Cuando el Presidente Piñera ocupó el podio el 21 de mayo para entregar su primera cuenta pública a la nación, la pregunta que todo el mundo tenía en mente era hasta qué punto el programa presentado durante su campaña se vería alterado como consecuencia del terremoto y el maremoto que remecieron al país el 27 de febrero.
Como sabe cada estudiante chileno, el feriado del 21 de mayo conmemora el día de 1879 cuando, durante la Guerra del Pacífico, la corbeta chilena Esmeralda fue hundida por el monitor peruano Huáscar. En lugar de rendirse, el capitán de la Esmeralda, Arturo Prat, saltó al barco de guerra enemigo y murió en el acto, inscribiendo así su nombre en la historia.
Quizás inspirándose en el liderazgo de Prat enfrentando la tragedia, el Presidente Piñera estableció un ambicioso plan para guiar a Chile a través de las agitadas aguas de la recuperación económica y llegar a la tierra prometida: alcanzar el estado de país desarrollado para fines de esta década.
Chile ya cuenta con algunas credenciales de país desarrollado. Justo dos semanas antes del discurso de Piñera, Chile formalizó su ingreso a la OCDE en una ceremonia en París. El pertenecer a este club de países desarrollados eleva la vara dado que Chile será comparado con otros miembros y también entrega una excelente oportunidad para aprender de sus pares.
Pero convertirse en un país desarrollado sin dejar a nadie atrás requerirá un esfuerzo colectivo. El Presidente llamó a la “generación del Bicentenario” a que lo ayuden a construir un país de mayores oportunidades y protección social para todos. Esto significa continuar con el buen trabajo realizado por el Gobierno anterior en esta materia, pero introducir una “nueva forma de gobernar” basada en un sentido de urgencia, metas claras y -de manera más importante- plazos acotados para generar resultados.
El crecimiento económico fue la pieza central de su discurso. Pese a la pérdida del 10% del stock de capital de Chile en el terremoto, Piñera mantiene su meta de lograr un crecimiento anual del 6% con el fin de convertir a Chile en una nación desarrollada para el 2018. No obstante, si esta meta se lograse, el crecimiento económico no puede ser una meta en sí mismo. Debe ser acompañado, sostuvo Piñera, por el desarrollo en todas las áreas de su programa, las que incluyen el empleo, la educación, la salud, la seguridad, la reducción de la pobreza y la democracia.
Es cierto, algunos tendrán que llevar una mayor parte de la carga financiera de la reconstrucción que otros. El Presidente pidió un especial esfuerzo a las grandes empresas que enfrentan un aumento temporal de los impuestos, pero las pequeñas y medianas empresas (Pymes) se verán beneficiadas por un paquete de iniciativas que incluye una exención tributaria para las ganancias reinvertidas en la compañía.
Piñera además aspira a atraer emprendedores mediante la reducción del tiempo y el costo que requiere la iniciación de una nueva empresa. Entre las reformas diseñadas para beneficiar a las pequeñas empresas, la ley de quiebras se modernizará para hacer más sencillo el cerrar una empresa y transferir activos a una nueva compañía. Estos cambios deberían dar un impulso a los emprendedores y conducir el crecimiento económico.
Otras medidas requieren una mayor explicación como la reforma al mercado de capitales. Piñera pretende crear un regulador de servicios financieros, pero las administradoras privadas de fondos de pensión (AFP) y otras instituciones financieras han advertido sobre la sobre regulación de este sector. Por otra parte, el sector privado valora la mayor transparencia del sistema financiero en general y el relanzamiento de un proyecto de ley para consolidar la deuda de consumo entre otras medidas.
Piñera debería ser felicitado por mantener sus promesas de campaña a pesar del esfuerzo económico y administrativo que trae consigo la reconstrucción, la que será financiada con una variedad de formas, incluida la primera emisión de un bono en pesos a nivel mundial en la historia de Chile.
Pero el Gobierno no está solo en esta tarea. Tras el terremoto hemos visto como empresas chilenas y estadounidenses, incluidos muchos miembros de AmCham, han hecho un esfuerzo adicional para ayudar a las zonas devastadas.
A medida que Chile navega hacia el estatus de nación desarrollada, resulta alentador saber que el Gobierno, las empresas, las organizaciones sin fines de lucro y los propios chilenos están unidos en esta empresa. Claramente habrá tormentas y escollos más adelante, pero Piñera dispuso el curso y con todos manos a la obra, puede que lo logremos, juntos.
As President Piñera took the podium on May 21 to deliver his first State of the Union address, the question on everyone’s mind was how far the program presented during his campaign would be altered as a consequence of the earthquake and tsunami that struck on February 27.
As every Chilean schoolchild learns, the May 21 holiday commemorates the date in 1879 when, during the War of the Pacific, the Chilean ship Esmeralda was sunk by a Peruvian ironclad, the Huascar. Rather than surrender, the Esmeralda’s captain, Arturo Prat, boarded the enemy warship and was killed, thus writing his name in history.
Perhaps drawing inspiration from Prat’s leadership in the face of tragedy, President Piñera laid out an ambitious plan to guide Chile through the rough waters of economic recovery and reach the promised land of developed country status by the end of this decade.
Chile already has some developed country credentials. Just two weeks before Piñera’s speech, Chile formalized its entry into the OECD at a ceremony in Paris. Membership in this club of developed countries raises the bar since Chile will be compared to other members and also provides an excellent opportunity to learn from its peers.
But becoming a developed country without leaving anyone behind will require a collective effort. The President called on the “Bicentennial generation” to help him build a country of greater opportunities and social protection for all. This means continuing the good work of the previous government in this regard, but introducing a “new way of governing” based on a sense of urgency, clear goals and – most importantly - a tight timeline for producing results.
Economic growth was the centerpiece of the speech. Despite the loss of 10% of Chile’s capital stock in the quake, Piñera maintains his goal of 6% annual growth in order to make Chile a developed nation by 2018. If this goal is to be achieved, however, economic growth cannot be an end in itself. It must be accompanied, said Piñera, by development in all areas of his program including employment, education, health, security, poverty reduction and democracy.
True, some will have to shoulder more of the reconstruction’s financial burden than others. The President requested a special effort from large companies which face a temporary tax increase, but small and medium-sized companies (SMEs) will benefit from a package of initiatives including a tax exemption for profits re-invested in the business.
Piñera also aims to attract entrepreneurs by reducing the time and cost of starting up a new business. Amongst other reforms designed to benefit small businesses, the bankruptcy law will be revamped making it easier to close a company and transfer assets to a new company. These changes should give entrepreneurs a boost and drive economic growth.
Other measures need further explanation such as the reform of capital markets. Piñera aims to create a financial services watchdog but private pension funds (AFPs) and other financial institutions have warned of overregulation in this sector. On the other hand, the private sector values greater transparency in the financial system in general and the re-launching of a bill to consolidate consumer debt amongst other measures.
Mr. Piñera should be congratulated for maintaining his campaign promises despite the economic and administrative strain of reconstruction, which will be financed in a variety of ways including Chile’s first ever global peso bond issue.
But the government is not alone in this task. In the aftermath of the earthquake we have seen how Chilean and American companies, including many of AmCham’s members, have gone out of their way to help out in devastated areas.
As Chile sails on towards developed nation status, it is heartening to know that government, business, non-profit organizations and Chileans themselves are united in this endeavor. Clearly there will be storms and reefs ahead, but Piñera has set the course and with all hands on deck we might just make it, together.