El auge minero de Chile está listo para seguir y seguir a medida que los inversionistas se apresuran a aprovechar los altos precios del cobre, el oro y otros minerales.
En una importante conferencia de la industria celebrada el mes pasado en Canadá, el ministro de Minería de Chile, Hernán de Solminihac, estimó la inversión en el sector hasta el 2020 en asombrosos US$91.000 millones. Pero advirtió que los nuevos proyectos están cada vez más expuestos a la amenaza que representa la escasez de trabajadores capacitados.
Un informe de la entidad sin fines de lucro Fundación Chile, publicado a principios de este año, sugiere que el problema de recursos humanos en la industria es a lo menos tan grave como las dificultades que enfrenta para conseguir suministros confiables de agua y electricidad.
Si se consideran solamente los proyectos que están en la etapa de factibilidad, el informe estima que la industria necesitará reclutar otros 44.000 operadores, profesionales y personal de mantenimiento hasta fines de la década.
La cifra podría ser demasiado alta, sostiene John Byrne, director gerente en Chile de la firma global de head-hunters Boyden. La experiencia pasada sugiere que solo la mitad de los proyectos en la abultada carpeta de Chile llegarán a la etapa de producción en los próximos años.
Pero ello de todos modos deja a la industria luchando por llenar más de 20.000 puestos para profesionales y trabajadores calificados.
“El problema es que esto aún es una enorme cantidad de gente”, asevera.
Tome en cuenta la cantidad requerida para construir nuevas minas, estimada en más de 190.000 por Fundación Chile, y la situación se vuelve crítica.
La escasez ya está dando dolores de cabeza a las empresas mineras. La rotación aumenta al tiempo que las empresas se levantan los empleados unas a otras. Entre el personal profesional, alcanzó el 10% el año pasado, el doble del nivel que se registraba hace una década, señala Edwin Ugarte, vicepresidente de recursos humanos de Anglo American Chile.
Para mantener a su personal, las compañías han tenido que ofrecer aumentos salariales en torno al 20%, mientras que quienes abandonan el barco a menudo obtienen incrementos del 30% o más, señala Byrne.
Para aquellos especialistas más demandados, los salarios han llegado a niveles astronómicos. Geólogos, especialistas en metalurgia e ingenieros en minas que recién entran a las empresas ahora pueden esperar ganar más que graduados de ingeniería civil, administración de empresas o incluso medicina. Directores de proyecto experimentados, a cargo de materializar proyectos de construcción de miles de millones de dólares, pueden alcanzar salarios de hasta US$1 millón al año.
Incluso más abajo en la escala salarial, el pasar es bueno. Los trabajadores mineros en grandes minas de cobre, respaldados por fuertes sindicatos, regularmente exigen bonos avaluados en miles de dólares cada vez que renegocian acuerdos de contrato colectivo: dado que incluso una breve paralización podría costar millones de dólares, la mayor parte de las empresas prefieren pagar.
Sin embargo, los salarios para los trabajadores contratistas en proyectos de construcción de minas pueden ser aún más altos.
“Esta es la primera vez en 30 años que he visto contratistas mejor pagados que los empleados directos”, afirma Álvaro Leiva, gerente senior de recursos humanos del proyecto El Morro de Goldcorp
Si bien el personal representa una parte mucho menor de los costos de la industria que el equipamiento o la energía, el pronunciado aumento de los salarios está ayudando a elevar los costos de proyectos en desarrollo.
Auge del Cobre
La naturaleza volátil del mercado del cobre explica la situación que enfrenta la industria, indica Byrne. Hace 10 o 15 años, con el cobre negociándose a menos de US$1 la libra y pocas minas en construcción, difícilmente cualquier joven chileno aspiraba a una carrera en la minería.
Las escuelas de minas en Australia, Europa y Canadá estaban cerrando cuando en las facultades mineras de Chile se graduaban no más de media docena de alumnos cada año. A medida que el declive se convirtió en auge, la cantidad de estudiantes ha aumentado de manera pronunciada, pero no tan rápido como se requiere para igualar la creciente demanda de nuevos trabajadores que tiene la industria.
