the big companies and strongest sectors to help finance reconstruction projects,” said Piñera.
As is traditional, he also used the speech to set out his program for the coming years. And, despite the challenges brought by the earthquake, much of his original program remains intact including measures to boost job creation, increase economic growth, fight crime, improve education and healthcare and deepen democracy.
President Piñera returned to pledges made on the campaign trail, such as creating 200,000 new jobs a year. He also stood by his goal to achieve average economic growth of 6% annually during his term and promised to increase investment to 28% of GDP from 22%.
Small and medium-size companies, a key pillar of the new government’s program, will enjoy an income tax exemption for profits reinvested in their business. The government has also reduced the time needed to start a new business to 16 from 27 days, which will benefit entrepreneurs.
But the success of Mr. Piñera’s program will depend to a large extent on how the world economy behaves over the coming months and years, notes Hugo Fazio, an economist at the left-leaning National Center for Alternative Development Studies (CENDA).
The government’s fiscal plan, as outlined by Minister Larraín, relies heavily on tax revenues derived from an improvement in economic growth during the next four years.
But given the open nature of Chile’s economy and its dependence on copper exports, how its major trading partners fare will also be important. “Chile is vulnerable to an extraordinary extent to the world economy, especially China’s… how can the government have an influence over this?” asked Fazio.
But if all goes according to plan, Chile will become a developed country by the end of this decade which means not only economic growth but also social development.
“Before this decade is over… Chile will have achieved integrated development that brings opportunities for material and spiritual progress for all our children,” Piñera said in his speech.
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As well as looking to make the Chilean economy leaner and meaner, Piñera outlined plans to extend the social safety net, building on progress by previous Concertación governments.
Piñera paid homage to all four Concertación presidents – Patricio Aylwin, Eduardo Frei, Ricardo Lagos, and Michelle Bachelet – and took a page from the Ms. Bachelet’s book on pension reform by promising to gradually eliminate a 7% mandatory healthcare contribution currently discounted from pensions.
The President also announced an “ethical” family subsidy of up to US$ 475 a month for poor families that meet certain conditions like sending their children to school and looking for work if the parents are unemployed.
“Some of the program outlined on May 21 would not have looked out of place in a Concertación speech,” noted Correa.
Introducing automatic voter registration and making voting voluntary, effectively adding 3.5 million Chileans to the electorate, is another long-held Concertación ambition that Piñera has adopted as his own.
“It was the speech of a President marking the start of a new cycle in our country’s political history… but also tacitly establishing continuity with the previous cycle,” said Oscar Godoy, a political science professor at the Catholic University, in a report published by the Santiago think-tank Centro de Estudios Públicos (CEP).
Similar to Aylwin, who led the first Concertación government after Augusto Pinochet stepped aside in 1990, Piñera’s program incorporates social and economic policies begun by the previous government.
“It’s perfectly understandable, though not very reasonable, that the opposition should be concerned about this continuity… good public policies should not be the property of any one party,” said Godoy.
Nevertheless, Piñera is no Concertación clone. He has created his own style of governing based on efficiency, results and accountability. Beyond social policies his ultimate aim, according to Godoy, is to create the conditions so that all Chileans, regardless of their background, can succeed through hard work and determination.
To that end, Mr. Piñera aims to eradicate “extreme poverty” by 2014 and completely wipeout poverty by 2018. Such goals are not new, but Piñera put the target in concrete terms, noting that it would require less than 1% of GDP to lift 3.5 million Chileans out of poverty.
“In our country, beating poverty is an absolutely achievable goal during this generation and during this decade,” he told Congress.
United by Tragedy
As the past has shown, earthquakes can make or break Chile’s presidents.
The 1938 earthquake gave then-President Pedro Aguirre, of the left-wing Radical party, the necessary political capital to push legislation through congress to create a new state entity focused on rebuilding the country and stimulating economic development.
The result was the state’s economic development agency, the Corporacion de Fomento de la Producción (CORFO), which continues today and was a major factor in Chile’s industrialization, helping to create the country’s steel, power and sugar industries.
