En muchas formas, México ha sido la oveja negra de América Latina, creciendo bajo su potencial al tiempo que quedaba rezagado tras sus pares regionales en muchos frentes. Esto se ha debido en gran parte a la falta de exposición de México a China y al auge de los bienes básicos en la última década, así como también a la falta de las reformas estructurales necesarias. Sin embargo, ahora que las fuerzas macroeconómicas cíclicas están cambiando a su favor y que hay un aparente consenso político detrás de una amplia agenda de reforma, este podría ser el momento para que México se ponga al día con el resto de América Latina.
El crecimiento del PIB latinoamericano ha promediado un 3,8% en la última década y muchos países se han situado muy por encima de esa cifra, incluidos Perú (6,2%), Colombia (4,5%) y Chile (4,4%). No obstante, en el caso de México, el crecimiento del PIB ha promediado apenas el 2,6%, muy por debajo de su potencial del 3,5% y siguiendo ampliamente a Estados Unidos, país con el que tiene significativos lazos comerciales. Gran parte de este bajo desempeño se relaciona con temas estructurales, tales como el acceso limitado al crédito, leyes laborales anticuadas, crecientes niveles de violencia asociada a las drogas, baja diversificación de las exportaciones y la presencia de oligopolios, sin mencionar la magra recaudación de impuestos, lo que ha limitado el gasto del gobierno.
Más aún, México no se ha beneficiado del auge de los bienes básicos de la misma manera que lo han hecho otros países en la región, en especial debido a que la falta de inversión de la petrolera estatal Pemex ha llevado a una decreciente producción. De manera similar, desde que China ingresó a la Organización Mundial de Comercio, México se ha visto enfrentado a una competencia considerablemente más alta.
Pese a este desafiante panorama, la marea parece estar girando a favor de México desde un punto de vista tanto cíclico como estructural, lo que es más bien extraordinario hoy en día entre los mercados desarrollados y emergentes.
México tiene lazos muy fuertes con el sector manufacturero estadounidense, que ha visto significativas mejoras producto de la debilidad del dólar y los bajos precios del gas natural. Esto ha causado que el sector fabril sea un conductor clave del crecimiento del PIB y de la producción industrial de México. En tanto, China se ha vuelto menos competitiva en términos comparativos debido a que los salarios mexicanos, que alguna vez fueron cuatro veces más altos, ahora se encuentran en el mismo nivel, ayudados por la contenida inflación y una moneda débil. Así pues, la porción de las importaciones estadounidenses de México ascendió a cerca del 12% en el 2011 frente al 10,2% del 2005, mientras que la porción de China ha declinado en los últimos dos años desde un máximo del 20% a casi el 17%, pese al alto nivel de superposición de los productos de exportación entre ambos países.
De manera más importante, México finalmente parece estar listo
para embarcarse en las tan necesarias reformas en materia de energía, política fiscal y seguridad social y laboral. En el frente energético, una iniciativa clave sería abrir el sector a más participación del sector privado: inicialmente en el negocio de refinería (proceso industrial no sujeto a una prohibición constitucional a la inversión del sector privado en la industria petrolera), luego en la producción de gas (México tiene una de las mayores reservas de gas del mundo), y finalmente en el petróleo (que en términos políticos es un tema más difícil).
En el área fiscal, la recaudación tributaria ha sido el mayor desafío y este podría superarse mediante la ampliación de la base impositiva, la reducción de la cantidad de transacciones que actualmente están exentas del impuesto al valor agregado (IVA) de México y la restitución de regalías en el entorno de los bienes básicos. En tanto, la reforma laboral haría más sencillo las contrataciones y despidos, mientras que la reforma a la seguridad social otorgaría acceso universal a la salud para la población. En conjunto, estas reformas contribuirían a incrementar la formalización de la economía y, por tanto, a ampliar el mercado objetivo para sectores como el de servicios financieros.
Si bien reformas anteriores han sido acalladas por disputas de poder y política, ahora parece haber consenso con la venia de los dos principales partidos políticos: el Partido de Acción Nacional (PAN) y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). La victoria del presidente electo Enrique Peña Nieto en la elección del 1 de julio marca el regreso al poder del PRI, que tuvo 12 años para prepararse para esta oportunidad. El nuevo gobierno estará flanqueado por gente muy competente como Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda del Estado de México. En tanto, Peña Nieto tiene un buen historial de ejecución y construcción de consensos como gobernador de Ciudad de México.