El resultado, dice Byrne, es una severa falta de profesionales en la industria de entre 35 y 50 años. Muchos ingenieros en edad de jubilarse o por sobre ella siguen trabajando, porque la paga es buena y porque no hay nadie detrás que los empuje a retirase.
No obstante, esa situación es insostenible. Tarde o temprano, con sus hipotecas canceladas y sus fondos de pensiones abultados, van a colgar sus cascos
Los recientes eventos en Chile no han ayudado. A nivel nacional, el desempleo se encuentra en un mínimo de 15 años, mientras que muchos contratistas -muchos de los cuales provienen del sur del país- han encontrado empleo más cerca de sus hogares trabajando en la reconstrucción tras el terremoto del 2010.
La situación probablemente empeore a medida que más y más proyectos nuevos se pongan en marcha.
El proyecto El Morro de Goldcorp, cuya construcción debería comenzar este año, empleará a un máximo de 5.000 contratistas y a otros 1.800 a medida que la mina avanza hacia la producción a comienzos del 2016, explica Leiva.
La gigante mina Collahuasi, que planea duplicar la producción a un millón de toneladas esta década, incorporó a 900 personas como nuevo personal el año pasado, pero está buscando otros 1.500 durante el 2012.
“El problema es que estas personas no están disponibles”, indica Byrne. Y, sin suficiente personal, algunos proyectos inevitablemente se retrasarán.
Reclutamiento en el Extranjero
En una industria multinacional como la minería, traer trabajadores desde el extranjero debe ser parte de la solución. Pero la escasez de profesionales mineros, tal como el auge de la inversión, es un fenómeno regional. Perú, Brasil, Colombia y México enfrentan déficits similares en materia de personal. De modo que los reclutadores están buscando en todo el planeta para encontrar trabajadores con las capacidades correctas.
Byrne señala que su firma ya ha colocado a ingenieros de España y Rumania en proyectos en Chile. La crisis en la eurozona implica que los ingenieros españoles no solo son competitivos, sino que a menudo más baratos que sus colegas chilenos.
Sin embargo, un límite del 15% a los trabajadores extranjeros podría ser un problema. Muchas empresas ya están operando cerca del extremo superior del tope y están buscando formas de evitarlo.
“Si no queremos perder inversión valiosa, puede que tengamos que encontrar formas de hacer más flexible [el límite]”, comenta Byrne.
Otra opción podría ser la externalización de parte del trabajo a otros países. Las firmas de ingeniería que han convertido a Santiago en un centro global para el diseño de nuevas minas de cobre, enfrentan un déficit de cerca de 15.000 ingenieros en los próximos cinco años, no todos los cuales se pueden cubrir con nuevos graduados o trabajadores extranjeros, señala Andrés Poch, presidente de la Asociación de Ingenieros Consultores de Chile (AIC).
AIC está trabajando con la agencia de promoción de las exportaciones ProChile para crear alianzas estratégicas entre empresas en Chile y otras partes del mundo con el fin de ampliar las capacidades y compartir la carga de trabajo. La asociación ha identificado a Canadá, sede de muchas empresas mineras que invierten en Chile y la región, como un mercado particularmente prometedor.
Capacitar a los Futuros Mineros
No obstante, estas son solo soluciones parciales debido a que el grueso del personal de las minas de Chile inevitablemente será provisto de manera local. En este punto el mayor cuello de botella es la capacitación.
Las firmas mineras, y las empresas que las abastecen, ya invierten cantidades significativas en la capacitación de futuros trabajadores.
La mina Escondida de BHP Billiton opera su propia escuela técnica. Otras apadrinan a estudiantes de carreras relacionadas con la minería como geología, metalurgia e ingeniería.
Goldcorp planea ayudar a cientos de jóvenes en la Región de Atacama para completar su educación secundaria de modo que puedan proseguir con capacitación como mecánicos y conductores.