Jorge Alessandri, Chile’s last democratically elected center-right president who governed from 1958 to 1964, was less lucky with the much more destructive 1960 earthquake.
Like Piñera, Alessandri was a successful businessman. Prior to becoming president he chaired the paper company CMPC and Chile’s national business association, the Confederación de la Producción y el Comercio (CPC).
And Piñera has also named figures with a background in the private sector to his cabinet such as Mining Minister Laurence Golborne, a former CEO of retail group Cencosud, and Labor Minister Camila Merino, a human resources expert who worked for chemical and fertilizer producer SQM before heading up Santiago's state-owned Metro.
But the leaders inherited two very different countries. In 1960, impoverished after years of economic mismanagement, the country lacked the resources to overcome the disaster alone.
Alessandri pleaded for unity after the earthquake but the government lost its early popularity and was forced to backtrack on many of its pro-market reforms to please new allies, marking the start of a crisis of the old right.
Fifty years later, President Piñera leads a country that has recently recovered from the worst global economic crisis since the Great Depression and is often held up as an example of fiscal discipline.
Of course, there is room for improvement and, like Alessandri, Mr. Piñera has called for a government of “national unity,” a key theme in his speech both in terms of reconstruction after the earthquake and in the push to become a developed nation by the end of this decade.
But a government of national unity does not necessarily include everyone, warns Correa.
“Someone is always left out,” she said, adding that calls for unity in Chile’s history have often marked the first step in the creation of a new governing coalition.
A New Way
Although many of General Augusto Pinochet’s former collaborators are members of the Alianza coalition that supported Piñera during the election, the President has upheld a campaign pledge not to appoint any of them to his cabinet.
He has also distanced himself from the parties in the Alianza coalition including the National Renovation party (RN) and the Independent Democratic Union (UDI), filling his cabinet instead with figures from the private sector and reaching out to the Christian Democrats (DC), the most centrist of the parties in the Concertación.
This is partly explained by Mr. Piñera’s family background. He was a member of the National Renovation party and his brother, José Piñera, was labor minister under Pinochet, but the Piñera family has close ties to the DC: his father served as U.S. ambassador under President Frei Montalva and his other brother, Pablo Piñera, has held several government posts under the Concertación.
In the same spirit of bipartisanship, Mr. Piñera has named prominent DC figure Jaime Ravinet as his Defense Minister and former Concertación Minister Jorge Rodriguez on the board of state-owned BancoEstado.
Meanwhile, freed from the responsibilities of government, leftwing parties could take up more radical positions in areas such as state-controlled industries and the rights of workers and unions.
That could lead centrist Christian Democrats to break old bonds and seek to make their political home elsewhere, especially if the President is prepared to throw a few more olive branches their way, said Correa.
The more disciplined UDI party could be more difficult to control, but the decision to give Joaquin Lavin, one of its leading lights, the key education portfolio should limit its fire.
And if Mr. Piñera can combine strong economic growth with progress in areas including education, employment and security, he may soon attract more followers even among those fiercely opposed to his election.
“This could eventually allow him to form links with parts of the DC and perhaps others,” said Correa.
At this stage, it’s too early to tell if such a reshaping of Chile’s political map is at hand or to evaluate how well Mr. Piñera’s program is meeting the goals outlined in his speech.
The President does, however, deserve applause for projecting his program beyond the immediate needs of reconstruction and continuing from where the previous government left off, especially in terms of social policies.
Piñera faces similar challenges to other presidents at key times in Chile’s history including Alessandri in the early 1960s and Aylwin in the early 1990s, but he represents a new type of leader for the 21st century who is willing to put party differences aside in the interest of national unity, efficiency and progress.
Years from now Piñera’s May 21 speech could be remembered not just as the first speech after the February 27 earthquake, but as the beginning of new chapter in Chilean history that builds on the achievements of the past to create a better future.
Tom Azzopardi is a freelance journalist based in Santiago