Muerto por las ComunicacionesDeath by Communication

01 Abril 2007


Hace más de 2.300 años, aparentemente Aristóteles estableció la base para las comunicaciones públicas modernas: retórica que cambiaría el comportamiento.

¡La Manipulación de las Masas podría ser otra forma de verlo! Los grandes oradores de la historia siempre han podido obtener una respuesta de “el pueblo”. Los discursos de Churchill hicieron que los británicos endurecieran su postura contra la maquinaria bélica Nazi, mientras que -apenas al otro lado del Canal de La Mancha- la extraordinaria oratoria de Adolfo Hitler impulsó a la gente a cometer grandes atrocidades y, tontamente, a atacar a Rusia. Entretanto, Roosevelt usaba la radio para conducir a los estadounidenses al Nuevo Acuerdo.

Presumiblemente, Alejandro Magno fue un comunicador magnífico dado que, para el año 323 AC, cuando murió a los 33 años de edad, controlaba de mitad del mundo conocido en ese entonces y tenía jinetes sólo para transmitir sus comunicaciones a través de enormes distancias. Gandhi fue otro modelo de comunicación, predicando la resistencia pacífica y frustrando el intento británico de controlar India, la joya de la corona de la Reina Victoria. JFK, Martin Luther King, Malcolm X y luego Nelson Mandela: el poder de la comunicación a través del silencio y la superioridad moral.

Hoy en día, nos vemos atacados por todas partes por comunicaciones tan poderosas y frecuentes que no hay un respiro en la necesidad de intentar e interpretar mensajes, sean éstos de naturaleza política, comercial o moral. El problema es que el poder de la comunicación ¡¡no tiene absolutamente ninguna correlación con la calidad de lo que se está ofreciendo!!

Sólo mire la saga en curso del sistema de transporte masivo Transantiago (o ¿Transchascarro?). Se ha llenado de información a la población del Gran Santiago sobre los méritos de esta “Gran Mejora”, pero el producto -o bien la organización del mismo- ha sido bastante deficiente. Mucha retórica política, pero poca capacidad política o comercial para entregar resultados. Incluso el rostro que lanzó miles de buses y actuó como vocero de Transantiago, uno de los jugadores de fútbol más queridos de Chile, tuvo que correr en busca de protección.

Nos enfrentamos a un dilema de calidad-cantidad. Definitivamente padecemos de exceso de información y, dado que ésta no necesariamente provee conocimiento y muy ciertamente no entrega sabiduría, algo tiene que cambiar. Un buen amigo mío no ha comprado un diario en 40 años; piensa que si ocurre algo importante se lo van a decir, se le va a informar.

Ahora que los medios para atacar a mis limitadas neuronas han llegado a un nivel insoportable tomé una decisión simple: seguir el consejo de mi amigo y desconectarme de todos los medios electrónicos para llegar a mí. Así que: no más teléfono celular, no más correo electrónico, no más chat; vendí el televisor, cancelé la suscripción al diario; la radio sólo sintoniza música clásica, etc., etc. (pero sí secretamente leo bUSiness CHILE).

Hubo un tiempo en que el arte de la comunicación (y era un arte) se basaba en oír a los Ancianos -aquellos hombres y mujeres que, desde la experiencia personal y las historias y leyendas traspasadas de generación en generación- informaban y educaban a las generaciones más jóvenes. Ello aún ocurre en algunas culturas africanas y árabes, el Tibet y Nepal y las demás tribus nómades de Mongolia y las altas estepas de Asia. Sin embargo, incluso durante mi corta vida, el momento y el goce de la narrativa casi ha desaparecido. ¿Hay todavía lugar para el “cuento antes de dormir”?

Bueno, el punto es el siguiente: no voy a saber nada a menos que ustedes me cuenten. Eso generará una retórica mucho más emocionante, ya que estaré tremendamente interesado en lo que ustedes, los Ancianos, tengan que decir, aún cuando -como ocurre usualmente- no tengan absolutamente ninguna idea de lo que están tratando de comunicar. Deberé aprender a oír.

Sigo, aislado comunicacionalmente, mudo, pero deseoso de escuchar,

Santiago Eneldo

(Sabiduría, consejos y retórica se imparten por reunión o se dejan para mí en AmCham).

Correo electrónico cancelado...

Over 2,300 years ago, Aristotle, apparently, laid the groundwork for modern public communication: Rhetoric that will change behavior.

Manipulation of the Masses could be another way of looking at it! The great orators of history have always been able to get a response from “the people”. Churchill’s speeches held the British people firm against the Nazi war machine while, just on the other side of the English Channel (La Manche, if you are French), Adolf Hitler’s extraordinary oratory moved people to great atrocities and, foolishly, to attack Russia. Meanwhile, Roosevelt was using radio to lead Americans into the New Deal.

Presumably, Alexander the Great was a magnificent communicator as, by 323 BC when he died aged 33, he was in control of half the known world and had only horsemen to convey his communications over enormous distances. Gandhi was another model of communication, preaching peaceful resistance and frustrating the British attempt to hang on to India - the jewel in Queen Victoria’s crown. JFK, Martin Luther King, Malcolm X and then Nelson Mandela - the power of communication through silence and moral superiority.

Today, we are attacked on all sides by communications so powerful and so frequent that there is no respite from the need to try and interpret messages, be they of a political, commercial or moral nature. The problem is that the power of communication has absolutely no correlation to the quality of what is on offer!!

Just look at the on-going saga of the Transantiago Mass (Mess?) Transport System. The populace of Greater Santiago has been drowned in communications about the merits of this “Great Improvement”, yet the product, or organization of the product, has been pretty dismal. Much political rhetoric, but little political or commercial capacity for delivering results. Even the face that launched a thousand buses and spokesperson for Transantiago, one of Chile’s best-loved soccer players, has had to run for cover.

We face a Quality-Quantity conundrum. We most definitely suffer from over-communication and, as information does not necessarily provide knowledge and most certainly does not produce wisdom, something needs to change. A good friend of mine has not purchased a newspaper in 40 years; his view is that if something of importance takes place he will be told - he will be informed.

Now that the means to attack my limited brain cells have reached an unbearable level I have made a simple decision: take my friend’s advice and cut myself off from all the electronic means of getting at me. Thus: no cell phone, no more e-mails, no chat; the TV has been sold, newspaper subscription cancelled, radio tuned only to classical music, etc., etc. (but I will secretly read bUSiness CHILE).

There was a time when the art of communication (and it was an art form) was based on listening to the elders - those wise men and women who, from personal experience and the stories and legends handed down from generation to generation, both informed and educated the younger generations. This does still happen in some African and Arab cultures, Tibet and Nepal and the remaining nomadic tribes of Mongolia and the high steppes of Asia. However, even during my short lifetime, the moment and joy of storytelling has all but disappeared. Is there still a place for the “bedtime story”?

Well, here’s the bottom line. I will no longer know anything unless you tell me. That will make for much more electrifying rhetoric as I will be tremendously interested in what you, the Elders, have to say - even if, as is usually the case, you have absolutely no idea what you are trying to communicate. I shall learn to be a great listener.

I remain, in communication isolation, mute but willing to listen,

Santiago Eneldo

(Wisdom, advice & rhetoric to be imparted upon meeting or left for me at AmCham).

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