Pero tales esfuerzos han demostrado ser insuficientes. Si las cosas siguen como están, Chile no producirá ni cerca de la cantidad suficiente de profesionales y trabajadores calificados para satisfacer las necesidades de la industria en el tiempo requerido.
Una solución podría acortar las actuales carreras. Mientras los ingenieros en minas en Estados Unidos o Canadá se gradúan en cuatro años, en Chile demoran seis o siete años. Las carreras técnicas a menudo duran cuatro años, lo que se compara con los apenas uno o dos años que duran en Australia.
Incluso cuando ingresan a la fuerza laboral, los graduados a menudo carecen de las capacidades que la industria busca. Los ingenieros chilenos en términos técnicos son tremendamente competentes, afirma Ugarte de Anglo American, pero muchos carecen de las habilidades necesarias para lidiar con temas “blandos” como recursos humanos, relaciones con la comunidad y protección del medio ambiente.
Según Hernán Araneda, gerente del centro de innovación en recursos humanos de la Fundación Chile y autor del estudio, el problema es que las empresas a menudo basan los programas en sus propias necesidades sin considerar las de la industria como un todo.
“No vale la pena capacitar a 20 geólogos cuando la industria necesita 200, la mayor parte de ellos terminarán trabajando para sus competidores”, destaca.
La solución, señala Araneda, es una mayor colaboración. Solo trabajando en conjunto las empresas mineras podrán crear la masa crítica para superar el déficit de personal calificado.
Con el respaldo de Fundación Chile y de los Ministerios de Minería y Trabajo, las mineras que participaron en el estudio (Anglo American, Antofagasta Minerals, BHP Billiton, Codelco y Collahuasi) acordaron desarrollar un ambicioso programa conjunto de capacitación, el que podría capacitar a 28.000 personas en operaciones relacionadas con la minería para fines del 2015.
Sin embargo, algunas empresas están pensando mejor si invierten sin garantías de que recibirán algún beneficio.
El problema es que la colaboración no se da de manera natural entre firmas mineras ferozmente competitivas, que se disputan minerales, hombres y dinero no solo en Chile, sino que también en el mundo.
En el más largo plazo, cursos de capacitación mejores y más cortos servirán de poco si las empresas mineras no pueden persuadir a más jóvenes chilenos de ingresar a la industria. Para muchos, la minería aún significa vivir lejos de los amigos y la familia, en medio del desierto o en la cresta de una montaña, y trabajar extenuantes turnos.
Los jugosos salarios están ayudando a romper la resistencia, pero la industria podría hacer más, sostiene Leiva de Goldcorp. La tecnología está desempeñando un rol aún mayor en la minería, al permitir a profesionales diseñar túneles y operar palas sin tener que poner un pie en un mina o tener que dejar Santiago.
Las empresas también están trabajando para atraer más mujeres a su fuerza laboral. Además de transformar los siglos de cultura en que solamente se admitían hombres en las minas, esto significa proporcionar horas más flexibles para las mamás que trabajan, algo complicado cuando ellas manejan un camión en una montaña a 4.000 metros de altura o a grandes profundidades. Tales iniciativas están dando dividendos, pero el potencial sigue siendo enorme. En Anglo American, las mujeres representan solo un 10% de la fuerza laboral, pero esa cifra se ha triplicado en los últimos años, sostiene Ugarte.
En definitiva, se podría hacer mucho más para lograr que las polvorientas ciudades del norte como Antofagasta y Copiapó sean lugares más atractivos para vivir. Ahora la mayoría tiene centros comerciales y cines, pero más áreas verdes, clínicas y colegios de gran calidad persuadirían a los potenciales reclutados de que son lugares apropiados para formar una familia y no solo para hacer carrera.
De hecho, el déficit laboral que enfrenta la industria debería transformar a las regiones dependientes de ella.
“El paradigma está cambiando desde la minería que beneficia a la comunidad a la minería que depende de la comunidad”, asevera Leiva.
Tom Azzopardi trabaja como periodista freelance en Santiago
Chile’s mining boom is set to run and run as investors rush to cash in on sky-high prices for copper, gold and other minerals.