A México le gusta verse como parte de América del Norte, pero no quiere quedarse atrás mientras otros países latinoamericanos avanzan. El tiempo dirá, por supuesto, pero esta podría ser una oportunidad para que México finalmente se ponga al día.
Brian P. Chase es gerente de cartera y titular de acciones andinas de Itaú Asset Management. Sylvia Bigio es gerente de cartera de Itaú Asset Management.
In many ways, Mexico has been the black sheep of Latin America, growing below its potential while lagging behind its regional peers on many fronts. This has largely been due to Mexico's lack of exposure to China and the commodities boom of the last decade, as well as the lack of necessary structural reforms. However, with cyclical macroeconomic forces now shifting in its favor and an apparent political consensus behind a broad reform agenda, this may be Mexico’s moment to catch up to the rest of Latin America.
Latin American GDP growth has averaged 3.8% in the past decade with many countries well ahead of that figure, including Peru (6.2%), Colombia (4.5%) and Chile (4.4%).
However, in the case of Mexico, GDP growth has averaged just 2.6%, well below its potential of 3.5% and broadly tracking the U.S., with which it has significant trade ties. Much of this underperformance is related to structural themes, such as limited access to credit, antiquated labor laws, rising levels of drug-related violence, low export diversification, and the presence of oligopolies, not to mention poor tax collection, which has limited government spending.
Furthermore, Mexico has not benefitted from the commodities boom in the same way that other countries in the region have, especially as lack of investment by state-owned oil company Pemex has led to declining production. Similarly, since China entered the World Trade Organization, Mexico has faced considerably higher competition.
Despite this challenging backdrop, the tide appears to be turning in Mexico’s favor both from a cyclical and a structural standpoint, which is rather unique these days among developed and emerging markets.
Mexico has very strong ties to the US manufacturing sector, which has seen significant improvements due to the weak dollar and low price of natural gas. This has caused manufacturing to be the key driver in Mexican GDP growth and industrial production. Meanwhile, China has become comparatively less competitive as Mexican wages, which were once four times higher, are now on the same level, aided by contained inflation and a weak currency. As such, Mexico’s share of US imports climbed to nearly 12% in 2011 from 10.2% in 2005, while China’s share has declined in the past two years to roughly 17% from a high of 20%, despite a high level of overlap in export products between the two countries.
More importantly, Mexico finally appears to be ready to embark on much needed reforms in energy, fiscal policy, labor and social security. On the energy side, a key initiative would be to open the sector to more participation by the private sector: initially in the refinery business (an industrial process not subject to a constitutional ban on private investment in the oil industry), then in gas production (Mexico has one of the world’s largest gas reserves), and finally in oil (politically a more difficult issue).
In the fiscal realm, tax collection has been the biggest challenge and could be overcome by broadening the tax base, reducing the number of transactions currently exempt from Mexico’s value-added tax (VAT) and restoring royalties in the commodity space. Meanwhile, labor reform would make it easier to hire and fire, while social security reform would grant universal health access to the population. Together, these reforms would contribute to increasing the formalization of the economy, and therefore broadening the target market for industries like financial services.
Although past reforms have been stifled by politics and power struggles, there now appears to be a consensus with the two main political parties – the National Action party (PAN) and the Institutional Revolutionary Party (PRI) – both onboard. The victory of President-elect Enrique Peña Nieto in the election on July 1 signals a return to power for the PRI, which has had 12 years to prepare for this opportunity. The new government will be surrounded by very competent people such as Luis Videgaray, a former finance secretary of the State of Mexico. Meanwhile, Peña Nieto has a good track record of execution and consensus building as governor of Mexico City.
Mexico likes to see itself as part of North America, but it doesn’t want to be left behind as other Latin American countries race ahead. Time will tell, of course, but this could be an opportunity for Mexico to finally catch up.
Brian P. Chase is Portfolio Manager, Head of Andean Equities, at Itau Asset Management.
Sylvia Bigio is Portfolio Manager at Itau Asset Management.