Speaking at a major industry conference in Canada last month, Chile’s Mining Minister Hernán de Solminihac estimated investment in the industry through 2020 at a staggering US$91 billion. But he warned new projects are increasingly under threat from a shortage of trained workers.
A report by non-profit institute Fundación Chile released earlier this year suggests the industry’s human resources problem is at least as serious as the difficulties it faces securing reliable supplies of water and electricity.
Looking just at projects at the feasibility stage, the report estimates that the industry will need to recruit another 44,000 operators, professionals and maintenance staff through the end of the decade.
The figure could be on the high side, says John Byrne, managing director in Chile for global head-hunters Boyden. Past experience suggests that only half of the projects in Chile’s swollen pipeline will make it into production in the next few years.
But that still leaves the industry struggling to fill more than 20,000 posts for skilled workers and professionals.
“The problem is that this is still an enormous amount of people,” he says.
Take into account the number required to build new mines, estimated at over 190,000 by Fundación Chile, and the situation grows critical.
The shortage is already causing headaches for mining companies. Turnover is up as firms poach each other’s employees. Amongst professional staff, it reached 10% last year, double its level a decade ago, says Edwin Ugarte, head of human resources at Anglo American Chile.
To keep staff onboard, companies have had to offer pay increases of around 20%, while those jumping ship often bag rises of 30% or more, says Byrne.
For those specialists most in demand, pay has reached astronomical levels. Entry-level geologists, metallurgists and mine engineers can now expect to earn more than graduates in civil engineering, business administration or even medicine. Experienced project directors, charged with bringing billion-dollar construction projects into being, can command salaries up to US$1 million a year.
Even lower down the pay-scale, the going is good. Mineworkers at big copper mines, backed by strong unions, regularly demand bonuses worth thousands of dollars each time they renegotiate collective pay agreements: as even a brief stoppage could cost millions of dollars, most companies prefer to pay up.
But wages for contractors on mine construction projects can be even higher.
“This is the first time in 30 years that I have seen contractors being better paid than direct employees,” says Alvaro Leiva, senior human resources manager for Goldcorp’s El Morro project.
Although personnel represents a much lower share of industry costs than equipment or energy, spiraling wages are helping to push up costs of projects in development.
Copper boom
The volatile nature of the copper market explains the situation facing the industry, says Byrne. Ten to 15 years ago, with copper trading at less than US$1 a pound and few mines being built, hardly any young Chileans looked forward to a career in mining.
Schools of mines in Australia, Europe and Canada were closing while Chile’s mining faculties produced no more than half a dozen graduates each year. As bust has turned to boom, the numbers of students has risen sharply, but not nearly fast enough to match the industry’s rocketing demand for new workers.
The result, says Byrne, is a stark lack of professionals in the industry aged between 35 and 50. Many engineers at or beyond retirement age are continuing to work because the pay is good and there is no one behind them to push them out.
But that situation is unsustainable. Sooner or later, their mortgages paid off and pension pots swollen, they will hang up their helmets.
Recent events in Chile have not helped. Nationally, unemployment is at a 15 year low, while many contractors, many of whom hail from the south of the country, have found work closer to home rebuilding after the 2010 earthquake.
The situation is likely to worsen as more and more new projects are brought online.
Goldcorp’s El Morro project, due to begin construction later this year, will employ a maximum of 5,000 contractors and another 1,800 as the mine moves into production in early 2016, explains Leiva.
The giant Collahuasi mine, which plans to double production to a million tons this decade, took on 900 new staff last year but is looking for another 1,500 during 2012.
“The trouble is that these people are just not available,” says Byrne. And, without enough staff, some projects will inevitably be delayed.
Recruiting abroad
In a multinational industry like mining, bringing in workers from abroad must be part of the solution. But the shortage of mining professionals, like the boom in investment, is a regional phenomenon. Peru, Brazil, Colombia and Mexico all face similar shortfalls in personnel. So recruiters are scouring the planet to find workers with the right skills.
Byrne says his firm has already placed engineers from Spain and Romania on projects in Chile. The crisis in the Eurozone means Spanish engineers are not only competitive but often cheaper than their Chilean colleagues.
However, a 15% limit on foreign workers may be a problem. Many firms are already operating close to the upper limit and looking for ways to get around it.
“If we don’t want to lose valuable investment, we may have to find ways to make [the limit] more flexible,” says Byrne.
Another option may be outsourcing some work to other countries. Engineering firms that have turned Santiago into a global hub for designing new copper mines, are facing a shortfall of around 15,000 engineers over the next five years, not all of which can be covered by new graduates or foreign workers, says Andres Poch, president of the Association of Engineering Consultants (AIC).
AIC is working with export promotion board ProChile to create strategic alliances between companies in Chile and other parts of the world in order to broaden capabilities and share the workload. The association has identified Canada, home to many of the mining firms investing in Chile and the region, as a particularly promising market.
Training future miners
But these are only partial solutions as the bulk of personnel in Chile’s mines will inevitably be sourced locally. Here the main bottleneck is training.
Mining firms, and the companies that supply them, already invest significant amounts in training future workers.
BHP Billiton’s Escondida mine runs its own technical school. Others sponsor students in mining-related courses like geology, metallurgy and engineering.
Goldcorp is planning to help hundreds of young people in the Atacama Region complete their secondary education so that they can go on to train as mechanics and drivers.
But such efforts have proved insufficient. Leaving things as they are, Chile will not produce nearly enough skilled workers and professionals to meet the industry needs in the time required.
One solution could be to shorten existing courses. While mine engineers in the United States or Canada graduate in four years, in Chile they take six or seven years. Technical courses often last four years compared to just one or two in Australia.
Even when they do enter the workforce, graduates often lack the skills the industry is looking for. Chilean engineers are technically highly proficient, says Anglo American’s Ugarte, but many don’t have the skills needed to deal with “soft” issues like human resources, community relations and environmental protection.
According to Hernán Araneda, Fundación Chile’s human capital manager and the study’s author, the trouble is that companies often base programs on their own needs without considering those of the industry as a whole.
“It’s no use training 20 geologists when the industry needs 200, most of them will end up working for your competitors,” he notes.
The solution, says Araneda, is more collaboration. Only by working together will mining companies be able to create the critical mass to overcome the shortfall in trained personnel.
With the support of Fundación Chile and the ministries of mining and labor, the mining companies that participated in the study (Anglo American, Antofagasta Minerals, BHP Billiton, Codelco and Collahuasi) agreed to develop an ambitious joint training program, which could train 28,000 individuals in mining-related trades by the end of 2015.
Some companies, however, are having second thoughts about investing without guarantees they will receive any benefit.
The problem is that collaboration does not come naturally to the ferociously-competitive mining firms which compete for minerals, men, and money not only in Chile but around the world.
In the longer term, better and shorter training courses will count for little if mining companies cannot persuade more young Chileans to enter the industry. To many, mining still means living far from friends and family, in the middle of a desert or at the top of a mountain, and working grueling on/off shifts.
Juicy pay is helping to break down resistance, but the industry could do more, says Goldcorp’s Leiva. Technology is playing an ever greater role in mining, allowing professionals to design tunnels and operate shovels without having to step foot in a mine or leave Santiago.
Companies are also working to attract more women into the workforce. As well as transforming the centuries old male-only culture in mines, this means providing more flexible hours for working mums, tricky when she’s driving a truck 4,000 meters up a mountain or deep underground. Such efforts are paying dividends but the potential is still enormous. At Anglo American, women represent just 10% of the workforce, but that figure has tripled over the last few years, says Ugarte.
Finally, much more could be done to make dusty northern cities like Antofagasta and Copiapó more attractive places to live. Most now have malls and cinemas, but more green spaces, top-quality schools and clinics would persuade potential recruits that they are suitable places to raise a family and not just to build a career.
In fact, the labor shortage facing the industry should transform the regions dependent on it.
“The paradigm is changing from mining benefitting the community to mining depending on the community,” says Leiva.
Tom Azzopardi is a freelance journalist based in Santiago